En una imagen invertida del plebiscito que inició el proceso de reforma constitucional, una aplastante mayoría expresó su desacuerdo con una propuesta específica de nueva carta magna. Si bien se mantiene el consenso para cambiar la Constitución de 1980, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, ya comenzó la pulseada por el cómo.

Los equipos de infografistas de las televisoras chilenas no tuvieron que desplegar demasiado esfuerzo para hacer los mapas comparativos en la transmisión en vivo de los resultados del plebiscito constituyente del domingo 4 de setiembre. Tomaron el mapa del inicio del proceso, que habían usado la noche del 25 de octubre de 2020, y apenas tuvieron que cambiarle el color: del azul del “Apruebo” al rojo del “Rechazo”. Igual para todas las regiones del país. Fue la expresión gráfica de la coexistencia de dos mandatos opuestos. El más reciente es el amplio rechazo (61,87 por ciento) a la propuesta constitucional sometida a plebiscito el 4 de setiembre. El otro, su reflejo. En octubre de 2020 el cuerpo electoral había definido, aún con mayor porcentaje (78,3 por ciento), su voluntad de cambiar la Constitución actual y de hacerlo mediante una Convención Constituyente compuesta en su totalidad por miembros electos por voto ciudadano (79 por ciento).

Las lecturas políticas sobre esta ecuación llevaron a los partidarios del “Rechazo” situados más a la derecha a decir, al calor de la noche del triunfo, que el resultado “marca el término del gobierno de [Gabriel] Boric como lo conocíamos”.1 Otros análisis ven, más que un avance de la derecha, una potencial sutura de las heridas que venía sufriendo el centro. Esto último conecta con algunas señales surgidas de la antigua Concertación Democrática: Guido Girardi, del Partido por la Democracia, socialdemócrata, había sugerido que se le podría “agregar canas” al gobierno de izquierda de Boric. “Sería el aporte de haber gobernado durante 30 años”, dijo, en referencia a un Poder Ejecutivo al que se le achaca inexperiencia por portación de juventud.2

En una estudiada alocución, el presidente de la República se dirigió a su país el mismo día de la votación, a las nueve menos cuarto de la noche. Además de recoger el mensaje de las urnas, se comprometió a cambios en su gabinete y recordó que el proceso constituyente continúa, ya que lo rechazado fue un texto específico y no la necesidad de tener una nueva carta magna.

Reunido el lunes 5 con los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, acordaron convocar a todos los partidos representados en el Parlamento, así como a la sociedad civil. El objetivo es “promover un diálogo que nos permita a la brevedad posible transmitir una certeza a Chile: el camino institucional para cumplir con el compromiso para avanzar hacia una Constitución que sea un factor de unidad entre todas las chilenas y chilenos”, dijo a la salida del encuentro el senador Álvaro Elizalde. Buscar, en ese entendimiento colectivo, el reflejo.

La etimología de la palabra reflejo muestra que deriva de la voz latina reflexus, que se puede traducir como “vuelta hacia atrás”. Un cambio de dirección. Para la física, de modo simplificado, sería lo que hace un haz de rayos de luz paralelos en un espejo plano. Pero, aunque cambie de dirección, dice esa misma definición, el haz de rayos de luz paralelos “sigue siendo un haz de rayos paralelos”. A eso se aferran los partidarios del derrotado “Apruebo”. Se rechazó este texto, pero el proceso constituyente con asamblea electa sigue siendo eso, y no hay espacio, dicen, para mecanismos censitarios. El reflejo, recuerdan los más proclives a la autocrítica, sigue las leyes de la reflexión. A eso, precisamente, llamó Boric en su discurso del domingo 4.

Rafael Trejo, periodista.


  1. “Rojo Edwards (P. Republicano): ‘La discusión constitucional tiene que darse en el Congreso, no nos vamos a restar’”, Luciano Jiménez. La Tercera, 4-9-2022. 

  2. “Ganó el Rechazo y fue por paliza: cinco claves rápidas para entender el trasfondo de un Plebiscito histórico”, Emmanuel Ganora. The Clinic, 4-9-2022.