Solidaridad CAP es un colectivo de hinchas de Peñarol que realiza trabajos sociales voluntarios. Actualmente cuenta con nueve ollas populares y merenderos, cinco ubicados en Montevideo y cuatro en Canelones. Funcionan todos los días de la semana, otorgando aproximadamente 1.615 desayunos y meriendas a 655 niños, y ofreciendo unas 4.150 porciones de comida. Cada voluntario tiene una tarea particular, ya que hay mucho trabajo por hacer: cocinar, recibir y gestionar donaciones, hacer relevamientos con la información de asistencia a cada lugar, comunicarse con las demás organizaciones, entre otras tareas.
El grupo es cofundador de la Coordinadora Popular y Solidaria de Ollas (CPS) y fue reconocido como uno de los actores de ayuda voluntaria más importantes para enfrentar la crisis actual, según una investigación de la Universidad de la República titulada “Los entramados solidarios que le hacen frente a la crisis”. En ese estudio se relata: “Las medidas desplegadas por el gobierno para hacer frente a la pandemia fueron reconocidas tanto a nivel nacional como internacional, incluso con particular atención de distintos organismos ante la curiosidad que generó el relativo control de la pandemia en Uruguay. Sin embargo, no tuvieron la misma visibilidad ni el mismo reconocimiento las formas de solidaridad que emergieron desde la sociedad civil para hacer frente a la crisis”. Y se menciona a los siguientes agentes: Solidaridad.Uy, Contagiando Solidaridad, AEBU, Solidaridad Carbonera, Suntma, Sunca, PIT-CNT, Redalco, Uruguay Adelante, Canastas.Uy y Techo.
“Es un orgullo estar ahí, porque sabemos cómo lo hicimos; fue a lo Peñarol, sin poner la política en el medio. Nuestra política sólo es social”, comenta Adolfo Risso, uno de los fundadores de Solidaridad CAP, quien considera “muy valioso” aparecer al lado de organizaciones como el PIT-CNT. “Somos la tribu urbana más grande del país; a donde vayas va a haber alguien de Peñarol, por lo que nunca nos quedamos sin donaciones; al revés, nos hemos sostenido solos, consiguiendo las cosas entre nuestros contactos, los mismos hinchas de Peñarol”, explica Risso sobre las condiciones que hacen posible al movimiento.
En Pueblo Victoria, Brazo Oriental, Piedras Blancas y Barrio Campisteguy funcionan ollas, mientras que en 24 de Enero, Pinamar Norte, Villa Esperanza, La Unión y Las Torres también hay merenderos. Las donaciones se reciben en cada jornada o en el punto de acopio, que es en la olla de La Unión, y luego se distribuyen según las necesidades de cada barrio. Para eso hay voluntarios que se encargan de hacer un conteo de asistentes, separándolos por edad y otros criterios. También se puede colaborar depositando en el colectivo Abitab 109692.
Siempre presentes
Durante la crisis de 2002, un grupo de hinchas de Peñarol recicló un establecimiento destruido en Ramón Anador y Maipú para hacer un merendero; la Intendencia de Montevideo le cedió el espacio por un año. Aprendieron a hacer pan y a preparar todo lo necesario para la merienda de más de 100 niños. Se manejaban con insumos que uno de ellos donó de su pizzería. Se afiliaron a la red de merenderos. En ese entonces fueron entrevistados en el programa televisivo que conducía Omar Gutiérrez y al día siguiente comenzaron a recibir donaciones de forma masiva. “La gente aparecía en autos y camionetas y bajaban hormas de manteca, quesos, membrillo; llegó a ser un merendero modelo dentro de la red”, explica Risso, quien por entonces ya estaba involucrado como fundador.
“Un día una vecina entró al merendero y vio que todos los que estaban haciendo el pan eran los que frecuentaban la cantina del barrio, entonces pidió para hablarnos y nos pidió disculpas. Dijo que ella nos tenía miedo y ahora le estábamos dando de comer a los niños del barrio. Nos juzgaban por lo que pasaba en la cancha pero a la hora de organizarnos y ser solidarios no había con qué darnos”, cuenta.
Solidaridad CAP gestiona nueve ollas populares y merenderos en Montevideo y Canelones
La vuelta
Años después, compartiendo tribuna y viajes para ver a Peñarol en el exterior, notaron que también tienen una misma visión compartida sobre la sociedad. Así empezaron a coordinar el ingreso de banderas alusivas a los desaparecidos y luego participaron con cerca de 300 hinchas en el acto final del “No a la reforma”, donde “la gente volvió a ver esa hinchada de Peñarol que hacía cosas socialmente”.
