En la arena de Pocitos, donde los autos pegan la curva, cuando cae el verano se construye el ya popular estadio de fútbol playa. Una mañana gélida del invierno montevideano, apenas si se distinguen los arcos de palos gastados entre los millones de granitos de arena que el viento acomoda con las estaciones. O los muchachos con sus pies, tras la gallina.

Así como en el fútbol sobre césped o sobre cemento, o sobre parquet, se usa la expresión “tiene cancha” para identificar la carpeta con los folios de los años, la muletilla que Germán Parrillo deja salir cada tanto es “tiene arena”. El director técnico de la selección uruguaya de fútbol playa habla de sus dirigidos con la misma pasión que lo movilizó por las playas del mundo como jugador con la celeste de todos y todas.

Cuenta, una vez que el micrófono se apaga y la charla queda colgando del travesaño, que alcanzó a motivar a los suyos rotando la cinta de capitán que supo llevar en su brazo izquierdo durante años. Hoy desde ese costado casi inexplicable del mundo donde habitan los técnicos, ejerce la experiencia mientras se transforma, ya con el silbato golpeándole en el pecho, al oficio de orientador. Tiene a su lado al Fiore Leandro Ortiz y cuenta que la función de ayudante o asistente es una mera formalidad, porque las decisiones, esas pequeñas que ganan partidos o esas enormes que hablan de una forma de ver el fútbol, las toman de a dos. En esa dinámica, dice, no hay jerarquías, sólo la noción de estar cinchando entre las arenas del globo, la bandera de los bastones azules y blancos y el sol esquinero, que bien se parece a un balón ardiendo.

La selección uruguaya de Germán Parrillo y Leandro Ortiz partirá hacia las lejanas arenas rusas para disputar el Mundial, luego de una eliminatoria tan dura como esperanzadora.

Parrillo plantea que las selecciones criollas muchas veces se ponen a la altura de los rivales que enfrentan, y eso puede ser provechoso o contraproducente. Es el desafío de reinventarse, y concluye al fin que entonces entrenan pensando en traer la Copa del Mundo, aunque antes tendrán enfrente las idiosincrasias futboleras asiáticas, africanas y europeas, y la propia, esa cultura futbolera que nos hace andar, que es como un motor, que es lo que nos identifica. El pueblo futbolero que somos estará en las arengas previas al silbato como un murmullo, en las más jodidas y en las más felices.

Garra habló con el técnico de la celeste de playa, horas antes de partir hacia el Mundial de Rusia.

Amor a la celeste

¿Cómo se confecciona la lista de jugadores que viajan al Mundial?

La peor parte del trabajo del entrenador es definir quiénes viajan y quiénes no. En realidad, fue más duro para las Eliminatorias. Yo me abracé con los 12 que nos clasificaron al Mundial después del partido con Paraguay. Antes de eso ni siquiera había disfrutado de ser el técnico de la selección. Porque debuté contra Argentina como técnico en la Eliminatoria. La parte humana no la puedo separar, y eso capaz que es un defecto para mi profesión, pero ¿cómo hago para dejarlos afuera después de abrazarlos y mirarlos a los ojos y decirles “gracias”? Incluso con algunos bajos rendimientos no alcanza, porque siempre de algún lado aportaron, sumaron para el grupo. Andrés Laens, el goleador, se quedó por covid y en su lugar entró otro; viajamos 12 y al Mundial iban 12, pero por suerte la FIFA sacó un comunicado de que en vez de 12 eran 14. Entonces podemos ir todos. Esa era la parte más difícil, porque uno sabe tanto de la vida de los jugadores, que a veces ganan menos guita en el laburo para venir a entrenar, y eso es amor a la celeste.

¿Qué tipo de jugadores tiene Uruguay para este Mundial?

Tenemos jugadores muy técnicos, eso es de base. Me cuestiono si hoy en día yo jugaría en esta selección, porque técnicamente era muy limitado. No sé si habría un lugar para mí: técnicamente son muchos mejores que yo. Matías Cabrera es el jugador con más técnica que vi en mi vida. Viste cuando veías a Maradona y decías ¿cómo con el pie puede dominar una pelotita de tenis? Es esa onda, pone la pelota donde quiere, en el milímetro justo. Impresionante. Después tenemos un arquero muy bueno, Alejandro Guerrero, que fue crucial en la Eliminatoria; al Beto Luis Quinta que tiene una potencia tremenda y quiere y quiere y quiere. Son jugadores diferentes, pero yo por diferente no llevo a ninguno: el que no viene a entrenar no viaja, en eso no negocio. Gastón Laduche, que viene del fútbol sala, es de esos que en la arena parece que está jugando en parquet; tiene arena, tiene horas y horas de fútbol playa. En el segundo gol que le hizo a Paraguay, hizo algo en la arena que son pocos los que lo hacen. Tiene una capacidad de traslado en la arena que llama la atención. La arena te marca sola. En otro fútbol podés terminar mirando la jugada, pero en el fútbol playa eso no existe porque nunca sabés qué va a pasar por la arena. Es fútbol, pero es otro deporte.

