El calentamiento global va a afectar el funcionamiento de nuestras sociedades y, por lo tanto, se debe colocar como un problema de urgencia inmediata a efectos de prevenir su ocurrencia. Y esto requiere, según el investigador argentino Rubén Lo Vuolo, promover un nuevo concepto de Estado y de políticas públicas. Lo Vuolo es economista egresado de la Universidad Nacional del Litoral de Argentina y de la Universidad de Pittsburgh, y sus investigaciones y publicaciones discurren sobre los temas vinculados a las políticas sociales, el mercado de empleo, la distribución y la teoría y política económicas.

Este especialista consideró que, si bien Uruguay tiene muchos más “anticuerpos” que Argentina, dado que es más “sólido” en términos económicos y democráticos, es “preocupante” que siga apostando por un modelo contaminante de producción. En ese sentido, advirtió que “el principal error que puede cometer el país es creer que el problema socioecológico es de muy largo plazo y que ahora tenemos otras urgencias más inmediatas”.

El especialista explicó que todos los informes de los científicos que estudian este tema adelantan cada vez más la afectación que tendrá el calentamiento global sobre el funcionamiento de nuestras sociedades, razón por la cual “se deben colocar estos problemas como una urgencia inmediata y prevenir su ocurrencia mediante políticas públicas”.

Lo Vuolo, que la semana pasada participó en dos conferencias organizadas por el Departamento de Ciencia Política y la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de la Facultad de Ciencias Sociales (Udelar), señaló que el país es “fuertemente dependiente” de la exportación, los recursos naturales, el turismo y las finanzas, lo que genera un “régimen económico frágil” y “dependiente” de lo que sucede en otros países, incluyendo Argentina.

Para el experto, Uruguay no puede seguir pensando que seguirá siendo una excepción en la región, porque la crisis socioecológica puede volver “cada vez más frágil su modelo de protección social”.

¿Cómo se puede pensar la economía desde una perspectiva ecológica?

La perspectiva ecológica hoy en día abarca prácticamente todo el funcionamiento social, no sólo la economía. En particular, la cuestión económica frente a la crisis socioecológica ha desafiado muchos paradigmas. El primero tiene que ver con el propio objetivo del crecimiento económico como fin primordial, tanto de la economía como del propio sistema político. Claramente, el modo en que ha venido creciendo el sistema económico es una de las explicaciones fundamentales de lo que está pasando en términos de la crisis ambiental.

A este respecto, cuestiona seriamente la idea de que existen solamente tres etapas en el sistema económico: producción, distribución y consumo. Si partimos de este tipo de análisis simplista, que es el más ortodoxo, nos olvidamos del hecho de que, previo a la producción, hay generación de valor a partir de recursos naturales.

¿Cuáles son los desafíos que enfrenta la región frente a esta problemática?

En América Latina claramente hay problemas muy particulares en materia ecológica. Obviamente, uno de ellos es la deforestación, otro es la contaminación de las reservas acuíferas y también la minería a cielo abierto. Todos estos problemas se están profundizando y uno podría decir que están marcando una nueva forma de dependencia de las economías latinoamericanas. En fin, hoy por hoy, la crisis socioecológica se debería colocar como uno de los temas centrales de la política pública, ya que en cierto modo permea prácticamente todo el funcionamiento de los sistemas sociales.

El modelo de progreso que estuvo alimentando a nuestras sociedades en gran medida durante el siglo XX, o desde el lanzamiento de la industrialización a finales del siglo XIX, hoy en día está agotado.

¿Podemos decir entonces que la crisis ecológica se está profundizando?

Lamentablemente, la crisis ecológica no solamente se profundiza, sino que se acelera. Uno de los elementos que caracterizan estos tiempos es el avance de gobiernos que niegan la crisis climática y que algunos definen como de extrema derecha. Estos gobiernos han empezado a desarmar una cantidad de políticas orientadas a abordar esta problemática, siendo el caso de Estados Unidos el más emblemático, aunque también el de Argentina y otros países que están fuertemente comprometidos con la amenaza bélica que ha escalado en los últimos tiempos. Entonces, no solamente estamos en un problema, sino que además este se agrava producto del desconocimiento y de la aceleración. Se trata, en ese sentido, de uno de los desafíos políticos más importantes de la humanidad.

¿Cuál es el papel que juegan las élites económicas en toda esta situación?

Hay numerosos estudios que indican que los principales impulsores de la crisis socioecológica son los países opulentos, centrales, y dentro de estos la explicación fundamental se sitúa en las tendencias de la desigualdad. Por ejemplo, el 10% más rico de la población mundial es responsable del 48% de las emisiones globales, mientras que el 50% más pobre solamente es responsable del 12% de esas emisiones.

