La derrota es un suspiro, por lo tanto la derrota es aire. Ahora, el aire como tal es fundamental. La derrota es fundamental. Como el otro, el rival, el que odiamos. Al que hay que ganarle siempre. Hoy, mañana, ayer. El otro es fundamental, la otra: el rival, el contrario, el de enfrente; la camiseta, la historia, la revancha. El descenso, el resultado, el partido; la gloria, la oportunidad, la mufa. Ahora, el aire como tal es el olor. El olor es fundamental. El olor de alguien con quien se duerme. El olor del faso entre las banderas. El olor del pasto. El olor del pasto después de la derrota. El olor del pasto después de la victoria. El olor del pasto es fundamental.

La derrota es una ducha. Es una punta. Es un mensaje de texto. La derrota es correte. La derrota es la sombra fría de 8 de Octubre cuando todos los boliches cierran. El aire como tal es el olfato. La derrota es el olfato. La derrota es olerla. Porque si la derrota es un error, la derrota entonces es un segundo. Un pedacito de tiempo. Un suspiro. El aire como tal es el viento. La derrota es aire con olor a bengalas. La derrota es la bengala quemada en la garganta. Los championes de tela y el viento del invierno. La derrota es una ochava con un solcito que te salva mientras el semáforo. Sí, la derrota también es eso. Dejar pasar las luces.

Esto no es un poema, esto es una derrota. La derrota para Messi es el piso. El gol es el techo. Y más allá, el cielo. La derrota es un poema, y un poema es fundamental. La revancha de Messi es por la derrota. La derrota es un poema de Messi en el piso. Un poema por el piso. La derrota son hombres por el piso por un poema de Messi contra la misma derrota de esos hombres, que son él mismo. La victoria de Messi es un poema. Unos botines nuevos en serie. Es ganarle al olvido. Es un extracto de su infancia en el gesto de la cara. Es un extracto de la infancia de millones en el mismo gesto.

La derrota es callar. La derrota es la pérdida. La perdida. La que se cuenta poco. La derrota es un cuento que se cuenta poco. Es la crónica del tiempo que duró el silbatazo del árbitro. Es un perfil. Como el perfil de la cara de Messi cuando pierde es la derrota. La derrota es perder el juego. Es simplemente perder el juego. Pero la derrota es olvidarse de eso.

La derrota es un poema de Julio Inverso. Esa es una buena derrota. Claro que para Messi la derrota no es un poema de Julio Inverso. La derrota para Messi es el piso. Aunque si conociera a Julio Inverso quizás pensara otras cosas de la vida. Hay un poema de Julio Inverso que bien puede ser para Messi o para la derrota de Messi o para la derrota en general. Y que bien podría ser cantado por una barra brava. Dice “yo voy hacia donde nadie va / nadie va / yo me muevo en la oscuridad / yo soy la flor / mi grito lo escuchan las huestes angelicales / yo soy tan ruin como una bandera / que oculta sus colores / pero más allá de mí / empieza a nacer tu cara / y tu nervio oscuro y secreto / entonces me pongo de tu lado / conmovido por el milagro de tu respiración”.

La derrota es una chance de aprender a rescatarte. De reinventarte en el rescate de creer en algo. La derrota es creer en algo. Es seguir creyendo en eso. En las velas que prendiste. La victoria de Messi es un poema. Y no sé si Julio Inverso, de haberlo conocido, lo hubiese puesto en sus poemas, pero de seguro un gesto, una curvita en su cara, se hubiera reflejado en la tele mientras un gol de Messi. Ojalá. Sería un poema.

La derrota es lo contrario a ganar. O la derrota es empezar a ganar el próximo. O terminar de ganar el anterior. La derrota es parte de ganar ¿O la derrota es sólo perder? La victoria cunde casi con la misma intensidad en los cuerpos. La gloria es otra cosa, que a veces tiene que ver con una y otras veces con la otra. La gloria es lo que las encarna. La derrota es un suspiro. Es aire. Es el smog de los televisores, la nube de los estadios, donde también flota la victoria.