En una crónica que es balance y perspectiva, uno de los maestros del periodismo narrativo latinoamericano, habitante de Chile nacido en Argentina, toma el pulso en primera persona al gobierno de Gabriel Boric. Convención constituyente, trabas parlamentarias, seguridad, medios de comunicación. Desafíos de un año corto que va para largo.

Apenas se han superado los nueve meses del gobierno de izquierda en Chile y parece como si ya hubiera pasado la mitad de sus cuatro años. Y también parece que recién estuviera empezando. Como un parto súbito. Como un parto interminable.

No hubo ni luna de miel, ni cien días de tregua con la oposición. Cuando recién empezaba a gobernar el jovencísimo exlíder estudiantil Gabriel Boric me animé a decir en estas páginas que, después de una campaña llena de versos, de guiños a la épica allendista y de símbolos, tocaba gobernar en prosa1. Y la prosa está siendo dura con los novatos.

El gobierno apostó por el triunfo del Apruebo en el referéndum de la nueva constitución, y el Rechazo barrió con 62 por ciento de los votos populares2.

Apostó por un gabinete de jóvenes de su grupo de confianza, y al poco andar tuvo que cambiar a dos de sus tres más cercanos: Izkia Siches y Giorgio Jackson. Una tercera aliada vital, Karol Cariola, líder de la campaña por el Apruebo, fue rechazada como candidata a presidir la cámara baja.

Falta mucho, pero a muchos de sus votantes ya no les basta con no ser “tan de derecha como la derecha dura”.

¿Qué se viene en Chile? Aquí van algunas claves del difícil 2023 en esta serpiente volcánica e imprevisible entre la cordillera y el mar.

¿El banco de suplentes era una vuelta a la Concertación?

Poco duró el gabinete original de Gabriel Boric. La imagen era ilusionante: el día de la asunción, el 11 de marzo de 2022, se viralizó en redes una imagen doble. Arriba, el primer consejo de ministros de la vuelta a la democracia en 1990, con el presidente Patricio Aylwin al medio, rodeados por señores como él, de saco y corbata como él, de edades parecidas a la suya. Abajo, el flamante conjunto de 14 mujeres y diez hombres de Boric, con vestidos coloridos, sonrisas abiertas, la mayoría jóvenes. Los más cercanos, la vocera Camila Vallejo, el ministro de la presidencia Giorgio Jackson y la ministra del Interior Izkia Siches.

Hoy sólo queda Vallejo, la mejor evaluada del gabinete. Pero es la ministra portavoz: ella comunica muy bien, pero tiene que tener qué comunicar. Jackson no supo negociar con un parlamento de mayoría opositora, y la médica Siches no pudo con las crisis de la violencia en el sur, la migración desatada en el norte, el narcotráfico en el centro y la inseguridad por doquier. Se fueron a la primera de cambio.

En sus lugares, y los de otros ministros y subsecretarios renunciados o renunciantes, ocuparon sus cargos veteranos provenientes de los gobiernos de la vieja Concertación (que integraban el Partido Socialista y la democracia cristiana), sobre todo de los gobiernos de Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), a quienes los jóvenes comunistas y del Frente Amplio supuestamente “venían a jubilar”.

Con este nuevo gabinete, y con la necesidad de conciliar con un Congreso peleón, Boric arrió varias de sus banderas. No presentó un nuevo retiro de fondos provisionales, pese a que como diputado lo había alentado, dejó que la mayoría parlamentaria aprobara el tratado Asia-Pacífico que sus aliados ecologistas y comunistas criticaban, y presentó un presupuesto consensuado con pocos fondos para los cambios sociales que había prometido.

Su último fracaso parlamentario fue el rechazo de su candidato a fiscal nacional... que ya era un candidato conservador, supuestamente de consenso3. Mientras escribo estas líneas, se acaba de anunciar su siguiente candidata, Marta Herrera Seguel. Nada asegura que no vaya a llevarse un nuevo porrazo. No es fácil ser novato y gobernar con el Congreso en contra.

Debate constitucional: enmienda a la totalidad y amarillismo

El 11 de diciembre de 2022, la nueva ministra del Interior Carolina Tohá (del riñón del bacheletismo) estalló ante la propuesta de Amarillos por Chile de que un número significativo de los que redacten la nueva constitución sean expertos designados por el Congreso (que hoy tiene mayoría de derecha): “Si expertos es una fórmula tan mágica, ¿por qué no reemplazamos al Congreso por un consejo de expertos?”, espetó en una entrevista en el programa Tolerancia cero de CNN Chile.

Pero el berrinche de la ministra duró poco. Al día siguiente la fórmula presentada por los amarillos, los críticos de centroderecha y centroizquierda, que habían sido vitoreados por los grandes medios y fueron claves en el fracaso de la propuesta de constitución del año que acaba de terminar, fue aceptada por la mayoría del Congreso.

En enero empieza a sesionar un grupo de 24 “reconocidos expertos” elegidos a partes iguales por diputados y senadores, y recién cuatro meses más tarde, cuando tengan redactado un borrador, 50 miembros del Consejo Constitucional elegidos por la población trabajarán sobre esa base para producir, en octubre, el texto definitivo. En noviembre, la ciudadanía volverá a votar por Apruebo o Rechazo a esta nueva propuesta.

