Me cuenta Lucía Gandioli –compañera y periodista de la diaria– que la escuela de fútbol inclusiva Abriendo Caminos es un precioso proyecto, que viene creciendo y que ha sido de gran ayuda para muchos chiquilines y muchas chiquilinas con síndrome de Down. Abriendo Caminos fue la piedra fundamental de otro proyecto que ya es realidad: la selección uruguaya de futsal de jugadores con síndrome de Down, que hizo su presentación oficial (y su primer entrenamiento) el sábado en la plaza de deportes número 2. El objetivo es prepararse para el Mundial que se jugará en Perú en 2022.

Ansiedad, alegría, compromiso

En conversación con Garra, Diego Varela, entrenador de la selección (quien está acompañado por el preparador físico Emanuel Fullentise, la secretaria Virginia Serres y otros diez colaboradores), destacó la jornada de entrenamiento y presentación por la energía que había en el ambiente. “La vivimos con mucha alegría, con mucha felicidad. Hace dos años y medio, cuando empezamos con la escuelita Abriendo Caminos, esto que sucedió estaba dentro del proyecto: llegar a formar una selección nacional que representara a Uruguay en competencias en el exterior. Esto es el comienzo, el puntapié inicial”, dijo. Los chiquilines estaban ansiosos, y se notaba: “Tenemos testimonios de padres y madres que nos decían que desde las seis de la mañana estaban despiertos, levantados y ya vestidos, prontos para ir. Los felicité por el compromiso, por las ganas que habían puesto en el entrenamiento. Hubo momentos de emoción, también. Ellos sabían que comienza un camino nuevo, de sueños y esperanzas”.

Uruguay tiene nombres propios. La primera lista de convocados para entrenar con la celeste estuvo integrada por Ignacio Torres, de la escuela Abriendo Caminos; Kevin Marín, Alejandro Torres, Santiago Martínez y Ricardo Silva, todos de Peñarol; Matías Menchaca, Luis Machín, Franco Colombo, Richard Carrasco e Iván Reherman, todos de Plaza Colonia; Agustín Abreu y Bruno Cabrera, de Creando Sueños; y Sebastián Mulet, de Gigantes de la Costa. La dificultad –se detiene y piensa el entrenador– es que la selección arranca de cero: “No hay bases acá en Uruguay”. Y agrega: “Las experiencias las vamos haciendo nosotros, los errores se van a cometer y de ellos sacaremos cosas positivas. La realidad es que tenemos una base importante, con países vecinos que nos están dando una mano, como Brasil y Argentina, que están más consolidados y nos ayudaron e incentivaron para arrancar con el proyecto. La recepción que tuvimos ha sido muy buena, entonces la expectativa es alta”.

Dice Varela que “lo más importante acá, más allá de representar a Uruguay, es el espacio que se abre para estos chicos, la posibilidad de soñar en grande, de cumplir el sueño de defender a la celeste a nivel internacional. Es el sueño de muchos niños y niñas, y de ellos también, y es un lugar que no tenían. Hoy esto es una realidad, y es lo más importante de esta selección”. El primer paso está dado. Usar el deporte –en este caso el fútbol– como transporte para brindar un espacio social, un espacio recreativo. Poder soñar en grande es mucho más que levantar copas y colgarse medallas. Se parece mucho a salir campeón.