El Turco Alejandro Apud tiene un gesto instalado con el revés de la mano y el pelo que se le cae sobre la frente. Debe ser un gesto de antaño. Es posible imaginarlo con la mejilla contra el palo acomodando una barrera, alternando ese juego inconsciente de la mano y el pelo como un gesto que lo define. Después de mirar un par de veces el grabador y la cámara de fotos, el Turco se larga a hablar con la pasión que también lo caracteriza sobre el juego por el que se le va la vida, el fútbol. Quiere dirigir siempre. No espera la mejor oportunidad, sólo espera trabajar, porque “hay un momento en que uno quiere estar adentro de la cancha”, dice. Tan simple y tan llano como eso, lo que le pasa por la frente y el tórax al entrenador de Juventud de Las Piedras. Alejandro Apud habló con Garra de roles, de amistad, de un anecdotario riquísimo en los pasillos de los estadios que son como las venas de los clubes, y de la actualidad del equipo pedrense de cara a las últimas fechas, en plena danza del fixture y las tablas.

¿Qué roles te ha tocado ocupar en el camino del técnico y qué roles son fundamentales en un club de fútbol?

[José Luis] Palma me dijo una vez: “Usted es el primer técnico que en vez de pedir un jugador me pide un utilero”. Es que cuando llegué a Liverpool se había ido el utilero y estaban buscando uno, y yo me quise llevar al Toto Pereira, el de Cerro. Estuvo a punto de arreglar, pero los de Cerro le terminaron pagando la deuda y aumentándole el sueldo. He hecho de todo, en la IASA en un momento era el técnico, el profe, el entrenador de arqueros, hacíamos brigada con los jugadores para limpiar los baños. Por suerte lo teníamos a Mario [Casetta] que hasta programaba las lavadoras, tenía un ritmo de trabajo impresionante, hacía los formularios, hacía todo, lo tendría en mi cuadro siempre. Ese era el primer año que dirigía, hicimos una pretemporada histórica en Los Blandengues, comiendo en la bandeja de lata de los militares. En Boston River un día me quedé hasta las diez de la noche lavando ropa y secando para que el utilero viera cómo se hacía el trabajo. Porque los clubes no le dan importancia, contratan a gente que no tiene idea de utilería, y es un puesto fundamental. Es un oficio muy importante para el futbolista, y más acá en Uruguay. Es el primero que encontrás cuando llegás al club. Al Toto lo quería porque llegaban los jugadores a buscar la ropa y ya les estaba gritando “alegría, alegría, disfrutá que jugás al fútbol, yo laburé toda la vida en un frigorífico”. Una vez estábamos por clasificar a una Copa y el Toto se arrimó a la charla que estaba dando Pablo [Repetto] y señaló un avión que pasaba. “Muchachos”, dijo, “nunca me subí en mi vida a uno de esos, ¿me podrán hacer subir a uno?”. Después clasificamos y cuando se subió el avión estaba temblando. Un crack. Hay poca gente que tiene esa capacidad, y es muy difícil no encariñarse con esa gente.

¿Es un trabajo para pensar con amplitud el de director técnico?

Tomé la decisión de dejar Boston River y fue una decisión que me costó, pero es que me sobrepasó, tenía muchas responsabilidades. Estaba encargado de las juveniles, de los cuerpos técnicos, de los preparadores físicos. Coordinaba hasta que cortaran el pasto en la cancha. Teníamos tanto laburo que llegó un momento que no pude más. Es que hay que pensarlo así, con amplitud, pero ahí tuvimos que arrancar todo de cero. Cuando llegamos había sólo cuarta y quinta, después tuvimos todas las divisionales. Fueron dos años y medio, clasificamos a las copas, hicimos un proceso de trabajo muy bueno. Pero llegó un punto que ya estaba. Fue difícil, igual que cuando me fui de Sud América, donde fueron tres años que empezamos bien de abajo, a crecer con el equipo, de a poquito, de a poquito, con jugadores juveniles que nunca habían jugado en primera y que después terminaron pisando el estadio.

¿De esa cuestión global de la tarea surgen los éxitos deportivos?

A mí lo que me motiva es eso, y se hace con ayuda de los jugadores, con gente como Edgar Martínez, como Richard Pellejero, como Paulo Pezzolano, Sergio Bica, Emiliano Alfaro, Diego Scotti, Carlos Valdez, Pablo Álvarez. Siempre rodeamos a los gurises con determinados valores. Y se trata de eso, de formar grupos. Desde Sud América hasta Boston River formamos grupos espectaculares. El año pasado estuve dos meses y medio en Racing y también estábamos en el mismo camino, pero a veces las urgencias de los clubes hacen cambiar los procesos, los objetivos, entonces ahí decidimos irnos. No había una línea entre lo que nosotros queríamos y lo que ellos querían. Los procesos se mantienen gracias a los jugadores y a los dirigentes que los permiten.

