En el programa La isla desierta (sábados y domingos a las 20.00 en Radio Uruguay), el escritor y periodista Alfredo Fonticelli está repasando la obra del enorme documentalista estadounidense Errol Morris, e incitó a todos sus oyentes a revisar el documental The Umbrella Man ‒“El hombre del paraguas”‒, trabajo realizado para The New York Times. En el cortometraje de 6 minutos de duración, Morris entrevista a Josiah Tink Thompson, persistente investigador del asesinato del presidente estadounidense John Kennedy en 1963, quien escribió el libro Seis segundos en Dallas, un minucioso análisis de la grabación doméstica en la que se registró el hecho: la increíble situación de apreciar, en una mañana muy soleada, a un hombre con un paraguas negro abierto. Ahí está The Umbrella Man; ahí está la teoría conspirativa que lleva a considerar al hombre del paraguas autor o coautor del asesinato.

Paranoia, sospecha, afán conspiratorio. Todo parece entrar debajo del paraguas negro, pero ahí están la claridad y precisión de Morris llevándonos, en apenas seis minutos, a la apreciación que da por tierra esa teoría conspirativa.

Otros virus

Mucho más acá en el tiempo, en Montevideo y no en Dallas, aparece otra teoría conspiratoria. El agente de futbolistas Gerardo Arias, que en las últimas semanas ha tenido una activa participación en programas deportivos, manifiesta en menos de seis minutos que el fútbol no vuelve por causa del Frente Amplio (FA, como anterior partido de gobierno), y agrega que el FA dejó un país arruinado.

“¿Vos te crees que esto del fútbol parado es por el coronavirus? No, es por el Estado, es por el FA, y se lo digo a cualquiera”, dijo Arias en el programa Locos por el fútbol. “Es porque el país está arruinado. Nunca en mi vida vi tanta olla popular y tanta canasta”, siguió el Boca. Sin embargo, no pudo explicitar Arias cuál pudo ser la incidencia de la última administración frenteamplista en el desarrollo de la epidemia en Uruguay, y mucho menos aportar datos acerca de cómo el gobierno del nacionalista Luis Lacalle Pou, con su “coalición multicolor”, acompañado por el también nacionalista secretario nacional del Deporte, Sebastián Bauzá, y por Ignacio Alonso, presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), también nacionalista, han sido determinantes en las medidas de cuarentena que afectan la vida cotidiana y, en este caso en particular, al fútbol profesional uruguayo.

Arias, que en la misma entrevista sostuvo que en el balotaje hubo un acuerdo para que la diferencia de votos fuera tan estrecha −“Eso fue un arreglo, un choreo. ‘No queremos lío, tirá Montevideo para allá, esperá, ganás vos, y gano yo’ ¿Sabés por cuanto le ganó? Por un millón y medio”−, es sólo uno de los tantos que empujan para que empiece el fútbol salteándose los protocolos sanitarios, y argumenta que es importante que sea la celeste sea la única liga sudamericana que se juegue para que se vea por televisión, aduciendo que cuando los clubes poderosos necesiten un jugador, el único lugar donde podrán venir a comprarlo será Uruguay.

Como Arias, hay otras personas iguales o más influyentes en el mundo de los negocios del fútbol que empujan y operan violentando proyecciones y previsiones con conocimiento científico para apurar la vuelta de los futbolistas a las competencias.

La aparente falta de coherencia −un paraguas en un día soleado que, a la vez, fue una jornada catastrófica en la historia de Estados Unidos− “algo debe significar”, piensan los que ven algo siniestro allí.

“Si encontrás algo que parece realmente siniestro, que es obvio que sólo puede tener una base siniestra –asegura Thompson en el cortometraje–, olvidalo, amigo. Porque nunca se te podrán ocurrir por tus medios todas las explicaciones no siniestras y perfectamente válidas para ese hecho”.

El fútbol volverá, seguramente en agosto. Los protocolos planteados desde la medicina, desde la ciencia y desde la salud serán cumplidos, y los jugadores volverán a jugar, o sea que seguirán trabajando, los empresarios expondrán sus potenciales negocios, y la televisión será vidriera y oportunidad para que la nueva (a)normalidad del fútbol uruguayo siga siendo negocio para unos pocos y buena parte de la vida (sana) para muchos.