Balance de la actividad económica

Durante el año pasado la dinámica de la actividad estuvo condicionada por el rebote posterior a la sequía que tuvo lugar durante 2023, por la mejora de la relación de precios con Argentina (que venía perforando la frontera del litoral y alentando un desvío del consumo hacia ese destino) y por la recuperación del ingreso de los hogares, más allá de la fuerte disparidad que ha encerrado este fenómeno en los últimos años cuando nos adentramos en la realidad de los distintos segmentos de la población.

En este marco, el PIB creció 4,1% interanual durante el tercer trimestre, pautando una desaceleración del ritmo trimestral de expansión: 0,6% fue el incremento desestacionalizado del PIB entre el segundo y el tercer trimestre del año, por debajo de lo observado durante el primer semestre. Con esto, al tercer trimestre cerrado, el PIB acumulaba un crecimiento de 2,9% frente al mismo período del año anterior (es decir, en comparación con enero-setiembre de 2023). No obstante, el indicador mensual de actividad económica elaborado por el Banco Central (BCU) dio cuenta de un rebote de la actividad durante octubre, aumentando 1,7% frente a setiembre y 4,4% con relación a octubre del año anterior.

Más allá del dato puntual de este año, que conoceremos en unos meses, el bajo crecimiento se ha convertido en un rasgo característico de la economía uruguaya, como refleja el hecho de que el crecimiento anual promedio de la última década apenas supera el 1%. Como ha sido enfatizado en más de una oportunidad por las nuevas autoridades económicas, revertir esta situación e impulsar una tasa mayor de expansión económica representa uno de los desafíos prioritarios, siendo condición necesaria, pero no suficiente, para lograr avances en otros frentes (o, en otras palabras, para financiar las acciones necesarias en materia de inclusión, bienestar y convivencia).

Se requiere, en ese sentido, promover una agenda procrecimiento potente con iniciativas a varias bandas y que apuntale la inversión, un elemento que se torna clave desde el punto de vista de la credibilidad del programa de gobierno. Como advirtió el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Exante, “Uruguay necesita hacer muchas reformas”, porque no existe eso de “la madre de todas las reformas”: “La gran complejidad que enfrenta Uruguay es que requerimos hacer muchas reformas, cada una de ellas de impactos moderados en el crecimiento, cada una de ellas trabajosa de negociar, de implementar”. En definitiva, somos un país estable, con muchas fortalezas, pero que “avanza lento”.

A nivel del mercado laboral, tanto la tasa de actividad como la de empleo mejoraron en el correr del año. Esto, sumado a la recuperación del poder de compra (el salario real habría aumentado cerca de 2,5% anual en 2024), determinó un impulso para el ingreso de los hogares en el correr del año.

A este respecto, el ingreso medio creció en torno a 3% interanual durante el período comprendido entre enero y octubre. No obstante, más allá de lo anterior, muchos de los empleos generados han sido de bajos ingresos o de mala calidad, y no es posible determinar con precisión cuál ha sido la magnitud de este proceso producto de los cambios metodológicos introducidos en la Encuesta Continua de Hogares –que, si bien mejoran las estadísticas, dificultan la comparación hacia atrás–.

Balance de los (des)equilibrios macroeconómicos

Dentro del frente macroeconómico, la reducción de la inflación constituye uno de los principales logros del equipo económico saliente, dado que desde hace 18 meses se mantiene dentro del rango meta (que va del 3% al 6%). Detrás de este fenómeno ha sido clave la moderación de los precios transables (que son los que son sensibles a los movimientos del dólar y los precios internacionales), producto de la situación de atraso cambiario que se arrastra en los últimos años.

A este respecto, Uruguay se ha mantenido muy caro en dólares frente a las principales referencias, con desvíos importantes del tipo de cambio real. A modo ilustrativo, las brechas con respecto al promedio histórico son superiores al 20% en los casos de Nueva Zelanda y Australia (competidores), se ubican arriba del 20% en el caso de China y superan el 40% en el caso de Brasil. Con Argentina, por su parte, la situación cambió drásticamente y hoy, luego de la corrección de precios del año pasado, ese desvío es de apenas un dígito.

En ese sentido, la evolución del componente no transable de la canasta de consumo, que refleja las presiones domésticas sobre los precios, se ha mantenido por encima del techo del rango. En otras palabras, el tipo de cambio bajo ha operado como un ancla para la desinflación, lo que implicó asumir un costo en materia de competitividad para el sector exportador como contrapartida. Por lo tanto, el desafío en esta dimensión pasa por consolidar los avances alcanzados, pero en el marco de un entorno caracterizado por un incremento del tipo de cambio jalonado por las tendencias externas.

En lo que refiere a las cuentas públicas, la situación al cierre de 2024 encierra luces y sombras. Por un lado, el déficit fiscal se mantiene en niveles similares a los de 2019, cuando la situación encendía las alarmas de la ministra de Economía saliente. En ese sentido, y más allá de la importancia discursiva que tuvo la conformación de una nueva institucionalidad fiscal, la regla terminó siendo perforada por diversas vías y se incumplió en 2024, lo que derivó en una nueva solicitud para ampliar el tope del endeudamiento en un 30% (pilar 3). En el caso de la deuda, los niveles actuales son superiores con relación al umbral vigente en 2019, y la dinámica del déficit actual es inconsistente con su sostenibilidad.

