Muchos años después de que había dejado de vivir el fútbol desde dentro de la cancha, cuando ya era un técnico pujante y ganador, Miguel Ángel Puppo repetía en sus respuestas que “el fútbol es como la vida”. Su vida, esa vida, desde el punto de vista físico se apagó después de cinco años en los que a partir de un ACV lo estuvieron cagando a pelotazos, y al final no aguantó.

Puppo desde jovencito fue un exitoso futbolista que explotó en el primer Defensor del Profe José Ricardo de León en 1972, y lo recuerdo batallador, creativo y querendón con aquella camiseta violeta, de blanco escote en v, en el Centenario contra Peñarol o Nacional, en tiempos en que los menores de 12 entrábamos gratis.

La confirmación de que era un futbolista de destaque y con potencialidad llegó por televisión en blanco y negro cuando pasó a Vélez Sarsfield, en un pase de destaque que permitió algunas mejoras en el estadio Luis Franzini.

Después del 76 volvió a la viola, ya sin el Profe del otro lado de la línea, pero siempre con su impronta y su espíritu, donde siempre anduvo por esas canchas de la vida dejando todo.

Miguel se hizo técnico y, como la mayoría de los futbolistas alumnos del Profe, fue de los buenos, de los peleadores, de los ganadores, al fin.

Puppo fue un buen tipo, un gran deportista, un uruguayo tipo hecho de sangre chipriota.

Dirigió en muchos clubes, pero nunca en su Defensor, ni antes ni después de la fusión con Sporting. Su primer conexión con la épica deportiva de los andurriales del fútbol la logró en la B con Sportivo Cerrito, en 1989, cuando increíblemente le plantó cara al galáctico Racing bancado por la GEMO del representante nacional Armando da Silva Tavares -que después terminaría preso-. Aquel equipo de Sayago era una exageración de valores y destaques, donde estaban los campeones uruguayos Héctor Tuja, Rafael Villazán, el Bomba Cáceres y nada menos que Venancio Ramos.

Cerrito era un equipo que quería escaparle al descenso, y jugando como local en Aires Puros, en la cancha de La Luz, a la vera de Propios y frente a los cantegriles, con la magnífica conducción de Puppo, estiró tanto la ilusión que lo llevó a una impensada final para definir el único ascenso. En el Franzini, entre gases lacrimógenos, Racing pudo quebrar a aquel Cerrito que optimizaba el esfuerzo de todo el colectivo y desequilibraba con la calidad de Víctor Púa y las corridas goleadoras del trinitario Hiriart.

En 1992 había logrado ser avasallante con el humilde Basáñez e iba expreso hacia el ascenso a la A, cuando a orillas de los Euskal Erria, a la salida del partido con Villa Teresa, los caballos de la Republicana mataron a Wellington Chumbo Castro, un ex futbolista y aficionado, y le quitaron mil puntos y no pudo ascender. Al año siguiente Basáñez ganó el campeonato de punta a punta y por primera vez llegó a la A.

En 1995 marcó un hito con Liverpool. Y Debió haber sido campeón. De hecho, lo estaba siendo. Su último partido de aquel Apertura ya lo había ganado en el Franzini ante Defensor, y los jugadores esperaban en la cancha para que terminara en el Centenario el partido entre Peñarol y River Plate, cuando Fernando Álvez, arquero de River por esos días, insólitamente cometió mano fuera del área, y en el tiro libre de Pablo Bengoechea quedó parado. Era la última jugada del partido, hubo final entre Liverpool y Peñarol que ganaron los carboneros.

Después Miguel Puppo desembarcó en Nacional junto con el Chino Álvaro Recoba y el paquete que lo acompañaba, ganó el Clausura de 1996, la Liguilla y el Apertura de 1997, pero en tiempos de quinquenio, todo al golpe de balde, lo echaron en aquel Clausura en que la derrota de Defensor ante los tricolores con el gol de Juan Ramón Carrasco permitió a Peñarol estar en la definición y ganar su quinto Uruguayo consecutivo.

En el 2000 hizo volver a Fénix a la A después de una larga ausencia, y tras un paso por América Central volvió a dar pelea en la B con El Tanque en 2008 -perdió la final por el ascenso ante Villa Española- y con Durazno FC -cayó en la definición del ascenso frente a Atenas de San Carlos-.

“Si quieren ver espectáculo, para eso está el circo. Esto es fútbol, y el fútbol es como la vida”, decía Miguel, siempre extremadamente comprometido social y políticamente.

Salud, Puppo.