El próximo gobierno tendrá que enfrentar una “situación complicada” debido a que el déficit fiscal es por lo menos el doble de lo que debería, lo que hará prioritario “cuidar la caja” y encontrar la manera de apuntalar la competitividad, dijo a la diaria el economista y coordinador del Observatorio de la Coyuntura Económica de la Universidad Católica Javier de Haedo. “El nuevo gobierno no va a tener todos los grados de libertad que le gustaría tener. O sea, el Ejecutivo que asuma deberá cuidar la caja y devolverle competitividad a la economía”, indicó el economista, que además fue director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).

El deterioro fiscal genera una “restricción” para el futuro gobierno y debería ser reducido con “medidas que se anuncien apenas se asuma”. En números, el déficit está en el entorno del cuatro y pico por ciento del PIB, cuando debería ubicarse cerca del 2%, opinó el especialista.

Estos datos dejan evidencia de que el gobierno “claramente incumplió” la promesa de consolidación fiscal que hizo en 2019. Esto no significa una “debacle” porque Uruguay tiene “capacidad de endeudarse”, pero hay que ser “precavidos” por las “dudas” que vienen del escenario internacional, indicó el economista.

Por último, De Haedo consideró que el ajuste de la primera mitad del gobierno alcanzó para generar el espacio fiscal necesario para encarar la crisis sanitaria, pero señaló que no tuvo nada de “estructural ni de permanente”.

Hace unos días advirtió que en la segunda mitad del gobierno hubo un “fuerte deterioro fiscal”, que llevó el déficit a una magnitud similar a la heredada en 2019. ¿Qué impacto puede tener esto en el futuro gobierno?

Es una restricción. Una situación como la que tenemos ahora, de mantenerse hasta el fin del gobierno, que es lo más razonable de imaginar, será similar a la que heredó esta administración. Hay que recordar que, a los 13 días de asumir, el Ejecutivo se encontró con la pandemia y entonces procedió a hacer un ajuste que bajó significativamente el gasto primario del sector público no financiero, generando el espacio fiscal que le permitió encarar la crisis sanitaria. Pero luego eso se revirtió, por lo que el próximo gobierno claramente entraría con un hándicap si hereda un déficit del orden del cuatro y pico por ciento del PIB.

¿En qué nivel considera que debería ubicarse el déficit fiscal?

El déficit observado, contable, que todos los meses informa el Ministerio de Economía, debería estar en el orden del 2%, asumiendo una tasa de crecimiento del 2,5% anual, como la última que se estimó. Por supuesto, si crecemos menos, como en estos últimos diez años, el denominador sube más despacio y el cociente, por lo tanto, aumenta más rápido.

Quiero remarcar que el objetivo fiscal debería ser un déficit de todo el sector público de dos puntos y estamos en más del doble. Eso no quiere decir que si no se hace nada haya una debacle. No, porque Uruguay tiene buena reputación, tiene capacidad de endeudamiento, de financiarse, pero también hay que ver qué pasa en el resto del mundo. Nadie iba a imaginar en estos cinco años que íbamos a tener una pandemia después de un siglo y una guerra en Europa. Además, Donald Trump promueve una política más proteccionista, y eso puede afectarnos de un modo distinto si gana las elecciones. Entonces, puede haber presiones inflacionarias globales de nuevo, como ya las hubo, y eso volvería a postergar el proceso de reducción de las tasas de interés.

¿Cuál debería ser entonces el comportamiento del gobierno que asuma en el plano fiscal?

En nuestro barrio, en Brasil en pocos meses el dólar saltó de 5 a 5,5 reales, aunque ahora bajó un poquito. En Argentina el futuro no está laudado. Van a ser fuentes de incertidumbre también. Entonces, en un contexto como el que uno imagina para los próximos años, con las dudas que vienen de afuera, lo ideal sería tener un comportamiento más precautorio, tratando de bajar ese déficit heredado con medidas que se anuncien pronto, apenas se asuma el gobierno.

Quiero remarcar que el ajuste de la primera mitad fue muy efectivo y generó el espacio fiscal necesario para encarar la crisis sanitaria y sus costos, pero no tuvo nada de estructural ni de permanente. Esta situación funciona como un resorte: si yo lo aprieto queda chiquito, pero cuando le saco la mano salta de vuelta. Y efectivamente, a partir de la segunda mitad del gobierno, exactamente en setiembre de 2022, la situación empieza a empeorar. Los mismos rubros que bajaron subieron. Entonces, no hubo nada de estructural ni de permanente. Por lo tanto, aquel ajuste era efímero y reversible.

Lo ideal sería hacer una reducción estructural del gasto, pero tampoco veo en los candidatos, en sus equipos y en sus programas una voluntad de hacer una reforma del Estado que implique abatir el gasto público.

¿Se puede decir que la regla fiscal impulsada por el gobierno falló?

