La lesión es la imposibilidad. La inhabilitación. La negativa corpórea. Las trampas de la mente. El futbolista no sólo aprende a caminar, cuestión que no se deja después en toda la vida, sino que además aprende a caminar con una pelota en los pies. Por lo tanto, cuando la lesión aparece, como le puede pasar al carpintero o al soldador, no sólo se corta el uso cotidiano de los apéndices, en este caso, sino también la apasionante relación con el objeto. Entonces aparece la frustración. Y el tiempo se presenta como un reloj de arena humedecida. Los días son más lentos, la energía quieta adentro se parece a electricidades que van apareciendo, como contactos motores que piden que el cuerpo se mueva como todos los días, y no con esa renguera atroz, con esa dificultad. En tiempos de lesiones aparecen los ciertos y las ciertas, y se apagan los fantasmas que pululan en las canchas atrás del jugador como si fuera un número. Entonces la familia, la que se elige y la que toca, pasa a tener un rol fundamental. El rol de estar. La pandemia nos frenó a todos casi todo. A algunos les pegó más que a otros y hubo movimientos en los barrios que pusieron sobre la mesa la palabra hambre. En otro orden, el tiempo que demandó la suspensión del deporte permitió a quienes venían arrastrando lesiones o incluso a quienes las sufrieron en este período recuperarse y volver al ruedo casi a la par del resto de los compañeros. Para saber más sobre estos estados, sobre la noción del tiempo y la vuelta a los entrenamientos, Garra habló con Walter Gargano, Ignacio González, Mathías Cardaccio y Álex Vázquez.

Walter Gargano - Peñarol

Me dio tiempo para no perder tantos partidos de lo que va del torneo. En este tiempo de pandemia los trabajos me los mandaban directamente el cuerpo médico y el fisioterapeuta, Marcos Sosa, trabajando en conjunto con el doctor para seguir avanzando. Ya pasaron seis meses. Estoy haciendo todo tipo de trabajos, pateando incluso, no tengo ningún tipo de problema; no me surgió nada imprevisto, como a veces pasa, ni una inflamación ni una molestia, hemos venido trabajando con mucho cuidado.

No es lo mismo estar en un vestuario y compartir que tener una charla o ver un video, aunque vas a tener el análisis mental, pero no es lo mismo que estar en un grupo, intercambiar opiniones y ver desde adentro de la cancha también los trabajos específicos que el entrenador te comunica. Ni hablar de que hay que adaptarse al protocolo, a lo que se vaya requiriendo, por el bien de la salud de los familiares y de la gente; esto no es un juego, es un virus, hay que respetarlo y hay que tenerle miedo.

Con algunos son muchísimos años compartidos, que más que compañerismo pasa a ser una amistad, es lo lindo que te deja el fútbol. Ya te conocen, saben cómo vas a actuar, qué va a pasar y qué no. Acá en Sudamérica la forma de concentrarse tiene que ver con la música, con los parlantes. El vestuario es para respetar los pensamientos y la cultura de cada uno y de cada país.

Poder superar las lesiones es una experiencia enorme que te deja secuelas y muchísimos aprendizajes; en mi caso me ha ayudado mucho poder compartir y ver otras perspectivas, porque a veces no ves la realidad como es. Vengo preparándome para lo que es el final de la carrera; me quedarán, a buen nivel, dos años máximo, no nos vamos a estar mintiendo. La lesión te da la experiencia, te da la sabiduría; a veces jugando y compitiendo somos un poco egoístas, no nos damos cuenta de la realidad que estamos viviendo en sí.

Ignacio González, durante el partido Danubio - Wanderers, por la decimotercera fecha del torneo Apertura, el 18 de mayo de 2019.

Ignacio González, durante el partido Danubio - Wanderers, por la decimotercera fecha del torneo Apertura, el 18 de mayo de 2019.

Foto: Federico Gutiérrez

Ignacio González - Montevideo Wanderers

Apenas me lesioné me hice una ecografía y salió que no tenía nada. Entonces pensamos que era una contractura. Sin embargo, me seguía molestando. Pasaban unos días en los que mejoraba haciendo fisioterapia, pero luego cuando intentaba correr me volvía a molestar. Estaba ansioso y nervioso, porque si bien parecía que no tenía nada, no me dejaba de molestar y me estaba perdiendo partidos. Así estuve varias veces, hasta que en un momento decidimos hacer una resonancia magnética y salió que tenía un edema y que posiblemente fuera un desgarro lo que tenía, y en esos días fue que empezó lo de la pandemia, que personalmente me favoreció muchísimo porque al salir en la resonancia que tenía un desgarro el tiempo de recuperación era de más de un mes. La pandemia me dio mucho más tiempo, me bajó la ansiedad y pude hacer una recuperación incluso más progresiva y lenta. No había apuro, entonces fuimos despacio y seguros de ir mejorando cada día.

