Los niños, niñas y adolescentes son muy conscientes del dinero en su vida diaria, y las deudas que contrae su familia son motivo de preocupación y de tensiones dentro del hogar, afirma la investigación titulada “Endeudamiento de los hogares y derechos de niños, niñas y adolescentes”, que fue presentada la semana pasada por el Instituto de Promoción Económico Social del Uruguay (IPRU) y Unicef.

Esta situación se ve potenciada por las necesidades que tienen las familias de resolver urgencias alimenticias y sostener el día a día, que obliga a recurrir a préstamos en financieras o en el mercado informal, lo que provoca tensión y estrés en el hogar.

“En el trabajo se plasmaron las voces de los niños, niñas y adolescentes para conocer qué piensan del dinero, cómo ven el dinero de sus hogares, qué piensan de las deudas, y se pudo estudiar y recoger que los niños no sólo no son ajenos, sino que se preocupan y ocupan. Este sentimiento de culpa y vergüenza que se observa en la familia no sólo está en los adultos, sino que los niños, las niñas y los adolescentes reproducen esta vergüenza y esta condena que generan las deudas”, dijo a la diaria la socióloga Julia Polgar, integrante del equipo de investigación.

“Empezamos a visualizar que el tema vinculado a las deudas, los endeudamientos, los créditos y los préstamos era un asunto más común y permanente e instalado en lo privado de cada casa que lo que podríamos estar viendo. Observamos nuevas prácticas financieras que empezaban a suceder en los territorios, nuevos diálogos de algunas cuestiones, por lo que nos animamos a tratar de sistematizar y buscar un poco de bibliografía internacional y asociar qué tiene que ver el endeudamiento con los derechos de los gurises y qué no estábamos pudiendo ver, y estaba bueno tratar de observarlo de una forma más metódica”, señaló Marcelo Ventós, licenciado en Educación y director del IPRU.

Polgar explicó que los niños tienen una “fuerte mirada peyorativa de las deudas” y aseguró que dicha visión es compartida dentro de la familia. “El endeudamiento aparece como un nuevo fenómeno que tiene que estar en el análisis de la familia porque genera nuevas tensiones, nuevas violencias, nuevas peleas, discusiones, en donde ocurren nuevas vulneraciones de los derechos de niños, niñas y adolescentes”, agregó.

La socióloga dijo que la investigación exploró sobre los significados sociales del dinero, del préstamo, del crédito y de la deuda de las familias. “Exploramos que la deuda se vive como un encierro, como una carga, desde la culpa y la vergüenza”, afirmó.

Según datos de la Central de Riesgos del Banco Central, el 71% de las personas mayores de 18 años figura como tomadora de crédito en el sistema financiero formal. Más de un tercio de estas personas (35%) están calificadas como deudores irrecuperables.

Por otro lado, la investigación realizada por el IPRU y Unicef sostiene que más del 60% de las familias entrevistadas han contraído deudas o asumido gastos grandes para el pago de bienes o servicios que tienen como principal motivo la crianza y manutención de niños y adolescentes. Con respecto a la situación familiar, el trabajo sostiene que el 50% de los entrevistados correspondía a un hogar biparental, 33% a uno monoparental femenino y el 17% a otra composición. Por otro lado, el 60% de las personas entrevistadas tiene un trabajo informal, 26% formal, 7% están desempleadas y el restante 7% tiene una pensión o seguro.

Visión negativa y habilidades de gestión financiera

Los integrantes del equipo aseguraron a la diaria que los niños y adolescentes que se encuentran en familias en situación de vulnerabilidad y endeudamiento muestran “claras habilidades” de gestión financiera y capacidades para organizarse.

“Los niños, niñas y adolescentes están súper conscientes de los precios, incluso de las lógicas de la economía. En las familias no existe la visión de largo plazo, porque tienen que gestionar día a día la vida cotidiana, la supervivencia, entonces el largo plazo no se visualiza tanto en las percepciones de estos niños y adolescentes. Por lo pronto, lo que heredan es una visión negativa de pedir dinero prestado, una visión negativa de las deudas, sobre todo porque tiene que ver con que se endeudan para poder alimentarse”, afirmó Polgar.

Las deudas generan reclamos internos dentro de las organizaciones familiares. “Se empieza a ver una lógica del vínculo, sobre todo entre madres y sus hijos e hijas adolescentes, en la que los menores reclaman a las madres que contraen esas deudas; les dicen ‘¿cómo puede ser que tengas tantos préstamos?’. Ahí se puede observar esa tensión y ese reclamo que hacen los adolescentes a sus madres también como una falla del sistema de protección”, agregó.

A este respecto, en el trabajo se sostiene que los menores son “conscientes de la vulnerabilidad económica de su hogar”. En efecto, “reconocen la situación de pobreza e insuficiencia de recursos de sus familias”, muestran preocupación y buscan los precios más baratos. “Sin plata no podríamos tener nada de lo que pusimos acá”, afirma una de las adolescentes en el trabajo. Los niños y adolescentes son “conscientes del aumento de los precios según el tiempo y tienen habilidades de gestión de los recursos”.

“Me acompañan y entienden bastante, porque ellos empiezan: ‘mamá, esa carne es muy cara; mamá, comprá esta que es más barata’. Lo mismo si lo mando al almacén de acá del barrio: ‘mamá, acá en el barrio compramos sólo carcasa’”, relató una de las madres consultadas.

