En el país que tiene la tasa de homicidios más alta de África y uno de los índices de desarrollo humano más bajos del mundo, la música se combina con las bandas criminales. Son las llamadas “guerras del acordeón”, aprovechadas por los políticos locales para ganar votos y para el sicariato. ¿Habrá tregua antes de las elecciones legislativas de octubre?

El músico Rethabile Mokete, más conocido con el sobrenombre de Mosotho Chakela, murió a sus 58 años, el 12 de enero de 2021 en un hospital de Sudáfrica. Era originario de Lesotho, antaño un protectorado británico que es independiente desde 1966; una monarquía constitucional de 2,1 millones de habitantes enclavada geográficamente en el país de la “Nación Arcoíris” [como se conoce a Sudáfrica]. El cantante de etnia sotho, la mayoritaria en Lesotho, había crecido en los townships [asentamientos] sudafricanos. Tras haber conocido la ley de la calle y trabajado como ladrillero en obras de construcción, grabó en 1999 el álbum Motsamai le Chakela n°1 (Shear Record Company) y comenzó su ascenso hacia las cumbres de la escena famo, la música tradicional de Lesotho, apreciada también por su diáspora de más de 180.000 trabajadores migrantes instalados en Sudáfrica.

La muerte de Chakela pasó desapercibida en la industria discográfica internacional, mientras que su música sigue alimentando las “playlists Lesotho” disponibles en las plataformas de streaming. En cambio, fue muy comentada por la diáspora sotho, pero también entre la población del “triángulo del acordeón”, tres pueblos del distrito de Mafeteng, famosos por ser la cuna de varias generaciones de artistas famo. Porque Chakela era un muy célebre “músico gangster”, según Rataibane Ramainoane, fundador y jefe de redacción de MoAfrika FM,1 la primera radio privada en lengua sotho que vio la luz en 1999 en Lesotho. Ramainoane recuerda que él mismo estuvo, entre 2006 y 2011, en su lista de personas a ejecutar. “Sin la ayuda de Dios –confía quien es también pastor en la Nation of God Aspotolic Church– me podrían haber matado mil veces” en nombre del “vaquero del acordeón”.2

Chakela tenía que comparecer en marzo de 2022 ante la Corte Suprema de Justicia de Lesotho, donde se lleva adelante el juicio del exprimer ministro Thomas Thabane (obligado a renunciar en 2020), acusado de haber encargado, junto con su nueva esposa, el asesinato de su primera esposa, que se negaba al divorcio. Chakela había sido contactado para ejecutar dicho contrato.

Antes de verse asociado con semejantes noticias policiales, el famo fue la banda sonora de los pastores sotho que hace casi un siglo partían a deslomarse en las minas de Egoli (Johannesburgo), la ciudad del oro. Apoyándose primero en un instrumento de viento llamado lesiba, los intérpretes de famo que ambientaban los shebeens [antros clandestinos] de los townships adoptaron la concertina gracias al contacto con los boers [colonos de origen holandés], y luego, a fines de los años 1960, el acordeón. Al repertorio original de los tsa batsamai, las canciones que cuentan el periplo de quienes viajaron hasta Sudáfrica, se sumó un número creciente de mekorotlo, melodías tradicionales, fáciles de retomar, así como un repertorio más áspero alimentado de comentarios sociales, a menudo declamados. Como la música maskandi –su prima zulú–, el famo integra el bajo telúrico y las percusiones. Pero el acordeón sigue siendo el instrumento que lo identifica.

“La batalla del acordeón”

A comienzos de los años 2010, Chakela había triunfado lo suficiente como para ser dueño de trece negocios de venta de alcohol de ambos lados de la frontera. Se había convertido también en el principal instigador de una batalla territorial sangrienta entre pandillas vinculadas con artistas rivales, espejo del aumento de una criminalidad nacional febril: con una tasa de homicidios casi seis veces más alta que la media mundial, es decir, de 41,25 cada 100.000 habitantes en 2021, Lesotho se convirtió en el país más sanguinario del continente africano.3 En los altiplanos, el “triángulo del acordeón” cuenta sus muertos: cerca de un centenar de músicos y de cantantes fueron asesinados durante los últimos quince años...