La regla fiscal tiene muchos defectos. El próximo gobierno deberá introducir mejoras. El año pasado ya no se cumplieron las metas de la regla fiscal. Si uno las analiza profundamente, el caso más notorio fue el de la deuda. Se aumentó un 30% el tope en razón de la sequía y se gastaron 52 millones de dólares de los 660 millones autorizados, pero el desvío fue de 224 millones. Lo ideal sería permitir un aumento si hay un cataclismo, y rendir cuentas después.

Por tanto, la regla fiscal tiene muchas imperfecciones y, de hecho, ya no se ha cumplido, en tanto las metas se han ido corriendo. Algunos colegas hablan de que se mueve el arco. Entonces, la verdad es que el estreno de esta regla no fue muy bueno.

Desde el Frente Amplio se critican esos “desvíos” de la regla y otros aspectos que tienen que ver con el llamado “perímetro fiscal”. ¿Usted observa lo mismo?

No sólo desde el Frente Amplio. Hay analistas independientes que estimamos lo mismo, en el sentido de que el perímetro incluye sólo al gobierno central y al BPS y, por lo tanto, si yo hago un corral que deja cosas afuera, la tentación de saltar el alambrado es muy alta. Sería bueno que el perímetro fuera infinito, es decir, que todo el sector público estuviera incluido. Si vamos a dejar cosas afuera, y si solamente cubre una parte, no es una regla que importe mucho.

¿Se puede decir que la situación fiscal es uno de los aspectos más criticables de esta gestión económica?

Prefiero hablar de los temas verdes y los maduros. Entre las acciones maduras, destaco lo que ha sido la gestión del mercado de trabajo y, en particular, los números del empleo. Y también menciono la inflación, que bajó dos puntos, porque estuvo antes en el eje del 8% y ahora están las expectativas muy ancladas en torno al 6%.

“La verdad es que va a terminar siendo un gobierno más en el que se cumple lo que yo llamo la verdadera regla fiscal uruguaya, que es ajustar en la primera mitad y desajustar en la segunda mitad. Esa es la verdadera regla fiscal uruguaya”.

Entre las verdes, por otro lado, destaco el daño colateral generado por la política de priorizar la inflación, que es el atraso cambiario. Entre las verdes también está la situación fiscal, notoriamente, sobre todo cuando uno ve que en la primera mitad los números habían sido tan buenos; pero claro, no es lo mismo llegar a esas cifras comprimiendo un resorte que llegar a las mismas habiendo hecho un ajuste estructural, es decir, reduciendo el gasto de manera permanente. La verdad es que va a terminar siendo un gobierno más que cumplió con lo que yo llamo la verdadera regla fiscal uruguaya, que es ajustar en la primera mitad y desajustar en la segunda. Esa es la verdadera regla fiscal uruguaya.

¿El gobierno no cumplió con la promesa de consolidación fiscal que hizo en 2019, entonces?

No, claramente no. El gobierno planteó en la ley de presupuesto de agosto de 2020 que para este año iba a tener un déficit del total del sector público de 2,5% del producto. Y ese mismo año se conocieron nuevas cuentas nacionales que elevaron el producto, con lo cual el objetivo era 2,2%. Esa cifra representa el déficit que hoy debería tener el gobierno para cumplir con lo que se planteó en aquella ley de presupuesto. Es importante tener en cuenta que esa norma se hizo en medio de la crisis sanitaria, por lo que la covid no fue una sorpresa posterior. Estábamos ya con varios meses de crisis sanitaria. Entonces, ahora nos encontramos con el doble de lo que el gobierno había prometido para este año. Claramente incumplió.

Javier de Haedo.

Javier de Haedo.

Foto: Alessandro Maradei

En una columna de opinión en Búsqueda el posible ministro de Economía -en caso de que el Frente Amplio gane las elecciones-, Gabriel Oddone, consideró que se debería hacer un ajuste del 1% del PIB. Usted mencionaba que se debería hacer un recorte de más del 2%. ¿Qué piensa sobre el planteo de Oddone?

Es insuficiente. Evidentemente, Gabriel está vinculado a uno de los candidatos ganadores de las internas y quizás de algún modo matiza. Pero no quiero imaginar alguna intención. Comparto el 99% de lo que Gabriel sostiene en general. Y tenemos una visión muy parecida de las cosas. Pero a mí los números me dan que el ajuste tendría que ser bastante mayor. Tendría que ser de por lo menos dos puntos del producto.

Si el próximo gobierno no hace este ajuste que usted señala, ¿qué peligro encerraría para la situación del país?

De inmediato, nada. El problema es que dependemos del contexto. Hay que ver qué pasa en el resto del mundo, qué sucede con la política antiinflacionaria en el hemisferio norte, si puede empezar finalmente la caída de las tasas de interés. Hay que ver qué pasa con nuestros vecinos también.

