La imagen no deja de sorprender. Sentadas en una parada de ómnibus, tres mujeres con niqab conversan frente a un enorme retrato del Che Guevara. Cubiertas de pies a cabeza con un velo negro, las manos con guantes y el rostro oculto, solamente se las puede distinguir por sus ojos. Fijados en la estructura de la parada, una treintena de banderines rojos con la hoz y el martillo flotan sobre sus cabezas. ¿Dónde estamos? ¿En Arabia Saudita? ¿En Cuba? No, estamos en Kerala, en el extremo sur de India. “Estas mujeres con niqab, o pardha, que es la versión del niqab sin cubrir el rostro, aparecieron hace unos quince, quizás veinte años. Hoy, se ven por todos lados”, explica MS Visakh, un joven sociólogo de Kerala, que acaba de defender una tesis doctoral sobre las identidades musulmanas en su región.

Con la cabeza rapada y el rostro sonriente, vistiendo una túnica verde flúo y sandalias de cuero, nos recibe en un café de moda en Thiruvananthapuram, la capital estadual. “Aquí las mujeres musulmanas solían vestirse como todo el mundo, con un sari de colores o un churidar [una túnica de longitud media y un pantalón ancho o calzas], con la cabeza cubierta con un largo velo colorido llamado thattam –explica–. Las que salían a la calle con un sari usaban el extremo de la prenda para cubrirse el pelo descuidadamente.”

Kerala es un pequeño Estado de treinta y tres millones de habitantes, con una proporción de musulmanes (27%) muy superior a la media nacional (14%). Los musulmanes, principalmente sunnitas, son incluso mayoritarios en varias ciudades de Malabar (en el norte). Los cristianos también están sobrerrepresentados, ya que suman el 18% de la población, frente al 2% en el conjunto del país. A diferencia de los musulmanes del norte de India, convertidos en el siglo XVI por los invasores mongoles, el islam aquí se remonta a la época del profeta Mahoma, cuando los comerciantes árabes del Golfo Pérsico llegaban a la costa de Malabar para comprar especias.

Estas mujeres vestidas de negro en un país con hábitos de vestimenta tan colorida son tanto más sorprendentes cuanto que el Estado es el único de los veintiocho de la Unión India en ser gobernado por los comunistas, cuya resplandeciente presencia se exhibe en todas partes, en las rutas, la entrada de los pueblos, los centros de las ciudades y en cada esquina: millones de banderines colgados del más mínimo poste, bustos de los antiguos líderes plantados en las veredas, rostros de los nuevos líderes pintados en enormes vallas publicitarias con aspecto de afiches de cine de Bollywood, esculturas rojas de metal con la hoz y el martillo entrecruzados en medio de rotondas, ¡y retratos del trío Marx-Engels-Lenin casi tan numerosos como en la Rusia soviética! Sin hablar del Che y su mirada apuntando al horizonte, tomada de la célebre foto de Alberto Korda.

Resistir “la ola azafrán”

Cuando los comunistas ganaron las elecciones en 1957, especialmente gracias a las masas campesinas hindúes, que continúan apoyándolos desde entonces, fueron los primeros marxistas del mundo en acceder democráticamente al poder. La reforma agraria que emprendieron destruyó el sistema feudal al confiscar las tierras de los grandes terratenientes y redistribuirlas a las masas de campesinos pobres que les están agradecidos aún hoy. Desde entonces, el gobierno local alterna con la regularidad de un reloj entre una coalición liderada por el Partido Comunista de India [PCI(M), marxista] y otra dirigida por el Congreso Nacional Indio, de centroizquierda; salvo en las últimas elecciones de abril de 2021, donde la coalición del PCI(M) logró la reelección para un segundo mandato consecutivo. En una India ampliamente dominada por la extrema derecha hinduista, encarnada por el Bjaratiya Janata Party (BJP), de donde procede el primer ministro Narendra Modi, Kerala es el último bastión de la resistencia a “la ola azafrán” anti-musulmana1.

