En junio de 2014, Estados Unidos lanzó una campaña de bombardeos aéreos sobre Irak y Siria para aniquilar a las fuerzas militares del “califato” proclamado por la organización del Estado Islámico (EI, cuyo acrónimo en árabe es Daesh), antes de formar, algunos meses más tarde, una coalición internacional compuesta de 74 países, entre los que se encontraban Francia y Gran Bretaña. En setiembre de 2015, Rusia decidía apoyar militarmente al régimen de Bashar Al-Assad, que estaba a punto de derrumbarse ante una revuelta popular calificada de “terrorista” por el gobierno y rápidamente controlada por grupos yijadistas1. Estas dos intervenciones cubrirían el mapa de los dos países con cerca de 75.000 “golpes” aéreos durante esos años2.
Si las acciones de la coalición internacional liderada por EE.UU. contra el EI y las de Moscú para respaldar al régimen de Bashar Al-Assad deben distinguirse en términos de intenciones y de contextos, se parecen en cuanto a sus desastrosas consecuencias para las poblaciones de ambos países. Con sus bombardeos, las grandes potencias causaron la muerte de entre 20.000 a 55.000 civiles sirios e iraquíes. ¿Cómo es que tal resultado, que sigue siendo una estimación oficiosa, pudo establecerse? En un contexto de conflicto multiforme marcado por la presencia de fuerzas extranjeras, el recuento de las víctimas no armadas es particularmente difícil, dependiendo a la vez de las declaraciones de actores comprometidos militarmente, aunque también de las informaciones recabadas por organizaciones no gubernamentales (ONG) cuyos estudios son, en mayor o en menor medida, consensuales. Más adelante en esta nota abordaremos los recuentos de víctimas de las intervenciones de la coalición internacional contra el EI y de Rusia contra la revuelta en Siria.
Víctimas de la coalición
¿Cómo informan las potencias las víctimas que producen los bombardeos? La alianza dirigida por Washington comunica mensualmente sus acciones aéreas, pero en muchos casos los informes que dan cuenta de las víctimas civiles son publicados bastante tiempo después del suceso. Por ejemplo, en julio de 2021 la coalición indica haber llevado a cabo 34.984 “golpes” –término utilizado en lugar de “bombardeos”– en Irak y en Siria desde agosto de 2014. “A lo largo de este período, según las informaciones disponibles, el grupo de trabajo mixto inter-fuerzas estima que al menos 1.417 civiles murieron por descuido debido a los golpes de la coalición”, puede leerse en el informe.
La misma justificación acompaña invariablemente esos documentos: “Seguimos un proceso de identificación de blancos muy preciso en todos nuestros golpes con el fin de garantizar el estricto respeto del derecho de los conflictos armados y así poder evitar los daños colaterales. Cada pérdida de vida accidental es trágica, y nuestro objetivo sigue siendo tomar todas las precauciones posibles para evitar poner a los civiles en peligro, en el marco de la persecución de nuestro enemigo implacable”.
En su comunicación, la coalición precisa que varias decenas de “informes” sobre posibles víctimas siguen en estudio. Se trata de incidentes informados por fuentes externas –principalmente ONG–, medios locales, alertas en las redes sociales (Twitter, Facebook) o incidentes sobre los que vuelve por iniciativa propia.
La cifra de 1.417 víctimas civiles que reconoció la alianza internacional liderada por EE.UU. es ampliamente cuestionada. El 20 de diciembre, una investigación de The New York Times, basada en el examen de 1.300 informes del Pentágono, llegó a la conclusión de que “la guerra aérea estadounidense estuvo marcada por informaciones deficientes, disparos de misiles precipitados e imprecisos, y la muerte de miles de civiles, entre los cuales había muchos niños”3.
Al examinar esos informes conclusivos resulta que a menudo la muerte de decenas de civiles termina siendo admitida mucho después de los hechos, lo cual hace pensar que la cifra de 1.417 víctimas no es definitiva.