Creo que el nuevo gobierno hereda una situación complicada, con un déficit de por lo menos el doble de lo que debería, y una situación de atraso cambiario de las más grandes que hemos tenido. Y es un escenario muy difícil de revertir. Porque, así como forzar el tipo de cambio para abajo con la política monetaria ayudó a que la inflación bajara, si yo hago lo contrario, se va a revertir, salvo que haya una mezcla de políticas económicas distinta a la que hemos tenido hasta ahora. Y cuando digo hasta ahora, también me refiero a los 15 años del Frente Amplio. La receta del atraso cambiario es política fiscal expansiva con política monetaria contractiva. Hay que hacerlo al revés. Se debe impulsar una política fiscal contractiva, ese ajuste de dos puntos del producto, por lo menos, y una política monetaria que saque la pata del freno. En ese escenario yo podría pensar que la inflación podría mantenerse en niveles bajos como los actuales, digamos del 6%, sin que el aumento del tipo de cambio la comprometa.

¿Qué podría pasar con la inflación de aquí en adelante?

Hay un tema que lo veo muy poco tratado en los análisis y es que ahora en Argentina se dio marcha atrás y la brecha cambiaria entre el oficial y el paralelo volvió a subir. En este fin de semana se conocieron nuevas medidas intervencionistas que procuran achicar la brecha entre el oficial y el libre. Con una brecha del orden del 50% o más, ha vuelto a ser favorable, no como lo era el año pasado, pero sigue siendo beneficioso ir a Argentina de compras. Entonces, si el país vecino lograra volver a lo de hace tres meses, con una brecha que se estaba cerrando e iba al 10%, lo que vamos a tener posiblemente es una Argentina que vuelve a estar cara. Y en ese contexto podemos empezar a importar inflación de Argentina.

Es evidente que muchas cosas que consumimos allá no las compramos acá, y por lo tanto el que fija precios en Uruguay tiene enfrente un competidor por la clientela, pero si esa puerta se cierra porque Argentina se encarece de vuelta, empezaremos a importar inflación. Eso puede volver a acelerar un poquito la inflación y, en una economía tan indexada, cuando pasan estas cosas, existe el riesgo de que el nivel general de precios se acelere.

O sea que se visualiza un escenario bastante conflictivo para el próximo gobierno, al menos en el corto plazo.

No, conflictivo no, ahora se habla de desafiante, y a mí esta palabra no me gusta mucho porque es muy de la corrección política que está de moda. Diría más bien un escenario complejo en el cual el nuevo gobierno no va a tener todos los grados de libertad que le gustaría tener. O sea, un gobierno que va a tener que cuidar la caja y de algún modo devolverle competitividad a la economía.

“¿Qué sentido tiene que aumente tanto los vínculos de funcionarios cuando hay un montón de trabajos que se pueden sustituir con tecnología? No entiendo cómo es posible tener esa cantidad de vínculos con el Estado. El día que veamos que hay menos vínculos con el Estado, vamos a decir que está empezando a pasar algo. Mientras tanto, serán resortes”.

Los candidatos dicen que no van a aumentar los impuestos y prometen que van a impulsar políticas para reducir la pobreza infantil. Frente a ese escenario complejo que usted describe, ¿cómo cree que se está desarrollando la discusión electoral en ese plano?

En economía tenemos que diferenciar el “ser” del “deber ser”. Cuando tú me preguntas qué opino yo de las finanzas públicas, yo apelo al “deber ser”: debería hacerse un ajuste de tal magnitud. Ahora, si tú me preguntas si creo que va a ocurrir, esa es otra pregunta. Por eso es muy diferente el análisis positivo de la realidad que el normativo, el deber ser. Todo el diálogo que hemos tenido es sobre qué debería ocurrir, qué se debería hacer normativamente. Yo como economista creo que deberían pasar esas cosas. Pero soy consciente de las restricciones políticas que existen.

Entonces, si tú me preguntas si considero probable que se haga un ajuste del 2%, te digo que no, que no lo creo. ¿Y si se hace el ajuste que dice Oddone del 1%? Sería una muy buena noticia. Espero que ese ajuste sea estructural, que no sea un resorte.

El economista Ignacio Munyo dijo hace poco que con la inteligencia artificial había detectado un montón de actividades del sector público que están duplicadas, triplicadas, cuadruplicadas o repetidas ene veces. Claramente, cuando hay muchos encargados de una misma cosa, no hay ningún responsable. Y esa reiteración del gasto y del número de recursos humanos dedicados a una misma cosa sin tener siquiera contacto entre sí es un despilfarro.

Espero que el nuevo gobierno, independientemente de cuál sea, vaya por ese lado. Según una nota en Búsqueda, la lista de vínculos laborales con el Estado en 2023 fue de 310.322. Hace diez años, en 2013, eran 298.700 los vínculos. ¿Qué sentido tiene que aumenten de esa forma los vínculos de funcionarios cuando hay un montón de trabajos que se pueden sustituir con tecnología? No entiendo cómo es posible tener esa cantidad. El día que veamos que hay menos vínculos con el Estado, vamos a decir que está empezando a pasar algo. Mientras tanto, serán resortes.