El Estado aplica aquí una política comunista de inversión masiva en educación, salud y la lucha contra la pobreza, que incluye la distribución de tarjetas de compra para el acceso casi gratuito a los alimentos básicos y la introducción de un salario mínimo que duplica la media nacional (es decir, 700 rupias [8 euros] al día). Actualmente tiene los mejores resultados de toda India en cuanto a alfabetización (96,7% frente a una media de 77,7%), esperanza de vida (77,3 años frente a 70,8), tasa de fertilidad (menos de 2 hijos por mujer), etc. “Somos una especie de Escandinavia de Asia”, bromea Praveena Kodoth, socióloga del Center for Development Studies (CDS), en Thiruvananthapuram. “Los comunistas también han desarrollado con fuerza el sistema de los Panchayat, estos consejos de pueblo que permiten una verdadera participación de todos en el desarrollo del Estado”, agrega el geógrafo Srikumar Chattopadhya, con quien nos reunimos en Thiruvananthapuram.

Como si se tratara de una extraña competencia por el espacio público con los comunistas, el número de mezquitas se ha disparado en los últimos veinte años, especialmente en el norte de Kerala. Las instituciones confesionales no se han quedado atrás, con un aumento del número de escuelas y universidades pertenecientes a las redes de fundaciones musulmanas. Los estudiantes de las numerosas universidades islámicas, donde se imparten materias profanas y religiosas, están obligados a llevar el niqab para las alumnas, el qamis (larga túnica blanca que llega a los tobillos) y el gorro blanco para los varones.

Aquí, todos coinciden en que esta dramática transformación de la visibilidad musulmana comenzó hace unos veinte años y explotó diez años después. Según muchos comentaristas, musulmanes y no musulmanes, esta transformación se debe a “la influencia del Golfo”: los keralites que se fueron a trabajar a los países de la Península Arábiga (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar, Kuwait y Omán) habrían regresado con el cerebro dado vuelta por los predicadores rigoristas y habrían obligado a sus esposas a ocultar rigurosamente cada parte de su cuerpo detrás de amplias telas negras. En cuanto a la multiplicación de mezquitas y escuelas confesionales, se trataría de “dinero del Golfo”, dando a entender una vez más que ciertos jeques árabes o fundaciones religiosas de estos países subvencionan estas construcciones con el fin de transmitir su visión ortodoxa, salafista o incluso wahabita del islam.

El verdadero islam

Es cierto que en el último medio siglo, la sociedad de Kerala ha sufrido una transformación radical provocada por un considerable fenómeno migratorio hacia estos países. “Tras el descubrimiento del petróleo en el subsuelo de la Península Arábiga hacia fines de los años 60, los keralitas fueron los primeros en responder al llamado de mano de obra de los nuevos ricos árabes”, explica Akhil Changayil, que acaba de defender una tesis sobre estos migrantes. Cincuenta años después, el fenómeno se ha extendido tanto que es difícil encontrar una familia que no tenga ni un miembro que trabaje, o haya trabajado, en un país del Golfo, donde los keralitas (menos del 3% de la población india) representan el 50% de los inmigrantes indios. Se dirigen principalmente a los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Esta emigración masiva, esencialmente masculina y de una duración media de ocho años, aporta cada año el 20% del producto bruto interno (PBI) de Kerala, según las cifras recopiladas por S. Irudaya Rajan, director del International Institute of Migration and Development (IIMD), en Thiruvananthapuram. Ha contribuido a sacar de la pobreza a una parte de la población, sobre todo a los musulmanes, pero también a los hindúes y cristianos que también participan de este movimiento migratorio, aunque estén menos presentes. Prueba de ello es el impresionante número de casas acomodadas construidas en todo el Estado. Según Akhil Changayil, “uno de cada cuatro hogares vive del dinero del Golfo”.

En realidad, esta explicación del lavado de cerebro –repetida una y otra vez por el BJP, que ve en cada musulmán un terrorista en potencia– no resiste a un examen serio de las condiciones reales de vida de estos migrantes, que no tienen casi ningún contacto con la población local. Viven entre ellos, en barrios segregados, y no entienden nada del árabe que se usa en los sermones de los viernes en la mezquita que frecuentan los habitantes del Golfo. En la inmensa ciudad dormitorio de Sonapur que visitamos en Dubai, donde se hacinan miles de inmigrantes de todas las nacionalidades (indios, pakistaníes, bangladesíes, etc.), los sermones, muy vigilados por los servicios de seguridad emiratíes, se imparten en urdu por imames pakistaníes, una lengua que entienden muchos musulmanes de India, excepto los de Kerala, que solamente hablan su lengua local, el malayalam.

