La misión era clara: ganarle a Rampla Juniors para mantener la distancia con Nacional, que no jugó pero ganó los puntos. Y Peñarol lo hizo: 2-1. Fue rápido, práctico y contundente para hacerse de los tres puntos que, en el cierre de la 11ª jornada –o en la entrada a las últimas cuatro fechas del Apertura, clásico incluido en la 13ª–, lo dejan listo para pelear el primer título del año.

1) De taquito

A Agustín Canobbio no le costó nada adaptarse a Peñarol apenas llegó. Al poco tiempo de vestir la casaca aurinegra, el volante, con trabajo y buenos rendimientos, no sólo se ganó un lugar entre los titulares, sino que hizo olvidar la ausencia de Diego Rossi, uno de los mejores jugadores del torneo pasado. Pero, en el paso a paso de las fechas, le costó mucho convertir, hasta que abrió el arco. Y entonces, como si se tratara de una nueva imagen frente al espejo, ahora le suma su típico desdoble entre defensa y ataque –y viceversa– en una carta de gol. Ayer, con un gesto de ballet propio de María Noel Riccetto, el número 19 de Peñarol le dio de taco en el aire y puso el 1-0 cuando iban dos minutos de juego y no había dado ni para especular con geometrías 4-4-2 o 4-4-1-1.

Después, sí: defensas con cuatro hombres, zona de volantes con dos por adentro y dos por afuera, dos delanteros, uno más retrasado que el otro; como calcados, Peñarol y Rampla Juniors. La excepción estaba en la posesión de la pelota y en la utilización de los espacios, aspectos en los que se mostraba mejor el carbonero. Y tuvo premio: el rosarino Maximiliano Rodríguez –otro que necesitaba gol– conectó de cabeza y metió el 2-0.

(2). Pareció (y fue) mucho

Rampla encontró un penal. Diego Martiñones lo transformó en gol puso a su equipo en partido en el minuto 59. El 2-1 fue tenso. Si bien el propio Martiñones tuvo el empate tras un quedo de la defensa aurinegra, siempre dio la sensación de que Peñarol manejaba los hilos. Ya sin el mismo lucimiento que en el primer tiempo y con menos generación de fútbol –muy evidente desde la salida de Cristian Cebolla Rodríguez–, prefirió replegarse y jugar de contragolpe, como cada vez que entra Cristian Palacios. Si bien no generó muchas contras, replegarse lo ayudó a la hora de no darle espacios al rival y recuperar pelotas rápidamente.

A fin de cuentas, Peñarol pudo sacar algunas conclusiones: mejoró el juego colectivo, no extrañó tanto el primer pase de Walter Gargano, tuvo cierta solidez defensiva –aunque sigue cayendo en distracciones y las paga recibiendo goles–, contó con el sostenido crecimiento de Canobbio y gozó de la tranquilidad que siempre da ganar. Rampla, por su parte, sigue último y se aferra, como lo hacen los de abajo, a que aparezca una revolución como esperanza.