Vaya a saber a cuándo comenzó a ser así, pero ya desde las primeras décadas del siglo XX los partidos entre Nacional y Peñarol tienen siempre algo especial que trasciende a la propia competencia en disputa. Obviamente que en medio de un campeonato este partido tiene los mismos puntos en juego que cualquiera de los otros del calendario; sin embargo, y como consecuencia del fuerte desarrollo de estos protagonistas y antagonistas, este encuentro pone en competencia mucho más que los puntos en disputa y se transforma en una competencia en sí misma. Sin llegar a la exageración grotesca sostenida como excusa para frustraciones de temporada –esa de que “el clásico tiene más valor que el propio campeonato”–, es claro que representa una potente variable para afianzar jugadores, entrenadores, formatos de juego y medidas de conducción clubística.

Con esa óptica, cada clásico sería decisivo por sí mismo sin importar lo bien o mal que viene cada equipo en el campeonato, pero por suerte no es así. En el caso de Nacional, más allá de que Jorge Giordano dirigió un clásico sin éxito, el de la derrota 3-2 en el Intermedio –torneo que terminó ganando Nacional–, lo esencial parecería ser mantener los 8 puntos de ventaja que tiene sobre Peñarol y, si es posible, extender esa diferencia, ya sea para asegurar una buena colocación en los torneos internacionales o –y sobre todo– para ubicarse primero en la anual y decidir con ventaja el Uruguayo 2020.

¿Eso significa no innovar o no arriesgar más de la cuenta? Posiblemente sea una de las líneas de pensamiento del cuerpo técnico, que de todas maneras deberá hacer modificaciones en su estructura defensiva porque no podrá jugar como zaguero central por la izquierda al joven Renzo Orihuela, expulsado el último sábado en el partido en el que los tricolores vencieron a Wanderers 2-1, con una anotación del defensa salteño.

Así las cosas, Giordano podría armar su zaga central con el fraybentino Mathías Laborda acompañando al rodriguense Guzmán Corujo, haciendo que los laterales sigan siendo Armando Méndez –también de Villa Rodríguez– y el montevideano Agustín Oliveros.

Otra variante posible es colocar a Laborda por el lateral derecho y que Oliveros pase de lateral a central izquierdo, acomodándose Méndez con su lateralidad cambiada por la zurda. También es verosímil pensar en Rafael García como central sustituto de Orihuela.

De ahí para adelante es bastante factible suponer que el equipo pueda contar en la mitad de la cancha con Gabriel Neves, Emiliano Martínez y Felipe Carballo, y como delanteros con el floridense Brian Ocampo, Gonzalo Bergessio y Pablo García.