Mónica está enamorada de Cecilia. Ambas están enamoradas de Uruguay. A sus dos hijas les pasa lo mismo. Mónica se para en la cancha como se para en la vida. A todas el fútbol les pinta el corazón. Como el tambor. El padrino de las botijas, un moreno con cara de tambor, es la banda sonora. La Floresta es el patio, Boedo, la sede. Montevideo es la casa de los primos. Una comparsa marca el tranco mientras el fútbol pasa. La vida es jugársela. La vida es eso que pasa mientras se gana, se pierde y se empatiza. El Mundial nos pasa. Las orillas del Río de la Plata lloran un partido para siempre que se llama Croacia y Argentina. Pero hay cosas para decir previo al ruido de un partido de esos.

“Yo en Pelota de papel no hice ficción, hice crónica. Tiene que ver con el estado de ánimo, creo, igual que el fútbol. Yo tenía la necesidad de contar lo que pasa en el barrio. Por eso me parecía que ponerme a inventar era para otro momento. En este momento para nosotras es necesario contar lo que nos pasa. Los varones tienen un millón y medio de historias para contar, y a veces pareciera que las mujeres no. Eso nos hicieron creer. Por eso, qué mejor que la contemos nosotras mismas. Cuando me pidieron que escriba para Pelota de papel, llegué como Enzo Pérez ahora a la selección, una cosa así. Hablé con Ariel [Scher] cerca de la salida del libro, le hice una nota en la Radio de las Madres, hablamos de la idea y le dije que no había ninguna mujer. Para nosotras ese primer libro fue vital, porque quedamos en un mismo plano con jugadores de fútbol, en el sentido de lo que sentís por jugar al fútbol, porque no varía, es exactamente igual. La escritura nos igualó”.

En sus años mozos de jugadora, vistió la camiseta de All Boys. Siempre transpiró la de Vélez Sarsfield. Hay colores que están de la piel para adentro. Y camisetas como pieles. El fútbol de varones está hace más de cien años reventando balones por los aires, el fútbol de mujeres tuvo que hacerse el lugar. En medio de una coyuntura de reivindicación por los derechos de las mujeres que arrasa como una hinchada, el fútbol femenino mete el cuerpo entrando al área, con la certeza del pie de apoyo y el dolor del hambre por la misma pasión.

“La cosa es considerar como trabajador al jugador de fútbol: tenés una vocación, por eso te pagan, pero también sos una especie de objeto de descarte del mercado. Es mejor que ni pienses, que ni sientas ni nada, sos una máquina de jugar a la pelota y nada más. No son porque sí las cosas, es necesario ese control para que vos ni protestes ni te organices, ni quieras un pedazo más de la torta del fútbol que se reparten algunos. Eso es en lo que se convirtió el fútbol profesional. Si las mujeres también nos transformamos en un producto de venta, va a ser muy difícil pelear contra los vicios que ya tiene el fútbol masculino. Yo no quisiera que pase lo mismo. No me conformaría tener los recursos, jugar los fines de semana, poder vivir del fútbol, si va a ser lo mismo. Si va a ser lo mismo prefiero quedarme en esta forma, que es la del amor por el juego, el amor por jugar. Es como está planteada la vida. Todo se compra y se vende, o no. Yo ahora veo amores grupales, amor entre compañeras, rodillas peladas, lesiones que no te atiende nadie. Si te lesionás un domingo jugando a la pelota y al otro día no podés ir a laburar, ¿a quién le importa? Te van a descontar del sueldo de una. Hay algo en el gusto de nosotras de juntarnos a jugar que se desvirtuaría si empezáramos a cobrar. En Argentina la gran mayoría no cobra, hay clubes que tienen organización para viáticos, para ropa: San Lorenzo, River, Boca. Después está el modelo de la UAI Urquiza, que le pega un poco a lo que son las sociedades anónimas. A las jugadoras que andan bien las becan para la universidad, un modelo muy parecido al yanqui. Es un profesionalismo medio amarronado, pero no hay contrato, no hay nada. Como mujer siempre se espera que estudies o trabajes, no se espera que te conviertas en una máquina de producir millones de dólares. No sé si podemos aprovechar lo que sabemos que pasa en el fútbol de varones, capaz que sí. Pero dentro del movimiento de mujeres puede haber muchas pibas a las que les parezca bien esta forma. Esa forma de ver el bosque por arriba y no darte cuenta de que nos puede llevar a hacer cualquiera, porque una vez que el técnico se olvidó de vos se terminó todo; es como la Cenicienta, se termina la carrera, el apartamento, todo. Ahí se parece al de varones. La duda que tengo es si vamos a ser un movimiento cuando nos enfrentemos a eso, o si eso nos va a dividir. Es como el salto de una referente de una organización social a un partido político, puede estar bueno en algunas cosas y en otras no. Vos cuando sos organización social sos territorio. Tenés un saber y un poder enorme que ningún político tiene. Y cuando pasas a partido, necesitás esa organización, esa institucionalidad que tienen los partidos. La forma de construir poder es otra”.

Mientras los varones celestes se inscriben en la oralidad y en los textos para siempre, se organiza en Uruguay un Mundial sub 17 que da inicio en noviembre de este año, ya con el diario del lunes del Mundial corriente, siempre con una hazaña por contar, y con héroes más allá de podios, al menos desde hace 12 años a esta parte.

