Si alguien pasa por la esquina de Corrales y Varela por las tardes verá que la puerta del gimnasio de boxeo está entornada. El resto es quietud; la gurisada en la escuela, los autos de paso, la cantina cerrada hasta que entre la noche. El sol de marzo se aferra al chaperío. El chaperío calienta. Más atrás los galpones de la Funsa como custodiando el barrio obrero de Villa Española. Tras esa puerta entornada, la primera campeona mundial de boxeo femenino de nuestro país. La misma que en su primer combate de taekwondo le preguntaba a la entrenadora, su abuela Babá: “¿Por qué tengo que pegarle si no me hizo nada?”. La misma que hace unos cuantos meses parte la jornada entre rings y pupitres de la Facultad de Medicina. La misma que en abril se trasladará a la lejana Alemania para pelear por dos títulos mundiales frente a la eslovena Ema Kozin. Chris Namús se recuesta contra las cuerdas y se hidrata, la doble jornada de entrenamiento le chorrea desde la frente. Algún día la botijada que está naciendo preguntará por ella.

¿Tienen el mismo fetiche las boxeadoras con los guantes y las botas que las futbolistas con los botines?

Estas son las que voy a usar en la pelea; son de la marca del boxeador campeón del mundo, [Igor] Lomachenko, doradas y negras o azules y doradas, como de Boca. Y estos guantes son de una marca local, Poder Marcial, con quienes arreglé canje; son de buena calidad, estos son de entrenamiento. Los de pelea son acordonados, y el relleno y la contundencia dependen de qué marca sean. Estos son de 12 onzas, nosotras las mujeres pelamos con diez. La onza no es el tamaño de la mano, lo que cambia es el peso del guante, que va en la cantidad del relleno. Pero hay marcas y marcas, hay guantes noqueadores y guantes para técnicos. Los Corti, por ejemplo, son noqueadores, sentís el nudillo. Igual para las peleas tenemos el vendaje profesional, usamos dos rollos de gaza y un rollo entero de leuco, pero igual sentís todo; ese guante lastima, las peleas que más marcada he quedado han sido con ese tipo de guantes.

¿Cuál fue la pelea en que quedaste más marcada?

Fue con una argentina allá, Fernanda Alegre, que era la revancha. Le gané y me la dieron perdida. La primera vez perdí bien, era por el título del mundo. Me dio la revancha a los tres meses y le ganamos, la tele de allá incluso me la dio ganada, pero los jueces me la dieron perdida. Esa fue la pelea en que más marcada quedé, y fue con esos guantes chiquitos. Fue de palo y palo. Me comí un par de cabezazos también. Un ojo no lo podía ni abrir, horrible, totalmente deforme. En diciembre de 2018 en Canadá fue la primera vez que me hicieron un corte, en la ceja izquierda, por un cabezazo. Nunca me había pasado, y a veces la pelea depende mucho de eso, porque si no se controla el sangrado el juez puede pararla. En el rincón lo único que puede haber es agua, vaselina y adrenalina en ampollas cerradas. Con eso se corta el sangrado. En las esquinas de los grandes campeones del mundo generalmente tienen un cut man, que es quien se encarga de los cortes. Hay peleas que se han perdido por no tenerlo, a algunos les pagan 2.000 o 3.000 dólares por estar ahí. Capaz que no hace nada, pero capaz que te salva la pelea. Nosotros no tenemos ni el efectivo ni los contactos para tener uno así en el rincón.

Imagino que tendrás otras experiencias de lesiones similares durante la pelea o después.

Me había pasado en Alemania, en una pelea a diez rounds que perdí por puntos con Cecilia Braekhus. Bajé a hacer el doping y vino a verme el médico para saber cómo estaba. Yo no sabía si decirle porque, típico de uruguaya, me quería ir, no me quería demorar, porque me iba al otro día temprano y ya era la una de la mañana. Pero estaba viendo doble. Nunca me había pasado. Así estaba desde el quinto round, estuve los últimos cinco rounds viendo doble, no sabía si le estaba pegando a ella o al juez. Me metieron en una ambulancia con la ropa toda mojada en pleno invierno. Yo no entendía muy bien qué estaba pasando. Tomografía, oculista, de todo. Resultado: volví a las seis de la mañana para salir directo al aeropuerto.

Los viajes también tienen una carga de experiencias especiales, ¿no?

