1. Pegar primero

Hay situaciones en las que la teoría, por mucho que sepa, le cede la derecha a la realidad. O la izquierda, teniendo en cuenta lo visto. El partido se armaba. Apenas transcurrían diez minutos durante los cuales se esbozaban tácticas y estrategias, pero una instancia incidió directamente en el juego: despeje corto de la zaga tricolor, el argentino Mauro Luna la acomodó con los tapones de su diestra y sacó un zurdazo potente que se metió contra el palo derecho de Esteban Conde. Gol. Nada más importante que un gol.

Incluso así, si se quitara esa diferencia a favor de Cerro Largo, el primer tiempo fue arachán. Tal vez no de dominio expreso, pero sí por el planteo y el desempeño. Con una defensa sólida, el trajinar de Bruno Téliz en el medio y la profundidad que ofrecieron Jorge Graví, Adolfo Lima y el propio Luna, esos primeros 45 minutos tuvieron lugar en la cancha tricolor. Nacional, sin ideas, sólo pudo arrimarse con pelotas detenidas. Más claro: el bolso no tuvo una chance de gol hasta entonces.

2. Entrevero y petróleo

El oficio de delantero es innato. Siempre está. Si no es por su velocidad y la explotación de los espacios vacíos, es porque sabe de orientación. Pescador, dirán, y lo fue: Sebastián Fernández, que había luchado más que lo que pudo jugar, encontró la pelota en el corazón del área. Y a río revuelto, ganancia de pescador. Papelito hizo una mediavuelta perfecta y, de zurda, empató el partido en el minuto 71. El 1-1 fue un premio al empuje, más que al fútbol bien entendido. Mérito al fin: para ganar hay que ganar, más allá de la discusión sobre si tiene que ser con una biblioteca o con la otra, sea más o sea menos el juego del rival.

3. El todo, la nada y el punto

Kevin Ramírez recién había entrado a la cancha. Álvaro Gutiérrez lo mandó porque había que ganar aprovechando el envión del empate. A los tres minutos de estar en el terreno y sin casi haber tocado la bola, una jugada desde el lateral derecho le permitió empatar. Otro que tenía que estar donde deben los delanteros. Pero Cerro Largo no se entregó. El arachán copió la receta tricolor, revoleó el poncho y se fue arriba. La jugada por la derecha terminó en un centro pasado por la izquierda. Esa jugada no fue casual, o tal vez sí; digo que fue algo que Cerro Largo siempre hizo: buscar el pelotazo cruzado. En la jugada en cuestión, la pelota fue al segundo palo, Fito Lima la mandó de cabeza al medio del área y Luna, como para vestirse de mejor jugador del partido, la calzó como venía para poner el 2-2.