La celebración de los 60 años de la independencia argelina se produce en un clima social sombrío. La emigración clandestina se agrava, al tiempo que el régimen, fortalecido por el aumento de la cotización de los hidrocarburos, sigue reprimiendo toda forma de protesta para impedir el regreso de las manifestaciones de 2019 que llevaron a la primavera del Hirak.

“Cómo decirle al mar que nos ahogamos en tierra”. Escrita en un árabe esmerado sobre una pared del barrio Ain Naâdja, en Argel, y reproducida en una página de Facebook titulada “A través de lahyout [las paredes]”, la frase resume un estado de ánimo compuesto de amargura, cansancio y desesperanza. Al acercarse el 5 de julio, fecha del sexagésimo aniversario de la independencia, los argelinos están regularmente expuestos al recuento macabro de aquellos que mueren buscando abandonar su país cueste lo que cueste. A mediados de mayo, diecinueve personas se ahogaron tras el naufragio de su embarcación frente a las costas de Fouka, cincuenta y cinco kilómetros al oeste de la capital.1 El 4 de junio, la muerte de dos amigos que lograron traspasar las redes de vigilancia del aeropuerto Houari Boumediene de Argel para colarse en la bodega de un avión de Air Algérie suscitó una conmoción general. Los dos jóvenes se filmaron, risueños, un cuarto de hora antes del despegue del avión. Pensaban ir a Barcelona, un trayecto de cuarenta y cinco minutos, pero el avión hizo un giro mucho más largo y sus cuerpos destrozados por el frío y la falta de oxígeno fueron encontrados al regresar a Argel. Las dos víctimas se habían inspirado en el éxito milagroso de Ayman, de 16 años, quien sobrevivió, el 9 de marzo, un viaje clandestino en la bodega de un avión que conectaba Constantina con París.

“En Argelia, uno se ahoga también en el aire”, suspira un universitario retirado2 que ya no soporta la insidiosa banalización con la cual es tratada la cuestión de las partidas clandestinas y de los dramas humanos que conllevan. Decidió abandonar las redes sociales y no informarse más, eligiendo así, como muchos de sus pares, otra forma de exilio, la del repliegue interior. “Ya no quiero estar triste –se justifica–. Prefiero ahogarme en los libros”.

Por supuesto, la harga, o el hecho de “saltearse” la frontera y sus papeles, tratando de alcanzar las costas españolas o italianas de manera clandestina, no es nueva, ya que se remonta a los años 1980, época en que la juventud ya soñaba con un quimérico babor l’Australie [“barco hacia Australia”] que la llevaría a las antípodas. Incluso la inmensa esperanza suscitada por el Hirak, ese movimiento de protesta pacífica contra el régimen (febrero de 2019-marzo de 2020), no detuvo la fuga. Pero hoy el número de los que aspiran a la partida está innegablemente en alza. Según Madrid, cerca de diez mil argelinos sobre un total de catorce mil harragas3 entraron clandestinamente en el territorio español en 2021, es decir, 20 por ciento más que en 2020. No pasa una sola semana sin que la prensa rinda cuentas de partidas masivas y de naufragios. Y los videos subidos a Facebook demuestran la extensión del fenómeno. En mayo, una familia completa, incluyendo bebés y abuelos, filmó su viaje sobre un gomón, un bote neumático ultrarrápido. El costo promedio de semejante pasaje ronda entre 1.000 y 5.000 euros por individuo según el tipo de embarcación.

Asfixia política

“Los jóvenes parten porque no tienen ninguna perspectiva: sin empleo, sin vivienda, con muy poco tiempo libre. Los mayores, porque su realidad material es insostenible. Y para agravar la situación, el régimen pone el cerrojo en el campo político y las libertades individuales”, sostiene, amargado, un exministro de los años 1970.

