Hace muchos junios y hace muchos mundiales que Victoria, que es argentina y es futbolera y es lectora, se entusiasma con Máximo Gorki durante los junios, durante los mundiales y durante los días en los que no hay junios y no hay mundiales. Eso significa que Victoria no necesita que la selección argentina juegue un jueves de junio y de mundiales frente a Croacia su segunda presentación en la cumbre de Rusia de 2018 para descubrir que en Gorki, en junio y en los mundiales abundan las claves para entender mucho. Y menos necesita para encantarse con Gorki que sea Nizhni Nóvgorod, la ciudad de la que el escritor Gorki es el nativo más famoso, el sitio de semejante partido. Lee, por ejemplo, Victoria esta frase de Gorki: “Para triunfar en la lucha por la vida, el hombre ha de tener o una gran inteligencia o un corazón de piedra”.

Piensa Victoria, que siempre piensa después de leer a Gorki, que a la selección argentina, en este desafío y luego del empate de estreno en el Mundial frente a Islandia, le harán falta las dos cosas: una gran inteligencia y un corazón de piedra.

La inteligencia, como infiere cualquiera que nunca aplastó la vista arriba de un renglón de Gorki o cualquiera que repite cada página su clásico La madre, es una virtud siempre, pero es más virtud en esta circunstancia, considerando que la selección que se enfunda en celeste y en blanco respira incómoda porque le cuestionan que lleva un tiempo extenso sin girar una vuelta olímpica (aunque acumula el mérito innegable de tres subcampeonatos en sus últimas tres intervenciones en competiciones mayúsculas, incluido el Mundial 2014), porque va y viene sometida a los problemas organizativos múltiples y profundos del fútbol de su país, porque ni en el arranque mundialista ni en presentaciones anteriores y muy anteriores estabilizó un rendimiento satisfactorio, porque el perfil del equipo –mejor o peor– no termina de recortarse y porque, como casi todo lo resonante en esta época, actúa atravesada por las histerias y las bravuconadas que estimula el berretismo discursivo de un sector de la industria de la comunicación (“los críticos son como los tábanos, que impiden a los caballos trabajar la tierra”, avisaba Gorki).

El corazón de piedra es lo que, en el fútbol y en cuestiones bastante más relevantes, determina cómo comportarse frente a las ansiedades, las incertidumbres, las angustias y los miedos. No ganar en el fútbol y no ganar, particularmente, si ese fútbol está vinculado con la Argentina y con los argentinos, es una llamada al castigo y a la burla. En lenguaje dominante del fútbol de esta era: un triunfo arrimaría al conjunto que orienta Jorge Sampaoli a los octavos de final de la cita rusa y una derrota complicaría mucho ese objetivo.

Victoria paladea también otra frase de Gorki apropiada para estos episodios y que valora desde hace una suma de junios y de mundiales: “Para un artista la libertad es tan indispensable como el talento y la inteligencia”. Quien dice artista –Gorki probablemente lo hubiera avalado– dice Messi y, dada la dimensión descomunal del genio futbolístico de ese crack, difícil que el equipo afronte un compromiso más clave que construir libertades para su mayor talento inteligente. En Moscú y en Nizhni Nóvgorod, miles de argentinos deambulan con la expectativa de que Messi enderece los tránsitos oscilantes y hasta susurran que, mientras la oscilación persista, “el que nos puede salvar es Leo”. Para que esa libertad quede más cerca, el entrenador reformulará –nombre más o nombre menos– unos cuantos de los trazos con los que Argentina se parará en la cancha: una línea de tres defensores centrales, dos laterales ofensivos, una presión mucho más manifiesta sobre la salida adversaria, una aspiración a que el artista con más arte –Messi, siempre Messi– disponga de más libertad.

A poquito de las aguas del río Volga, a poco de verificar si como grupo detecta su modo reconocible de navegar, quizás a la selección del costado oeste del Río de la Plata le sea pertinente recuperar otra expresión de Gorki que Victoria disfruta en junios, en mundiales o cuando se tienta: “El hombre arriesga su propia vida cada vez que elige y eso lo hace libre”.

Ganar, empatar o perder no depende sólo de Argentina, porque los del otro lado, y eso justifica al fútbol, van por lo mismo. Pero sí es suya, toda suya, la posibilidad de elegir y ser libre. En el fútbol, como en tantas cosas, no hay mayor desafío que ese. Lo ratifica Victoria, que, para hacer fuerza por Argentina, sigue leyendo a Gorki.