Había una vez un chico llamado Juan, al cual se conocía en su pueblo como una persona aventurera y traviesa. Una noche de primavera decidió ir a explorar y a dormir en una carpa a orillas de algún arroyo.
Luego de mucho caminar, llegó a un lindo lugar cuando el sol caía. ¡El arroyo se veía tan hermoso al atardecer!
Era el momento ideal para salir a dar un paseo por el bosque, y así lo hizo. En el camino se encontró con un lobo muy amigable, aunque cuando lo vio pensó que se trataba de un animal feroz y malvado.
–¡No soy malo, niño, soy bueno! –dijo el lobo.
Juan se sorprendió cuando escuchó hablar al lobo, aunque el miedo que sintió desapareció al instante.
–¡Hola, lobo! Me llamo Juan...
–¡Hola, Juan! ¿Quieres prender una fogata y leer un cuento?
Juan pensó: ¿estaré soñando? Se pellizcó la mano y le dolió. Entonces entendió que era realidad, y aceptó la invitación del lobo.
Juntos comenzaron a prender la fogata y se sentaron alrededor del fuego, después el lobo sacó un libro de un maravilloso árbol y comenzó a leer hasta que Juan se durmió. El lobo, al darse cuenta de que Juan se había quedado dormido, lo llevó a su carpa y lo tapó.
Juan despertó con mucho frío. Algo le faltaba… ¡¡su sobre de dormir!! Buscó sus botas para salir de la carpa y se llevó otra sorpresa: las botas tampoco estaban. Asombrado, tuvo que hacerse botas nuevas con un pedazo de la carpa y después salió a buscar al lobo a las montañas con sus botas nuevas para pedirle explicaciones. Después de mucho caminar encontró al lobo y le preguntó:
–¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me cuidas tanto? ¿Por qué te has llevado mis botas?
El lobo respondió:
–El bosque es muy peligroso para los niños como tú, y tus botas no me las llevé, las colgué de una rama junto al fuego para que se secaran y puedas volver a usarlas al levantarte.
Juan se sintió muy contento y aliviado al darse cuenta de que el lobo decía la verdad, que había dejado sus botas y era su amigo.
Más tarde, Juan invitó a su amigo lobo a jugar y pasear por el bosque. Este asintió y le encantó la idea. Jugaron a las escondidas y se divirtieron mucho. Al día siguiente, Juan se levantó pero el lobo no estaba. “¿Dónde estará?”, se preguntó. Lo buscó por todas partes, pero no lo encontraba y empezó a gritar: “¡Lobo!”, pero el animal no respondía.
Al cabo de unos minutos, el lobo regresó con un gran banquete. Había salido a buscar pescado para comer y compartir con Juan.
–¡Eres un gran amigo, te quiero mucho!
Ambos disfrutaban de la comida muy tranquilamente cuando escucharon unos gritos:
–¡Juan! ¡Juaaan! ¡Juaaaaaan!
Era su amiga Juana, quien asombrada le preguntó:
–¿Qué haces con un lobo? ¿No tenes miedo? ¡¡¡Te puede comerrr!!!
–No, Juana, el lobo es mi amigo. Ya estoy con ganas de volver a casa. Le voy a pedir si me ayuda a encontrar el camino. ¿Quieres venir con nosotros? Puede ser divertido cruzar el bosque con el lobo.
Juana, encantada, aceptó la invitación, y juntos los tres partieron en esta nueva aventura. Al cabo de un rato, iban caminando y de repente empezó a llover... y un fuerte viento derribó un árbol que les bloqueó el camino. Los niños se desesperan: se acercaba una fuerte tormenta, estaban en medio del bosque que no conocían y ahora con el camino cortado. Comenzaron a llorar y el lobo les dijo:
–¡No se preocupen! Conozco este bosque como la palma de mi mano y hay muchos otros caminos. Eso sí, tendrán que dejar que yo los lleve, porque la tormenta está muy cerca y pueden caer muchos árboles aún.
Sin dudarlo, los niños aceptaron y se subieron encima del lobo, agarrándolo muy fuerte. El lobo comenzó a correr, corrió muy rápido, tan rápido que se cansó y como iba tan rápido se tropezó dejando caer a los niños. Él llevó el peor golpe, lastimándose una pata. El lobo comenzó a llorar y, por suerte, un hombre iba caminando por allí. Los niños corrieron para encontrarlo y resultó que aquel hombre era el abuelo de Juan, que lo estaba buscando hacía varios días.
–¡Por fin te encontré! –dijo el abuelo Ángel.
–¡Qué alegría, abuelo! –dijo Juan–. Pero ahora es momento de ayudar a un amigo que está lastimado. Abuelo, ¡quiero que conozcas a mi amigo EL LOBO! Estos días estuve con él acampando, paseando y jugando por el bosque. Me cuidó y me acompañó todo este tiempo. ¡¡¡ES UN GRAN AMIGO!!!
El abuelo Ángel y Juan se abrazaron y se dirigieron a donde estaba el lobo para ayudarlo. Entonces todos fueron a su casa con el lobo: Juan, Juana y el abuelo Ángel. Tan felices fueron a su casa que comieron e hicieron una fiesta gigante, el lobo invitó a sus amigos y todos quedaron felices.
Hicieron un grupo tan grande de amigos nuevos entre todos, que tuvieron la mejor idea del mundo. El lobo los invitó a su casa para que vayan todos los fines de semana a comer un asado.
Autores: Thiago Kim Calvete, Ismael Penino, Manuela García Maciel, Candela Martínez Fariña, Violeta Escardó Olave, Antonia Cameselle Avoletta, Guillermina Miserocchi Festari, Federica Hiriart Mañosa, Moriana Lans Amaro, Juana Ledesma Rey, Isabel Eccher Fabre, Juan Matías Márquez García, Gerardo José Rada Cabrera, Alfonso Gómez D’Andrea, Amaia Campero Olivera, Manuel Darre Díaz, Guillermina Novicow Venosa, Martina Hernández Franco, Matías Nekui Koussom Rodríguez, Julia Peralta Cuadrado, Emanuel Felipe Pérez Ceijas, Guillermo Ballestrero Mántaras, Fabrizio Emanuele Ciccariello Ardid, Salvador Martínez Morales, Bautista Giuffrida del Fabro, Ema Tuero López, Paulina Agosto Schwedt, Francisco Beledo Severo, Federica Pisani Barros, Felipe Brum Fernández, Máximo Benenati Speranza, Violeta Escardó Olave, Micaela Layla García Bermúdez, Martina Hernández Franco, Ema Alzamendi, Cristian Castro de los Ángeles, Tiziano Friaz.