La guerra en Ucrania reaviva la dependencia europea de las importaciones de gas. En tiempos de inflación y de obligada “diplomacia del radiador”, la metanización se suele presentar como una solución ecológica para garantizar la soberanía en materia de producción energética. Sin embargo, masificarla sobre el modelo actual conllevaría consecuencias nefastas tanto para la agricultura como para el medioambiente.

Un domo verde aparece en el recodo de un pequeño bosque, en el medio del campo. El metanizador de Joël y Cédric Laverdet, criadores de cerdos en el oeste de Lot, Francia, funciona desde 2012. Los purines o el estiércol provenientes de la ganadería emiten metano, un gas con un temible efecto invernadero cuando se escapa a la atmósfera. La metanización apunta a recuperar ese gas para producir electricidad y calor o, tras la depuración, para utilizarlo como combustible en las redes de gas natural, en las garrafas de uso doméstico y en todos los vehículos adaptados. Los procedimientos consisten en hacer fermentar por vía líquida o sólida diversas materias llamadas insumos en un medio sin oxígeno. Los microorganismos descomponen la materia orgánica emitiendo varios gases: metano, dióxido de carbono, etcétera. Luego, el “digestato” restante se esparce en los campos como fertilizante. Como Joël Laverdet, la mayor parte de los agricultores optaron por una unidad por vía líquida continua, práctica para los insumos que tengan menos de 20 por ciento de materias secas, como los purines.

No obstante sus virtudes en el papel, la producción de biogás enfrenta cada vez más oposiciones locales. Además de los malos olores que movilizan a varios vecinos en contra, el uso de los digestatos no deja de tener incidencia en el medioambiente, en particular en los ríos. Pero, más allá de los remedios que se pueda aportar para los múltiples perjuicios, dos visiones del sector se enfrentan: por un lado, un ecosistema con pequeños metanizadores que consumen y producen lo que se necesita de forma local, a escala de una explotación; por el otro, un sistema productivista que se basa en inmensos metanizadores que centralizan los purines de decenas de granjas, y que apunta a producir grandes cantidades de energía para repartir en una red nacional o para vender al exterior, con centrales más grandes –pero que ya no se conforma con reciclar y debe ser alimentado por medio de una producción que acapara una parte de las superficies agrícolas–.

Fuerte oposición de los habitantes

En 2010, Francia sólo contaba con 44 instalaciones que utilizaban recursos agrícolas, con 38 unidades en granjas y seis centralizadas. Aún desconocido, el procedimiento seguía siendo iniciativa de los agricultores. Esas unidades transformaban el metano en electricidad y en calor por medio de motores llamados de cogeneración, lo que representaba 200 gigavatios-hora (GWh) de energía producida, o sea, el consumo de cerca de 80.000 habitantes por año. Ya desde antes existían otros tipos de metanizadores para tratar las aguas residuales de las estaciones de depuración (STEP), los desechos industriales y domésticos. Producen, en lo principal, calor para industrias y municipios.

A partir de 2015, el sector cambió de aspecto. El gobierno ayuda a las unidades que producen directamente biometano para inyectar en la red. Esos proyectos necesitan instalaciones más grandes, como pone de manifiesto Jean-Christophe Gilbert, quien construyó con socios la primera unidad de ese tipo en Bretaña: “Nuestra unidad debía producir al inicio 150 kilovatios-hora (kWh) en cogeneración. Con la inyección, hubo que redimensionar el proyecto para que fuera rentable. Inyectamos desde hace un tiempo el equivalente a 930 kWh. Tuvimos que aumentar la producción de gas, particularmente porque GRDF [Gas Red de Distribución Francia] nos hacía pagar 100.000 euros por año sólo para poder acceder a la red”.

A fines de 2021, funcionaban más de mil unidades de metanización agrícola. Por año, producen 1,4 teravatios-hora (TWh) de electricidad, 3,9 TWh de biogás inyectado en la red y cerca de 3,5 TWh en forma de calor.1 Entre 2015 y 2021 se multiplicó por 22 la capacidad instalada en inyección. Además, los 940 proyectos en curso multiplicarían esta capacidad por cuatro. El gobierno apunta a una producción en inyección del orden de 14 a 22 TWh en 2030.2

