La gente todavía iba llegando y Facundo Labandeira ya picaba tras una adelantada línea de cuatro que pidió un offside concedido, pero fino. En la primera patada de clásico, el árbitro Daniel Fedorczuk no escatimó y advirtió con el cartón un límite. Una par de muestras de la propuesta por cabeza y el cero que se rompe porque el Tata Álvaro González hace una finta contra la derecha pasándola de un pie al otro, yéndose, vestigios de grandes recuerdos, y entre los dos gurises de arriba la culminan: Ignacio Laquintana con liviandad, y Nicolás González para cabecear sobresaliente un centro exacto.

La banda Marley y La Más Fiel, como cada vez que se cruzan Defensor Sporting y Danubio en clásico noventero. Entonces el partido tiene ritmo de bombo y redoblante. Un eco no tan distinto en melodías. En la cancha otras artes. Para colmo cultural, veo situarse al poeta Víctor Guichón y prestarse a viajar con el balón. En las malas La Más Fiel como rulo de tambor. En la popular violeta el Che Guevara, el Nico Olivera, Te cura o te mata.

Nicolás Pantaleone tiene dos o tres piruetas de otro malambo. Danubio se defiende con cuatro, Mauricio Victorino relata. Los custodia Federico Cristóforo y los apoya Pablo Siles. En adelante todos crean. Se aceitan a las nuevas costumbres. Por eso empatan, por qué como la hinchada, no aflojan. En centro quieto con laburo previo el que queda libre es Mauricio Victorino, convierte y vuelve a ser. El barrio de pie y los brazos altos.

Ignacio Risso dibuja un rombo en el medio de la cancha con Rabuñal, el Tata, Correa y Alan Rodríguez a quien antes del partido le dieron el premio del jugador del mes, casi una apología a la multinacional del payaso y las las hamburguesas. Cuatro por detrás y por delante los dos gurises que se combinaron para el primero. Nacho Risso devuelve una con el taco más allá de la raya. Las bandas piden más.

Para el segundo tiempo los hinchas bajan a los alambres. El repertorio empieza lerdo a surgir. Por ahora es chill out. Esta todo aquello de cambiarse de lugar o seguir estando. Hasta que el bombo suena todo es impreciso. Después es incertidumbre al compás. Cristoforo con el pie termina de despertarlos a todos, tapó el segundo de Nicolás González rondando el área chica. Minutos después, con gran gesto, negó también las intenciones de Laquintana desde la media luna. Turf, otra de las bandas que se eternizó en las gradas. Gol de Danubio y suben el éxito: pasan los años, jugadores y también campeonatos. Pasividad se sala de espera en el área y Nicolás Pantaleone es el que gira la perilla. Pone a la visita dos goles a uno. Danubio hace bailar una bandera enorme de tela sostenida por puños.

El segundo tiempo perdió calidad, nunca entusiasmo. Ni en el césped ni en el cemento. Danubio tuvo premio en la eficacia. En manejar los tiempos desde el arco y tapar las caídas. A cinco minutos del final, Gonzalo Nápoli en alta gama dibujó una estela para tirarla al medio, Nicolás González ensayó un taco que no por errado perdió belleza. Defensor quiso hasta los noventa y más allá. En la tribuna impaciencia. Todos los gritaron cuando un bombazo de otro canal, dio en el costado del arco y sacudió las redes. Igual estaba todo invalidado. Un clásico jugado como tal en el Parque Rodó. Danubio por reencontrar aquello. Defensor en un griterío disconforme y mandando los zagueros a las alturas. Ganó Danubio 2-1 en barrio ajeno.