El reciente artículo del exministro de Hacienda de Chile Andrés Velasco “El nefasto coro procriptomoneda” expone una visión crítica respecto de las criptomonedas, destacando problemas como la especulación, la volatilidad y su uso indebido. Si bien estas observaciones son válidas, también abren la puerta hacia una reflexión más amplia: ¿qué rol cumplen las criptomonedas en las dinámicas sociales y políticas actuales?

Desde una perspectiva académica, creemos que el debate debe trascender la tecnología misma y enfocarse en cómo las criptomonedas han sido instrumentalizadas como símbolos políticos y económicos, a menudo desviando la atención de sus oportunidades prácticas. Por otro lado, el blockchain como herramienta reviste un potencial transformador en áreas como la inclusión financiera, la sostenibilidad y la trazabilidad, que ya están mostrando resultados en diferentes contextos.

Por eso nos proponemos, en esta suerte de contracolumna, discutir y aportar a la reflexión tomando como base algunas de las afirmaciones vertidas por Velasco.

Criptomonedas y utilidad: ¿subjetiva o concreta?

Velasco lanza como primera afirmación un planteo que ha sido repetido continuamente cuando se habla de criptomonedas: que no tienen utilidad real. Es una premisa difícil de controvertir, ya que por definición es subjetiva: la utilidad depende de la perspectiva de cada usuario y de cada sociedad en que está inserto. Chainalysis, probablemente la firma más importante de análisis de datos y comportamiento en blockchain, elabora desde hace algunos años un ranking de adopción de criptomonedas, ordenando los países que más las utilizan de acuerdo con diferentes criterios. Del análisis del ranking correspondiente a 2024, emergen distintos grupos con claridad.

Por un lado, aparecen los países con alta inflación, como Nigeria (#2), Turquía (#11), Venezuela (#13) y Argentina (#15). Por el otro, los países en conflicto, las autocracias y las economías que atraviesan disrupciones en sus métodos de pago tradicionales. Acá aparecen Ucrania (#6), Rusia (#7) y China (#20). Finalmente, están los países caracterizados por bajos niveles de bancarización, como India (#1), Tailandia (#16) y Camboya (#17).

De esta manera, como es esperable, los países cuyos ciudadanos enfrentan este tipo de problemáticas están sobrerrepresentados en su uso de las criptomonedas, más de lo que su tamaño poblacional o PIB sugerirían. Esta no es la situación de Chile, país en el que probablemente esté pensando Velasco cuando habla de la falta de utilidad de las criptomonedas. Este país, con un sistema financiero muy desarrollado, una inflación anual menor al 5% y un amplio acceso al crédito, claramente no es el modelo de país en el que las personas se beneficiarían más con el uso de criptomonedas, ya que no enfrenta los problemas que estas buscan resolver en igual medida que otros países (censura financiera, hiperinflación, etcétera). Chainalysis lo confirma, dado que Chile ocupó el puesto 52 en el mencionado ranking. Uruguay, por su parte, terminó en la posición 121.

Criptomonedas, política y espectáculo

El vínculo entre criptomonedas y política también merece atención. Eventos como el Crypto Ball, en honor a la toma de posesión de Donald Trump, reflejan cómo el mundo cripto ha penetrado la esfera política y el espectáculo. Organizado por BTC Inc., con patrocinadores como Coinbase, MicroStrategy y MetaMask, el evento subraya la creciente influencia de las criptomonedas en las altas esferas.

David Sacks, apodado por Trump el “rey de las criptomonedas”, lideró la sección VIP, con accesos que iban desde los 100.000 dólares hasta el millón de dólares, destacando la naturaleza elitista y simbólica que estas monedas también pueden asumir. Este tipo de acontecimientos muestran cómo las criptomonedas no son sólo un activo financiero, sino además una herramienta de poder y prestigio.

Este evento marca un hito importante para el sector de las criptomonedas, ya que señala el inicio de una nueva era de colaboración entre la industria y el gobierno federal.1 Con la postura favorable a los activos digitales y los nombramientos estratégicos de la administración entrante, hay un aire palpable de optimismo con respecto al futuro de las monedas virtuales en Estados Unidos.

En efecto, mientras el país se prepara para adoptar la tecnología blockchain, eventos como el Crypto Ball subrayan la creciente importancia de las criptomonedas en el panorama económico estadounidense.

Percepciones globales y adopción tecnológica

La Encuesta Global Anual sobre Criptomonedas y Web3 de Consensys y YouGov 2024 refuerza esta tendencia. Los mercados emergentes lideran la adopción de blockchain, mientras que Europa, Asia Oriental y América tienen un enfoque más cauteloso. Sin embargo, estos países reconocen el potencial de la tecnología como “el futuro de la propiedad digital” o “el futuro del dinero” (que representa la asociación más común con las criptomonedas por segundo año consecutivo).

Además, la encuesta destaca un creciente interés por la privacidad de los datos, la evolución de internet hacia modelos descentralizados y las innovaciones tecnológicas, como inteligencia artificial y ETF relacionados con criptomonedas.

Proyectos alineados a los ODS

Más allá de los beneficios que puede tener la tecnología en sí misma para ayudar a estas poblaciones a evitar la censura o refugiar su poder adquisitivo de la inflación, hay decenas de proyectos que tienen potencial transformador en áreas directamente alineadas con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Estos objetivos, adoptados por la comunidad internacional para enfrentar desafíos globales, encuentran en esta tecnología una herramienta poderosa para abordar problemas complejos de manera innovadora y efectiva.

