El partido de ayer, en el que la selección uruguaya le ganó 1-0 a Arabia Saudita, dejó una conformidad básica y un retrogusto amargo. Ambas sensaciones deben ser aceptadas. Son reales y contradictorias a la vez.

La marea entusiasmada del primer triunfo no se produjo ante esa victoria. La clasificación a los octavos de final antes de terminar el grupo A fue obtenida a ley de juego. Dos partidos ganados son seis puntos y los que están sin unidades quedaron eliminados (aunque Arabia y Egipto jugarán su propio clásico vecinal en el último encuentro). ¡Gracias, Rusia, tus dos victorias también nos ayudaron! Y nos sirvió mucho –antes que antes– el bolillero del sorteo.

Ayer se ganó en forma indiscutible. Aunque nadie puede decir que la victoria la mereció ese pobre equipo saudí –y acá empiezo a entrar en tema–, fue el contrincante que le impidió al equipo de Tabárez asumir con tranquilidad un partido que pudo resolverse con otra contundencia, otra sapiencia y otra elegancia futbolística. Todo eso lo hubiéramos valorado mucho por ese triunfo categórico que pudo ser y no fue y por lo que podría haber alentado hacia los mata-mata futuros que prevemos llenos de dificultades y riesgos (pienso en lo que viene –¡qué bueno que viene!– después del partido con la selección local que se jugará el lunes 25, a las 11.00, en Samara).

Esos rendimientos

Lo cierto es que el equipo celeste no funcionó bien colectiva ni individualmente. Incluso dio un paso atrás con respecto al partido anterior. Las modificaciones realizadas –mínimas en tanto se empezó con la formación que terminó jugando con Egipto– no provocaron mejoras.

Más allá de la intención de salir cuidando mucho la pelota desde atrás y de la prolijidad en la zona media, cierta lentitud en las maniobras, la falta de ritmo y vivacidad para pasar al ataque, la tosquedad y los apurones de los jugadores encargados de definir –que sabemos que por lo general no son toscos ni precipitados– fueron vistiendo al juego celeste con ropajes opacos. Todo se volvió poco efectivo en la búsqueda del gol tranquilizador: uno solo de diferencia dejaba latente la posibilidad de perder la ventaja. No alcanzó a dar tranquilidad ni aplomo el gol, que llegó temprano, a los 22 minutos, otra vez a raíz de la ejecución de una falta por parte de Carlos Sánchez. El tiro de esquina voló directo hacia Luis Suárez, que hizo el gol más fácil de su carrera: puso el pie y entró.

Seamos específicos en el antipático asunto de la valoración de las individualidades. Los 23 jugadores que están en Rusia fueron elegidos por sus valores, pero los matices importan. Son pocas las objeciones que se pueden hacer al triángulo final, a los dos delanteros de punta y a los dos mediocampistas de contención y elaboración. Estamos hablando de siete u ocho futbolistas si incluyo a Lucas Torreira. Las dudas mayores tienen que ver con los hombres que van por los costados: Guillermo Varela, Naithan Nández y el Cebolla Cristian Rodríguez no dan el tono, mientras que a Martín Cáceres le vendría muy bien pasar al lateral opuesto para que le sea más cómodo jugar con su pierna derecha.

Diego Laxalt en el partido ante Arabia Saudita

Diego Laxalt en el partido ante Arabia Saudita

Foto: Sandro Pereyra

Un Maestro preocupado y autocrítico

Escrito lo anterior, pude escuchar la conferencia de prensa de Óscar Tabárez. Es fácil acordar con las visiones que hizo patentes. “El primer tiempo me preocupó mucho, [porque] no encontrábamos la manera de jugar en la cancha rival y crearle problemas defensivos a Arabia. No insistimos con lo que nos estaba dando resultado: los pases largos”.

Polemizó –como le gusta hacerlo– con los que han hecho de la posesión de la pelota “algo santificado” y agregó que “cuando se hace en zonas intrascendentes y hay dificultades para llevarla al campo rival, es necesario buscar otros métodos, sobre todo con los delanteros de punta que tenemos”.

Más adelante afirmó: “Conseguimos el resultado y la clasificación”, pero derivó hacia lo que viene –el partido con Rusia y “lo que venga después”– y adelantó, con respecto a las insuficiencias que mencionó, que “se puede trabajar para ver mejorías en el equipo”.

Enseguida, al dar vuelta una pregunta que un periodista extranjero le hizo sobre Arabia Saudita, fue más rotundo: “Lo único que me sorprendió del partido fue el bajo nivel que tuvo mi equipo en el primer tiempo. Estuvimos muy lejos de nuestro nivel normal y Arabia tuvo algo que ver en eso”. Reafirmó que el rival había tenido “más superación que nosotros” con respecto a los partidos anteriores.

Al final, apuntó al futuro abriendo esperanzas: “Cuando juguemos con el rival que nos toque en el ganar o morir, como se dice vulgarmente, tenemos que aprovechar esa oportunidad, elevar los rendimientos e intentar ganar”.

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