En ese encuentro se propusieron hacer algo por la situación de crisis económica. “Entendimos que Peñarol es pueblo y debíamos estar junto a los más vulnerables”, dice Nelson, vocero de la asociación. Rápidamente se montó una organización para gestionar las ollas y merenderos barriales que funcionan actualmente en Montevideo y en la zona metropolitana. En ese comienzo también funcionaron dos en el interior del país: Young y Salto, quienes recibían los aportes gracias a la colaboración de los trabajadores del sindicato del correo, que abrieron una cuenta para Solidaridad CAP. Su principal objetivo es mantener estos espacios en el tiempo. “Siempre supimos que queremos hacer esto con una visión asistencialista; trascender desde la solidaridad, avanzar hacia la creación de centros sociales y culturales de Solidaridad CAP en los barrios. Entendemos que la olla popular debe ser un espacio colectivo, que termine organizando a los usuarios y donde se pueda pensar acerca de los motivos por los cuales aparecieron cientos de ellas en todo el país”, sostiene Nelson.
“Estamos convencidos de que la historia es con los niños y adolescentes”
La unión hace la fuerza
En julio de 2020 participaron de la olla popular en la plaza Independencia, frente a la Torre Ejecutiva, junto a otras organizaciones sociales. Ese día entregaron cientos de firmas por la Renta Básica de Emergencia. En agosto estuvieron presentes en el Primer Encuentro de Ollas Populares donde surgió la CPS. En setiembre de 2020 participaron de una concentración de la Intersocial por una Renta Básica de Emergencia, frente al Palacio Legislativo. “Asimismo, desde la CPS integramos la Intersocial y adherimos a la campaña de recolección de firmas para derogar la ley de urgente consideración. La gente tiene que entender que está en la fila de la olla por muchos motivos; desde luego, la pandemia, pero también porque Uruguay es el país de Latinoamérica que menos inversión social hizo frente a esta, y porque la política salarial para empleos públicos y privados va a provocar una pérdida de salario equivalente a la caída del producto bruto interno de 2020, 5,9%”, expresan desde el colectivo.
También manifestaron su adhesión a las campañas Una Hinchada con Memoria y Un Gol contra la Impunidad, que proponen, entre otras cosas, “expulsar del padrón social de Peñarol a los criminales, reiteradamente condenados por delitos de lesa humanidad, [José Nino] Gavazzo y [Manuel] Cordero”, remarcó el vocero.
A la gente solo la ayuda la gente
El objetivo de la agrupación, para cuando se reduzca la necesidad de hacer tantas ollas populares, es sostener los centros sociales en los que brindar contención y apoyo para el desarrollo de los niños. “Queremos generar acuerdos con la Intendencia, o con quien corresponda, para contar con maestros, sociólogos y lo que necesiten. Estamos convencidos de que la historia es con los niños y adolescentes”, expresa Risso.
Las ollas se ubican estratégicamente en las zonas más carenciadas. Allí, donde el agua de la OSE no llega, en zonas de caminitos tan estrechos en los que es dificultoso el paso. En los asentamientos, de calles de barro, pero en cualquiera de los barrios a los aurinegros se los ve trabajando. Ellos saben de satisfacción al poner el hombro por alguien que lo necesita. “Y la gente que más necesita es la más solidaria”, dicen; “cuando no lo necesitan no van, eso es algo muy destacable”.
Quienes concurren tienen la posibilidad de alimentarse, pero también valoran la posibilidad del encuentro con su comunidad. Muchos se quedan al finalizar la jornada para compartir sus problemas e inquietudes con los colaboradores. Esa escucha y las charlas son muchas veces un impulso para seguir adelante en momentos de sufrimiento.
Cuando menos gente había en la calle, por la crisis sanitaria, en La Unión otorgaban 600 platos de comida por día, dos cuadras de fila. “Al volver en el ómnibus la ciudad estaba muerta, en el único lugar donde había gente era ahí. Mi madre tiene 85 años, yo llegaba a casa y me sentía culpable. Pensaba: estoy haciendo algo re groso para 600 personas, pero puedo matar a mi vieja”, recuerda Risso.
Ni en ese entonces ni ahora el colectivo se detuvo y ya hace un año que realizan esta labor cien por ciento voluntaria. Participar en las ollas se trata para ellos de un espacio de encuentro, de unión y de intercambio. Así lo ilustra Adolfo: “Nos manejamos por impulso, por sentimiento, vamos a la olla como si fuéramos a la cancha”.