Esta ambición despierta el apetito de los industriales. Así, a comienzos de 2021 TotalEnergies compró la principal empresa del sector, Fonroche Biogaz, y sus siete metanizadores, adquiriendo una capacidad de producción de 500 GWh por año, casi el ocho por ciento de la capacidad nacional.3 “En 2030 prevemos producir más o menos 6 TWh –comunicó Olivier Guerrini, vicepresidente de la unidad comercial Biogás en TotalEnergies–. Eso corresponde a unas 100 o 150 plantas de metanización en todo el mundo, de las cuales un tercio estaría en Francia”. En Dinamarca, citada como ejemplo por Total, las unidades son de cuatro a cinco veces más grandes que las de Francia o Alemania. Por cierto, la empresa danesa Nature Energy se dio a conocer en Francia por el gigantesco proyecto de Corcoué-sur-Logne, que debe digerir 498.000 toneladas de insumos por año.

A pesar de la fuerte oposición de los habitantes, de las asociaciones ecologistas y del mundo campesino, para los inversores los grandes proyectos van viento en popa. “Con esas unidades producimos dos veces más barato que los pequeños metanizadores de granja –completa Guerrini–. El sistema anterior de apoyo a las pequeñas instalaciones agotó totalmente los presupuestos del Estado. A fines de 2020, el gobierno y las agencias del Estado tuvieron que interrumpir de urgencia los financiamientos porque eran demasiado costosos. Llegábamos al tope a pesar de que no habíamos inyectado ni el uno por ciento del ‘gas verde’ en la red”.

Si bien el Estado subvenciona mucho el sector, invierte dos veces más en la inyección que en la cogeneración. El Estado invirtió para cogeneración 4.600 millones de euros en 2018, pero no prevé más que 1.900 millones desde ahora hasta 2028. Para la inyección, en cambio, que representaba 2.800 millones de inversión pública en 2018, se prevén 9.700 millones desde ahora hasta 2028.

Cada productor firma un contrato con un distribuidor de electricidad por 20 años, o de gas por 15. El distribuidor paga el megavatio-hora (MWh) al precio de mercado, al cual se añade un arancel de compra, financiado por el Estado, que supuestamente debe cubrir los costos de inversión y de explotación. Los productores obtienen así de 86 a 122 euros por MWh según el tipo de contrato y de instalación. A raíz de la guerra en Ucrania y de la inflación de los costos que provoca, la ministra de Transición Energética de Francia, Agnès Pannier-Runacher, aprobó un decreto que incrementa el arancel de recompra del biometano para los contratos firmados después del 24 de noviembre de 2020.

La programación plurianual de la energía preveía bajar poco a poco las subvenciones a la cogeneración, pero no a la inyección.4 Ahora bien, esos proyectos beneficiarán más a las grandes empresas, como Total, que tienen importantes capacidades de inversión.

Esta dinámica excluye a los pequeños productores, como demuestra un estudio llevado a cabo con 53 agricultores y 44 instituciones.5 “Las dificultades técnicas y estratégicas propias de la inyección tienden a beneficiar a los grandes proyectos, que necesitan un volumen importante de insumos –explica Pascal Grouiez, profesor titular de Economía en la Universidad Paris Cité–. Esas dificultades sólo permitirán colocar en esos proyectos a cerealeros o unidades de metanización que abran su capital a accionistas no agrícolas. (...) Aun cuando son minoritarios, podrían imponer a los agricultores el uso de sustratos no agrícolas, modificando así la calidad del digestato”. Entre los agricultores, observa que los más ricos –los cerealeros– son los que logran salir bien parados. Los que se lanzaron antes de 2015 logran vivir bien de la metanización, pero esa no es siempre la situación de los que siguieron.

“En el mercado todo el mundo comprendió que había dinero por ganar, y todo el mundo aumenta sus precios –continúa Grouiez–. El costo de la puesta en marcha de una unidad aumenta cada año”. Además, varios agricultores pagaron el precio de la falta de fiabilidad de ciertas empresas de construcción y de la mala coordinación entre las consultorías, los constructores y los asistentes de dirección de obra. “Algunos intentan optimizar los rendimientos incluyendo en ellos insumos más metanógenos (polvo de cereales, grasas, suero de leche, etcétera) que no producen ellos mismos, sino que deben comprar a cooperativas o a industriales”, completa Grouiez. Al mismo tiempo, las asistencias directas se han reducido, así como el precio de recompra de la electricidad. Desde 2017, la región francesa de Bretaña incluso decidió no financiar más las unidades de metanización.

