La televisión está encendida y hay cuatro o cinco enredados entre los cables del proyector, que está terco con mostrar unos pajaritos quietos sobre un fondo azul, cuando hay una treintena de personas esperando por el fondo verde y los pájaros pintados nuestros. Ni yo ni nadie sabe lo que significa HDMI, pero junamos a ver si se nos ocurre algo más que prender y apagar o darle un golpecito en el costado, o volver a enchufar y a enchufar otra vez.

Luciana no duda: agarra la bici y se va a buscar otra computadora con mejor suerte. Al ratito Vicente, otro de los educadores del refugio Sumando Opciones, aparece con una que tenía en la mochila. No se enteró de que Luciana salió a buscar la suya porque estaba en la cocina haciendo caramelo para ponerle al pororó que se va repartiendo en conos de papel. Hay salado y dulce. Como en la vida. Como en la copa. Entre los 30 hay al menos diez mates, y por lo tanto unas diez rondas. El mate va y viene como sombras chinescas en la pared; alguno hace cuernitos, otro intenta el perrito hecho con dedos, hasta que el proyector responde, despierta, digamos, y es la primera vocal que como un coro surge de los asientos. Ahora sólo falta el parlante y estamos. El sonido ambiente es de cebaduras y pronósticos, sedas que se estiran y sillas que se corren, hasta que aparece la voz del relator y destapa la emoción.

Refugio Sumando Opciones.

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Foto: Mariana Greif

La primera la tienen los nipones con un cabezazo, un gol que sería un colmo. Suárez responde tras un desdoble típico de Godín desde el fondo de las cosas. Nakajima está encendido y hay un tal Abe que realmente vuela. La señal se corta y los jugadores quedan congelados. Alguien dice que “están todos duros”. Agustín, el coordinador del centro, aplaude sobre la pantalla y como por arte de magia la jugada sigue. Todos los que van por el replay de pop vuelven con el cono de papel desbordando y ofreciendo y gritándole al juez que cobre algo. Uno pregunta por la sal, otro responde “acá está Laxalt”; el propio jugador tejido en trenzas se toma el posterior de la pierna en la jugada siguiente, pero por amor no avisa. Ocupa su lugar en el lateral izquierdo rengueando y justo la pelota deriva para ese lado. Miyoshi está rapidísimo y el músculo del joven charrúa se va rompiendo de a poquito en la carrera. El japonés funde a Muslera que sale a cubrir a su compañero y sorprende con el 1-0. La imagen encuentra la desazón de Suárez en primer plano, con los tres dedos tatuados en el cuello como una alusión fanática a La Triple Nelson.

Refugio Sumando Opciones.

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Foto: Mariana Greif

El partido sigue. La hinchada en el refugio se pone de pie cuando bajan a Cavani en el área, el pop queda regado por toda la sala. Suárez hace ademanes y el juez se decide por el VAR, el jugador número 13 (el 12 somos nosotros). La imagen fría de una pantalla entiende que lo que pasó merece la pena máxima. El japonés se defiende con el gesto de que subió la plancha sólo un poquito. Suárez ejecuta y el refugio explota. En la imagen, el ídolo del río de los pájaros pintados besa de a uno los tres dedos y el anillo antes de pegar un salto a la eternidad. 1-1 y la celeste va por más. Bentancur ensaya un taco que se hace efectivo y el refugio se entusiasma. En la siguiente, Cavani, de los mágicos salteños, la estrella contra el travesaño desde lejos: “Todavía debe estar temblando el arco”, comentan desde las penumbras, con el semblante alternando reflejos celestes y verdes.

En el entretiempo se acerca Gabriel, que tiene un pin enganchado en el corazón que dice “locos por la radio”. Me habla de Vilardevoz y del partido y de que “hay que hacer algo juntos”. En la pared hay avisos de los talleres de huerta, que son a las 9.00 y estiran armónicamente la hora en que deben dejar el refugio para volver a la calle a cuidar los coches, vender estampitas, repartir diarios o lavar vidrios, entre otros oficios del rescate. Hay otro cartel que avisa del taller de expresión que empieza a las 16.00, dos horas antes de que el refugio abra las puertas para que la calle entre en los pies de todos.

Refugio Sumando Opciones.

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Foto: Mariana Greif

El entretiempo es la hora de fumar. Entre el vapor del invierno y el humo de los puchos se comenta el juego, se habla del debate que dará Carolina Cosse, porque el de Andrade con Talvi también lo vieron, casi como un partido. El segundo tiempo es parecido al primero. El mismo Miyoshi concreta la ventaja por un rebote de Muslera que no llegó a cubrir Lodeiro. Suárez vuelve a responder con un tiro desde lejos que el arquero desvía hacia el suspiro. El timbre suena, vienen a buscar la basura. Alguien se la juega y va a buscar la bolsa negra de los desperdicios. Acá también hay equipo. Con el gol de Giménez –“el aprendiz de Godín”, como bien me acotan al oído– todos nos volvemos locos. El pop ya es historia. Cavani desde el piso y Cáceres en el rebote erran la victoria porque uno lo gritó antes: “A los goles los metemos todos”, le aplican al ansioso. Otra pelota en el palo y otro suspiro. Uno no aguanta más y se va a calentar la cena para todos. Gabriel grita “te llevan” y otro pide que le grite más fuerte.

Refugio Sumando Opciones.

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Foto: Mariana Greif

El partido se va yendo, se archiva en la memoria. Suárez tiene la última pero no, es empate. Alguien concluye que “hasta en el piso la peleamos”, pero no sé si habla del partido en realidad.