Suena la alarma a las siete de la mañana, su compañero de vivienda comienza a llamarlo y como no se despierta le agarra los pies, porque eso “le da rabia” y así abre los ojos enseguida. De esa forma lo llamaba su papá para entrenar todos los días, desde los cuatro años.

Se viste de fútbol y desayuna: huevos revueltos, café con leche, tostadas, y fruta. Es el único momento del día en el que no está de buen humor, pero se le pasa enseguida mientras se dirige a Carrasco Polo a entrenar con Albion, equipo con el que en febrero firmó su primer contrato profesional. Practica hasta el mediodía y regresa a su casa en Pinamar, descansa un rato y se va al gimnasio. Nunca para de pensar en su sueño.

Talento del Valle del Cauca

La ciudad de Cali, en Colombia, lo vio nacer el 7 de enero de 2003. Dos piedras se usaban como arco. La regla principal establecía que el gol valía sólo por abajo. Jugaba en el barro, fiel testigo de tantas mañanas y tardes con amigos y hermanos, practicando, sin saberlo, para lo que sería el eje de su historia. El fútbol, ese deporte que tiene la magia de adueñarse de la vida de las personas sin pedir permiso. Debido a los conflictos políticos en su país, se fue a vivir con su familia a Ecuador cuando tenía 12 años, pero nada cambió en cuanto a su vida con el deporte. Kevin no se lo propuso: simplemente lo experimentó y desde que tiene uso de razón se recuerda con una pelota a los pies.

¿A qué edad empezaste a jugar al fútbol?

Fue a los cinco años, cuando formé parte de un equipo por primera vez, en la escuelita de Deportivo Cali, el que me formó como delantero, siempre goleador [esto lo dice luego de que se lo pregunto varias veces y de distintas maneras: su humildad lo frena en el momento de reconocer su habilidad], pero en realidad juego desde los dos o tres años, con mis amigos en la calle.

¿Cómo fue pasar a jugar en Ecuador?

No me costó para nada, creo que son juegos parecidos. Igualmente me gusta más el colombiano: se juega más intenso.

Sos enganche. ¿Es la posición que más te gusta?

Sí, era delantero y a los 14 años, cuando jugaba en el equipo de Agustín Delgado en Ecuador, me inicié como enganche. Por los pases que daba, él me dijo que me probara en ese lugar, y desde ahí me gustó más jugar de 10 porque tenía más la pelota que siendo delantero.

¿Cuál fue tu mejor momento con el fútbol hasta ahora?

Toda mi infancia casi adolescencia; de esa época tengo los mejores recuerdos. Me encantaba porque en uno de los equipos en que estuve jugábamos varios torneos a la vez. Hacíamos como cinco partidos al día, terminábamos uno y teníamos que salir corriendo a otro. Eso me encantaba; me llevaba mi papá o el entrenador, terminaba súper cansado y al otro día ya estaba jugando de nuevo. No recuerdo el nombre del club; practiqué en muchas escuelitas porque me llamaban seguido de distintos clubes y le ofrecían ayudas económicas a mi papá para que yo fuera a jugar ahí.

Tu papá, siempre al firme.

Sí; él y mi hermano, que también juega al fútbol, fueron siempre mis compañeros en esto. Siempre me apoyaron, me acompañaron y me enseñaron a tener las cosas claras para tomarlo con responsabilidad.

¿Cuál fue el partido que más te marcó?

Fue antes de venir a Uruguay, jugando con Norteamérica, equipo con el que ganamos la final del torneo que organizaba la Liga de Quito sub 16, en el estadio de Liga de Quito. Ese día el partido fue especial: era una final en un estadio grande y lindo que estaba lleno de gente viéndonos, no sólo ganamos sino que salí goleador de la liga.

El primer salto

A esa altura ya sabía que el fútbol iba a manejar su vida, sus deseos y sus acciones, y que iba a ser el gran medio para encontrar la felicidad.

¿Cómo se te dio la posibilidad de venir a jugar a Uruguay?

Luego de esa temporada recibí una llamada de Jorge Gutiérrez, el uruguayo que dirigía Norteamérica. Se comunicó para ofrecerme que participara en un torneo en Brasil, al que no pude ir porque tenía un representante que me había prometido llevarme al fútbol portugués. Pero como no concretó nada, y al poco tiempo volví a recibir una propuesta de Guti ofreciéndome venir a jugar a Uruguay, acepté.

¿Estabas preparado para jugar en otro país?

