La narrativa de la generación posterior a la dictadura indagó en una memoria que cuestionaba el carácter homogéneo, integrado y armónico que el mito fundacional atribuyó a la sociedad uruguaya. Indios, negros, comunidades de inmigrantes han sido temas constantes en la narrativa de esa generación. Así como Tomás de Mattos, con ¡Bernabé, Bernabé! (1988), hizo visible el exterminio de los charrúas –un episodio silenciado, que sin embargo nos marcó como nación–, algo similar, y con su sello personal, hizo Mario Delgado en No robarás las botas de los muertos (2002), una novela que reescribe el sitio de Paysandú como lo que fue: una preparación para el genocidio paraguayo, ese episodio que nadie quiere recordar. Pero la suya no era una clásica novela histórica. Su secreto estaba en la manera cervantina de encararla, en ese sesgo que le permitía a Delgado ver, a la vez, la vulnerabilidad de sus personajes y la desmesura de la empresa resistente en la que estaban embarcados. En el modo de juntar con humor lo estrafalario y mínimo con el heroísmo.

Toda la obra de Mario Delgado tiene que ver con esos pliegues que permanecían invisibles para la historia con mayúsculas. Es el caso de sus relatos de negros esclavos que reconstruyen un mundo “bárbaro”, y que la Historia de la sensibilidad (1989) de José Pedro Barrán confirma con tanta claridad.

Veinte años después de aquella novela fundamental sobre Paysandú, vuelve con este entrañable Último viajero de la nada, que es también una mirada peculiar sobre la Historia. Centrada en un emigrante vasco, Bernabé Alcorta, recorre con él los años que desembocarían en la independencia, pasando por las invasiones inglesas, el sitio de Montevideo, la revuelta artiguista y el Éxodo.

Contada en parte por un narrador impersonal y en su mayor extensión por Sebastián Alcorta –un joven escritor que reconstruye la experiencia de su antepasado basado en los documentos que guardó su abuela, y lo que ella misma le cuenta de sus contactos con los muertos, además de lo recogido en un viaje a Euskadi–, la novela recorre dos tiempos: el actual de Sebastián (donde no faltan las guiñadas al lector) y la peripecia de Bernabé en aquella Banda Oriental. Basada en una minuciosa investigación, incluye una larga serie de personajes reales, desde José Artigas –con quien Bernabé se vincula desde los tiempos del cuerpo de Blandengues– hasta el naturalista español Félix de Azara y José Monterroso (secretario de Artigas), pasando por una larga serie de nombres menores, algunos vistos con ironía, como Antonio Maciel, “el padre de los pobres”, y varios más que aún hoy recuerda la nomenclatura de Montevideo. Como Delgado, Sebastián es consciente de “la misión imposible” a la que se enfrenta al retratar a Artigas; sin embargo, ambos lo resuelven en un punto exacto de distancia y cercanía.

Pero lo que sobre todo aporta la historia de Bernabé es algo que la historiografía suele pasar por alto: la disyuntiva moral que vivieron algunos emigrados españoles en el momento de la independencia, obligados a elegir entre dos lealtades. Como en algunos libros anteriores, Mario Delgado arma aquí un mundo que nos ofrece otro espejo donde mirarnos. Lo hace con la sensibilidad y la imaginación que son su marca de fábrica, y con una calidad y destreza de lenguaje que conserva, de los narradores orales, la astucia y la gracia para mantener cautivo a su auditorio.

Último viajero de la nada. Mario Delgado Aparaín. Seix Barral, Montevideo, 2022. 790 pesos.