Los musulmanes de Kerala pudieron hacerse más visibles porque representan una verdadera fuerza política.

MS Visakh sostiene: “Al descubrir el islam del Golfo, los migrantes tuvieron la sensación de descubrir el verdadero islam. No fueron sometidos a ninguna prédica, ningún adoctrinamiento, es realmente por aquello que vieron con sus propios ojos que se convirtieron a este islam rigorista”. En cuanto al “dinero del Golfo”, “se trata principalmente de colectas efectuadas dentro de la emigración de Kerala”, rectifica Praveena Kodoth, siendo esta proliferación de mezquitas y escuelas confesionales producto del enriquecimiento de estos migrantes que, en algunos casos, han acumulado fortunas. “Dar dinero a la caridad para construir es una característica de los migrantes musulmanes, que los distingue de los hindúes y los cristianos”, destaca. El dinero de los donantes árabes del Golfo existe, pero es limitado. Sobre todo porque las leyes contra la financiación extranjera se han endurecido mucho desde los atentados terroristas de Bombay en 2008 (188 muertos), perpetrados por militantes islamistas entrenados en Pakistán.

Esta fascinación por el Golfo y sus costumbres, que se puede encontrar en los restaurantes y los negocios de Kerala con la proliferación de carteles tales como Arabic Food, Dubai Bazar o Kuwait Optical, provienen del soft power de los países petroleros. Durante las terribles inundaciones de 2018, las peores en un siglo, los Emiratos Árabes Unidos aportaron 7.000 millones de rupias (82 millones de euros) a los keralitas para la reconstrucción de sus casas2.

Lazos sociales rotos

¿Esta nueva visibilidad de los musulmanes ha sido acompañada de otros fenómenos, menos perceptibles, que significarían una forma de radicalización? No necesariamente, y cuesta percibir los signos de un nuevo puritanismo, como el que existe en el Magreb o en Indonesia. No hay obsesión por lo haram/hallal [ilícito/lícito], el alcohol, el número de rezos diarios o el cálculo de hassanate, esas buenas acciones que conducen más fácilmente al Paraíso. “Lo único que se nota es el fuerte aumento de las peregrinaciones a La Meca, que se han quintuplicado en treinta años –explica Ashraf Kadakkal, profesor asociado de historia en el Departamento de Estudios de Asia Occidental de la Universidad de Kerala–. Pero esto se debe principalmente al aumento de los medios financieros de que disponen los musulmanes”.

Así sean musulmanes o cristianos –los hindúes han invertido poco en este sector–, las escuelas confesionales representan, según Kadakkal, “el 60% de las escuelas primarias y secundarias y el 70% de la enseñanza superior”. Sin embargo, “sus planes de estudio son fijados por el Consejo Educativo del gobierno, y todas están obligadas a seguirlos. Todos los exámenes finales son organizados por las universidades públicas y los diplomas otorgados por el gobierno”. En las escuelas musulmanas, ¿se enseña que el hombre desciende del mono y no de un gesto divino? “¡Sí, por supuesto!”, responde NP Hafiz Mahamad, director del departamento de sociología de la Universidad de Calicut, en Kozhikode. “Aunque rechacen la teoría evolutiva de Darwin, las fundaciones musulmanas están obligadas a enseñarla en sus instituciones”. Incluso si los estudiantes escuchan la versión creacionista durante las clases de religión en esas mismas instituciones.

De hecho, aunque algunas personas aprecian el ambiente religioso de estas escuelas y universidades confesionales, la religión no es el criterio principal para que los padres matriculen a sus hijos allí. ¿Por qué lo hacen? En primer lugar, porque una vez construida la casa, los migrantes querían invertir el dinero que ganaban en la educación de su prole. Esto provocó una afluencia de nuevos alumnos que las escuelas públicas no podían cubrir. Se creó un mercado de la educación privada del cual los inversores musulmanes, pero también los cristianos, se apresuraron en obtener ganancias y un reconocimiento social. “El 80% de las escuelas construidas en los últimos veinte años pertenecen a un grupo religioso”, señala Kadakkal. “Además –continúa NP Hafiz Mahamad–, las escuelas privadas han gozado siempre de una imagen de calidad superior a las de la red pública”. Una imagen basada más en el boca a boca que en la realidad.