Te suman un montón. En el momento previo a la pelea te estresás, pero después es todo aprendizaje. La ficha médica del boxeador lleva pila de controles con especialistas, pero para pelear afuera no es válida, te piden de todo: tomografía, electrocardiograma, embarazo en sangre, hepatitis, VIH. En Canadá, el día antes al pesaje, me decían que me tenía que volver a realizar el análisis de embarazo en sangre porque lo había mandado diez días antes. Mi representante [Osvaldo Rivero] se paró de manos porque tenía que dar en el peso, ¿cómo le van a sacar sangre ahora que mañana es la pelea? Al final aflojaron, pero si no estás pilla, marchás. Ellos juegan con eso porque saben que no te vas a volver a Uruguay sin un peso y sin pelear.

¿Hace cuánto que no peleás?

Abril del año pasado; demasiado, casi un año. Por más de que siempre estoy entrenando y de que me están saliendo campamentos en el exterior para hacer sparring, que te suman mucha experiencia, no es lo mismo que una pelea. Este año espero que esté más movido, quiero pelear cada tres o cuatro meses. La idea es ganar estos títulos en abril, en Alemania contra Ema Kozin, para que se abran más puertas, porque a esos títulos alguien los va a querer, así que alguien me va a retar.

¿Es así, ganás un cinturón y alguien te reta para quedárselo?

Exacto. En Canadá fui por mi cinturón. Fue todo un tema, porque la que defiende el título es la local, es a la que tienen que venir a sacarle el cinturón. Es una regla que no está escrita: la local empieza siempre dos puntos arriba. En Argentina, como te decía, me dieron la pelea como perdida, y acá en Uruguay perdí una que me la dieron ganada. La localía se hace pesar mucho más que en el fútbol o que en cualquier otro deporte, porque en el boxeo se puntea por apreciación, es lo que cada juez ve, quién atacó más, quién se defendió mejor, quién tomó la iniciativa, todo muy subjetivo. En Canadá fue muy pareja; en un momento la tiré y todo a la rival. Se la dieron a ella, pero no daba ni para protestar porque había sido pareja. Igual me fui contenta y segura de que me iba a dar la revancha, pero hasta ahora no ha pasado.

¿Eso depende de cada una?

Chris Namús, en el gimnasio de Villa Española.

Chris Namús, en el gimnasio de Villa Española.

Foto: Sandro Pereyra

Sí, depende de cada una. También de la relación con los representantes, pero si la boxeadora quiere revancha el representante tiene que acatar. Me pasó de perder y que me den la pelea ganada, y decir “quiero la revancha ya”. Primero porque ella se lo merece, y segundo porque sé que puedo hacer una mejor pelea, porque esa no fue mi noche. Esa noche en Uruguay que me la dieron ganada había sufrido horrible para dar el peso, porque estaba con problemas hormonales, y eso se notó. Fue puramente físico; en el cuarto o quinto round quedé muerta, no me noqueó de guapa que soy. El día anterior me había desmayado. Mi categoría era 66,500 kilos, y yo estaba cuatro kilos arriba. No había manera, estaba llevando la dieta a rajatabla, muriendo de hambre y de sed, estaba a gelatina y a yogur, entrenaba con un traje de nailon, abajo de un techo de chapa con el calor del verano. El día anterior del pesaje me deshidraté, y cuando llegué al hotel pasé la tarjeta y me desmayé. Cuando me desperté llamé a un médico que me decía que tomara agua. Yo le decía que no, que hasta que no me pesaran no iba a tomar nada. Me faltaban 200 gramos para entrar en la categoría. El cuerpo se estaba comiendo a sí mismo. Di el peso y empecé a comer, pero las células no se recuperan hasta 72 horas después, entonces en la pelea lo sentí. El cuerpo me pasó factura, tuve que bancar, cabeza fuerte y aguantar.

La nutrición es fundamental.

Casi toda la carrera la hice por mi cuenta “a la que me crie”. Para mí antes comer bien era otra cosa. Pero claro, vas creciendo y el cuerpo va cambiando. Entonces hace dos años que estoy trabajando con Eugenia Conte, una nutricionista deportiva, que fue la que logró regularizarme. Es fundamental estar bien alimentada porque entrenás diferente, tenés otra energía. No siempre tenés la posibilidad de tener una profesional como ella, porque es todo a pulmón. Por ejemplo, psicólogo deportivo no tengo, y sé que es necesario, fundamental. He visto cómo trabajan en Noruega, en España, en Croacia, y ves lo lejos que estamos. En Europa llevan sparrings de América; yo por suerte entreno con los compañeros de selección, que andan volando, porque no tengo la posibilidad de traerme una sparring de Europa. Es otro mundo, es otra cosa, no es tanta la diferencia de lo que se gana, pero hay otro apoyo.