De este modo, queda absolutamente claro que hay una relación directa entre los procesos de concentración económica –de ingresos y riqueza– y el aumento de la gravedad de la crisis ecológica. En efecto, esto está fundamentalmente vinculado con los patrones de consumo altamente contaminantes y con fuertes huellas de carbono asociadas a los sectores más opulentos.

Pero el problema no es sólo de los sectores opulentos, sino que se traslada, por efecto de imitación, hacia los sectores de ingresos medios y bajos, que están permanentemente estimulados a imitar los patrones de consumo de los grupos ubicados en la cola alta de la distribución. A esta altura del partido, la desigualdad económica y social no es sólo un problema de justicia, sino también de supervivencia de la humanidad.

¿Qué implica el concepto de Estado ecosocial?

La idea de Estado ecosocial pretende diferenciarse del modelo de Estado de bienestar, que se basaba en la hipótesis de un crecimiento económico y de consumo sostenido, y en función de eso organizaba las instituciones de protección. Todo esto se ve seriamente cuestionado cuando lo que estamos diciendo es que no hay mucho más espacio para el crecimiento, que cada vez hay más problemas asociados a la crisis ecológica en las tendencias en materia de productividad, de oferta de mano de obra y del empleo. Son técnicas de política pública que tendríamos que revisar a la luz de todos estos cuestionamientos. Pero, también, lo que está queriendo señalar el concepto es que están cambiando los riesgos sociales.

¿A qué se refiere con riesgos sociales?

Los riesgos sociales tradicionales propios que enfrentaba el Estado de bienestar; por ejemplo, a través del seguro de desempleo, las pensiones o las asignaciones familiares, estaban localizados y podían ser manejados por los estados nacionales, que normalmente cuentan con la capacidad de estimarlos mediante cálculos. En cambio, en contraste, el riesgo ecológico reviste otra naturaleza.

En primer lugar, se trata de una causa global. Y justamente acá está el primer problema. No sólo es que no tenemos, sino que además estamos desarmando las instituciones multilaterales capaces de generar acuerdos frente a un problema que es global. El caso de la pandemia ha sido claro. Un evento que aparentemente se inicia en una localidad en el interior de China termina transfiriéndose al mundo entero y desarticulando cadenas de producción, de comercio y todo lo demás.

El segundo punto es la característica de la incertidumbre que es inherente a estos riesgos, porque, si algo caracteriza al riesgo socioecológico, es que no tenemos muy claro a quién va a afectar. Por eso, el Estado ecosocial se tiene que concentrar más en políticas precautorias, de sostenimiento de necesidades humanas básicas, y no tanto en el consumo. Frente a este desafío, que implica políticas públicas articuladas, la aproximación neoliberal de la libertad de mercado no solamente no es la solución, sino que termina amplificando los problemas.

¿Qué rol juega el Estado en este escenario?

Actualmente también enfrentamos una crisis a nivel estatal, porque el mismo Estado ha sido cómplice de lo que está sucediendo; tiene también empresas que están aumentando la degradación ambiental y está subsidiando corporaciones privadas que profundizan la crisis socioecológica. Este es un Estado que no nos sirve. Es un Estado que está muy centrado en las rentabilidades electorales de corto plazo y no está para nada pensando en los problemas trascendentales de mediano y largo plazo.

Represa de Paso Severino, tras la sequía que azotó al país.

Represa de Paso Severino, tras la sequía que azotó al país.

Foto: Ernesto Ryan

Por eso, en la región se tiene que producir un cambio muy grande en los objetivos de las políticas públicas, en el tipo de patrón productivo y económico y en cuanto a las políticas sociales. Hay muchas posibilidades para generar fuentes de empleo que hoy no están siendo tenidas en cuenta en América Latina, pero que están vinculadas a la transición energética, a las políticas de salud, a las políticas educativas, de cuidado, que son fuente de mucho empleo capacitado y que deberían formar parte de una estrategia de política pública.

¿Cómo definiría la situación actual de Argentina?

No puede ser peor. Hay un gobierno totalmente negacionista de la crisis ecológica que está en línea con otras administraciones de otros países del mismo tenor ideológico e intereses. Es un gobierno que ha liberado y promocionado la apropiación de recursos naturales prácticamente sin control por parte de empresas multinacionales, con leyes que rayan el escándalo a la luz de todas las facilidades que se otorga a la inversión extranjera. Además, persigue a movimientos ambientalistas y prácticamente ha desarmado la infraestructura, que tampoco era mucha.

Existen estudios técnicos muy serios que indican que en el mediano y largo plazo ninguno de estos proyectos es sustentable. La mayoría de estos proyectos son sustentables a corto plazo por las facilidades impositivas y cambiarias que otorga el gobierno. Y eso supone una contradicción, dado que estamos haciendo un esfuerzo enorme para facilitar actividades extractivas con algunos beneficios, entre comillas, de corto plazo con la excusa de que son actividades que tienen potencial exportador, pero que en el mediano y largo plazo son absolutamente contraproducentes.

