Hola, soy Mónica. Tengo el pelo rubio hasta los hombros y con rulos, por alguna razón que desconozco estoy llena de pecas.

Si tuviera que decir algo sobre mí, diría que vivo para meterme en problemas y les diré por qué pienso eso: bueno, digamos que se me da por discutirle a la maestra, por olvidarme de los deberes, de perder la moña, de treparme a rejas y luego no poder bajar, de meter mis narices en literalmente todo. Vivo con mi hermana, mi padre, mi madre y mi perro salchicha que de nombre tiene: “Salchicha”.

Hoy estaba en mi casa muy aburrida porque:

1) Luisa es mi hermana adolescente que vive encerrada en su cuarto. Con el pelo azul, la ropa toda rota y un piercing en la ceja. Estaba como decía, en su cuarto y no, echándome bronca. 2) Mi padre miraba un partido de hockey. 3) Mi madre se estaba bañando.

Y como ya no encontraba nada para hacer, me fui a la azotea. En cuanto subí, Salchicha salió corriendo hacia una esquina y allí encontré una caja. La cual no estaba, cómo decirlo, intacta; se ve que se le voló a alguien.

Necesito abrirla, la abro y dentro hay un papel enrollado. Esto me decepciona un poco. “Me cacho”, esperaba algo más emocionante. Igual me da curiosidad y no se olviden de que soy mete narices. Entonces lo abro. En una de esas es una carta de amor, pero no, solo dice “sisn taguua”. Lo repito en voz alta y no pasa nada, me estoy aburriendo; mejor me voy para abajo de nuevo.

A la mañana siguiente, me levanto temprano, es un hermoso día de otoño. Voy al baño, hago pis, pero cuando voy a tirar de la cisterna no pasa nada. No tenemos agua o la cisterna no anda bien o nos atacan alienígenas; queda un poco de olor y nada más. Cuando me voy a lavar las manos abro la canilla y no sale agua. Además tengo lagañas y no me las puedo sacar, así que uso las manos, es-un-asco-me-quiero-matar.

Luego me voy a desayunar pero pienso “con estas manos fui a hacer pis y no me las pude lavar y para colmo me saqué las lagañas con las manos, la vida es cruel”. Por suerte está el alcohol en gel, que después de la pandemia se puede encontrar en todos los hogares habitados.

¡Tengo que desayunar! Sería asqueroso pero bueno, tengo hambre y necesito comer. Así que me como un cacho de pan (porque no tenemos queso y lo demás desapareció como por arte de magia). Que curiosa coincidencia que la leche y la mermelada desaparezcan justo cuando no hay agua.

Pero el pan está seco, se me tranca en la garganta, necesito agua pero no hay agua, al final por suerte lo logro ingerir, ¡aleluya!

Los demás duermen, y no deja de darme vueltas el asunto del agua. De pronto recuerdo las palabras “sisn taguua”, que se parecen mucho a las palabras “sin agua”.

Tengo que solucionar el desastre que hice y para eso necesito encontrar la caja. La busco pero no aparece, me quiero matar… ¡causé el fin del mundo! Pero, mientras yo les rezaba a todos los santos, viene mi hermana “punk” y me dice “tomá, como siempre dejás todo tirado” y me da el pergamino (gracias Santa María). Lo agarro, en el borde de abajo dice “tagua” lo leo en voz alta, y voy corriendo a la canilla, la abro y sale agua; soy tan feliz que le daría un abrazo a Luisa.

Tengo hambre así que los dejo… pensándolo mejor antes me voy a duchar.

Pero antes les dejo la moraleja: “nunca abran un paquete que adentro tenga un pergamino y lean lo que diga en voz alta”.