En el año 2000 debutó en la primera de River Plate, después de haber hecho todas las inferiores con la camiseta de la dársena. Ese mismo año se anotó en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Las dos carreras corrieron a la par. En 2015 se recibió de doctor en Leyes para especializarse en derecho deportivo. Antes vistió la camiseta de Deportivo Maldonado –además de la roja y blanca a bastones–, la de Rampla Juniors, la de Miramar Misiones, la de Rentistas y la de Peñarol; la de los cremas, el Comunicaciones guatemalteco, la de Triestina en Italia y, en Noruega, la de Lyn, en la lejana ciudad de Oslo.

Juan Silva Cerón es abogado y futbolista. Futbolista y abogado, debería decir. Eso de ex es muy relativo. Fue miembro activo del movimiento Más Unidos Que Nunca (MUQN) que surgió para defender derechos que estaban siendo vulnerados y ante la escasa representatividad en el gremio con Enrique Saravia a la cabeza. No fue una lucha contra Saravia, sin embargo, ni contra Tenfield; fue un partido con nosotros mismos, los futbolistas, esa raza cuasi marginal acusada de vivir en una burbuja y apuntalada a dedo, fin de semana tras fin de semana, con total impunidad. Fue una lucha por transformar conceptos instalados por los monopolios, una lucha por traducir al idioma del vestuario la palabra “trabajo”, la palabra “derecho” y la palabra “militancia”. Una celebración de la pluralidad y del debate. Un reposicionamiento del futbolista en la sociedad mediante el propio cuestionamiento y la acción. Una patada a lo establecido: “MUQN fue un brazo político, una herramienta política, porque la Mutual de aquel entonces no actuaba o actuaba omitiendo determinadas cosas. Actuar, no actuar y omitir están en la misma línea. Yo discuto la formación de esta Asociación de Futbolistas Uruguayos [AFU] sin consultar. Se está caminando por arriba la lucha de 2017. No se trata de armar tantos gremios y asociaciones si no les das sentido a esas formaciones. No se expresa públicamente que la intención es detener la estampida de la televisión ahora en el interior. Yo no discuto que exista una asociación de jugadores a nivel nacional, pero el principal actor es el fútbol profesional, y los profesionales están nucleados en el gremio en Montevideo. Pero desde el gremio te dicen que de eso no saben nada pero que van a participar, y te invitan a asociarte por medio de un mensaje de texto. Estas cosas ya se vivieron en el MUQN y siguen pasando. La Mutual tendría que haber jugado un partido mucho más importante en la formación de esta asociación nacional y en el Congreso. No lo juega porque no es una Mutual popular, porque no tiene a la gente. El MUQN sí fue un movimiento popular; deberían ser fieles al lugar de donde vienen. Fue un movimiento espontáneo y social. Y teníamos cierto orden de acción que era por intermedio de los referentes de los planteles: se informaba y se buscaba la opinión en los vestuarios, se votaba si había que votar y se traía de nuevo la información. La información subía y bajaba; era una especie de democracia informativa. Antes las diferencias se sostenían con la discusión, éramos todos parte del mismo movimiento. La manera en que se crea la AFU es la confirmación de formas que ya se venían viviendo”, dice Silva Cerón.

El movimiento MUQN se forjó lunes tras lunes, en reuniones abiertas, en el transcurso de dos intensos años. Hubo momentos en que los lunes fueron martes y miércoles y todos los días. Aquellas reuniones se hicieron mayoritariamente en el viejo local de la diaria de la calle Soriano, en lo de Bigote Santiago López, en lo del propio Silva Cerón, en lo de Matías Pérez, hasta en la sede del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos. Como dice Silva Cerón, las discusiones formaban parte del cotidiano; la militancia es así, una serie de discusiones políticas y de acciones terrenales que van haciendo a una identidad, esclareciendo objetivos y pequeñas luchas dentro de una lucha esencial. De la exposición de las verdades y la posterior discusión surgieron las convicciones que nos hicieron fuertes. MUQN era la voz de los vestuarios, la polenta de la masa. Cuando dijeron “Ahora más que nunca” apenas fue un juego de palabras para estirar la estela de un barco que se ancló en la historia cuando se agotó la chance de tener un gobierno consensuado por aquellas formas de actuar del movimiento.

“Hay cuestiones que son simbólicas. Apenas asumieron cambiaron el escudo. Fue un cambio muy fuerte. El escudo viejo tenía una cadena rota. Me pareció una falta de respeto a los fundadores, es simbología eso. No se tomó una sola medida en cuanto a los salarios, que era lo primero que tenían que atacar. La directiva anterior al principio fue innovadora, antes podías quedar afuera del presupuesto y no cobrar nada durante todo el año aunque fueras titular indiscutido. Yo debuté en el 2000 y estuve cuatro años con ese régimen; en 2004 fue la huelga de 60 días que dio paso a los sueldos mínimos. Al tiempo, esos sueldos mínimos se convirtieron en máximos. Eso dejó de funcionar. Los dirigentes se quedaron con cumplir con el sueldo mínimo, y eso se mantiene hasta ahora”, comenta Juan.

De Obdulio Varela a esta parte, atravesando las últimas gestiones del Tajo Fernando Silva y posteriormente la de Enrique Saravia, la vanguardia duró poco. Hay una especie de techo propuesto –o impuesto– por el monopolio y estampado en contratos longevos e interminables, de la mano de los de traje que gobiernan los clubes, que han sido cómplices en la instalación de ciertas formas, algunas veces por una supuesta necesidad atada a malas gestiones, otras veces por convicciones políticas maleables; han sido pocos los que han bregado por la independencia o que han defendido los derechos de los suyos, los que la visten como un overol los domingos, por consiguiente también la de sus hinchas. De alguna manera, aquel movimiento de futbolistas que un 9 de febrero juntó 600 personas por primera vez marchando frente a su propio gremio no hizo más que agujerear esa tela conservadora sobre nuestras cabezas, divisar halos de luz, abrir la agenda de los derechos y leerla para que todo el mundo supiera.

El tema de la semana fue la AFU, Asociación de Futbolistas del Uruguay. De buenas a primeras, como quien sale de atrás de una barrera, fue creada para representar a todos los futbolistas del país, ya sean profesionales o amateurs, varones o mujeres, jueguen en césped, madera o arena. Una herramienta que parece legítima, pero que prácticamente fue impuesta, a dedo, para ganarse los votos que los futbolistas tienen dentro del Congreso de la AUF.

Para Silva Cerón está claro: “Hay aspectos formales que se inventaron desde dentro de la AUF para quitarle responsabilidad de acción a la Mutual. Esta creación a nivel nacional le quita responsabilidad, porque la Mutual perfectamente podría haber sido ese representante en el Ejecutivo o en el Congreso, con sus propios delegados. La creación de la asociación es teñir de formal, darle legitimidad a una cosa que no era necesaria. La incidencia que tiene el fútbol profesional en este nuevo estatuto es vital. El rol de la Mutual debería haber sido preponderante en el asesoramiento, en la información. Yo jugué en Piriápolis el último tiempo de mi carrera, y el interior es otro palo. Ni hablar que necesita ser más profesional y defender sus derechos, pero ¿por qué no llamaste al MUQN para trasladar las ideas y la experiencia al interior? ¿Por qué va Diego Lugano? Es porque prescindieron del movimiento, de los vestuarios uruguayos, de lo plural”.