Al encarcelar a doscientos setenta y un detenidos por su opinión (balance al 7 de junio de 2022), el poder sigue una hoja de ruta clara: el violento restablecimiento del orden autoritario, sacudido por la protesta popular. Se trata de disuadir a los argelinos de volver a las calles y de impedir que la oposición, a pesar de ya estar bastante controlada, se haga escuchar.4 Desde junio de 2021, una enmienda del Código Penal, el artículo 87 bis, obstaculiza significativamente la actividad política al ampliar la definición del terrorismo, abarcando cualquier intento “de actuar o incitar, por el medio que sea, a acceder al poder o a cambiar el sistema de gobernanza por medios no constitucionales”.

“La nueva Argelia”, el eslogan repetido desde la llegada al poder de Abdelmadjid Tebboune en diciembre de 2019, no parece diferir mucho del autoritarismo del expresidente Abdelaziz Bouteflika (1999-2019). Desde abril, se trata efectivamente de una política de “mano tendida”, pero sus contornos siguen siendo imprecisos y la represión continúa. A fines de mayo, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST, izquierda radical) fue notificado de una decisión judicial de suspensión de sus actividades y de cierre de sus locales. “En la nueva Argelia, un simple post en Facebook puede conducirte a prisión. Ya ni siquiera se puede expresar el mal humor sin arriesgarse a recibir una citación a la comisaría”, revela un militante de los derechos humanos que, por prudencia, cerró todas sus cuentas en las redes sociales.

Asfixia de vida

El llamado del mar atañe a todas las clases sociales. Aquellas y aquellos que disponen de una competencia profesional pueden esperar una harga legal hacia Francia u otros países occidentales como Alemania o Canadá, sin olvidar las monarquías del Golfo o de Turquía. El caso de los médicos es emblemático. Año tras año, Argelia forma cinco mil de ellos en sus universidades, gran parte de los cuales termina abandonando el país. No existe una estadística oficial sobre estas partidas, pero el resultado de las pruebas de verificación de conocimientos (PVC) en medicina, organizadas cada año en Francia para permitir a los practicantes extranjeros obtener una equivalencia de su diploma, es instructivo: de dos mil puestos disponibles en febrero, los argelinos obtuvieron 1.200. “A partir del segundo año de Medicina comencé a tomar clases de turco y de alemán –revela un candidato a la partida–. No quiero quedarme en un país que forma médicos sin saber qué hacer con ellos, al mismo tiempo que destroza la infraestructura hospitalaria. Ya no es una cuestión de dinero: es un proyecto de vida”.

En cuanto a la harga, la verdadera, nada parece poder detenerla. Con el regreso del buen clima, los botis [lanchas] siguen llenos. Los que se instalan en ellos, a veces al lado de migrantes sahelianos o de ciudadanos sirios, saben que infringen la ley, un “delito de salida ilegal” del país para el cual se prevé una pena de dos a seis meses de prisión, así como una multa de 20.000 a 60.000 dinares (100 a 300 euros). Además, no es inusual que las personas interceptadas en el mar sean maltratadas por los guardacostas o por las fuerzas del orden a las cuales son entregadas. Las medidas tomadas por las autoridades rozan a veces lo ridículo, como cuando se erigieron paredes de hormigón a lo largo de las playas oranesas para impedir que los botis alcancen el mar.

¿Obliga la importancia de la harga a las autoridades a hacer un examen de conciencia? En repetidas ocasiones Tebboune declaró que los candidatos al exilio estaban tentados sobre todo por “un modo de vida occidental”. En enero de 2020, algunos días después de su elección, proponía incluso enviar a jóvenes argelinos, por estadías cortas, a los países europeos con el fin de que esa experiencia les abriera los ojos sobre la dureza de las condiciones de vida en Europa. No es seguro que el método sea eficaz. A fines de mayo, la prensa argelina revelaba que once jóvenes que habían participado en las Gymnasiades o Juegos Olímpicos Escolares aprovecharon su estadía en Francia para escaparse...