Origen y metodología

La investigación surgió a partir de las prácticas pedagógicas del IPRU en distintos barrios de Montevideo y Salto, explicó Ventós. La pregunta guía de la investigación fue la siguiente: ¿Cómo se vincula la vulnerabilidad financiera de los hogares que tienen vínculo con el IPRU con los derechos de niños, niñas y adolescentes en Montevideo y Salto en 2023 y 2024?

Por su parte, Nicolás Fernández, integrante del equipo, dijo a la diaria que para realizar la investigación se aplicaron metodologías cualitativas “con elementos de participación, con dinámicas alternativas a los métodos tradicionales, buscando la reflexión, el diálogo y la horizontalidad en esta distancia”. Las entrevistas tuvieron una “fuerte impronta lúdico-recreativa, pensando en las edades, los intereses y las charlas previas que el equipo tuvo con estos adolescentes, niños y niñas”, agregó. La franja etaria fue de los ocho a los 13 años, y en el caso de los adolescentes, de los 15 a los 18 años.

Se realizaron 30 entrevistas cualitativas y cuatro instancias de observación participante, dos de ellas con adolescentes y dos con niños y niñas, y dos grupos de discusión con referentes familiares y con adultos.

“Otro de los descubrimientos es que las personas tienen muy buenos conocimientos de gestión del dinero. Por lo tanto, la explicación a esta situación radica más en la ausencia de herramientas de inclusión financiera” (Marcelo Ventós).

Endeudarse para sobrevivir

Lejos de que el objetivo sea solamente consumir, las familias optan por dejar de pagar una deuda para poder alimentarse debido a la insuficiencia de recursos con que cuentan, se afirma en la investigación.

“Si bien se colocan bajo el rótulo de consumo, estamos hablando de bienes básicos para la crianza y para la reproducción de la vida. Otro de los descubrimientos es que las personas tienen muy buenos conocimientos de gestión del dinero. Por lo tanto, la explicación a esta situación radica más en la ausencia de herramientas de inclusión financiera que en las capacidades de educación financiera que tienen los hogares”, señaló Ventós.

“Hay mucha informalidad laboral, bajos sueldos, un poco de desempleo, pero sobre todo en la informalidad laboral hay cosas a las que no pueden acceder; es caro acceder a los productos de necesidad básica. Es el marco que rodea a la familia, de pobreza y vulnerabilidad, con dinero que no alcanza. Y una vez que acceden al crédito, vemos que muchas veces se endeudan para poder satisfacer estas necesidades básicas”. La deuda no es para “adquirir lujos”, sino para “poder sobrevivir”, remarcó la socióloga. Es “para acceder a los alimentos, vestimenta y calzado de sus hijos”.

“Observamos que las familias cuando acceden a un crédito formal tienen intención de pagar, es decir, las familias no se acercan a una financiera o al banco sin intenciones de abonar previamente, esto es muy importante; sin embargo, en el día a día, cuando no hay comida, cuando no se puede pagar la vestimenta, cuando andan descalzos, cuando llega la cuenta del agua, se priorizan otras cosas como tener una panza llena, cuentan varias madres. Entonces, prefieren que sus hijos e hijas no pasen hambre a que tengan que pagar una cuenta”.

En el estudio se sostiene que los entrevistados afirman que el dinero es “insuficiente, hay constante búsqueda y fácilmente desaparece”. Las frases más frecuentes son “nunca nos alcanza” y “la plata no da”. Además, los entrevistados ven la “deuda como encierro”: hay “fácil ingreso, pero es difícil o imposible la salida”. “Yo te digo la verdad, prefiero la comida, la panza llena para mis hijos y a veces prefiero no pagar algo”, afirma una de las entrevistadas que fueron citadas por el trabajo.

“Es como estar metido en un pozo y no poder salir. Siento que estoy en un pozo y por más que quiero subir, subir, subir, no logro salir”, dijo otra de las consultadas. Las personas comienzan a “tener una preocupación constante, culpa, estrés, llegando incluso a tener una afectación a la salud”, se afirma en el trabajo.

El 50% compra fiado en el almacén, 23% afirma que no lo hace y 27% no lo menciona. Ante la pregunta de si pide plata prestada, el 67% respondió afirmativamente, 27% negativamente y el 6% restante no lo menciona. Con respecto a si se tuvo que acudir a prestamistas, el 77% lo negó, el 10% lo afirmó, el 7% lo consideró y el 6% no lo menciona. Además, las familias suelen postergar la compra de electrodomésticos y materiales para la vivienda y optan por endeudarse para comprar alimentos y productos de primera necesidad.

“En otros niveles socioeconómicos una deuda no significa lo mismo; puede estar asociada a la compra de un vehículo, a la mejora de la vivienda o a un viaje. Entonces, es importante observar este fenómeno dialogando con la pobreza” (Julia Polgar).

Políticas

Como sugerencias, el equipo de investigación está analizando cuál sería la herramienta de inclusión financiera “sostenible e integral” que pueda ayudar a estas familias. “La idea es que no tengan que recurrir a prácticas financieras fuera de la formalidad, donde están desprotegidos no sólo los derechos de los adultos, sino también, sobre todo, expuestos los niños a nuevas violencias”, afirmó Polgar, y remarcó que esta situación se observa en los niveles socioeconómicos más bajos de la sociedad uruguaya.

“En otros niveles socioeconómicos una deuda no significa lo mismo; puede estar asociada a la compra de un vehículo, a la mejora de la vivienda o a un viaje. Entonces, es importante observar este fenómeno dialogando con la pobreza, pero deteniéndose en los nuevos elementos que aparecen cuando introducimos el endeudamiento. Sin duda la política pública, para que funcione y sea efectiva, debe tener en cuenta la situación de bajos ingresos que reciben los hogares”, concluyó.