Por ejemplo, no es sino en setiembre de 2019, basándose en informaciones publicadas por la ONG británica Airwars, especializada en el análisis de bombardeos aéreos, que la coalición admite que el 5 de abril de 2017, “desgraciadamente, se mató a 16 civiles involuntariamente”, tras un bombardeo “en Al-Shafa contra un emplazamiento de mortero de Daesh”. En ese mismo documento podemos leer que el 16 de julio de 2018, en Deir Ezzor, “la coalición llevó a cabo un golpe aéreo contra una fábrica de explosivos de Daesh”, durante el cual “desgraciadamente dos civiles murieron debido a las consecuencias del golpe”. En un informe de mayo de 2019, en tanto, se informó que tres años antes, el 9 de abril de 2016, durante un golpe aéreo con drones sobre un centro de comunicaciones en Mosul, no fue sólo uno, como se había admitido en ese momento, sino que fueron cinco los civiles que murieron, “por descuido y debido a su proximidad al golpe”.
La coalición asegura querer dar pruebas de transparencia y estar dispuesta “a trabajar con quienquiera que haga alegatos o que provea nuevas informaciones creíbles”. Sin embargo, varias ONG difundieron cifras mayores de víctimas a las reconocidas oficialmente. Así, el Syrian Network for Human Rights (SNHR), una organización fundada por sirios opositores al régimen de Damasco y acreditada ante la ONU, hizo un recuento de 3.047 víctimas civiles. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), una organización con sede en Londres, afirma que 3.847 civiles, entre los cuales hay más de mil niños, habrían muerto durante los seis años de incursiones militares.
Por su parte, la ONG Airwars hace un recuento mucho más significativo. Clasificando los incidentes según su nivel de credibilidad –considerándose una información como fiable cuando cuenta con “dos fuentes creíbles”–, estima entre 8.317 y 13.190 civiles muertos en Irak y en Siria por los bombardeos de la coalición. El número de niños muertos se ubicaría entre 1.765 y 2.363. Sobre ese total, Airwars afirma haber establecido las identidades de 3.715 personas. Sus nombres, sus historias contadas por testigos y las fuentes que avalan estos datos son presentados en su página de internet. Tomando en cuenta los eventos no corroborados a través de una prueba o por testimonios, la ONG estima un número aun peor: entre 19.284 y 29.643 víctimas. La cifra, tomando el rango superior, resulta veinte veces superior a la oficialmente admitida por la coalición internacional.
Veamos, a modo de ejemplo, el detalle de un incidente documentado por Airwars, aunque clasificado como “no creíble” por la coalición. La ONG nombró este evento “el caso 1.396”4. El 20 de agosto de 2017, en Al-Raqqa, la batalla por la recuperación de la mayor ciudad de Siria en manos del EI ya venía haciendo estragos desde hacía tres semanas. Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, coalición árabe-kurda) que combaten a los yijadistas son apoyadas por las incursiones militares de la coalición internacional. Moscú y Damasco permanecen ajenos a dichas incursiones. Desde las diez de la mañana, varios mensajes de alerta en Facebook y Twitter denuncian un bombardeo en el barrio El-Bedo. La cifra de entre 40 y 50 muertos circula por las redes de sirios que se presentan como activistas o periodistas. Por la tarde, el medio de comunicación local Euphrate Post comparte fotos de un conjunto de edificios que ocupan cientos de metros cuadrados, arrasados hasta los cimientos. Una hora después, el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) establece un recuento provisorio de 23 muertos. En Youtube, un video no verificable muestra a varios niños muertos en el piso y viviendas destruidas por, todo indica, una potente explosión. Todas estas fuentes señalan a la coalición internacional como responsable.
Contrariamente a la coalición internacional, Rusia no reconoce de manera oficial ningún muerto civil en seis años.