Compensar los ingresos

En la actualidad, a los metanizadores de granja les va menos bien en el aspecto financiero. Algunos incluso pierden dinero. Para Grouiez, el sector se torna dependiente del mercado de los desechos. “La evolución actual del sector hacia una mayor industrialización empuja a los agricultores a renunciar a las lógicas autónomas que habían prevalecido durante los primeros años, y a convocar a más trabajadores asalariados, a recaudar más capitales –escribe Grouiez –. Este desarrollo de la inyección refuerza a cambio la industrialización del sector, y la lógica dominante se automantiene”. Sin embargo, las pequeñas unidades son las más autónomas en términos de insumos y de energía con la cogeneración: “El 60 por ciento del calor sirve para secar el pasto que se les da a las vacas, madera, nueces, granos –precisa Jules Charmoy, de la granja Charmes en Dordoña–. Cerca de 20 a 30 por ciento conserva el tanque del metanizador a cierta temperatura. El resto permite calentar dos casas junto a la granja”.

“La metanización es vista como un medio para compensar los bajos ingresos agrícolas”, se inquieta también Pierre Dufour, de la Confederación Campesina de Lot. El precio de compra permite tener un ingreso garantizado, estable en el tiempo. “Eso aporta sobre todo seguridad –manifiesta Joël Laverdet–. Tenemos un precio fijo durante quince años, cierta visibilidad. Si no hubiera tenido más que la cría de cerdos, Cédric, mi hijo, no se hubiera establecido, y en diez años la explotación hubiera cerrado. El precio de compra permitió al menos asegurar la parte de la explotación y permitir una instalación. Hoy vivimos bien”. Su hijo Cédric sube la apuesta: “Durante los encuentros a nivel nacional veo muchos lugares en los que la metanización salvó a la ganadería, a menudo a los criadores lecheros, gente que estaba al borde del precipicio”. No obstante, esos testimonios plantean una paradoja: porque ¿podríamos salvar una agricultura industrial a la deriva por medio de una industrialización siempre más avanzada, cuyas consecuencias perjudiciales para el medioambiente hipotecan el futuro?

Incógnitas

Esta escapatoria afecta también la reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero. Los pocos análisis de ciclo de vida (balance que tiene en cuenta todos los flujos del sistema de producción) realizados por el Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente (INRAE), de Francia, para GRDF, indican en efecto que las explotaciones que tienen una unidad de metanización emiten menos gas de efecto invernadero que las otras. Pero esos estudios siguen siendo en el marco de una agricultura industrial, sin evaluar cómo sería una realidad con mucho menos cría y animales en el pasto, no utilizando fertilizantes químicos –grandes emisores de gas de efecto invernadero–. Por lo demás, aquellos subrayan los efectos negativos de la metanización respecto de la salud humana, el uso intensivo del agua y la contaminación. También hacen falta estudios y seguimiento sobre las emisiones “fugitivas” de metano, que se elevarían de 0,1 a 5 por ciento de la producción, según las fuentes.

En Francia, por todas partes, grupos de ciudadanos se movilizan contra los daños colaterales de la metanización y de los digestatos. ¿Son malos para los suelos esos residuos esparcidos en los campos? Los datos científicos actuales no son suficientes para sacar una conclusión. “Es muy complicado decir que los digestatos tienen tal o cual impacto en la microbiología del suelo –constata Sophie Sadet-Bourgeteau, autora de un estudio sobre la cuestión6–. Hay una multiplicidad de protocolos, nunca se esparce el mismo digestato y los suelos son muy diversos. Los plazos de aplicación varían, y no siempre se utilizan las mismas técnicas. El debate es apasionado, pero se basa en poco material”. Yvan Capowiez, a cargo de la investigación en el INRAE, confirma: “No hay un digestato, sino cantidades astronómicas, y por ende calidades variables... Es muy difícil hacer una afirmación precisa: el digestato tendrá tal efecto en el suelo. En un sitio de pruebas al lado de Tours, encontramos entre 0,5 y 2 por ciento de la población de lombrices muerta en la superficie tras un abono con digestato. En otro ensayo en Colmar hubo cero mortalidad. A mediano y largo plazo, ya no se ve un efecto sobre la mortalidad. Porque, como de todas formas se aporta materia orgánica, seis meses o dos años después las poblaciones de lombrices aumentan”.

Demasiados nitratos

La calidad de un digestato depende de los insumos aportados. Ahora bien, los productos que provienen de lo agroalimentario no son los más virtuosos. También hay de qué sorprenderse. Al lado de la fosa de Joël Laverdet, por ejemplo, descubrieron trozos de plástico flotando –restos de sachets individuales de compota–. La comparación del agricultor nos torna escépticos: “Es igual que las aguas residuales de las estaciones de depuración... Estas también son esparcidas en los campos”.