Lo negativo es que una vez que me recuperé, ya quería estar con el grupo y entrenando normal. Y desde eso ya pasó como un mes y medio. Entrenar solo no fue fácil.

Si bien he tenido muchas lesiones a lo largo de mi carrera, me sigo enojando y frustrando como la primera vez, sobre todo los primeros días. Es un momento duro y triste para el jugador. Después se me pasan la calentura y la amargura y las cambio por el deseo de hacer una buena recuperación, que te permite la alegría de estar sano y poder entrenar con los compañeros. En este momento estamos en la primera parte del protocolo. Así que entrenamos separados, sin contacto; podemos tocar la pelota, pero sin pasárnosla entre nosotros. No vamos al vestuario ni al gimnasio. Siempre estamos al aire libre, manteniendo la distancia. Vamos en tres grupos y pasamos de una cancha a otra sin cruzarnos. Por suerte en Wanderers disponemos de las comodidades para hacerlo bien. Está claro que es una situación muy rara para todos, más por cómo somos nosotros los uruguayos.

Mathías Cardaccio - Defensor Sporting

No había tenido lesiones muy graves, sólo cuando estuve en México tuvieron que abrirme la rodilla para ver qué tenía, porque no estaban dando con lo justo. Al final con una limpieza se solucionó, tenía restos de cartílagos de tantos años de jugar. Pero no he sufrido operaciones complicadas o invasivas. Entonces no tengo esa experiencia, pero siempre se aprende a tener paciencia, a darle valor al cuerpo. Es indeseable, menos en este contexto de que fue un accidente doméstico. No fue nada grato; quizá la pandemia me jugó a favor, pero ya llevo un mes y 12 días, estoy haciendo varias cosas pero recién hace unos días tuve el alta. Es frustrante pero es parte de la vida, que nos deja siempre una lección y un aprendizaje. El alta no significa que ya está todo bien, sino que tengo un tiempo de cuidados, no tomar sol por un tiempo, a la hora de entrenar, cubrirme las piernas. En 90% de las quemaduras tengo piel nueva, en el otro 10% tengo la cicatriz, que también hay que cuidar.

Hace poco nos juntamos con el gremio de jugadores para poder mostrar nuestra disconformidad mediante un comunicado. Con el sentido común llegamos a la conclusión de que las cosas están dadas para volver antes. Por suerte empezamos a entrenar, adaptándonos al protocolo de la nueva normalidad, de no tener mucha interacción; luego habrá que acostumbrarse también a jugar sin público, pero de seguro habrá cosas que nos van a hacer cambiar para bien. Va a ser todo un tema acostumbrarse a jugar así, sin marco, sin público. En las diferentes canchas cada equipo se caracteriza por su gente, por el colorido, así estamos acostumbrados a vivir, a entender y a jugar al fútbol. Vamos a tener que generar otras motivaciones, porque sólo se van a escuchar los gritos nuestros; va a ser lo más parecido a un amistoso, con la diferencia de que será por los puntos.

Álex Vázquez - Liverpool

La lesión me pasó corriendo en la ruta, la cuento y es difícil de creer. Pisé un pozo y sentí que el pie me hizo crack. Seguí porque no me dolía, pero cuando estaba haciendo la pausa se me enfrió el pie y me empezó a doler de verdad. Cuando quise volver a arrancar, no pude. Agarré la bici y me fui para casa. Estaba en un buen momento, las cosas se estaban dando. La pandemia recién había empezado. Hace poco terminé la recuperación, en ningún momento tuve dolor, sólo al principio, pero era un poco de temor al pisar. Lo que siento es que perdí la resistencia, y lo que siento que gané fue fortalecer la cabeza. No había tenido una lesión desde el baby fútbol. Me siento una persona positiva, de las que ven el medio vaso lleno. Además, la familia y la gente que me rodea estuvieron siempre. No hay que derrumbarse; sí pasa de frustrarse, pero hay que pensar en volver a jugar lo antes posible.