Fue en el Complejo Rentistas, pero como el arrendatario es Boston River, ahí presentaron a Sebastián Abreu. El minuano, mate y termo —aún sin el escudito del Boston— se expresó en conferencia de prensa acerca de su ya acordado vínculo con Boston River para que la rojiverde sea a sus 42 años la camiseta número 29 que vista a lo largo de un cuarto de siglo donde el Loco ha desarrollado su carrera clubística de manera profesional.

Un día, hace muchísimo tiempo ya, canarito pajuerano de la selección juvenil, hizo un par de goles en un partido en el que había que hacer mil para clasificar y se mandó explicando las razones del fracaso. Era todavía, allá en Minas, el hijo del Flaco Abreu, aquel 9 guerrero de la selección serrana, y al poco tiempo reenganchó en los juveniles de Defensor Sporting. Devorador de sensaciones, loco o callado, empezó un acelerado subibaja: a veces no jugaba ni en cuarta y entonces tenía ganas de volverse. Otras veces estaba tan bien, que ya soñaba con ponerse la celeste grande.

Cuando empezó a jugar con mediana continuidad en cinco o seis partidos, empezó a hacer goles más seguido todavía. Ya era casi a lo loco. Aún la gente no tenía ni idea de cuál era la camiseta que mostraba en cada uno de sus repetidos goles, cuando ya había sido vendido a San Lorenzo de Almagro. En Argentina fue igual. De entrada nomás agarró viento en la camiseta y empezó con sus santos goles. Rápidamente, desde la movilera de Torneos hasta el editor de Caras supieron que aquella camiseta que mostraba cada vez que salía a lo loco gritando sus goles era la que había vestido su padre en la selección de Lavalleja. Eran tantos los goles, tantas las levantadas de camiseta, que hasta decidió refrescar los festejos con una Pepsi que bordó en la tricolor serrana hasta que Grondona decidió que los goles no se podían vender así.

Se hizo fijo en la selección, y adelantado como en todo fue el primer famoso en apadrinar a Los Fatales. Lo cotizaron en varios palos verdes y pidió pase para el Deportivo La Coruña, en cuya camiseta se hizo inscribir su apodo “Loco”. Hizo algunos goles pero al tiempo entró en baja, entonces los gallegos decidieron darlo a préstamo. Fue a Gremio de Porto Alegre. Otra vez hizo algunos goles y otra vez entró en baja, a tal punto que aún entre los especialistas era común escuchar: ¿Y dónde está el Loco Abreu? Estaba en los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, donde hizo algunos goles —muchos— a tal punto que se convirtió en el goleador de la temporada regular del fútbol mexicano correspondiente al Torneo de Verano de 2000. Tantos goles hizo, que reactivó su imán goleador en los mercados más importantes del mundo, y provocó el interés de más y más clubes que suman 29.

Un cuarto de siglo goleando

Debutó en Defensor en la primera A, donde también jugó, y por cuatro etapas distintas en Nacional. También en su último pasaje por el fútbol AUF, Seba jugó en la B, en Central Español. Claro que además de esos 29 clubes de Sudamérica, América Central, América del Norte, Europa y Asia, el delantero jugó e hizo goles por lo menos con dos camisetas más: la de Nacional de Minas, equipo de la Organización del Fútbol del Interior (OFI) a través del que llegó a primera, y claro está, la selección uruguaya, con la que marcó una época jugando dos Mundiales y siendo campeón de América.

Abreu se presentó ante los micrófonos y las cámaras, respondió a interrogantes iniciales contando que vuelve a Uruguay hasta por una cuestión de índole familiar, por la vida de su familia, por la posibilidad de que sus hijos le vean jugando en una cancha de su país y en primera división: “Me quiero quedar en Uruguay. Hay una necesidad a nivel familiar de poder disfrutar el día a día. Estoy feliz por volver al fútbol uruguayo, lo más lindo es poder compartirlo con la familia y que mis hijos chicos puedan disfrutar al padre futbolísticamente como no lo habían podido hacer”.

Contó que su contrato es de un año, con una opción de renovación por seis meses más en el entendido de que si Boston River clasifica para un torneo de la Conmebol le gustaría jugarlo. Asimismo, narró que Boston River hacía tiempo le estaba hablando para venir a jugar al club. “El club cada seis meses me propuso que viniera. Esta vez se pudo dar. Me volvieron a llamar. Me quería quedar en Uruguay”.

Con su claridad conceptual y mucha sensatez afirmó que “sería poco serio llegar un jueves y debutar el domingo”, y manifestó que seguramente a pesar de venir entrenado de los Estados Unidos, le llevará 10 días ponerse a tono con la competencia, con el grupo y con la forma de juego del equipo.

Ante la consulta de qué Abreu se vería en el Campeonato Uruguayo, Sebastián dijo que para aquellos que no lo habían visto en Central (su última estación por estas canchas) tendrán un tipo de juego del estilo que demostró en las últimas temporadas el argentino Lucas Viatri, a quien señaló como el jugador más inteligente que hay en el fútbol local: “corre poco, pero bien; Viatri juega pivoteando bien, generando espacios”.

Sueños de una noche de verano

Lucho pero no puedo. Quiero abstraerme de mi experiencia personal pero no lo consigo. No sé cuánto tiempo hacía que lo conocía pero sí recuerdo una noche de verano de Liguilla, seguramente en enero de 1994, que me lo encontré casi tirado en la América contra la Ámsterdam mirando algún partido. Estábamos allí junto con Roberto Moar, Seba Sánchez y este gurí, un canarito rebelde pero agobiado por la velocidad de la vida. No, no se volvió. Escuchó, tomó las fuerzas que le sobraban y realizó la hasta hoy carrera más proficua y prolífica en el fútbol profesional del mundo con 29 clubes en los que ha jugado y además convertido. Ese es un dato que también es récord Guinness porque a excepción del Beitar Jerusalén, donde jugó un par de partidos por la Pre-Champions, ha festejado goles en todos los clubes por los que ha pasado, además de ser campeón e ídolo inolvidable de muchos de los clubes por los que jugó.

Sebastián Abreu jugó hasta hoy en Defensor Sporting, San Lorenzo, Deportivo La Coruña, Gremio, Tecos de Guadalajara, Nacional, Cruz Azul, América de México, Dorados de Sinaloa, Monterrey, San Luis, Tigres, River Plate de Argentina, Beitar Jerusalén, Real Sociedad, Aris Salónica, Botafogo, Figueirense, Rosario Central, Aucas, Sol de América, Santa Tecla, Bangu, Central Español, Puerto Montt, Magallanes, Audax Italiano y Río Branco de Espírito Santo. Además, tras su salida por eliminación del campeonato Capixaba del estado de Espírito Santo, Brasil, y ante la imposibilidad de pedir pase, hizo su primera experiencia como director técnico en El Salvador, donde fue campeón de copa con el Santa Tecla, equipo al que vistiendo su camiseta ya le había otorgado el primer título de liga.