Desde un punto de vista agronómico, los debates se desatan. La mayor parte de los agrometanizadores argumentan que los digestatos reducen el uso de fertilizantes minerales químicos. El informe MéthaLAE, realizado entre 2015 y 2018 por la asociación Solagro (que milita por una transición agroecológica, particularmente por medio del desarrollo de la metanización) sobre 46 explotaciones, confirma esta disminución,7 pero muestra un aumento de los fertilizantes, minerales y orgánicos, a escala de la explotación. Tras dos años de metanización, la mayor parte de los criaderos observados (de ovinos, caprinos y aves de corral) aumentaron ampliamente la cantidad total de nitrógeno, de fósforo y de potasio aportada a las superficies explotadas. Esta cantidad se estanca para la cría de bovinos lecheros y disminuye muy levemente para la cría de bovinos para carne, cerdos y en las explotaciones cerealeras. Ahora bien, el informe señala que estas últimas explotaciones tenían una “fuerte presión de nitrógeno”. Dicho de otro modo, los abonos eran demasiado importantes.

La metanización transforma el nitrógeno orgánico de los purines o del estiércol en nitrógeno mineral, más directamente utilizable por las plantas –pero también más lavable–. Por lo tanto, los digestatos son considerados buenos fertilizantes, en la medida en que contienen más nitrógeno que los purines y también porque las unidades reúnen otros insumos: “Hay que prestar atención a todos esos insumos adicionales con respecto a los efluentes de la ganadería –explica Sabine Houot, directora de Investigación en el INRAE–. El aporte total de nitrógeno será siempre un poco superior con aportes exteriores de desechos, salvo que podamos dominar mejor la forma mineral”. De forma ideal, se podría gestionar mejor la cantidad de nitrógeno suministrado a los cultivos, dado que la medimos en los digestatos. Sin embargo, en realidad, se sigue poniendo demasiado nitrógeno. “Con respecto a los años 1980, calculamos mejor nuestros aportes para las necesidades de la planta, pero de todos modos esos cálculos incorporan el hecho de que habrá pérdidas. Reducir el nitrógeno a menudo genera una disminución del rendimiento”, señala Étienne Mathias, ingeniero agrónomo, responsable del Departamento de Agricultura del Centro Interprofesional Técnico de Estudios de la Contaminación Atmosférica. La mayoría de los agricultores no está lista para escuchar que hay que reducir los rendimientos... incluso para hacer productos de mejor calidad.

Si el nitrógeno de los digestatos reemplaza en parte el de los fertilizantes químicos, ello no resuelve en absoluto los problemas de contaminación. Con más de 10.000 unidades de biogás en funcionamiento en 2019, Alemania tiene cantidades muy elevadas de nitrato en 36 por ciento de las masas de agua subterráneas, y de fósforo en 77 por ciento de las aguas de superficie. Una de las soluciones, según Christine von Butlar, directora de la Asociación de Ingenieros para la Agricultura y el Medio Ambiente en Gotinga, sería exportar los digestatos fuera de las regiones que superan cierto umbral de nitrógeno.8 En Francia, tras seis “planes de nitrato” relativamente ineficaces, el Consejo General del Medio Ambiente y del Desarrollo Sostenible reconoció que “los resultados en términos de cantidad de nitratos en las aguas superficiales y subterráneas siguen muy lejos de los objetivos y parecen no mejorar más”.

Otra problemática de la metanización: no permite aumentar la cantidad de carbono aportada al suelo. Porque un suelo vivo tiene también necesidad de carbono, de bacterias, de hongos, de plantas... La cantidad de carbono en los suelos de varias regiones francesas no dejó de disminuir desde hace décadas a causa de la intensificación de las prácticas agrícolas y de la transformación de prados permanentes en cultivos (9). “Para que el nitrógeno y el carbono se fijen en el humus de los suelos y contribuyan a la fertilidad del suelo, hace falta una relación de nueve unidades de carbono cada una de nitrógeno [una relación C/N de 9], tal como en el humus”, explica Marc Dufumier, profesor honorario de Agronomía en Agro-ParisTech. Ahora bien, la mayor parte de los digestatos tienen una relación baja, de menos de cinco en general. Mientras menos carbono tengan los insumos, automáticamente peor será la relación C/N. El metanizador BioQuercy, de TotalEnergies, con sus insumos de purín de pato y desechos de mataderos, exhibe por ejemplo un C/N récord de 1,6 en promedio en 2020. Algunos agricultores ponen cubiertas vegetales entre los cultivos principales, lo cual mejora los suelos. Pero aún muy pocos han desarrollado esos cultivos intermedios, y algunos lo hacen sin dejar suficientes plantas en el lugar.