Esto impulsó al escritor sudafricano Zakes Mda, de 63 años, a salir de su retiro literario para escribir su trigésimo primera novela: The Wayfarer Hymn.4 “No podía dejar en silencio esta tragedia –nos explica desde Estados Unidos, donde vive–. Me hacía acordar a la época de los raperos estadounidenses de la Costa Oeste, encarnados por 2pac Shakur, cuando se oponían a los de la Costa Este, representados por Biggie Small. Pero en una versión más sangrienta”.

Picaresca novela de iniciación, The Wayfarer Hymn [El himno del caminante] traza el itinerario de un joven sotho que aspira a triunfar en un mundo en donde los hombres “manejan tanto el acordeón como el revólver”. Para la ocasión, Zakes Mda recuperó uno de sus personajes recurrentes, el zulú Toloki,5 un profesional sudafricano de las exequias, “que llega para explorar el jugoso mercado de los funerales de Lesotho”. El escritor se encontró con Chakela, “un hombre con redondeces, afable, con una panza cervecera que desafiaba la gravedad, pero había que desconfiar de sus cóleras asesinas”.

Entre dos fuegos

Bajo el apartheid, los artistas del África austral que animaban la vida nocturna de los townships tenían que componer bajo una doble violencia; la de los policías del régimen que intervenían desde el exterior de los guetos, y la de las pandillas locales que hacían estragos desde adentro. Los músicos famo de los años 1950 eran apreciados tanto por sus compatriotas mineros del oro como por los temidos miembros de la pandilla sotho de los MaRussia de Soweto. Pero, pese a esta cercanía con los padrinos de la economía subterránea de las zonas de relegación negra, nada habría podido anticipar la espiral asesina que estaba por apoderarse, a partir de los años 2000, de la pandilla Lekothla La Terene, el “culto al tren”, de la cual Chakela se convirtió en padrino.

Los miembros de Lekothla La Terene usan una manta tradicional de lana de color oro y negro, inspirada por el escudo del Bantou Football Club de Mafeteng. La referencia al ferrocarril recuerda la época de las grandes migraciones de los años 1970 hacia las minas sudafricanas. Lekothla La Terene era por entonces un proyecto colectivo, una sociedad de ayuda mutua fundada por músicos sotho para asistir a sus pares afectados por la enfermedad o la mala suerte. Hasta el final del apartheid, un artista sotho iletrado que no hablara sino su lengua natal sería con seguridad explotado, si no estafado, por los productores sudafricanos blancos especializados en registrar segmentos musicales destinados a los mercados comunitarios. Pero en los años 1990, con el advenimiento de la democracia en Pretoria, los artistas famo como Earnest Sanko Setenane comenzaron a liberarse de dicha servidumbre. Empowerment, autoproducción, videoclips... Se constituyó un ecosistema cultural frágil y pequeño mientras que se extinguían, con el cierre de las minas, los empleos de la diáspora.

“Fue en ese momento que se intensificó la competencia entre los artistas famo, tanto en Sudáfrica como en Lesotho”, subraya Zakes Mda. Sanko, él mismo miembro de la Terene, fue asesinado en 2004. Entre la pandilla de Chakela y la pandilla rival de la Seakhi, “todo se convierte en la fuente de un conflicto asesino y con represalias”, continúa: un concierto, un tema transmitido por radio, una grabación en estudio, la letra de un fragmento... Chakela, maestro en el arte del ho kobisa [insultos que se esconden tras el doble sentido], multiplica las provocaciones. La batalla retórica empieza a matar de forma literal. Y los muertos comienzan a apilarse a ambos lados de la frontera hasta las inmediaciones de las minas de oro abandonadas, explotadas por cavadores ilegales, a menudo sothos.6

Patriarcado y política

La escena famo es un mundo de testosterona... Al comienzo, el término hacía referencia al modo en el cual las mujeres se levantaban la falda para mostrar a los músicos su ropa interior. Zakes Mda, que conoció a muchos de los antiguos músicos de famo, pone a cuenta de esta “masculinidad tóxica” la deriva sangrienta de la generación encarnada por Chakela. Pero no se pueden ignorar las causas económicas de la violencia (el país se encuentra en el ranking 168 sobre 188 del Índice de Desarrollo Humano) ni minimizar el modo en que la elite política de Lesotho la alimentó, “haciendo alianzas con ciertos grupos de música tradicional famo de primer rango, en particular Terene et Seakhi”.7