Aunque el conjunto de edificios parece haber sido borrado del mapa, como lo demuestran dos fotos satelitales de Google –una tomada el día previo, la otra el día después–, la coalición nunca reconoció este incidente. En su informe de mayo de 2019 sobre las víctimas civiles de sus intervenciones, da una respuesta lacónica en relación al bombardeo de El-Bedo: “Tras un examen de todos los registros disponibles de golpes, de manera más probable que improbable –more likely than not– se determinó que los civiles no fueron víctimas de un golpe de la coalición”. Su servicio de prensa nos confirmó que el incidente de El-Bedo, documentado bajo la apelación “caso 1.396” por Airwars, es efectivamente el mismo que se refuta en el informe. Oficialmente, ningún bombardeo de la coalición internacional se llevó a cabo el 20 de agosto por la mañana cerca de ese barrio. “El hecho de que la coalición haya rechazado un evento por ‘no creíble’ no debería ser considerado como una prueba”, explica Chris Woods, director de Airwars. “El tristemente célebre evento de Baguz, documentado por The New York Times como un posible crimen de guerra estadounidense5, fue públicamente rechazado en dos ocasiones por ‘no creíble’, aun cuando los examinadores estadounidenses determinaron en privado que al menos entre 4 y 70 civiles murieron en el ataque”.
Woods, quien se comunica regularmente con los representantes de la coalición para incitarlos a verificar decenas de incidentes pasados, está convencido de que “la coalición es la responsable del bombardeo, ya que era la única que intervenía en Al-Raqqa en ese momento”. ¿Cómo puede estar seguro de que la explosión no fue producto de otro grupo armado? Nuestro interlocutor recuerda que Airwars llevó a cabo una investigación conjunta con Amnesty International sobre los bombardeos sobre esa ciudad6. “La potencia de fuego del Estado Islámico –afirma- era considerablemente limitada en Al-Raqqa y se había negado el uso de armas pesadas a las Fuerzas Democráticas Sirias. Sobre la base de pruebas públicas disponibles, existen fuertes indicadores de que esas muertes fueron causadas por un golpe aéreo o de artillería de la coalición, principal fuente de destrucción en Al-Raqqa”.
En esta ciudad, Amnesty International y Airwars estiman que 1.600 civiles murieron durante las incursiones aéreas de la coalición internacional y por los disparos de artillería, y esto únicamente durante la ofensiva de la alianza llevada a cabo entre junio y octubre de 2017. De hecho, Amnesty International documentó varios incidentes ilustrando la aniquilación de decenas de familias, atrapadas entre los bombardeos de las fuerzas de liberación y los disparos de los miembros del EI. Así, en agosto de 2017, explica el informe de esta ONG, “treinta y nueve miembros” de una misma familia, así como diez de sus vecinos, habrían muerto en el espacio de un mes debido a cuatro intervenciones de la coalición. El 18 de julio de 2017, “mientras que la familia Badran cambiaba de barrio para escapar de los combates [...] nueve hombres de la familia murieron durante dos golpes distintos llevados a cabo por la coalición. Acababan de lograr reubicar a las mujeres y a los niños en otro lugar y estaban por ir a reunirse con ellos. Un mes después, los miembros restantes intentaron huir, pero les dispararon hombres armados del EI, que mataron al médico que curaba a los heridos de la familia. No tuvieron más remedio que volver al lugar del que venían. Luego, el 20 de agosto de 2017, las fuerzas de la coalición bombardearon simultáneamente las dos casas vecinas en las que vivía la familia. Estos golpes aéreos mataron a 30 miembros de la familia Badran, principalmente mujeres y niños”7.
La liberación de la ciudad iraquí de Mosul, plaza fuerte del EI, también produjo numerosas víctimas civiles. El general de división Rupert Jones, comandante adjunto de la Combined Task Force que tenía por objetivo liberar esta ciudad, calificó a la batalla como “el combate urbano más duro que probablemente se haya llevado a cabo desde la Segunda Guerra Mundial”8. Según una investigación de Associated Press, las fuerzas iraquíes y las de la coalición serían responsables de al menos 9.000 civiles muertos por disparos de mortero, incursiones aéreas y disparos de artillería9. Sin embargo, la coalición internacional reconoció apenas 326 civiles muertos durante la batalla. Para Airwars, los combates en Mosul provocaron “más muertes entre las poblaciones civiles que entre los terroristas”.