Por el otro lado, el país logró consolidar su grado inversor y mejorar su calificación crediticia, lo que se ha traducido en una prima de riesgo históricamente baja que se destaca en el contexto regional (el riesgo país bajó por debajo de los 100 puntos básicos, reflejando una buena valoración por parte de los mercados).

Con relación a estos contrastes, vale recordar que los equilibrios macroeconómicos del mundo se corrieron luego de la pandemia, permitiendo un manejo más laxo de las finanzas públicas. Esto es lo que permite, al menos parcialmente, conciliar estas luces con estas sombras fiscales.

Las perspectivas

De acuerdo con la última encuesta de expectativas económicas, la economía uruguaya cerraría este año creciendo 3,1%, pese a que todavía no se conoce el dato correspondiente al cuarto trimestre del año (que se publicará recién en marzo y que se estima que se ubicará levemente por encima del 4% interanual).

De cara al próximo año, los analistas relevados por el BCU anticipan una expansión del PIB equivalente a 2,5%, lo que supone una moderación que se prolongará hacia 2026 (2,4%). Si bien la situación cambiaria mejoró con Argentina, y eso supone mejores perspectivas para el turismo y para el consumo interno, el problema pasó a estar alojado ahora en Brasil, lo que terminará condicionando (a través de otros canales) la dinámica económica de nuestro país.

Debe tenerse presente, además, que el escenario internacional no será benevolente con los países emergentes, pudiendo generar incluso episodios de volatilidad e incertidumbre que podrían comprometer aún más la situación regional. Por un lado, las políticas que implementará la administración de Donald Trump serán inflacionarias (proteccionismo y acciones contra los migrantes), lo que restringirá la posibilidad de que la Reserva Federal se mueva hacia un escenario de tasas de interés más bajas (situación deseable).

Con tasas más altas, el dólar continuaría fortaleciéndose a nivel global y las condiciones de acceso a financiamiento permanecerían relativamente restrictivas. A esto se le suma la debilidad económica de China, que termina configurando un escenario poco propicio para los precios de las materias primas, y las crecientes tensiones geopolíticas, que incrementan los riesgos de una geofragmentación económica hacia un mundo más cerrado y confrontativo.

En ese sentido, y ampliando el horizonte de análisis, el crecimiento uruguayo iría convergiendo gradualmente hacia su nivel potencial, donde permanecería a mediano plazo: la estimación que surge de esta encuesta de cara a los próximos cinco años lo sitúa en 2,5%.

En la órbita del mercado laboral, la encuesta llevada a cabo en diciembre indica que la tasa de desempleo terminará este año promediando el 8,1%, nivel en el que se mantendría durante el próximo bienio (8,0% y 8,1% en 2025 y 2026, respectivamente). En el caso del empleo, por su parte, la estimación para este año se ubica en 59%, al igual que las correspondientes a los próximos dos años.

Por otra parte, en la dimensión correspondiente a las finanzas públicas, la encuesta del BCU revela que los analistas esperan una leve corrección del déficit fiscal para el año que viene (pasando de 3,9% a 3,7% del PIB) y un deterioro adicional hacia 2026 (3,9% del PIB).

En el frente de los precios, el sondeo llevado a cabo por la autoridad monetaria arroja que los analistas proyectan una aceleración de la inflación dentro del horizonte de proyección. Concretamente, la estimación para el cierre de 2025 ubica la variación anual del índice de precios al consumo (IPC) en el entorno de 5,8%, y próxima al 6% para el cierre del año siguiente. De esta manera, la inflación se mantendría dentro del rango meta, al menos durante el plazo considerado en este relevamiento. Estas estimaciones son consistentes con una proyección que ubica el tipo de cambio en torno a 46 pesos hacia el cierre de 2025 y en 47,8 hacia diciembre de 2026.

Obviamente, la incertidumbre que encierran estas estimaciones es más alta de lo habitual, dado que aún no se han conocido los detalles sobre los lineamientos que guiarán a la política económica durante los próximos años.

El balance quinquenal

El último informe elaborado por el Observatorio de la Coyuntura Económica de la Universidad Católica, a cargo del economista Javier de Haedo, enfocó el balance en el quinquenio, contrastando la evolución de los principales indicadores desde 2020 a esta parte con relación a lo que se esperaba.

Por el lado de la actividad, el PIB terminaría creciendo cerca de 6% durante este período, cuando en ocasión del primer presupuesto se anticipa una expansión cercana a 12%. En el caso de los precios, mientras “que en el Presupuesto se proyectó una inflación de 34,5% para los cinco años, la variación de los precios al consumidor acumularía 41,7% en el período”, habiendo sido superior a la proyectada en 2020 para los años subsiguientes.

Al considerar la evolución del empleo, el informe destaca que ha sido el “indicador más destacado del período”, estimando un incremento de aproximadamente 100.000 para el total de personas ocupadas. Esta es la única dimensión, de acuerdo con el documento, donde los resultados fueron mejores que los proyectados por el Ministerio de Economía y Finanzas en agosto de 2020.

Por último, en lo que hace a la órbita fiscal, el monitor de coyuntura destaca que el resultado “se comportó en línea con lo previsto en 2020 hasta el tercer año del período, mientras que se desvió en el último bienio”. A modo de ejemplo, mientras que se proyectó un déficit de 2,5% del PIB para 2024, se lo estima ahora en 3,9%.