Club Atlético Peñarol; Club Nacional de Football.

Participan a ustedes de la celebración del clásico que definirá al campeón del Clausura, e invitan a la celebración a realizarse en el templo pagano del estadio Centenario, avenida de circunvalación Américo Ricaldoni s/n, este miércoles 11 de diciembre de 2019 a las 20.30.

RSVP (el sistema de reservas es mediante la adquisición de entradas).

En Uruguay un clásico, un partido entre Nacional y Peñarol, representa la invitación a una fiesta, a una ceremonia festiva, a un asado. En todo el país, seamos o no familia o amistades de los celebrados, nos movilizamos, nos aprontamos y nos generamos todo tipo de expectativas cuando sabemos que se celebra el clásico –así, simple y común nomás, sin necesidad de aumentativo marketinero de súper– y participados de él o invitados, la mayoría de nosotros se pone en torno de lo que vaya a suceder, lo que suceda y el después de este partido de fútbol que trasciende completamente lo que pasa en la cancha entre sus protagonistas. Un clásico, entonces, es sin duda, en toda la banda oriental del río Uruguay, una acción popular vivificante y removedora, plena de emociones, que aúna afectos y distancias, que junta y separa. Dos, tres y hasta cuatro clásicos en pleno fin de año austral, con todo aquello aprehendido en el aprestamiento de nuestra vida que nos lo asocia con la bajada, vacaciones, playa, encuentros, regalos y hasta un poco más de paz, es como tener dos, tres y hasta cuatro despedidas-asados en los que no importa el regalo, la carne o el tiempo, sino esa maravillosa posibilidad de sublimar con tanto o con tan poco.

El primero

Son varias las condiciones por las que está bien adjetivarlo de primero. El de este miércoles a las 20.30 es el primero de los dos, tres o cuatro juegos que en el espacio de 11 días deberán jugar aurinegros y tricolores para definir el Campeonato Uruguayo de 2019. El de este miércoles es el de la final del Torneo Clausura y deberá haber un ganador, ya sea en los 90 minutos, en el posible alargue o, finalmente, si han pasado dos horas de juego y no salen del empate, mediante la ejecución de penales según el sistema FIFA. Si lo gana Peñarol, será campeón del Clausura y, dado que ya lo había sido del Apertura, no habrá semifinal-final y sí dos clásicos más en régimen de final del Uruguayo, en partidos de ida y vuelta a jugarse en el estadio Centenario. Si lo gana Nacional, no podremos acotar tan precisamente la cantidad de partidos que se sucederán hasta el 22 de diciembre, porque el del domingo 15 de diciembre se convertirá en una semifinal-final entre Peñarol, ganador del Apertura, y Nacional, ganador del Clausura y la Tabla Anual, en el que, si ganan los manyas, se estirará a finales de ida y vuelta, pero si ganan los bolsos la semifinal se transformará en final y alzarán la copa de campeón uruguayo.

Será también el primero de los partidos con participación del VAR (del inglés, video assistant referee), videoarbitraje en español. Nunca desde aquel clásico de 1925, el primero del “Laudo Serrato”, había existido un cambio tan trascendente en las condiciones de juego. Aquel reencuentro invernal, después de tres años sin enfrentarse por el cisma del fútbol uruguayo, los hizo encontrarse con el cambio de la regla 11, la del fuera de juego, que hasta ese momento pedía tres rivales entre la posición del futbolista y la línea de fondo. Aquello cambió todo para siempre.

Juez y parte

El VAR se aplicará en estos dos, tres o cuatro clásicos finales. El videoarbitraje, por el que ya pasaron Nacional en la Libertadores y Peñarol en la Sudamericana, pero que se usa por primera vez en el Campeonato Uruguayo, consiste en la aparición de un cuerpo arbitral extraordinario que revisa la acción del juego desde una cabina por medio de 12 o 14 cámaras, con un programa computacional que permite definir virtualmente la posición del futbolista o de la pelota. El VAR, integrado por un árbitro responsable, un ayudante del árbitro y un operador de video, se comunica con la cuarteta que está en la cancha y sólo puede actuar en cuatro tipos de situaciones: goles, penales, expulsiones directas y confusión de identidad.

Su reflejo en el desarrollo del juego en el campo y en la interacción arbitral está dado de tal manera que si hay una jugada que puede terminar en gol se debe dejar seguir para después, con la ayuda del VAR, determinar si es válida o está viciada de nulidad. Los jueces de video pueden, deben señalar al árbitro de campo lo que advierten en cada una de estas situaciones concretas, y el árbitro de campo, que en este caso será Andrés Matonte, tiene la potestad de aceptar la determinación que se propone desde la cabina, o bien acercarse al monitor ubicado a nivel de cancha para revisar él mismo la repetición de la acción en cuestión y determinar, ratificando o rectificando, su decisión.