Arriesgados futuribles

En un informe de 2018, la Agencia de Medio Ambiente y de Control de la Energía (ADEME) estimó que sería posible alcanzar una producción de gas 100 por ciento “renovable” en 2050 realizando reducciones drásticas (división por cuatro) del consumo y transformando los usos del gas.9 ADEME toma en cuenta la disminución del ganado y el desarrollo masivo de cubiertas vegetales entre dos cultivos. Los agricultores podrían pasar de una producción de dos millones de toneladas (Mt) de materias secas de cultivos intermedios en 2017 a 42 Mt en 2050. La mitad podría servir para la metanización, quedando la otra parte en el suelo.

Pero la realidad es más compleja. En un sistema capitalista, donde los agricultores difícilmente pueden vivir de su actividad, ya existe competencia por los insumos: “Los constructores tienen más bien interés en sobredimensionar los metanizadores –explica Jimmy Guérin, presidente de los Jóvenes Agricultores de Ille-et-Vilaine–. Una vez encendido, tiene que funcionar todo el tiempo al 100 por ciento de su capacidad. A veces eso condujo a los agricultores a comprar insumos adicionales. Esas personas eran capaces de comprar maíz de forraje, en un año seco por ejemplo, más caro que aquel para criar a los animales”. Y no es probable que ello mejore. Para evitar el aumento de los costos de los desechos y la fuerte competencia de las grandes empresas capaces de ejercer presión, algunos agricultores o asociaciones piensan en desarrollar los cultivos intermedios, mientras que otros ya alcanzaron el techo del 15 por ciento de cultivos dedicados a la alimentación –un límite puesto por el Estado francés para evitar las desviaciones que tuvo Alemania, donde los agricultores se pusieron a cultivar vegetales únicamente para su metanizador, en perjuicio de la alimentación humana o animal–. Si bien la asociación Solagro promueve que se prohíban por completo los cultivos dedicados a la alimentación en los metanizadores, otros quisieran aumentar el umbral actual de 15 por ciento, incluso detonarlo. En octubre de 2021, la misión de información del Senado francés sobre la metanización concluyó que es necesario aclarar los tipos de cultivos utilizables.10

Deseos de otro modelo

Por el contrario, 30 organizaciones llaman a una revolución agroecológica11: salir de ese sistema creando granjas a escala humana, con producciones variadas, que favorecen la autonomía y dañan menos el medioambiente. Porque, al mismo tiempo, la agricultura francesa se concentra cada vez más. El número de agricultores y de agricultoras sigue disminuyendo, mientras que la superficie de las granjas, por su lado, no deja de aumentar, pasando de un promedio de 30 hectáreas en el 2000 a 69 hectáreas en el 2020.12 Para la Confederación Campesina, haría falta un millón de campesinos y campesinas adicionales para alcanzar una autonomía alimentaria. Para dividir por cuatro nuestras emisiones de gas de efecto invernadero desde ahora hasta 2050 parece esencial transformar la agricultura. “Nuestro escenario Afterres indica que hay que dividir por dos el ganado bovino. Realmente hace falta que los agricultores entren en la estrategia del ‘menos y mejor’”, señala Christian Couturier, director general de Solagro. Esa podría ser la oportunidad para desarrollar granjas con múltiples producciones, pero de menor tamaño. No obstante, eso parece poco compatible con grandes o muy grandes explotaciones de ganadería o con cerealeros que se perpetúan gracias a la metanización.