Aunque no se perciban inmediatamente, NP Hafiz Mahamad, reconocido intelectual musulmán en Kerala, teme las consecuencias a largo plazo: “Las nuevas generaciones crecen entre personas de la misma comunidad. Están perdiendo la confrontación intelectual con otras creencias, lo que causará daños considerables al pluralismo de nuestra sociedad”.

Otro signo que preocupa a muchos de nuestros interlocutores es la disminución de la participación de los musulmanes en el Onam, el gran festival de la cosecha que reúne cada año a decenas de miles de participantes de todas las religiones. “Pero, por primera vez –destaca Shashi Tharoor, ex secretario general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y diputado de Kerala en el Parlamento Nacional–, algunos predicadores han instado a sus feligreses a no participar, bajo el pretexto de que es una fiesta hindú”. Y añade: “Es muy difícil, sin embargo, encontrar un vínculo entre este repliegue identitario y cualquier acción terrorista, como hace el BJP”.

En efecto, aunque el número de habitantes de Kerala que se han vinculado con la organización del Estado Islámico (EI) es mayor que en otros Estados, sigue siendo bajo: apenas unos cincuenta, de los menos de 200 que hay en todo el país3. “En términos de su población, India es el país menos afectado por el terrorismo global en el mundo –afirma Kabir Taneja, investigador en el think tank Observer Research Foundation en Nueva Delhi–. Y en el 95% de los casos, la radicalización fue a través de internet”. En todas estas mezquitas, los imames pertenecen a una u otra de las organizaciones que estructuran el islam de Kerala, todas las cuales denuncian los crímenes yihadistas.

Otro motivo de inquietud para algunos es la creciente influencia que se percibe del Partido Socialdemócrata de India (SDPI), una pequeña organización que aboga por la autodefensa frente a los ataques anti-musulmanes del BJP. Incluso se la ha implicado en el asesinato de varios líderes locales, el más reciente en diciembre de 2021. “Aunque el SDPI tenga cierto éxito en las elecciones de los panchayat [consejos de pueblo], su peso electoral sigue siendo marginal una vez que se pasa al nivel de la asamblea de Kerala, donde sus resultados son miserables [0,4% en las elecciones de 2021]”, sostiene Dayal Paleri, que está haciendo un doctorado en sociología sobre los musulmanes de Kerala.

Comunismo secular

¿Y qué piensan los comunistas de esta moda del niqab y la pardha? Tienen especial cuidado ¡de no pensar en ello! “Somos una democracia, cada uno, en cada religión, ¡tiene derecho a vestirse como quiera!”, es el único comentario que obtenemos de MV Jayarajan, secretario general de la rama de Kannur del CPI(M), en el norte del Estado, una de las más potentes dentro del partido. ¿El fuerte crecimiento de las mezquitas y la enseñanza confesional? “Es la democracia”. Para VV Preetha, activista en Adwai, la organización femenina del partido: “Entre las mujeres de los pueblos pobres que ayudamos, la cuestión no es llevar el pardha o no, sino acceder a una educación superior y a un trabajo. Si hace falta que lleven un niqab para instruirse, no veo el problema”. El niqab también es, subrayan algunos, un arma de protección en un país clasificado entre los más peligrosos del mundo para las mujeres por la fundación Reuters4.

Para el CPI(M), en cualquier caso, está fuera de discusión enemistarse con los musulmanes, por muy religiosos que sean. Ni con nadie de cualquier fe, en un país donde el 99% de la población se identifica con una religión. “Aunque los musulmanes sigan estando estructuralmente desfavorecidos en comparación con los hindúes y los cristianos, aquí están menos perjudicados que en el resto de India”, destaca Ashraf Kadakkal. “Tienen una poderosa clase media, varios medios de comunicación, son los jefes de las mayores empresas, etc. Y participan activamente en la vida política”, particularmente con un fuerte partido, la Liga Musulmana (Indian Union Muslim League), aliada del Partido del Congreso. En un Kerala donde el BJP es casi inexistente –representa alrededor del 12% del electorado, pero está demasiado disperso por el territorio, los nacionalistas hindúes perdieron en 2021 el único escaño que tenían en la asamblea estadual–, todo se juega entre los comunistas y el Partido del Congreso.

Mujeres de la Asociación de Mujeres Musulmanas en protesta silenciosa porque algunos centros educativos de Karnataka niegan la entrada a estudiantes que usan hijabs, en Hyderabad, India, el 15 de febrero de 2022.