Soldados del Ejército de Liberación Nacional durante la Guerra de Independencia de Argelia en 1962,. Foto: Wikimedia, sin datos de autor.

Soldados del Ejército de Liberación Nacional durante la Guerra de Independencia de Argelia en 1962,. Foto: Wikimedia, sin datos de autor.

Asfixia por nostalgia

Tras la euforia del Hirak, cuando la autoestima de buena parte de los argelinos alcanzaba el cenit, ahora las redes sociales reflejan una inclinación a la depresión, incluso al odio a sí mismo. Ni siquiera el fútbol, esta distracción tradicional, juega a favor, ya que el equipo argelino no pudo clasificarse para la Copa Mundial que se llevará a cabo en Catar en noviembre. La politóloga Louisa Dris-Aït Hamadouche se niega no obstante a hablar de una marcha atrás. El Hirak –dice– “es el primer movimiento social argelino pacífico que puso en el centro de sus reivindicaciones a la dignidad. Es evidente que, al acercarse el 5 de julio, a la nostalgia de los que vivieron el 1962 se suma la de los que vivieron el 2019. Tal vez eso sea mucha nostalgia, pero sobre todo son muchas razones para pensar que nada es imposible para el futuro”.

Sin embargo, esta experta no niega la gravedad de la situación. Empezando por el estado inquietante de la enseñanza superior en un país que, no obstante, se jacta de tener 1,7 millones de estudiantes y ciento seis centros universitarios repartidos en casi todos los wilayas [departamentos].5 “La universidad no puede escapar de la decadencia de las instituciones –considera–. Es presa de una verdadera crisis de legitimidad porque no produce más sentido y su reforma pasa por una revisión mucho más global”. Al finalizar su carrera, a los estudiantes les cuesta encontrar empleo y a menudo se ven forzados a trabajar en el sector informal. Este año, las autoridades implementaron una asignación por desempleo en beneficio de todo profesional. En vigencia desde marzo, este bono mensual de 13.000 dinares (65 euros) fue distribuido a más de un millón de beneficiarios. ¿Algo con qué apaciguar las tensiones sociales e impedir el regreso del Hirak?

El alza de la cotización de los hidrocarburos provocada por la guerra en Ucrania ofrece al poder un verdadero margen de maniobra en cuanto a la redistribución. Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), los ingresos de Argelia deberían alcanzar los 58.000 millones de dólares en 2022, contra 34.000 millones en 2021 y unos 20.000 millones de dólares en 2020. Aun cuando los precios del trigo y de los otros productos alimentarios importados explotan, la situación financiera mejora claramente. Y, como suele ser el caso en la historia de Argelia, se corre el riesgo de que la tentación de no cambiar nada se afiance por ese regreso a la fluidez financiera. El poder puede así posponer indefinidamente la muy arriesgada revisión del sistema de subvenciones a los productos de primera necesidad.

“Más allá de su aspecto social explosivo, es un tema eminentemente político que exige una concertación social hoy imposible”, consideró Abdelkrim Boudra, consultor y militante comunal. A la inversa, advierte ese experto, el régimen podría dar el salto hacia la explotación de los hidrocarburos no convencionales (gas de esquisto) para responder a la demanda apremiante de una Europa decidida a prescindir del petróleo ruso. “Seguiremos siendo la ‘vaca gasífera’ de Europa; así Argelia se privará de explorar nuevas vías de desarrollo que, sin embargo, están a su alcance en la industria, el turismo o las nuevas tecnologías. Es un escenario de catástrofe para las generaciones futuras”. Sea como sea, tal explotación constituiría un test importante para la capacidad del régimen de mantener a la sociedad bajo su control: los intentos anteriores de perforaciones saharianas al comienzo de los años 2010 desembocaron en manifestaciones que anticiparon el Hirak.