Las subvenciones públicas podrían haber beneficiado una metanización que permita la autonomía de las granjas y la autoproducción de pequeños territorios. Es lo que propone un grupo de campesinos con la micro e incluso la picometanización. En Ariège, Joël Dupuy y otros criadores, acompañados por la Asociación Regional para el Desarrollo del Empleo Agrícola y Rural de Occitania, desarrollaron un metanizador por vía seca y discontinua que puede ser frenado varios meses. “Nuestros tres metanizadores de 90 metros cúbicos cada uno funcionarán cuatro meses en total –precisa Dupuy–. Ello permite utilizar nuestras 600 toneladas de estiércol durante el invierno, pero sin necesidad de poner nada más el resto del año, cuando los animales están en pastoreo externo”. Otro punto importante para esos campesinos: la accesibilidad de esas unidades. “Hoy, uno de los defectos de los grandes metanizadores es el de presentar proyectos de mínimo un millón de euros, y a menudo de mucho más. En términos económicos es, en sí, rentable, pero desde el punto de vista ecológico el impacto es enorme. Tratamos de tener un presupuesto más bajo, entre 200.000 y 500.000 euros. Nuestros planes y datos técnicos también están libres de derechos para que todo el mundo pueda hacer metanización de pequeña dimensión casi por su cuenta”.

Así, en los Altos Pirineos, Pierlo Scherrer y su cónyuge Sandrine quieren que su granja sea energéticamente autónoma. Desde hace tres años alimentan un pequeño metanizador con su tonelada anual de desechos de las frutas y legumbres que ellos producen y transforman. No hay ningún transporte de materia, ni de insumos ni de desechos. “Nuestra idea es sobre todo valorar todo lo que tenemos en la granja –precisa Scherrer–. Nuestro digestato vuelve a los cultivos. Y ello provee 75 por ciento de las 12 garrafas de gas que consume la cocina para la transformación. Somos un lugar piloto, y por lo tanto aún en experimentación. Nuestro objetivo es alcanzar el 100 por ciento de nuestro consumo de gas”.

Esos campesinos sueñan con otro modelo: granjas a escala humana, lo más autónomas posible, que respondan a las necesidades alimentarias locales, permitiéndoles vivir dignamente, y que utilicen los recursos que aquellas tienen para fabricar la energía que ellas y los habitantes de alrededor necesitan. Actualmente, la metanización orientada hacia las grandes estructuras simplemente permite dar un respiro a un modelo agrícola industrial que parece encontrarse en un punto muerto. Por supuesto, no es más que una herramienta, que puede ser utilizada para mejor o para peor. “No se le pide a la metanización que ella sola cambie el sistema agrícola –insiste Christian Couturier–. Primero tiene que haber una voluntad de cambio”. El problema tal vez reside allí.

Claire Lecoeuvre, periodista. Traducción: Micaela Houston.


  1. “Tableau de bord: biogaz pour la production d’électricité, quatrième trimestre 2021”, Servicio de Datos y Estudios Estadísticos (SDES), Ministerio de Transición Ecológica, 2022. 

  2. “Stratégie française pour l’énergie et le climat. Programmation pluriannuelle de l’énergie. 2019-2023, 2024-2028”, Ministerio de Transición Ecológica, 2020. 

  3. “TotalEnergies et la FNSEA s’associent pour accompagner la transition énergétique du monde agricole”, comunicado de prensa común del 4 de marzo de 2022. 

  4. “Programmation pluriannuelle de l’énergie”, op. cit. 

  5. Pascal Grouiez, “Une analyse de filière des dynamiques de revenus de la méthanisation agricole”, Notes et études socio-économiques (NESE), nº 49, Ministerio de Agricultura y Alimentación, julio de 2021. 

  6. Sophie Sadet-Bourgeteau, Pierre-Alain Maron y Lionel Ranjard, “Que sait-on vraiment de l’impact des digestats de méthanisation sur la qualité biologique des sols agricoles?”, Agronomie, environnement et sociétés, nº 10-1, junio de 2020. 

  7. “La méthanisation, levier de l’agroécologie, synthèse des résultats du programme MéthaLAE”, ADEME, 2018. 

  8. Christine von Buttlar, “Comment utiliser des digestats sans risque de pollution des eaux par les nitrates et le phosphore: Enseignements issus de l’expérience allemande”, coloquio Apivale, Rennes, 2019. 

  9. “Un mix de gas 100 por ciento renovable en 2050?”, estudio de factibilidad técnico-económica, ADEME, enero de 2018. 

  10. Pierre Cuypers y Daniel Salmon, “Méthanisations; au-delà des controverses, quelles perspectives?”, informe del Senado, octubre de 2021. 

  11. “30 organisations environnementales, citoyennes et paysannes dénoncent l’instrumentalisation de la guerre en Ukraine par les tenants d’une agriculture productiviste”, www.greenpeace.fr, 10 de marzo de 2022. 

  12. “Recensement agricole 2020”, Servicio de Estadística y Prospectiva (SSP), Agreste Primeur, nº 2021-5, diciembre de 2021.