A Zigymantas Riauka le dicen Zigy en el barrio. Vivió en Belgrano, más precisamente en la calle Santiago Gadea, al fondo del gimnasio de Miramar, en una pieza con una ventana que da a la cancha. Ahora vive en Colón, en una casa a unas cuadras de su nuevo club, Olimpia. El lituano jugó en la liga española, en la alemana y en la danesa, además, claro, de jugar en el básquetbol universitario de Estados Unidos, la patria que acogió a su familia una vez que buscaron un destino cierto en tierras gringas, cuando el pequeño Zigy tenía apenas ocho años. Riauka escribió su nombre en la historia de Miramar y partió para sumarse a Olimpia con metas parecidas: trabajar duro, hacer asados y seguir cultivando la comunidad del básquetbol que lo ha llevado por el mundo con una esfera naranja en bandeja.

¿Cómo se explica la pasión que sienten por el básquetbol en Lituania?

Todo el mundo juega al básquetbol en Lituania. Fuimos el primer país en romper el control soviético [1990], después vinieron los Juegos Olímpicos [Barcelona 1992] y obtuvimos el tercer lugar, entonces todo el mundo vio el resurgimiento de Lituania [antes de 1990 participaban dentro de la Unión Soviética]. La gente empezó a saber de Lituania por el básquetbol, por nuestro dream team. No viví mucho tiempo en Lituania, me mudé cuando tenía ocho años con mi familia a Chicago, donde hay una de las comunidades lituanas más grandes del mundo. Mi tío, el hermano de mi madre, estaba viviendo allá y tenía un par de taxis. Mi padre viajó primero y empezó a trabajar manejando uno hasta que pudimos viajar todos. Fue la primera vez que tuve que enfrentar la dificultad del idioma, pero fue muy interesante y pude disfrutarlo.

¿La vida en Estados Unidos cambió tu forma de jugar?

Antes de viajar había jugado al básquetbol en mi ciudad, en Lituania, y cuando me mudé empecé a hacerlo en un equipo de la comunidad con entrenadores lituanos. Nunca jugué al básquetbol profesional en Lituania, pero, por suerte, alcancé a jugar la Copa Europa con la selección nacional sub 20. Entonces aprendí a jugar al básquetbol en Estados Unidos, pero siempre tuve entrenadores lituanos. Por lo tanto, no creo que haya estado tan influenciado mi juego. El juego lituano es más de equipo, mientras que el juego de Estados Unidos se caracteriza más por las individualidades: son realmente muy hábiles, pero el lituano quizás es más atlético, más físico y de pasar la pelota. Son diferentes estilos.

¿Quiénes son tus referentes en el básquetbol? ¿Has tenido compañeros que se convirtieron en referencias?

Uno de los que me encantan es Carmelo Anthony: fui un gran fanático de él y lo sigo siendo. Después me empezó a gustar el juego de Lebron [James] y pasó a ser de mis favoritos. Y últimamente [Nicola] Jokic; su manera de jugar es para disfrutar. Creo que es con quien más me identifico; le gusta pasar la pelota y moverse, es un jugador de toda la cancha y hace jugar a los otros. Sin embargo, en los equipos en los que jugué nunca tuve alguien que se destacara por sobre los otros, sobre todo últimamente en Miramar, donde se armó un gran grupo, fuimos como hermanos. Teniendo a mi familia viviendo tan lejos, la gente del club pasó a ser como mi familia. En la calle la gente se conoce, se saluda; el Dublín, el bar donde comía, también es una gran familia. La gente te cuida, se preocupa por vos. El básquetbol es una comunidad y me ha permitido vivir en diferentes países y aprender de diferentes culturas, pero siempre dentro de la comunidad del básquetbol.

¿Qué características tiene el básquetbol uruguayo?

Juegan distinto a los otros clubes en los que he estado, y amo eso. Todos juegan con agresividad, es un juego de mucha fuerza; cualquiera puede sacar un tiro loco de cualquier lado, pero nunca se olvidan del equipo. Todos quieren ganar, pero he visto jugadores alentar a otros de otros equipos también. El basquetbolista uruguayo no está pensando sólo en sí mismo, hay una orientación hacia una especie de gran equipo, más allá de las distintas organizaciones como Miramar o como Olimpia. En otros países, en otros equipos, se juega al básquetbol pero se está pensando en el dinero, no en el otro.

¿Qué valores transmite el básquetbol que lo hacen tan popular en el mundo?

Yo del básquetbol lo que más he aprendido y aprendo año a año es el trabajo en equipo. El trabajo con otros, eso es lo más importante. Si no hay comunicación, si el otro no sabe o vos no podés contar los problemas que tenés, si no podés hablar sobre lo que te enoja, entonces se hace muy difícil. Todo se trata de unión. Si uno de los tuyos está ido o se va del grupo, se te mueve todo, especialmente cuando estás trabajando durante meses para eso, sacrificando nuestro cuerpo, sacrificando todo. Y acá en Uruguay están focalizados, todos conocen cuál es la misión, la de estar juntos, nunca te dejan a un lado. Sólo se trata de hacer un asado, de cocinar unas carnes con todo el equipo. Así es que se crean los campeones; no siempre el que gana es el que juega mejor: el que gana es el que juega como un equipo.

¿Qué diferencias hay entre Miramar y Olimpia?

¡La casa! Ahora tengo una casa que se parece a una casa. Antes viví en el club y lo disfruté, pero ahora cambió y también disfruto de esto. La misión es la misma: trabajar duro. Todo el mundo trabaja duro. El entrenador [Gerardo Jauri] es exigente, es demandante, y eso me gusta. Necesitás eso para ser campeón, porque es un campeonato muy difícil. Hay un montón de talentos en los diferentes equipos, y estoy muy emocionado de verme entre ellos.