Asfixia por historia

En el centro de Argel, la Grande Poste, edificio neomorisco emblemático de la capital, pero también del Hirak, donde convergían los manifestantes, ahora está protegido por una barricada de chapa y tiene el acceso prohibido. Instalado en la terraza de un café, Ahmed A., joven médico, también tiene proyectos de partida. La euforia con la cual participó en las manifestaciones ya no es más que un recuerdo. Hoy forma parte de los numerosos mdeperssine (argelización de las palabras “deprimidos” y “depresivos”) que creyeron que el Hirak iba a poner nuevamente al país en marcha, permitiéndole retomar la dinámica surgida durante los combates por la independencia. “Yo estaba ahí, en medio de la gente, ese viernes 5 de julio de 2019, para la Fiesta de la Independencia. Por primera vez, ese día tuvo un profundo sentido, me vinculó con la historia”.

Por el momento, esta historia no parece ser la prioridad. Algunas semanas antes del 5 de julio, los argelinos no tenían más que unas pocas indicaciones sobre el contenido de las conmemoraciones, cuyo presupuesto anunciado es de cerca de 6.000 millones de dinares argelinos (cerca de 38 millones de euros). No fue sino hasta junio que descubrieron su logo, por lo demás muy marcial. Esta aparente ausencia de entusiasmo oficial por una fecha clave de la historia de Argelia no sorprende demasiado a Hosni Kitouni, investigador en Historia.6 “Contrariamente a los prejuicios, particularmente de Francia, el poder ya no tiene los medios para legitimarse a través de la historia, con la cual ya no sabe qué hacer frente al aumento de las memorias plurales y de un pensamiento crítico que surgió a favor de la extraordinaria explosión de libertad del Hirak. La contradicción entre los comportamientos antinacionales del personal político en los negocios y un discurso nacionalista charlatán ha arruinado definitivamente la legitimación a través de la historia”.

Para este historiador, tanto más reconocido en Argelia porque vive y trabaja en su país, la interrupción del Hirak y, con ella, la obstaculización de la libertad de expresión impide a los argelinos ir más lejos en los necesarios cuestionamientos acerca de su historia, lejos de los discursos oficiales habituales. “¿Qué es ser argelino? ¿Y qué es Argelia, con sus múltiples componentes culturales, étnicos, históricos? La necesidad de democracia es también una necesidad de reconocer y de aceptar la diversidad. Los daños de la legitimación a través de la historia, que causó estragos durante varias décadas, obstaculizaron el desarrollo de un saber crítico y de una universidad abierta a la sociedad y al mundo. Hoy pagamos las consecuencias. Estamos enfrentados a una necesidad extraordinaria de historia y somos incapaces de satisfacerla en una perspectiva a la vez democrática y nacional”.

Lakhdar Benchiba, enviado especial. Periodista. Traducción: Micaela Houston.


  1. “Au moins 19 personnes sont mortes après le naufrage de deux embarcations parties d’Algérie”, Info Migrants, 16-5-22, www.infomigrants.net

  2. Salvo indicación en contrario, nuestros interlocutores solicitaron el anonimato. 

  3. Significa literalmente “los que queman”. Ha pasado a denominar a los emigrantes del norte de África porque dejan atrás sus documentos, quemándolos en la playa, para no tener identidad en caso de ser detenidos y, por lo tanto, no tener hacia dónde ser devueltos. 

  4. “Algérie. Lancement d’une campagne contre la répression croissante des droits humains par le gouvernement”, Amnesty International, 19-5-22. 

  5. Khaoula Taleb-Ibrahimi, Fatma Oussedik y Louisa Dris-Aït Hamadouche (coords.), L’Université désacralisée. Recul de l’éthique et explosion de la violence, Koukou Éditions, Argel, 2022. 

  6. Autor, entre otros, de Le désordre colonial. L’Algérie à l’épreuve de la colonisation de peuplement (L’Harmattan, París, 2018) y de La Kabylie orientale dans l’histoire (L’Harmattan, 2013).