Las cuartetas

¿De qué manera te has ido involucrando en el rol de técnico después de tantos años de jugador, incluso como compañero de algunos de los seleccionados?

Vos tenés que armar cuartetas. No es sí o sí, pero tenés que coordinar una cuarteta con la otra, capaz que hay una que te da más juego que la otra, por ejemplo, pero cada una tiene que tener marca, juego, un zurdo, y sobre todo entendimiento entre ellos. Vos necesitás llegar a cuatro minutos palo y palo, más en el debut, que es contra Senegal. A los cuatro minutos salen a tomar aire porque realmente lo necesitan, y entran los otros cuatro. La tercera cuarteta ya no es la primera, ahí empiezan a rotar, ya se entrevera. Por suerte lo tengo al Fiore al lado; quedé con el rol de técnico y por mí pasan un montón de decisiones, pero no resuelvo nada sin preguntarle a él. Somos una dupla, es de esos pocos amigos que te deja el fútbol. Mientras estoy mirando el partido, él le está informando a quienes van a entrar y por quién. Puedo estar dando indicaciones mientras se va ordenando la cuarteta, a pesar de la música que suena todo el partido, hay que estar dando indicaciones, porque podés ayudar por ejemplo cuando no está quedando ninguno de balance. Termino afónico. Igual el balance y el repliegue es en lo que más hemos hecho hincapié. Soy un técnico defensivo, pero en este deporte ser defensivo no quiere decir que no seas ofensivo; este deporte es ofensivo de por sí, porque hacés goles desde tu arco. Soy defensivo en el punto de que quiero que siempre haya un orden defensivo, que siempre haya un balance.

Planificamos para ser campeones

¿Qué llevan para el Mundial de la experiencia reciente de las Eliminatorias en Brasil?

En el fútbol no voy a descubrir nada. Cuando los resultados se dan todo parece divino y parece que todo funciona bien. Con Bolivia, que era el partido más sencillo entre comillas de la serie, fuimos al alargue y eso ya generó mal humor. Les habíamos ganado a Argentina y a Chile, y ganándole a Bolivia clasificábamos para pasar la serie, nos empataron y fuimos al alargue, lo que te quita puntos. Contra Colombia ganamos 3 a 1 y contra Paraguay, si perdíamos, íbamos a la definición por el tercer y cuarto puesto. Faltando seis minutos íbamos ganando 2 a 0, y cuando faltaban cuatro minutos nos iban ganando 3 a 2. Por dentro estaba muerto, pero para afuera estaba gritando “¿Qué pasa? ¿No sabemos que en el fútbol playa cuatro minutos es la vida?”. Había una cámara arriba nuestro y los paraguayos venían a gritar los goles, había uno que decía “acá estoy yo”, y eso me quedó grabado, después les pedí a los jugadores que nadie diga nunca “acá estoy yo”. No voy a determinar cómo gritan los goles los jugadores, pero acá los goles los hacemos todos. Reaccionamos, metimos el empate y faltando un minuto y medio pasamos 4 a 3.

¿Cómo fue la preparación para este Mundial de Rusia?

Al quedar tan pegado a la Eliminatoria, trabajamos en corregir errores que cometimos. Veníamos entrenando desde noviembre para clasificarnos, y después, en un mes y medio, ya estamos viajando. Venimos en rodaje, tuvimos seis partidos contra buenas selecciones. A la Eliminatoria llegamos sin amistosos por el covid, teníamos muchas incertidumbres. Ahora pudimos trabajar en los detalles y en la parte física, de lo que se encarga Daniel Molina, a quien le damos la derecha. Este deporte es muy físico, es crucial tener un plantel largo para mantener el nivel con las cuartetas, eso es lo que nos ha dado rédito. Además, tenemos un entorno que es de otra vida, porque el fútbol playa que yo viví como jugador no tiene nada que ver con este; tenemos complementos, agua, fruta, botiquín, cobán, tenemos una psicóloga, una nutricionista, una doctora, un fisioterapeuta y un utilero. Antes del Mundial de 2006, en el que salimos vicecampeones del mundo, yo hacía de profe y llevaba los chalecos, teníamos una bolsa de pelotas y había una camioneta que traía a los de Canelones con tremendo frío en la caja. Así jugamos el Mundial de 2005; el de 2006, que fuimos vicecampeones; el de 2007, que ganamos el tercer y cuarto puesto con Francia; el de 2008 en Marsella, que pasamos la serie y quedamos afuera con Portugal; y el de 2009 en Dubái, que llegamos a semifinales y salimos cuartos. Esos mundiales fueron mi vida. En este deporte está la posibilidad de salir campeones del mundo o quedar afuera en la primera fase. El uruguayo juega a nivel del rival: jugás contra Brasil y le hacés tremendo partido, jugás contra Isla Salomón, como nos pasó en un Mundial, y perdés, pero después le ganamos a Emiratos Árabes y Portugal. Y después a España. Nos pasó ahora con Bolivia, habiéndole ganado a Argentina y a Chile. Podemos quedarnos en la serie o llegar a la final, por eso nosotros planificamos para ser campeones del mundo.