Mujeres de la Asociación de Mujeres Musulmanas en protesta silenciosa porque algunos centros educativos de Karnataka niegan la entrada a estudiantes que usan hijabs, en Hyderabad, India, el 15 de febrero de 2022.

Foto: Noah Seelam, AFP

“La diferencia entre los dos partidos es muy poca y unos pocos votos musulmanes de más o de menos pueden inclinar la balanza”, afirma Visayan CK, periodista político en Mathrubhunmi, un importante periódico regional. Según Thomas Isaac, ex ministro de Economía y peso pesado del PCI(M), “tradicionalmente, los musulmanes votan en un 29% a los comunistas. Pero en las últimas elecciones [en abril de 2021], esta cifra aumentó al 39%, lo que enfureció a la Liga Musulmana”. Si, en efecto, el PCI(M) ha conseguido, por primera vez desde 1957, ser reelegido para un segundo mandato, es gracias a estos votos musulmanes, pero también a su excelente gestión de la crisis sanitaria provocada por el Covid (aislamiento rápido, distribución gratuita de alimentos, sistema hospitalario eficaz).

Por muy comunista que sea, el ministro principal de Kerala, Pinarayi Vijayan, responde a todas las invitaciones de las grandes fundaciones musulmanas en cuanto se trata de inaugurar un nuevo centro educativo o de pronunciar el discurso de apertura de una reunión religiosa. Es cierto que en la Constitución india el secularismo, forma local de laicismo, no significa ausencia de religión en la estructura del Estado, sino un tratamiento igualitario de todas las prácticas religiosas, tanto en la administración como en el espacio público. ¿No podrían los comunistas de Kerala dar un paso más, considerando que la religión es el opio de los pueblos? “Sí, Karl Marx escribió eso –replica MV Jayarajan, sentado en la oficina del partido bajo el triple retrato de Marx-Engels-Lenin–. En su opinión, no se trata de una droga, sino de un analgésico necesario para aliviar el dolor del proletariado”. Y para citar de memoria, en malayalam, el pasaje que precede a la célebre cita: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el alma de un mundo sin alma”. Dentro del PCI(M), como en el resto de la sociedad india, rara vez se habla del ateísmo y parece estar reservado a unos pocos dirigentes de alto nivel.

Al contrario, ¿se puede ser musulmán practicante y votar comunista? “¡Por supuesto!”, responde AP Kunhamer, riendo porque la pregunta le resulta incongruente. Mientras este sindicalista jubilado nos lleva a visitar la magnífica mezquita del siglo XIV de Kozhikode, prosigue: “Aquí, la política se combina perfectamente con las religiones. Personalmente, rezo cinco veces al día, ayuno durante el Ramadán, observo todos los rituales, ¡y siempre fui comunista!”. El mismo tenor se encuentra en las palabras de un joven cliente de un café de Ponnani, pueblo de pescadores mayoritariamente musulmán donde todos los hombres van a la mezquita y las mujeres salen en pardha. “Nosotros no somos ricos. Algunos días se ganan 500 rupias [6 euros], otros, 1.000 rupias [12 euros]. A veces, nada. Depende del pescado. Aquí, todo el mundo vota comunista. Si tenés un problema, si necesitás sillas para el casamiento de tu hermana, o incluso si necesitás un préstamo para tu casa, podés contar con su ayuda”.

En las grandes reuniones del partido, no es extraño encontrarse con mujeres vestidas de negro poblando el público y aplaudiendo al orador –como ocurrió durante el congreso del partido en Kannur, el pasado diciembre–. De hecho, los comunistas cuentan con una fuerte base entre las clases más pobres de Kerala, tanto musulmanes como hindúes. “El CPI(M) podría ganar más votos entre los musulmanes si la Liga Musulmana, apoyándose en una red de notables muy influyentes, no sembrara la idea de que están en contra de la religión”, añade el joven investigador Dayal Paleri.