Francia es uno de los integrantes de la coalición que no alude públicamente a las pérdidas civiles10. Es, después de Estados Unidos y el Reino Unido, el tercer país que llevó a cabo más bombardeos aéreos (o el segundo si incluimos los disparos de artillería); es decir, 1.500 intervenciones durante el pico de los combates, entre agosto de 2014 y junio de 2017. “Los franceses, así como los belgas, los daneses y los británicos, no quieren responsabilizarse por las pérdidas civiles ya que es vergonzoso”, afirma Woods. “Oficiales franceses admiten que causaron pérdidas civiles, pero no dirán dónde ni cómo porque la coalición está estructurada de manera que únicamente los autores de los golpes puedan pagar compensaciones [a los allegados o familiares de las víctimas]”.
Todavía falta que los sobrevivientes puedan hacerse escuchar. En la práctica, la coalición internacional se niega a tratar directamente con ellos o con las familias de las víctimas. Consultada acerca de este tema por Le Monde diplomatique, una fuente de la coalición internacional afirma que estos últimos deben “presentar sus reclamos ante sus respectivos gobiernos”. Es decir que los familiares de civiles iraquíes o sirios muertos por los bombardeos de la coalición internacional son invitados a enviar sus pedidos de indemnización a Bagdad o a Damasco.
Víctimas de Rusia
Contrariamente a la coalición internacional, Rusia no reconoce de manera oficial ningún muerto civil en seis años de operaciones en Siria. Sin embargo, según el SNHR, sus bombardeos habrían causado la muerte de 6.867 civiles entre setiembre de 2015 y junio de 2021. El recuento hecho por el OSDH es aun más elevado: “En 70 meses de operaciones, los militares rusos en territorio sirio mataron 20.825 personas, entre las cuales hay 8.667 civiles y 2.099 niños”. Airwars afirma haber recolectado pruebas que indican que en el verano el número de muertos civiles a manos del ejército ruso era de entre 4.096 y 6.085, resultado de alrededor de 39.000 bombardeos, y estima un total de 23.062 personas muertas11.
Imposibilitados de poder desplazarse a Siria, los medios de comunicación occidentales se vieron limitados a reproducir las cifras de muertos contabilizadas día tras día por el OSDH y el SNHR, siendo ambas organizaciones acusadas por Damasco y Moscú de operar a favor de la revuelta contra el régimen 12. Más ocasionalmente, algunos medios citan informes de ONG occidentales, como Amnesty International, Human Rights Watch y Airwars. Existen otras fuentes, pero la información es a menudo difícil de verificar: cuentas de Facebook, Twitter, medios locales y blogs de opositores sirios, que alimentan continuamente la web con fotos y videos de civiles destrozados por las bombas, homenajes póstumos a desconocidos y familiares abrumados buscando a los suyos entre escombros todavía humeantes.
Desde 2011, la guerra de comunicación es intensa: la agencia de prensa oficial siria, SANA, publica regularmente recuentos sobre las acciones de numerosos enemigos del régimen: acusaciones contra las FDS por disparos de cohetes sobre civiles, masacres cometidas por los diversos grupos yijadistas y por el Ejército Libre Sirio (ELS). Estos medios subrayan la ayuda a la población del gobierno de Siria, el avance de la lucha contra la revuelta -continuamente calificada de “terrorista”-, la recuperación económica del país, las visitas de personalidades políticas occidentales a Damasco y la reanudación de las relaciones diplomáticas con países extranjeros, particularmente árabes13. Pero no hacen mención alguna a los civiles muertos por los disparos de artillería, las bombas de barril lanzadas por helicópteros, los misiles disparados por los aparatos rusos Sukhoi Su-17, MIG-21 y L-39 Albatros.