Sí, sabía que la oportunidad de ir a otro país llegaría en cualquier momento. Mi entrenador me lo había comentado y de cierta forma me habían preparado para eso. Entrené mucho, sacrifiqué muchas cosas para que se diera. Vine directo para Albion; me dijeron que debía ganarme el puesto en primera. También estuve entrenando unas semanas en Nacional, el mismo día que me bajé del avión fui a entrenar a Los Céspedes, a los siguientes dos días también, para que me conocieran. Luego estuve tres días en Albion con la quinta y dos días con la primera. Continué en Albion hasta el día de hoy, y hace poco dejé de estar en la cuarta para formar parte del plantel de primera. Con ellos firmé mi primer contrato profesional. Ese día fue muy emocionante, no sólo por el vínculo laboral que firmé, sino porque sentí que es el primer paso de más cosas buenas.

Antes de venir, ¿qué sabías de Uruguay?

Nada, había visto gente tomando mate y sabía que eso era algo de acá, pero después sólo conocía a [Luis] Suárez, [Edinson] Cavani, [Diego] Forlán, [Diego] Godín, Josema [Giménez] y [Fernando] Muslera, de quienes se escucha mucho allá.

Del paisito no sabía casi nada, pero tardó muy poco en enamorarse. Se lo facilitó que la casa donde vive está en la Costa de Oro, en Pinamar, y queda a pocas cuadras de la playa. A pesar del falso verano de 2021, pudo disfrutar de la arena y el mar como nunca en su vida. Además, a pesar del típico primer intento fallido, la segunda vez que probó el mate le gustó, y para su cumpleaños, el 7 de enero, recibió como obsequio un termo y un mate de Deportivo Cali.

Ya hace un año que estás acá. ¿Cómo lo vivís?

Desde el primer momento me gustó el país. La gente es amable, fue fácil hacer amigos y en el fútbol son humildes. Todos mis compañeros, tanto en Albion como los que conocí en Nacional, son buena onda, no se creen más que nadie por estar ahí, y eso me pareció bien. En Ecuador y Colombia es todo lo contrario: están en un equipo y ya se creen los mejores.

¿Cómo es el fútbol uruguayo?

Es muy bueno, muy intenso, muy rápido, todo el partido se juega con la misma intensidad y termina siendo un juego fuerte, de verdad es muy bueno.

¿Qué es lo que más extrañás de Ecuador y Colombia?

La comida. La cena, tanto en Ecuador como en Colombia, es a las ocho de la noche, y enseguida es hora de acostarse a dormir. Acá son las 12 y algunas personas están comiendo. La comida y la familia es lo que más extraño. Lo compenso con las milanesas y los asados; me encanta la pamplona de pollo, que allá no hay. También el dulce de leche. Acá tengo a Farolito, uno de los gatos de la casa donde me quedo, con el que nos volvimos amigos inseparables.

Llegar hasta la inmensidad

El fútbol para el jugador es metas, deseos y sueños. ¿Cuáles son tus expectativas?

Quiero usarlo como herramienta para salir adelante y así poder darle a mi familia lo que se merece. También, si se da en grande, ayudar a las personas que lo necesitan, amigos y animales. Cuando tenga dinero me gustaría hacer obras que ayuden a mejorar mi país.

¿Qué camisetas te gustaría vestir?

La del Cali, que es el equipo del que soy hincha. También me veo con la de River en Argentina, siempre me llamó la atención, mucho más después de la era [Marcelo] Gallardo. Es un equipo que admiro, al que siempre veo jugar y quiero que gane. Si sueño en grande me veo en la Premier League de Inglaterra, en cualquier equipo. Me encanta el fútbol inglés, sobre todo el Liverpool.

¿Qué jugadores admirás y qué te enseñaron?

[Lionel] Messi es el jugador que más admiro. De chico siempre veía sus partidos, de hecho no soy hincha de Barcelona, soy hincha de él. Luego están Ronaldinho y James Rodríguez. Más allá de lo futbolístico, aprendí sobre disciplina, humildad y el nunca rendirse. Creo que esas son las armas para llegar lejos.

A pocos días de comenzar la temporada con la primera de Albion, Kevin tiene el objetivo claro de ganarse el puesto y mantenerlo. Su superación no queda sólo en la idea: tuvo un cambio radical de físico en el tiempo que lleva entrenando en Uruguay. Aquel pibe flaquito que se bajó en el aeropuerto de Carrasco con 17 años hoy es un adulto con un físico trabajado y una rutina de entrenamiento que mantiene a rajatabla.

“Es muy rápido, la mueve como ninguno. Lo que más me llama la atención es cómo va a toda velocidad y la para en seco”, dice uno de sus compañeros de Albion al verlo jugar. Pero siempre a los comentarios sobre Kevin jugador les siguen los de Kevin como persona: “Es un pibe muy educado, atento y compañero, siempre está a la orden para dar una mano a quien sea que lo necesite. Es de esas personas que suman sin restar, tiene claro lo que quiere para su vida y trabaja duro para conseguirlo, siempre fiel a sus valores. Es la joyita colombiana del fútbol uruguayo”.