En el fútbol playa casi nadie lo conoce por Facundo. Cuando te lo presentan no te dicen “él es Facu”. En la arena, como también en el parqué del futsal, es el Pulpo. No sé si en su laburo, cuando se acaba el hechizo, cuando no anda vestido de jugador, será Facundo Abad.

El Pulpo es de gestos medidos, de andar tranquilo, perfil bajo, maneras sencillas. Todo eso para disimular lo que hace adentro de una cancha: pura explosión, velocidad, competitividad al máximo. El fútbol playa es un deporte que está diseñado para jugar por el aire; todo es más estable si la pelota se levanta y viaja por arriba, para evitar lo impredecible de la arena. Son pocos los que dominan el fino arte de conducir un balón a ras del suelo. El Pulpo es uno.

Cuando él arranca suceden cosas, y cuando pensás que ya está, que se le trancó la pelota, que un rival lo va tirar, que el arquero lo va a ahogar, aparece de no se sabe dónde un pie que limpia la jugada, un quiebre de cintura más, una estabilidad inexplicable que le permite seguir vertical. Facundo Abad es lo que se conoce como jugador franquicia de Cerrito, el distinto.

Final del Campeonato Uruguayo de Fútbol Playa entre los equipos de Cerrito y Peñarol.

Final del Campeonato Uruguayo de Fútbol Playa entre los equipos de Cerrito y Peñarol.

Foto: Mauricio Zina

Todas finales

Peñarol había salido campeón del Apertura, y con eso se ganó un lugar en la final. El Clausura trae un cambio de formato: se juega en dos series de cuatro equipos ordenados según la ubicación del Apertura. El primero queda emparejado con el tercero, el quinto y el campeón del torneo Competencia. Pero no nos entreveremos con formatos; todo esto es para decir que Cerrito había quedado emparejado con Peñarol, y no sólo eso: el primer partido del Clausura era entre ellos.

“Tuvimos una semana complicada, jugamos, lunes, miércoles, viernes y domingo. Fueron cuatro finales y las pudimos sacar adelante”, dice Abad y no exagera. No había margen de error porque perder contra Peñarol significaba dejar de depender de ellos mismos. Luego de esa primera victoria venía Danubio, que también había ganado su primer partido. Mismo panorama: perder era complicar seriamente las chances de ser campeones del Clausura. También ganaron. El último partido de la serie con Progreso también tenía cosas en juego: de perder se generaba un triple empate en 6 puntos y ganar la serie quedaba librado a la diferencia de goles. No ganaron, pero perdieron por penales. En este deporte no hay empates, y ganar por penales permite sumar un solo punto.

Ganador de su serie, enfrentó a Uruguay Montevideo en la final por el Clausura. Dos equipos de características similares. El partido se tuvo que ir a tiempo extra por lo parejo en el marcador. Se impuso Cerrito que llegó a la final del Uruguayo habiendo jugado varias finales antes.

Fue una semana de brillar para Brandon Maverino, que hizo goles hasta por las dudas. Terminó como segundo goleador del Clausura, sólo por detrás de Gastón Laduche. Maverino cuenta sus impresiones antes del comienzo del segundo torneo: “El momento más difícil es cuando perdemos con Peñarol en el Apertura, dejamos de depender de nosotros en el Apertura y además sabíamos que no íbamos a tener al Pulpo en el Clausura”. Pero apareció la lluvia.

Es verdad que Abad no estuvo en el primer partido, pero para el segundo contra Danubio sí pudo estar gracias a un cambio de fixture. Un partido programado para un viernes de diluvio, que fue pospuesto.

No hay dos sin tres

La final, entonces, enfrentaba a Peñarol y Cerrito por tercera vez en la temporada. Peñarol llegaba en modo supervivencia, sin los dos jugadores argentinos con los que contó en el Apertura, con Matías Cabrera y un aductor que le traía problemas, y Nicolás Bella volviendo de una fisura en un dedo que lo había alejado por un buen tiempo.

Cerrito, con el cansancio en las piernas y un par de sancionados de la final contra Uruguay Montevideo. Daniel Molina, el DT aurinegro, dice: “Jugamos contra un equipo con un libreto muy marcado. En el Apertura lo pudimos desactivar. Hoy defendimos bien. Los goles de ellos fueron dos errores nuestros”.

Su colega en Cerrito es Miguel Presa: “Planificamos en base a los dos partidos anteriores contra Peñarol. Sabíamos que tienen jugadores de buen pie como Matías Cabrera; la idea era que no llegaran limpios a zona de remate”.

Pocos errores, algunos nervios, mucha defensa, algo de suerte; todo eso para explicar un tanteador tan bajo. Cerrito ganó 2-1 y se consagró por segunda vez consecutiva campeón uruguayo, pero esta vez fue muy distinta. Lo explica Abad: “Si bien salimos campeones uruguayos en 2021, la sensación no fue la mejor, no fue como queríamos. Lo lindo es ganarlo en la cancha y festejarlo con tu gente”.

Los jugadores de Cerrito tras ganar el Campeonato Uruguayo de Fútbol Playa.

Los jugadores de Cerrito tras ganar el Campeonato Uruguayo de Fútbol Playa.

Foto: Mauricio Zina

El comienzo antes del final

Cerrito lleva siete años de historia en la disciplina. Desde que el campeonato otorga un cupo a la Libertadores, no se perdió ninguna edición de la Liga Uruguaya, aunque la de este año no empezó de la mejor manera.

Abad recuerda: “En algún momento estuvo en duda nuestra participación y con qué jugadores íbamos a contar para este torneo. Por eso fue medio entreverado el arranque. Incorporamos jugadores que nos terminaron dando mucho: Christian Tzitzios, Eduardo Cedrez y Eduardo Suárez.

Maverino va en la misma línea: “El campeonato lo arrancamos con algunas dudas porque se habían ido figuras del torneo pasado. A medida que avanzamos nos la empezamos a creer, vimos que estábamos a la altura de pelear con cualquiera. Lo que saca adelante a este Cerrito campeón es el grupo humano”.

Grupo humano. Eso es lo que más destaca Presa. Si le preguntan por la historia de Cerrito Fútbol Playa, repetirá mucho la palabra “virtud”. Miguel Presa había jugado algún que otro campeonato de fútbol playa, pero una lesión de rodilla lo obligó a retirarse. Entonces cuando la barra de amigos, con Hernán Pereyra a la cabeza pero que también tenía al Coco, a Mato, a Ale, decide armar el cuadro, Miguel era la opción natural para ocupar el cargo de entrenador.

Se empezó a pulmón, pero eso no quiere decir que no se profesionalizara. Presa empezó a acumular horas de ver fútbol playa y además cursos de Conmebol y FIFA. Mientras, Hernán Pereyra multiplicaba tareas: delegado ante la AUF, ante Cerrito, gerente deportivo, utilero, rascar recursos de donde sea.

“La gran virtud a lo largo de estos siete años fue la capacidad de corregir errores, capacidad de persistir, de no aflojar”, dice Presa. Cerrito es el nuevo campeón uruguayo, y no puede aflojar, porque la final fue un domingo, pero al otro día es lunes y hay que trabajar.

El Camino

Cerrito 4-2 Peñarol
Cerrito 4-3 Danubio
Cerrito 7(1)-7(4) Progreso
Cerrito 5-4 Uruguay Montevideo (Final Clausura)
Cerrito 2-1 Peñarol (Final Uruguayo)