El equipo completo arbitral de este miércoles estará compuesto por el mencionado Matonte (árbitro principal), Richard Trinidad (primer asistente), Horacio Ferreiro (segundo asistente), Christian Ferreyra (cuarto árbitro), Daniel Fedorczuk (principal del VAR), Andrés Cunha (primer asistente del VAR) y Nicolás Tarán (segundo asistente del VAR). Además, estarán Darío Ubriaco como observador VAR y Roberto Silvera como asesor de árbitros.

Definir nombres y estrategia

Es la primera vez que nos enfrentamos a una definición de estas características, por lo tanto no tenemos siquiera la guía de antecedentes para proyectar qué es lo que los cuerpos técnicos decidirán para este primer partido de una secuencia que definirá el Uruguayo. Hay variables, acumulación de tarjetas, recuperaciones plenas de lesiones y hasta el crédito de las futuras definiciones, que impiden acercarse a la formación y la estrategia que usarán los clubes en la final del Clausura. Cualquiera sea el resultado, el domingo volverán al Centenario a las 17.00, en ese caso ya para definir el Uruguayo. Sí conocemos los nombres de los jugadores que no podrán estar en la cancha: en Peñarol llegaron a su quinta amarilla Rodrigo Abascal, Guzmán Pereira e Ignacio Lores, además de los afectados sanitariamente Kevin Dawson y Cristian Rodríguez, sin contar con Walter Gargano, quien desde hace tiempo está fuera de juego. En Nacional no estará el fronterizo Felipe Carvalho, lesionado. El que vuelve del lado carbonero es el español Xisco Jiménez.

El partido que decide al campeón del Clausura (terminaron empatados en 34 puntos) comenzará a las 20.30, será televisado por Tenfield y, si hay empate en los 90 minutos, tendrá un alargue de dos tiempos de 15. Si persiste la igualdad, habrá penales de acuerdo con el sistema FIFA. Las entradas se compran por Tickantel o Redpagos a 550 pesos las generales y 220 pesos para los socios de ambos clubes (la Colombes le corresponde a Nacional y la Ámsterdam a Peñarol). La Olímpica, que tendrá un pulmón y sectores diferenciados, cuesta 720 pesos las generales y 290 pesos para los socios de ambos clubes. La América, con el mismo criterio, está a 1.100 y 440 pesos.

En nombre del padre

La final clásica del Clausura tiene un único antecedente. Fue en 1995, un caluroso domingo de noviembre. Lo recuerdo como un espectáculo inolvidable. El estadio estaba absolutamente lleno, el clima era espectacular y la temperatura, altísima: un ambiente sin igual. Veníamos de obtener la Copa América con Uruguay en el mismísimo Centenario y en los planteles de Nacional y Peñarol revistaba la mayoría de los seleccionados. Hacía un año ya que había nacido Fútbol y Cía., el programa de radio que luego dio lugar a 13 a 0 y Deportivo Uruguay, pero aún no teníamos transmisión de partidos. Me fui a mi tribuna de la infancia, la Olímpica, uno de mis lugares en el mundo, y no sé por qué, si por ingreso tardío o simplemente porque antes a los clásicos tenías que ir mínimo una hora antes para agarrar una buena plaza, me tocó en los bancos extra, colocados para el Mundialito en 1980 al final mismo de la tribuna, más arriba incluso de donde nace la Torre de los Homenajes. A pesar de que no había relato en la radio, había acordado, como otros domingos, llevar un Movicom tipo ladrillo, propiedad de Nuevo Tiempo, e informar a los oyentes del programa de Daina Rodríguez –Giros– de lo que pasaba en el clásico.

Lo recuerdo extasiado, como un partido inolvidable por una gestión increíble de Fabián O’Neill y de Pablo Bengoechea, por una tarde inolvidable para Rodrigo Lemos, que hizo los dos goles de Nacional y la picó en los penales –un modelo propio del predrense–. O’Neill –uno de los jugadores más fabulosos que vi en mi vida– generó la remontada dos veces de los tricolores, que habían empezado perdiendo 1-0 al minuto de juego con un gol de penal de Bengoechea, y luego estuvieron 2-1 abajo, siempre en el primer tiempo, con anotación de Lucho Romero. El partido terminó 2-2 y se fue directo a los penales, instancia en la que ganó Nacional con una última ejecución de Juan González. Si bien esa tarde estaba lleno de futbolistas que a lo largo de su trayectoria se habían puesto las dos camisetas, algo no tan habitual –Óscar Aguirregaray y Carlos Aguilera, después Luis Romero y Danilo Baltierra, antes Juan Ramón Carrasco y Alfonso Domínguez–, hoy, 24 años después, llama la atención que dos hijos de los entonces protagonistas del título en el siglo XX con Nacional puedan ser determinantes en otra final –esta del siglo XXI– pero con Peñarol: se trata de Giovanni González, hijo de Juanchi, y de Agustin Canobbio, hijo de Osvaldo.