Al entrar escuché pelotas picando, pasos de niños corriendo, algún globo que seguía inflado de la primera actividad conjunta de la mañana y mucho ruido de mate de los padres que acompañan en la tribuna.

A simple vista, no parece haber la lógica de un laburo armado, pero al mismo tiempo se nota que hay pila de trabajo detrás. Vaya paradoja. Cada niño se divierte en la suya desde el lugar que escoge, sin prejuicios ni límites que los frenen. Picar esa pelota naranja los hace felices a ellos, y a los que los vemos de afuera con las sonrisas genuinas de disfrutar cada momento.

Cordón les dio un lugar para divertirse. Y ahí están. Estoicos. Aprovechando espacios que no abundan pero que reconforta habitar, visitar y saber que existen. Un grupo de dirigentes comenzó con una idea que la pandemia fue postergando. La institución dio el visto bueno y en marzo inició la escuelita. Cada vez son más los chicos que concurren. Damián García es el encargado de las actividades. Es entrenador de básquetbol y tiene experiencia trabajando con chicos con síndrome de Down y trastornos del espectro autista (TEA) en distintas escuelitas de Canelones.

Quienes quieran sumarse pueden anotarse por medio de las redes sociales de la institución o comunicándose al 091 923 053. “Es impresionante la cantidad de mensajes que nos llegan, pero atendemos siempre. A veces demoramos un ratito en responder, pero la información va a estar”, dijo José Fajardo, uno de los colaboradores incansables del albiceleste.

Damián García

Damián García

Foto: Agustina Saubaber

Cordón venía golpeado a nivel imagen: suspensión de afiliación, incidentes complejos protagonizados por su hinchada, un ascenso cancelado por una ficha médica vencida y aspiraciones deportivas fuertes que sólo acumularon fracasos.

Para los de afuera, indudablemente la mirada sobre el club en los últimos años era negativa. Pero adentro hay un montón de gente con el cuadro al hombro, laburando en silencio y con mucho compromiso social.

Damián García

¿Cómo llegaste a Cordón?

El club tenía la idea de armar un proyecto así y se contactaron conmigo. Yo trabajo en Pando, en una escuela de fútbol y básquet que se llama Creando Sueños, para chicos con síndrome de Down. También soy entrenador de básquetbol, trabajo en Sauce BBC con chicos con TEA. Me encantó el proyecto que me presentó Cordón. Estamos comenzando de a poquito, contentos con la concurrencia de las primeras semanas.

Foto del artículo 'Cordón inició una escuelita de básquetbol para niños con discapacidad'

Foto: Agustina Saubaber

¿Cómo comenzaste a trabajar con niños con discapacidad?

Es un sueño que tengo desde chico. Es un trabajo que me gusta mucho. Me capacité en Argentina porque acá no hay donde hacerlo. Es sumamente importante poder darles un espacio a los gurises e irlos integrando de a poco. Que tengan su actividad física. Intentamos que sea lo más personalizado posible para que tengan la atención que requiere cada uno de ellos. Buscamos el desarrollo físico, la motricidad, la coordinación y el estiramiento. Además, comparten con los padres y con otros niños. La idea a futuro es ir metiendo de a poco conceptos de básquetbol.

¿Cómo preparás el trabajo diario?

Se hace una planificación general y después depende de los tiempos de cada uno. No es mucho ejercicio, es muy básico porque son niños chicos. Se respetan sus tiempos y se busca la manera de que se metan en la planificación y la práctica. Algunos hacen todo lo que está programado y otros se van metiendo de a ratos. Todo es válido. Es sumamente abierto para no invadirlos y tenerlos motivados en la actividad.

¿Qué te motiva de tu trabajo?

Aprendés a cada minuto de los niños. Esto no hay dinero que lo pueda pagar. Termino los entrenamientos lleno, me voy con el alma completa rumbo a mi casa. Que me den un abrazo ya me alcanza, porque ellos tienen amor puro y con ese gesto te están diciendo un montón de cosas. Ahí es donde me motivo y me inspiro para mejorar y brindar lo mejor de mí, compartiendo el conocimiento. Quiero aportar un granito de arena para que ellos sigan evolucionando en su físico y su personalidad. Me hace muy feliz mi trabajo.

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Foto: Agustina Saubaber

¿Cómo trabajás con los voluntarios para que no invadan los tiempos de los chicos?