Consultado por medios de comunicación franceses en enero de 2018 sobre el tema de los civiles muertos por las fuerzas de su régimen, Bashar Al-Assad contestaba lo siguiente: “Todas las guerras provocan destrucciones, todas las guerras provocan muertos. [...] La cuestión es saber cómo liberar a los civiles de los terroristas en esos barrios. [...] Hay que liberarlos y a veces este es el precio a pagar. Pero, al final, las personas se liberan de los terroristas”14. Del lado ruso, apenas tres meses después del comienzo de la campaña de bombardeos y en respuesta a acusaciones de violación de los derechos humanos por parte de Amnesty International, el general Viktor Bondarev ya marcaba el tono de la negación en el canal ruso Rossiya24: “Las fuerzas militares nunca dañaron un blanco civil. Los pilotos rusos nunca erraron su blanco y nunca dañaron lugares considerados como sensibles, como escuelas, hospitales o mezquitas”15. En junio de 2019, Panos Moumtzis, coordinador regional de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas para la crisis de Siria, arremetía por enésima vez contra la intervención de Moscú: “Los rusos bombardean sistemáticamente lugares muy concurridos. Usan toda clase de armas, bombas de fósforo, bombas de impulsión y fragmentación, y ensayan nuevas armas. El régimen [de Bashad Al-Assad] aplica la política de la tierra quemada, la sistemática destrucción para arrasar con todo, hacer huir a todo el mundo, vaciar las ciudades y los pueblos”. La ONU estimaba en ese entonces que, en dos meses de conflicto en la Provincia de Idlib, al menos 37 escuelas y 26 establecimientos de salud habían sido dañados o destruidos tras bombardeos sirios y rusos16.
La coalición internacional se niega a tratar directamente con los sobrevivientes o con las familias de las victimas.
La afirmación de la inexistencia de bajas civiles relacionadas con la intervención rusa deja dubitativo al experto militar independiente Anton Lavrov, consultor del diario moscovita Izvestia: “Por supuesto, eso es altamente improbable. La principal diferencia entre Rusia y los países de la OTAN reside en el uso, por parte de Rusia, de armas no guiadas, que provocan daños colaterales bastante más importantes que las armas ‘inteligentes’. Dicho esto, desde 2015 constatamos que la táctica de la aviación rusa evolucionó progresivamente con el fin de aumentar la precisión de sus golpes y reducir los daños civiles”. El especialista en cuestiones de defensa Yuri Lyamin, denuncia una campaña mediática contra Rusia y el gobierno sirio: “Los errores o las diferencias en las estimaciones son posibles, particularmente con el uso de armas no guiadas, pero en caso de golpes deliberados sobre tales blancos las pérdidas civiles habrían sido mucho más importantes incluso que aquellas denunciadas por la oposición siria”.
El Ministerio de Defensa ruso no contestó nuestras solicitudes de aclaraciones. Hace dos años, la Embajada de Rusia en Francia propuso un encuentro con Maxim Grigoryev, director de una organización que se presentaba como una ONG sin fines de lucro, The Foundation for the Study of Democracy, con sede en Moscú y acreditada ante la ONU. Esta organización es autora de un libro –sin fecha de publicación ni precio– en el cual los cascos blancos que socorren a las víctimas de bombardeos rusos y del ejército gubernamental sirio son acusados de tráfico de órganos17. Grigoryev afirma haber permanecido en diversas ocasiones en las zonas controladas por el régimen sirio y en la zona controlada por los rebeldes desde el 2013. En cuanto a las cifras de muertos en el marco de la guerra civil, rechaza a la mayoría de los observadores sirios: “Se trata de activistas políticos: están pagados por occidentales. Se les paga para proveer esas informaciones. El OSDH saca sus informaciones vaya a saber de dónde, nunca revelan sus fuentes. Son dos personas que viven en los suburbios de Londres e informan a la Agence France Presse”.
Ante las frecuentes acusaciones de manipulación de las cifras, Fadel Abdul Ghany, el presidente del SNHR, ironiza: “Si publicamos algo en favor de Rusia, nuestros detractores lo replican. Pero cuando acusamos a Rusia de crímenes de guerra dicen que es propaganda apoyada por Occidente y los islamistas. Nuestras cifras no son estimaciones: seguimos una metodología muy rigurosa desde 2011. Todos los días recogemos informaciones, datos, y tenemos capacidad de brindar todos los nombres de personas muertas por fuerzas rusas”.