En el caso del ODS 1 (Fin de la pobreza), proyectos como BitPesa (Tripoli, 2020) han demostrado cómo el blockchain puede democratizar el acceso financiero en regiones históricamente excluidas del sistema bancario, como África. Al ofrecer transferencias transfronterizas rápidas y de bajo costo, BitPesa no sólo reduce barreras económicas, sino también fomenta la inclusión financiera en comunidades marginadas.

Del mismo modo, iniciativas relacionadas con el ODS 12 (Producción y consumo responsable) están utilizando blockchain para garantizar la trazabilidad en las cadenas de suministro, promoviendo prácticas más sostenibles. En Portugal se desarrolló un mercado electrónico, Lota Digital, para el comercio de productos del mar que garantiza acuerdos comerciales justos (UNCTAD, 2024). Otro ejemplo emblemático es el de Walmart, que emplea esta tecnología para monitorear el origen de los productos agrícolas, asegurando que cumplan con estándares éticos y ambientales.

Por último, en el ámbito del ODS 16 (Paz, justicia e instituciones sólidas), el blockchain presenta aplicaciones prometedoras para garantizar elecciones más transparentes y confiables mediante sistemas de votación descentralizados. Países como Estonia ya están explorando estas soluciones para fortalecer la confianza en los procesos democráticos.

Estas aplicaciones ilustran cómo el blockchain puede trascender el debate polarizado sobre criptomonedas y posicionarse como una herramienta clave para abordar los desafíos globales. No reconocer este potencial no sólo sería un error estratégico, sino también una oportunidad perdida para el progreso social.

Educación y adopción local

Desde una perspectiva social, es esencial que las comunidades entiendan cómo estas tecnologías pueden integrarse en sus realidades, sin caer en narrativas polarizadoras o promesas vacías. Además, una regulación adecuada debe acompañar estos procesos a efectos de garantizar que las criptomonedas sirvan al bien común y no a intereses específicos.

Sin ir más lejos, algunas instituciones académicas uruguayas, como la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, han adoptado un enfoque proactivo al integrar blockchain y criptomonedas en el currículo de Contador Público, ofreciendo la materia Blockchain y Contabilidad. Esta asignatura, junto con talleres especializados de posgrado y educación permanente, proporciona a estudiantes y profesionales herramientas para comprender y aplicar estas tecnologías de manera crítica.

Talleres como “Blockchain y sostenibilidad” o “Blockchain y economía circular” destacan cómo estas tecnologías pueden alinearse con los ODS, mientras que “Gestión empresarial basada en blockchain” fomenta la aplicación práctica en decisiones estratégicas, como las que refieren a las cadenas de suministro. Estos esfuerzos académicos refuerzan la propuesta de que la educación interdisciplinaria es esencial para aprovechar el potencial transformador de estas tecnologías.

El otro foco de la columna de Velasco se basa en la proyección de poder por parte de las “élites cripto” en la órbita de la política, principalmente en la estadounidense. Compartimos la preocupación, pero entendemos que es necesario discutir estos efectos más profundamente. Velasco, por ejemplo, menciona el caso de Fairshake, el PAC cripto que invirtió más de 200 millones de dólares para influir políticamente en las últimas elecciones de Estados Unidos. No sólo compartimos esta inquietud (como refleja una columna publicada en este mismo suplemento), sino también el espíritu subyacente al problema al que apunta Velasco: los aportes de las empresas cripto –o de cualquier industria– a comités de campaña o partidos políticos deben ser transparentes y regulados.

Sin embargo, resulta una exageración afirmar que “la industria cripto se ha convertido en la fuente principal de presiones al gobierno”. La cuenta es simple: de acuerdo con PBS, y con base en la investigación de Open Secrets, el total invertido en la campaña electoral (presidencial y legislativa) ascendió a 15.900 millones de dólares en 2024, de los cuales el poderoso Fairshake representa entre el 1,3% y el 3% del total, dependiendo de la fuente consultada.

El mismo Marc Andressen, capitalista de riesgo e inversor que Velasco señala –correctamente– como uno de los principales apoyos del mundo tecnológico a la candidatura de Trump, es un inversor histórico dentro del rubro tecnológico que fundó su compañía en 2009 y que se ha volcado reciente y tangencialmente hacia el mundo cripto. Por más que el calificativo “criptobro” le quede pintado, es difícil enmarcar su poder y pertenencia solamente al ecosistema cripto. Sería más justo, tanto por proveniencia como por cantidad y tamaño de inversiones, caracterizarlo como un vocero del espacio tecnológico-emprendedor.

A modo de cierre

Como reflexión final, los autores no pretendemos unirnos al “coro procriptomonedas”, utilizando la referencia de Velasco. No tenemos ni la voz ni la aspiración de ser cantantes, ni apoyar acríticamente ninguna causa o tecnología. Sí creemos que es necesario tomarse esta tecnología en serio, ya que, en apenas algo más de diez años, logró construir un sistema de pagos y de reserva de valor utilizado por cientos de miles de personas.

No visualizar lo que esto significa y las oportunidades que conlleva para solucionar problemas reales de millones de personas sería un error de política pública. Y dejar el terreno simbólico de la disrupción de lo establecido y la libertad financiera a los “criptobros” sería, además, un error político.


  1. The Inaugural Crypto Ball 2025: Celebrating the Fusion of Blockchain, Tech and Policy. The Bit Journal