¿Qué hace un técnico como vos en los tiempos en los que no dirige?

Opté el año pasado por dar clases en el Instituto Técnico Profesional, es una tarea docente que me gustó, aunque no es la tarea docente de ser entrenador. Este año me invitaron de la Asociación Cristiana de Jóvenes a dar la materia Técnico-Táctico en la Licencia B y ocupo el tiempo con esas cosas, pero en realidad quiero dirigir. Esa es mi vida, desde que arranqué dirigiendo la Mutual, después siendo entrenador de arqueros en Fénix, dirigiendo juveniles, siendo ayudante de campo en primera; hasta profesor llegué a ser, porque estaba haciendo el posgrado en preparación física. Me fui adaptando a cada situación que me tocó vivir. Cuando estábamos en Cerro con Pablo Repetto era su ayudante; en determinado momento, Pablo tenía la duda de ir a River o ir a Defensor. En River había dirigido [Juan Ramón] Carrasco, y después de que dirige Juan no es fácil. Y Defensor había salido penúltimo y estaba todo para ganar. Pero los dirigentes de Cerro me llamaron a ver si me quería quedar como entrenador principal y ahí me picó el bichito. Estaba toda la situación económica. Entonces hablamos con mi señora, que es maestra, y me dijo que le diera para adelante, que me la jugara, aunque me quedara sin trabajo a los dos meses. Así empecé.

“El fútbol no tiene más secretos que el futbolista. El arte de jugar al fútbol lo hacen los futbolistas”

¿Hay una diferencia entre tu profesionalismo como jugador y como director técnico?

Como jugador no era 100% profesional. Me levantaba a las cinco de la mañana para ir a buscar los diarios y llevarlos al quiosco que tenía, trabajaba y me iba a entrenar, no descansaba bien, no hice una vida de profesional aunque jugué 15 años. Entonces como entrenador quise ser 100% profesional, y acá estamos, hace 20 años dedicado a esto.

¿Y Juventud como aparece en tu vida?

Ya no aguantaba más. Hay un momento en que uno quiere estar adentro de la cancha. Me llamaron y me pareció un lugar ideal. Un equipo muy joven, con todos gurises del club, y otros que venían de otros lados pero que nunca habían jugado en primera. Llegué un lunes y jugábamos el martes con Atenas. El martes de mañana miro la tabla y estábamos últimos en el descenso y últimos en la Anual. Más abajo no podíamos estar. Le ganamos a Atenas y seguimos el proceso de trabajo. Estamos conformando eso que hablamos, un grupo lindo de gurises que son espectaculares, que lo inició el entrenador anterior. Si estaremos contentos que me llamó Boston River y les dije que no. Porque si nos comprometemos vamos a tratar de terminar los procesos de trabajo, porque así como no nos gusta que nos corten los procesos, nosotros tenemos que demostrar lo contrario, que los respetamos.

¿Cómo ha ido cambiando tu modelo de juego y tu forma de dirigir con los años?

En realidad hay muchas variables que hacen que vos te vayas moldeando como entrenador. Tu forma de jugar es a través de la experiencia, no es ni viendo a [Johan] Cruyff ni viendo a nadie, es a través de cómo vayas sintiendo el fútbol en el ensayo y en el error, en lo que vas experimentando, en lo que va saliendo bien, en lo que va saliendo mal. Pasa por encontrar en los futbolistas el convencimiento de lo que están haciendo. El fútbol pasa por la cabeza de los futbolistas. El fútbol no tiene más secretos que el futbolista. El arte de jugar al fútbol lo hacen los futbolistas. Si ellos interpretan lo que querés y disfrutan de lo que están haciendo, tenés el modelo de juego ideal. No hay otra manera. En mi carrera como futbolista he sufrido bastante por la posición de arquero, pero eso me ha hecho duro y fuerte. Por eso a mí nunca me llegaron las críticas, porque las tengo adentro mío por ser arquero. La vida de un entrenador es la vida de un arquero. Por eso hay muchos entrenadores arqueros, porque estamos acostumbrados a vivir con ese tipo de cosas. Esa coraza te ayuda a convivir con los momentos difíciles. Eso y la familia, los amigos, la gente que te quiere. Pero ser entrenador y encontrar una identidad como entrenador pasa por los futbolistas, pasa por cómo les llegues, pasa por que ellos crean en vos. Cuando vos volvés a tu infancia como futbolista en determinado aspecto del juego sentís tu identidad. Jugar bien es que el futbolista se sienta feliz con lo que está haciendo. Lograr eso es lo más importante en un entrenador. Y eso es lo que intentamos todos los días.