El OSDH, que no contestó nuestro pedido de entrevista, también es criticado por Damasco y las autoridades rusas por la ausencia de elementos identificables en sus datos.
“El anonimato de las fuentes es frustrante –reconoce Woods, de la ONG Airways–. Pero esto se debe al hecho de que los miembros de esas organizaciones fueron regularmente objeto de intentos de asesinato. Es realmente peligroso trabajar en Siria. Si fueran parciales, no habrían intentado documentar las pérdidas civiles provocadas por todos los bandos”, afirma. Así, sobre 594.000 personas que supuestamente murieron en territorio sirio desde el comienzo de la revuelta el 15 de marzo de 2011 hasta el 14 de marzo de 2021, el OSDH afirma haber documentado –además de la muerte de civiles por cuenta del ejército ruso– la de 88.856 civiles imputables a las fuerzas fieles al régimen, 8.110 a los combatientes sirios de las facciones rebeldes, 6.418 a los yijadistas del EI, 1.474 a los kurdos y 12 al ejército israelí18. Asimismo, el SNHR, argumentando la misma imparcialidad, atribuye la muerte de 200.209 civiles al régimen sirio y grupos pro-régimen, incluidas las milicias iraníes, 5.043 al EI, 4.164 a las facciones de la oposición y 1.284 a las fuerzas kurdas19. Estas diferencias en las estimaciones se explican –en la lógica de cálculo– por la necesidad de la obtención de pruebas, de indicios o de testimonios, para afirmar la existencia de una o varias muertes, y modificar cada recuento.
En estos conflictos cruzados en los que intervienen varios actores y donde la violencia es extrema, la información circula mal y las pruebas de pérdidas civiles pueden desaparecer o ser ocultadas. En ausencia de un sistema general de conteo imparcial y eficaz, la batalla de las cifras continuará dividiendo a los observadores, propagandistas y beligerantes. Les tocará tal vez a los investigadores y a los historiadores lograr un acuerdo más sólido que permita establecer el número real de muertes.
Turquía no se queda atrás
Además de la coalición internacional, dirigida por Estados Unidos, y del régimen de Bashar Al-Assad, apoyado por Moscú, países fronterizos como Irán, Turquía e Israel bombardean regularmente porciones de territorios iraquíes o sirios. Así, del 24 de agosto de 2016 al 23 de febrero de 2017, Turquía llevó a cabo la operación “Escudo del Éufrates”, contra el Estado Islámico (EI) y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que culminó con la recuperación de Al-Bab. Durante este período, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH) afirma que las incursiones aéreas y los disparos de artillería habrían provocado la muerte de 497 civiles, entre los cuales 122 eran menores (1). Ankara también intervenía, a principios de 2018, en el enclave de Afrin, golpeando zonas controladas por los combatientes kurdos del Partido de la Unión Democrática (PYD, cercano al PKK), también calificados de “terroristas” en la misma categoría que el EI. Sobre el conjunto de los bombardeos turcos en Siria e Irak, la Organización No Gubernamental Airwars estima que hubo entre 411 y 749 víctimas civiles, concentradas en su mayoría en la frontera turca, al norte de Alepo.
En un informe de abril de 2018, la organización Human Rights Organization in Syria acusa a Ankara de una voluntad de “limpieza étnica” en relación con las poblaciones kurdas y detalla la muerte de 106 civiles, cuyos nombres enumera, y presenta fotos de civiles heridos o asesinados (2). Entre los principales incidentes, la ONG rescata el del 16 de marzo de 2018, cuando “los disparos de artillería del ejército de ocupación turco alcanzaron un convoy de civiles en el distrito de Mahmudiya, en el centro de la ciudad de Afrin. 38 civiles murieron y 47 resultaron heridos, principalmente niños, mujeres y personas ancianas”.
