La invención de Nuestra América, de Carlos Altamirano, recorre los debates acerca del origen de la identidad latinoamericana, reedita la empresa noventista de desestimar la existencia de una conciencia criolla al iniciarse el proceso independentista, reseña las respuestas a la pregunta por el valor y la singularidad de la cultura latinoamericana y se pregunta por la originalidad y el comienzo de la literatura latinoamericana. Dos elementos aparecen como extraños síntomas del jardín del saber que origina un escrito sin dudas erudito y prolijo. Uno de ellos es que, tras la pregunta por la identidad de Nuestra América, no dejan de aflorar países centrales como trasfondo último del sentido: la primera idea de América Latina en verdad es discutida en Francia, la Cepal fue viable gracias al visto bueno de Estados Unidos, el origen de la literatura nacional argentina se debe a la copia de los relatos de viaje ingleses, y la conciencia criolla no es capaz de crear.

Rarezas varias y persistentes que se vinculan con otro síntoma: no hay referencias a ninguna actualidad, nada de la identidad sostenida por el movimiento originario que es el verdadero pulso político de los últimos 30 años en América Latina (México, Ecuador, Bolivia, Chile), tampoco al nuevo constitucionalismo latinoamericano, no construido desde afuera ni desde arriba, para citar sólo dos ejemplos. Los debates históricos que el texto recrea dan cuenta de intelectuales decididos a intervenir en el mundo que los rodea; pero no es su caso, puesto que tiene por objeto los enunciados de aquellos sujetos.

La invención de Nuestra América. Carlos Altamirano. Siglo XXI, Buenos Aires, 2021. 224 páginas. 1.300 pesos.