¿Ganan igual las mujeres que los hombres?

No tiene comparación. A veces me llegan propuestas de promotores mundiales buscando rivales para mujeres y hombres y las diferencias en las bolsas son increíbles. “Busco rival para Fulanita, seis rounds, bolsa: 500 euros. Busco rival para Fulanito, ocho rounds, bolsa: 5.000 euros”. ¿Por qué esa diferencia entre una chica y un chico? Entrás a ver los récords y una tiene diez peleas y el muchacho tiene 12, o al revés; es una cuestión de género. Hace diez años atrás estábamos empezando, pero ahora llenamos estadios. Hay boxeadoras que superan a los hombres peleando. Y sin embargo en la cartelera están los hombres, que encima ganan mucho más que una mujer, que por ahí les damos mil vueltas si llegamos a pelear con ellos. Pero ya vamos a ir ganando terreno también en ese sentido.

Hay una frase tuya que dice que el boxeo no es violento, porque la violencia está cuando hay un sentimiento de por medio.

Es lo que pienso. Violencia es cuando hay odio, cuando hay un sentimiento. El boxeo es agresivo como casi todos los deportes, hay agresividad porque hay competitividad. Pero lo que yo practico es pura técnica, es mente fría. Yo no estoy pegando pensando en hacerte sangrar la nariz, son consecuencias que pasan. Pero no estoy pensando en lastimarte, estoy pensando en noquearte, en meterte una buena mano, pero no en hacerte daño como persona, sino como deportista, porque te quiero ganar.

Generalmente las peleas terminan con un abrazo.

Son los abrazos más lindos que puede haber, que ni en el fútbol ni en ningún lado existen. De cansancio, de entrega y de agradecimiento y reconocimiento a la rival. Sin la otra no sos nada. Depende mucho del rival qué tipo de pelea hacés vos. Me ha pasado de ganar y terminar frustrada porque la rival no me dejó lucirme, y hay otras que he perdido, como con Cecilia Braekhus, que me encantó porque es tremenda rival, porque me pude lucir, porque hice una buena pelea y el abrazo del final fue recontra sincero, como diciendo “muchas gracias por esta oportunidad”.

¿Están en una etapa especial del año con respecto a la pelea por los títulos?

Nos enteramos hace tres semanas de la pelea por los dos títulos con la eslovena y empezamos a armarla. Todo se planifica con base en esa pelea. Ahora estamos cargando volumen, dándole mucho a lo técnico-táctico, agarrando el aire, la fuerza y la velocidad para la pelea. Después es afinar, ir a lo específico, hacer los guanteos e ir subiendo el número de rounds. Lo ideal es llegar con al menos dos guanteos de diez rounds, igual a la pelea. La última semana, que en este caso es allá, en Alemania, nos movemos para mantener.

En la pared del gimnasio leo los nombres de Pocho Porcal y Alfredo la leyenda Evangelista. ¿Quiénes son tus referentes?

Cecilia Braekhus en el boxeo femenino; siento algo así como “cuando sea grande quiero ser como ella”, en todo sentido. Aparte de ser tremenda deportista y tener el récord que tiene de estar invicta, es promotora, genera sus propias veladas y trabaja con otros boxeadores y boxeadoras que maneja ella. A su vez tiene una vida social muy activa, la admiro como mujer, como deportista. En los hombres me gusta mucho Lomachenko, como boxeador es lo máximo. Son referencias actuales; el boxeo ha cambiado mucho, ves peleas de antes y parece otro deporte, entonces cuando va cambiando el deporte van cambiando los referentes. Salvo [Mohamed] Ali, que era un adelantado, un despegado. Miro notas de él, de cómo se manejaba y el humor que tenía me encanta, además de su perfil social. Tuve la suerte de conocer a Dogomar Martínez, que peleó con Archie Moore. Dogomar me tomó la prueba de profesionalismo. Yo entrenaba en el gimnasio Los Ñatos cuando empecé, con sus sobrinos. Nos terminamos haciendo muy amigos con el Dogo. Lo tuve muy de cerca. Ahí tenés un referente y un ídolo también.