Según los testimonios recogidos por Amnesty International, a principios de enero de 2018, los habitantes de los pueblos de Jenderess, Rajo y Maabatli, alejados de los combates, también fueron sometidos a numerosos bombardeos turcos (3). En octubre de 2019, la ONG reiteró sus acusaciones contra Ankara y los grupos armados sirios que apoya. En un informe sobre los combates en el Noreste del país, la asociación encontró que “las fuerzas militares turcas y una coalición de grupos armados sirios apoyados por Turquía dieron pruebas de un terrible desprecio por la vida de los civiles, librándose a graves violaciones y a crímenes de guerra, particularmente a ejecuciones sumarias y a ataques ilegales que causaron muertos y heridos entre la población civil, en el transcurso de la ofensiva llevada a cabo en el Noreste de Siria” (4). Acusaciones ignoradas como siempre por Ankara, que sistemáticamente afirma que las fuerzas kurdas son las únicas responsables de las pérdidas civiles.
(1) www.syriahr.com
(2) “Informe de derechos humanos sobre las graves violaciones cometidas por las fuerzas turcas y los grupos armados en el transcurso de la ocupación de Afrín y de sus pueblos desde el 20 de enero de 2018 hasta finales de marzo de 2018”, Human Rights Organization in Syria, abril de 2018, hro-maf.org (documento en árabe).
(3) “Afrin: l’autre drame syrien”, Amnesty International, París, 28 de febrero de 2018, www.amnesty.fr
(4) “Syrie. Preuves accablantes de crimes de guerre et d’autres violations commises par les forces turques et des groupes armés qui leur sont affiliés”, Amnesty International, París, 18 de octubre de 2019.
Traducción: Micaela Houston.
Damien Lefauconnier, periodista. Traducción: Micaela Houston.
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Gilles Dorronsoro, Adam Baczko, Arthur Quesnay, “Syrie: Anatomie d’une guerre civile”, CNRS Éditions, París, 2016. ↩
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Fuentes: US led coalition, Airwars, Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), Syrian Network for Human Rights (SNHR). ↩
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“Airstrikes allowed America to wage war with minimal risk to its troops”, The New York Times, 19 de diciembre de 2021. ↩
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Dave Philipps, Eric Schmitt, “How the U.S. Hid an Airstrike That Killed Dozens of Civilians in Syria”, The New York Times, 13 de noviembre de 2021. ↩
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“War in Raqqa: Rhetoric versus reality”, Amnesty International, https://raqqa.amnesty.org/ ↩
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“Syrie: La ‘guerre d’anéantissement’ a fait des ravages dans la population civile à Raqqa”, Amnesty International, 5 de junio de 2018. ↩
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“Major General: Battle for Mosul is ‘toughest since WWII’”, BBC, Londres, 26 de junio de 2017. ↩
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“Mosul is a graveyard: Final IS battle kills 9,000 civilians”, Associated Press, 21 de diciembre de 2017. ↩
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Marie Forestier, “Syrie: la France, grande muette des frappes aériennes”, Libération, París, 25 de abril de 2019. ↩
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“Russian military in Syria”, Airwars, airwars.org ↩
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Antonin Amado y Marc de Miramon, “Siria, campo de batalla mediático”, Le Monde diplomatique, setiembre de 2012. ↩
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Adlene Mohammedi, “El retorno discreto de Siria”, Le Monde diplomatique, junio de 2020. ↩
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Le Monde, 8 de enero de 2018. ↩
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Le Figaro, París, 27 de diciembre de 2015. ↩
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“Syria: ‘Deplorable’ violence in Idlib against civilians, humanitarian workers must ‘stop immediately’: UN Coordinator”, UN News, Nueva York, 21 de junio de 2019. ↩
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“The White Helmets: Terrorist accomplices and a source of disinformation”, The Foundation for the Study of Democracy, Moscú. ↩
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“Total death toll | Over 606,000 people killed across Syria since the beginning of the ‘Syrian Revolution’, including 495,000 documented by SOHR”, Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), 1º de junio de 2021, www.syriahr.com (en inglés). ↩
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“Civilian death toll”, SNHR, recuento regularmente actualizado, https://sn4hr.org ↩