“Uruguay se está preparando para un Mundial femenino. El otro día me llevé el sticker con el logo con el sol, el ceibo y el tambor. Está buenísimo. Es un torneo FIFA sub 17 que obliga a los clubes y a la selección a organizarse de otra manera. En Argentina los clubes no alojan jugadoras de fútbol, más bien las expulsan. Este tipo de competencias obliga a los clubes a ordenarse, porque si no, no hay convocatoria. ¿Dónde están las jugadoras de fútbol? ¿Cuándo aparecen? Esa es la gran pregunta. Si llegan a un club de AFA [Asociación Argentina de Fútbol] a los 14 años hay un montón de años de tu vida en los que nadie te trató como deportista, ni entrenaste como tal, ni nadie te observó en un movimiento ni nada; jugaste libremente. Y llegás a un club de AFA con todos los problemas que los clubes tienen. Entonces nunca sos alojada, nunca pertenecés a algo. Nosotras no tenemos arraigo –aunque el arraigo con los clubes desde chiquitos en el fútbol de varones también se ha perdido–. Y eso hace que el fútbol, como las organizaciones sociales, sigan siendo los territorios que conquistamos, que es lo que nos pasa a nostras en el barrio”.

Todo el tiempo estamos hablando de fútbol. El Mundial es la coyuntura que nos atraviesa. Hablar de los goleros nos trae a la pantalla desde Rusia con la imagen de Lionel Messi refregándose la frente como si tuviera fiebre, la desazón en los ojos de Willy Caballero y la incesante sucesión de los más pobres adjetivos a partir del gol y hasta que el éxito vuelva. “Es increíble. Es muy doloroso. El tipo había tapado una pelota importante en el primer tiempo. Se había armado un debate en Argentina porque el arquero de River la rompió en los últimos meses. Vos viste lo que pesan los arcos de River y de Boca. Después de [Marcelo] Barovero nadie ocupaba el arco de River a la altura. Llega este chabón y la descose. Sabés que pueden pasar tres o cuatro partidos buenos y después te podés mandar una macana y 50 más. Es la coyuntura, es el momento, quedó ahí arriba. Si hubiese atajado así en otro cuadro no pasaba lo mismo. Algunos hasta celebraron la lesión de [Sergio] Romero. Y pasa esto, el técnico dice que no, que Caballero venía atrás de Romero y capaz que respetó eso. Es el técnico el que sabe. Hablar sobre las decisiones es zarpado porque vos no estás día a día ahí, no sos el técnico por más que te guste serlo –somos 40 millones de técnicos en Argentina–. Lo que pasó es lo que pasa en un partido: a veces le pifiás. Está dentro de lo que puede ocurrir. El problema fue que eso quebró el partido; hasta ahí había un equipo contra otro, y esa jugada terminó con todo. Es muy doloroso, porque es una generación enorme de jugadores que posiblemente no estén en el próximo Mundial y que hace diez, doce años que están en este proceso de selección, que perdió tres finales y sufrió la crisis institucional de la AFA como nadie, desde la muerte de [Julio] Grondona para acá y todos los desastres que se dieron en la AFA consecutivamente. Y en el medio de eso perdés dos finales más por penales, teniendo, en teoría, al mejor jugador del mundo (porque eso también es relativo). Son cosas que se imponen, debe haber cuatro o cinco jugadores más en la línea de Messi, pero parece que Messi es… argentino. Yo sé que Messi carga con la mochila de Maradona y de la nostalgia que nos produce que Maradona no esté más en la selección. Hay una especie de trauma que transportamos todos en relación a la ausencia de Maradona y cómo se llena eso. [Alejandro] Dolina decía que uno se acuerda de jugadas de Diego increíbles; el pase a Caniggia con el tobillo hinchado en el 90. Lo que se tiene ahora son estadísticas: hay jugadas brillantes de Messi cuando juega en Barcelona, pero no te acordás tanto como cuatro o cinco cosas de Diego con la selección. Es la manera de impactar y de llegar. Verlo hoy así, un jugador tremendo aniquilado, da mucha tristeza”.

Hay quienes dicen ser apolíticos. Ser apolítico es ser político de alguna forma. Hay quienes dicen que el fútbol no tiene nada que ver con la política. Parafraseando a Eduardo Sacheri: “No sé cuánto sabe esa gente de la vida, pero de algo estoy seguro, no saben nada de fútbol”.

“El lunes que viene se cumplen 40 años de la final del 78. El fútbol es popular, mucha gente festejó, pero a contrapartida de eso estaba sucediendo la dictadura más sangrienta de nuestra historia. A 15 cuadras de la cancha de River, donde se jugaba la final, había gente torturada. Quienes formaron esa selección fueron como héroes, pero todo se degradó por lo que pasó atrás. El fútbol debiera haber estado separado de eso, pero fue una maquinaria de propaganda enorme. Es comparable a lo que hizo Hitler en las Olimpíadas del 36. Vos tenías en la cancha a los milicos gritando los goles contra Holanda, a [Rafael] Videla dándole la copa a [Daniel] Passarella, y a diez cuadras estaba la ESMA [Escuela de Mecánica de la Armada]. Los gritos de la gente tapaban los gritos de los torturados. Se esperaba que el pueblo reaccionara y no ocurrió. Esa alegría del fútbol se llevó todo puesto. La historia era “nosotros salvamos al país de una guerra civil”, y se masacró una generación entera, como pasó en todas las dictaduras de América Latina. Argentina tiene esa mancha en la memoria que es insoportable”.

Fútbol y memoria. Mónica habla de lo que sabe. Como en un vestuario, el mate va y viene. Hay formas de ver la cancha más allá de las líneas, más allá de los alambrados, incluso más allá de los muros y adentro de los barrios.