Así, el partido ABC (All Basotho Convention Party), fundado en 2006 por Thomas Thabane, funcionó como un trampolín para varios miembros de la Terene. A partir de 2012, y de la investidura de Thabane como primer ministro, “las relaciones entre el poder y la Terene se reforzaron de forma considerable”, subraya Ramainoane. En el “triángulo del acordeón”, miembros de la Terene, aunque sospechados de ser autores de crímenes, se benefician de la complacencia de las autoridades policiales locales –“en cambio, mejor no pertenecer a las pandillas rivales so pena de ser torturado, incluso ejecutado por la policía”–.

Esta connivencia entre el aparato de seguridad y la Terene alcanzó su paroxismo durante el segundo mandato de Thabane, iniciado en 2017, algunos días después del asesinato de su primera esposa. El ministro de la Policía y la Seguridad Pública contrató como chofer a Sarele Sello, alias Lehlanya –el loco– considerado la mano derecha de Chakela dentro de la Terene. Hoy es uno de los testigos de la acusación.

Mientras tanto, según nuestras fuentes, los herederos de Chakela están divididos en cuanto al futuro de la Terene. Unos continúan predicando la violencia, otros preconizando el fin de las hostilidades. Las elecciones legislativas del 7 de octubre se anuncian movidas. En efecto, Chakela había roto con el partido ABC para sumarse a la oposición del Democratic Congress. Pero el antiguo mentor de Chakela, quien terminaría exculpado por falta de pruebas, pretende tomarse una revancha electoral. El país, dependiente de una Sudáfrica en recesión, tiene dificultades para recuperarse de la crisis socioeconómica provocada por la irrupción de la covid-19 en África austral.

En este contexto, ¿qué futuro le queda a la nueva generación famo? Una nueva ola de artistas retomó, en efecto, la ruta de Sudáfrica para ir a cavar no ya en sus filones de oro sino en sus músicas urbanas. En Johannesburgo, Leraba Morena hibrida su famo con música electrónica y mezcla el sotho con el inglés, el zulú y el xhosa.8 Leraba Morena reunió a su alrededor a muchos francotiradores, entre ellos el impresionante Kommanda Obbs, que mezcla el trap –una corriente musical originaria del sur de Estados Unidos– con el repertorio tradicional y predica “la victoria de lo positivo sobre lo negativo”. Esta nueva escena, que se pretende más allá de las vendettas y de las luchas políticas de su país natal, tiene la ambición de llegar a la cima –de las montañas del reino, y quizás de los premios de la música africana–.

A fines de los años 1980, el famo tuvo su cuarto de hora de celebridad: en el álbum Graceland, de Paul Simon (1986), el acordeón del músico Forere Motloheloa, uno de los creadores del grupo de famo Tau Ea Matšekha, abre The Boy in the Bubble [El chico de la burbuja]. Falleció el año pasado: la industria de la música no manifestó emoción alguna...

Jean-Christophe Servant, periodista. Traducción: Pablo Rodríguez.


  1. www.moafrikafm.co.ls 

  2. Las palabras de Ramainoane citadas en este artículo fueron extraídas de “Accordion Cowboys”, The Chimurenga Chronic, 2-9-2014. 

  3. “Lesotho murder rate ranked sixth worst in world as judicial system breaks down”, The Guardian, Londres, 1-9-2021. 

  4. Zakes Mda, Wayfarer’s Hymn, Penguin Random South Africa, 2021. 

  5. Véase Zakes Mda, Le pleureur, Dapper, 1999. 

  6. Al respecto, se puede escuchar el podcast documental “The accordion wars of Lesotho, BBC, 13-6-2022. 

  7. “Understanding conflict, peace and gender context in Lesotho”, The Guardian, 25-6-2021. 

  8. “Morena Leraba is shepherd from Lesotho highlands”, Deutsche Welle, 23-10-2021.