¿Qué continuidades en Argentina le preocupan más desde el punto de vista económico y social?

Las continuidades son muchas. En principio, el permanente péndulo entre políticas que apuestan todo a un manejo del gasto público y de la actividad doméstica mediante regulaciones y una política como la que estamos viendo ahora, que pretende en su otro extremo que todo se resuelva solamente mediante liberación de mercados y un manejo de política monetaria y fiscal muy ortodoxo. Este péndulo, que ya lleva mucho tiempo en Argentina y que ha demostrado ser un fracaso, está representado por sectores políticos muy definidos. Yo diría que es la continuidad más preocupante. Argentina no encuentra alternativa a estos dos extremos.

El segundo problema es la dependencia de Argentina de un modelo asentado en recursos naturales y de un grupo muy reducido de actores que controlan gran parte de la actividad económica, cuando el grueso del empleo en el país está otorgado por las pequeñas y medianas empresas, que no encuentran en ninguno de estos modelos su lugar.

Otra continuidad que también me preocupa es la pretensión de resolver los problemas económicos con el manejo del precio del tipo de cambio, de la tasa de interés, mientras no existe una apuesta sistémica a la inversión en sectores estratégicos, en educación, en ciencia, que son los motores reales del cambio y del avance de las sociedades.

¿Cómo calificaría el programa económico que lleva adelante Milei?

Es un programa económico que está basado en ideas absolutamente extravagantes, no aplicadas prácticamente en ningún lugar del mundo y que justamente están llevando al país otra vez a un espacio de inestabilidad política, económica y social que ya es preocupante.

Lo que más me preocupa hoy en día es que muchas de estas cosas con este gobierno se han profundizado. Además, ha aumentado el enfrentamiento y se ha transformado en cuestiones muy peligrosas, como la destrucción actual del sistema científico, tecnológico y educativo. No es menor observar cómo este gobierno está persiguiendo y destruyendo el sistema científico argentino, que es de donde pueden emanar las argumentaciones de base más científica y no las ideas típicas de la política, que son infundadas y que apelan más a lo irracional, a lo emocional.

El otro retroceso, justamente, es el que tiene que ver con la negación por parte de este gobierno de la cuestión de la desigualdad y el abandono a los sectores vulnerables por parte de las políticas públicas. De hecho, es un gobierno que niega la propia pertinencia de ideas como la justicia social. Por todo eso, visualizo hoy a Argentina en una situación de fragilidad que es realmente muy preocupante.

¿Qué lecciones cree que debería tener Uruguay frente a la experiencia argentina?

Creo que en general Uruguay está recorriendo hace ya mucho tiempo un camino diferente, mucho más previsible, incluso democrática y económicamente más sólido. Sin embargo, un país del tamaño de Uruguay, que es fuertemente dependiente de la exportación, de recursos naturales, del turismo extranjero y las finanzas, tiene un régimen económico frágil y muy dependiente de lo que pasa en otros lugares, incluyendo Argentina. Yo no pensaría que Uruguay va a continuar siendo la excepción, que no va a estar sometido a crisis; debe estar preparado.

¿Qué medidas considera que debe tomar Uruguay en ese sentido?

Uruguay, frente a problemas como la crisis socioecológica, va a tener que revisar su modelo de protección social. Un modelo que ha sido ejemplo en muchos casos, que ha estado sostenido básicamente sobre el empleo, pero que ante las propias amenazas que esta crisis genera se hace cada vez más frágil. Por eso, va a tener que revisarlo si quiere mantener los niveles de cobertura y de satisfacción de su población mediante este tipo de políticas, porque son medidas cada vez más difíciles de sostener. Esto no quiere decir que tenga que renunciar a esos objetivos, sino que tiene que revisar las técnicas y las políticas específicas con las cuales pretende alcanzar esos objetivos.

Uruguay tiene muchos más anticuerpos hoy para situaciones de crisis e inestabilidad como la que estamos viviendo en Argentina. Pero los dirigentes deben estar alertas permanentemente, porque incluso la propia crisis argentina lo puede afectar.

En otras palabras, considera que Uruguay debería pensar en pasar del Estado de bienestar que actualmente tiene a uno ecosocial, como el que describe.

Sí, pero es una reconstrucción que lleva tiempo. Lo que me parece preocupante es que Uruguay está también queriendo apostar a continuar o profundizar ciertas características del modelo contaminante. Pero, en todo caso, lo que yo diría es que el principal error es creer que el problema socioecológico es un problema de muy largo plazo y que ahora tenemos otras urgencias más inmediatas. Esto es un error.

Todos los informes de los científicos que estudian este tema adelantan cada vez más la afectación que tendrá el calentamiento global sobre el funcionamiento de nuestras sociedades. Se deben colocar estos problemas como una urgencia inmediata y prevenir su ocurrencia mediante políticas públicas.