Más recientemente, la postura firme contra el gobierno de Modi en el momento del censo en Assam para retirar la ciudadanía india a los musulmanes que supuestamente ingresaron ilegalmente desde Bangladesh5, atrajo a nuevos votantes de esa comunidad. “Confío en los comunistas, son realmente seculares”, afirma una joven arquitecta de Kozhikode. En el contexto del odio del BJP contra ellos, el término secular se ha vuelto sinónimo de defensa de los musulmanes. “En cambio, en las elecciones parlamentarias de Delhi –prosigue– voto por el Partido del Congreso, porque a nivel nacional no son rivales para BJP”. En la Lok Sabha, la Cámara Baja del Parlamento Nacional, el PCI(M) y sus aliados tienen solamente tres escaños de los veinte que corresponden a Kerala, frente a los quince elegidos por el Partido del Congreso y los dos de la Liga Musulmana.

Ciudadanos de segunda

Queda una pregunta: ¿no habría un vínculo –a priori contra natura– entre esta mayor visibilidad del islam en Kerala y el liderazgo de los comunistas? Puede ser. “Desde la llegada del BJP al gobierno central [en 2014], vivimos con la sensación de ser tratados como ciudadanos de segunda, con la amenaza de ser deportados algún día”, afirma nuestro sindicalista jubilado de Kozhikode. La escritora Shahina Rafik (Un animal doméstico, Mathrubhumi Books, 2020, sin traducción), remonta este temor “aún más lejos, a la destrucción de Babri Masjid”, esa antigua mezquita del norte de India, asolada en 1992 por hordas de hindúes simpatizantes del BJP, sin que la justicia castigara realmente a los culpables6. “Sin embargo, en lugar de reaccionar achicándose aun más, como se ve en el resto de India, los musulmanes de Kerala pudieron hacerse más visibles, porque representan una verdadera fuerza política entre los comunistas y el Partido del Congreso”, explica Ashraf Kadkkal. “Sobre todo porque con el dinero del Golfo han adquirido los medios económicos para afirmar orgullosamente su islamidad”. Para Hilal Ahmed, investigador en Ciencias Políticas del Centre for the Study of Developing Societies en Nueva Delhi, “Kerala es el Estado que tiene la más elevada tasa de alfabetización, sin dudas gracias a la política llevada adelante por los comunistas durante casi sesenta años. Este nuevo modo de practicar la religión también se debe al acceso que los jóvenes keralitas educados pueden tener, a través de Internet y su buen dominio del inglés, al islam global”. Este se está difundiendo en la red gracias a los predicadores del Golfo y Egipto.

Aunque parece bastante claro que esta mayor visibilidad no debe interpretarse como una forma de radicalización, preocupa a la mayor parte de los intelectuales, para quienes la communal harmony sigue siendo uno de los bienes más preciados de Kerala. Este término, que está en boca de todos, puede traducirse como la paz entre los diferentes grupos religiosos, y distinguiría, según ellos, a su Estado del resto. “En Kerala no existe esa violencia del linchamiento de musulmanes por la calle”, admite NP Hafiz Mohamad. “Pero responder a los ataques del BJP contra el secularismo con aun menos secularismo no es la solución correcta”. Para el novelista Anees Salim, dos de cuyas obras fueron traducidas al francés7, el daño ya está hecho: “Desde hace veinte años, observo con tristeza que todo el mundo se ha vuelto más religioso: los hindúes son más hindúes, los musulmanes más musulmanes, los cristianos más cristianos. Esto no crea tensiones inmediatas, pero cada uno se cierra cada vez más en su comunidad. A largo plazo, esto afectará sin dudas a nuestra communal harmony”.

Pierre Daum, periodista. Traducción: Emilia Fernanda Tasende.

ORF Occasional Paper No 216, Observer Research Foundation, Delhi, octubre de 2019.


  1. Naïké Desquesnes, “Matar en nombre de la vaca sagrada”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2016. 

  2. “UAE offers 700 crore rupees in aid to flood-ravaged Kerala”, The Hindou, Chennai, 21-8-18. 

  3. Kabir Taneja y Mohammed Sinan Siyech, “The Islamic State in India’s Kerala: A Primer”, 

  4. “Factbox: Which are the world’s 10 most dangerous countries for women?”, Thomson Reuters Foundation, Londres, 26-6-18. 

  5. Pierre Daum, “Una India sin musulmanes”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2020. 

  6. Wendy Kristiaanasen, “Una grieta que amenaza a India”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2009. 

  7. Vanity Bagh, Actes Sud, 2015 y Les Descendants de la dame aveugle, Banyan, 2020.