Por suerte hay muchos que vinieron a colaborar, todos son bienvenidos y ayudan. Los dejamos libres a los colaboradores, aunque a veces me acerco para hacerles algún comentario de cómo abordar las situaciones. Más adelante vamos a poner algunos lineamientos y pautas para trabajos específicos. Pero es todo de a poco. Hay que tener paciencia para conseguir objetivos y ver los logros. Todo a su medido tiempo.

¿Con qué se encuentran el niño y los padres que llegan a esta actividad?

Lo importante es que tenemos que saber que son niños con discapacidad. Los padres tienen que aceptarlo. Los invitamos a que se sumen. Van a tener su espacio de planificación y trabajo: no sólo se les va a dar una pelota para que corran atrás. Se intentará ayudar al desarrollo físico y compartir con un grupo humano muy bueno. Se está gestando un lugar en un ambiente diferente para compartir con sus hijos y con hijos de otros, que también es una gran experiencia. A todas las partes las ayuda a vincularse y aprender.

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Foto: Agustina Saubaber

José Fajardo

¿Cómo nació la idea a nivel institucional?

Lo teníamos fijado hace un año, más o menos. Vimos lo que hacían en otros clubes como Larrañaga y nos interesamos en traerlo a Cordón. Queríamos implementarlo, empezamos a investigar y a buscar. Encontramos a Damián García. Le presentamos el proyecto, le gustó y le dimos forma para iniciarlo en marzo. Hubo apoyo total cuando se presentó la propuesta a la directiva. Buscamos un día y horario en los que no hubiera actividad en cancha, y también que les sirviera a los padres para traer a sus hijos. Cordón brinda la cancha, todos los implementos que hay en el club, se le paga el salario a Damián, y los voluntarios venimos a dar una mano. La idea es invitar a socios y allegados a que se arrimen para que siga creciendo la movida.

¿Cómo fueron llegando al público objetivo?

Nos viene sorprendiendo la convocatoria. Nosotros nos movimos con el boca a boca y las redes sociales, donde hay un grupo de gurises que hacen un trabajo bárbaro de difusión. Nos contactó un montón de gente que no es socia ni hincha de la institución pero a la que recibimos de brazos abiertos. Fue una iniciativa muy aceptada. En la parte social ayudó un montón, y eso es fundamental para seguir avanzando.

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Foto: Agustina Saubaber

Cordón venía arrastrando una imagen negativa, y estás movidas sociales ayudan a cambiarla...

Es a lo que apostamos. Se habló de modificar la imagen a través de obras sociales para el barrio. El año pasado hicimos una olla popular que era por unos días y terminamos cocinando cinco meses. Hay chicos becados en formativas, convenios con distintas ONG, Mides [Ministerio de Desarrollo Social] e Inau [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay]. Estamos ganando mucho desde ese lado. Queremos que la gente se acerque y sea parte. Yo sé que el hincha y el socio también quieren triunfos basquetbolísticos y que eso no se nos ha dado en los últimos años. Es un club con historia, que está por terminar una obra gigante que va a ayudar a ampliar las actividades. Queremos hacer un montón de cosas, y muy pronto vamos a tener los tiempos y los espacios que requieren. Un pilar que buscamos es que los chiquilines que vengan a la escuelita generen sentido de pertenencia con la institución, aunque no lleguen siendo hinchas. Que se vayan metiendo de a poco, que conozcan a la gente que está adentro y no se guíen por la imagen que traen de afuera. Hay valores y enseñanzas que se transmiten. Nosotros siempre estamos buscando mejorar y encontrar lugares para ampliar la familia que es Cordón.

¿Cómo estás transitando la experiencia de ser voluntario de la escuelita?

Nunca me había vinculado con niños con discapacidad. El primer sábado fue un encuentro de muchos sentimientos: desde el orgullo al miedo. Una cosa es verlo de afuera y otra interactuar. El profe me decía que tenía que ir despacio, respetar sus espacios y sus tiempos. Fui aprendiendo a no atomizarlos y a estar un ratito con cada uno. Después de recibir varios “no” para ayudarlos a realizar una actividad, escuchar que me digan “sí” fue lo más grande que me pasó acá adentro. Chicos que apenas me saludaban ahora me agarran de la mano para jugar con ellos. Eso a mí me motiva. Hago muchas cosas por el club, pero esto sin dudas es de las más gratificantes hasta ahora.

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Foto: Agustina Saubaber

Básquet Puente. Sábados de 10.00 a 12.00. Gimnasio Julio Zito. Galicia y Gaboto. Más información: 091 923 053.