De todas las protestas a este fracaso de la izquierda por defender una convención totalmente elegida por el pueblo, la más airada vino del izquierdista más veterano. El nonagenario arquitecto Miguel Lawner, legendario creador de las viviendas sociales de Salvador Allende y preso político de la dictadura, dijo que no iba a votar ese “engendro”. Que el pueblo había perdido.

En el acto de anuncio del nuevo proceso constituyente, Boric había dicho que era lo mejor posible en el actual balance de fuerzas. El que llegó aupado en las demandas urgentes y furiosas del estallido de octubre de 2019 está llegando al lenguaje posibilista de Aylwin, que famosamente prometió en 1990 una democracia “en la medida de lo posible”.

Pero ya sabemos lo que pasó el 4 de setiembre: en el referéndum de salida, la constitución a la que apostaba el gobierno fue derrotada por 62 por ciento a 38 por ciento, un resultado aplastante, mucho más que lo pronosticado por las encuestas. Los medios, en manos de la derecha, y las eficaces redes sociales de los poderes fácticos habían dicho que la nueva constitución perjudicaba a los “chilenos de toda la vida” y beneficiaba a los indígenas, a las feministas, a los militantes ecologistas, a los presos.

Y cuando se desglosaron los resultados, el Rechazo ganó en las comunidades indígenas, entre las mujeres, en los pueblos en lucha por el ambiente... y en las cárceles, donde los privados de libertad pudieron votar por primera vez. El texto constitucional no había logrado convencer ni siquiera a los que supuestamente beneficiaba.

¿Qué pasó con la convención y con el plebiscito? Es un tema muy gordo que podría comerse todo el espacio de este artículo. Lo cierto es que fracasó y que dejó al gobierno, apenas medio año después de empezar, débil y renqueante. Y a la oposición de derecha, envalentonada. Llegaron a decir que el rechazo fue una puerta cerrada a todos los principios de los tres centenares de artículos de la fracasada constitución. Y que la nueva constitución sería hecha a su gusto.

Por ahora, lo que muchos temen es que los “reconocidos expertos” que hagan el esqueleto de la nueva Carta Magna sean los mismos de siempre. Elegidos por los políticos eternos, que esperaron bajo el paraguas a que bajara la furia del estallido, y que allí están, porque nunca se fueron.

Macrozona norte, macrozona sur

Otra promesa incumplida: el gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022) gobernó a golpe de “excepciones constitucionales” en la zona sur, donde grupos violentos mapuches actúan contra los propietarios de las tierras que les fueron usurpadas históricamente, sobre todo las madereras, que secan y envenenan las tierras.

En la Araucanía los más activos son los extremos: si bien una mayoría del pueblo mapuche protesta de forma pacífica, y lograron que una de sus constituyentes, la prestigiosa académica Elisa Loncón, presidiera la Convención, la Coordinadora Arauco Malleco no bajó, sino que subió sus ataques incendiarios tras la inauguración del gobierno de Boric, que le tendió la mano para el diálogo. Pero del otro lado, la derecha domina la política regional (es la única gobernación que ganaron en un 2021 de grandes triunfos electorales de la izquierda) y las Fuerzas Armadas y Carabineros actúan con fuerza, amparadas por esta “excepción constitucional”.

El programa de Boric era suprimir esta excepción, que permite la actuación del Ejército en la zona. Ante el alza de la violencia, tuvo que renovar una y otra vez esta medida. Y mantenerla también en el norte, donde a la creciente mafia de la inmigración ilegal se sumó un alza de los delitos, el narcotráfico y la entrada del temido Tren de Aragua del narco venezolano.

¿Qué es esto de las macrozonas? Porque incluye varias comunas y territorios, el sitio de los conflictos entre el Estado y buena parte del pueblo mapuche (que –debe siempre recordarse– fue expulsado de sus tierras y es tratado en su casa con racismo) se llama Macrozona Sur. Y porque se desató una crisis de la inmigración por las grandes, desérticas y porosas fronteras con Bolivia y Perú, a las zonas nortinas se las llamó, para abreviar, Macrozona Norte.

Pero no sólo en el norte y el sur crece el conflicto. También aumentaron los delitos más violentos con el auge del narco, sobre todo en la zona central del país.

Para desgracia de un gobierno hecho de partidos de izquierda, que siempre les dio más importancia a los problemas económicos y sociales que a la inseguridad y la delincuencia (supuestamente problemas de ricos, a los que les roban los autos que los pobres no tienen), llegó con fuerza a Chile un fenómeno que ya lleva décadas en Colombia, en México y también en Argentina.

Ante la crisis económica, por la ausencia del Estado y amparándose en las carencias y la falta de control en momentos del estallido y de la pandemia, crecieron como hongos bajo la lluvia las pandillas narco y delictuales.

Por las leyes defensoras de la niñez (que la derecha acusa de “garantistas” y dice que protegen a los delincuentes y no a los “ciudadanos honestos”) las pandillas usan cada vez más a menores para sus delitos. Tres de mis amigos ya fueron robados por niños armados que no pasaban de los 15 o 16 años.

Inflación, divisas, crisis económica

A comienzos de diciembre de 2022, las noticias eran malas para la economía chilena. Según informaba la corresponsal de El País de España, Rocío Montes, el miércoles 7 de ese mes, “la inflación subió un uno por ciento en noviembre, de acuerdo al Índice de Precios al Consumidor (IPC) dado a conocer esta mañana por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Es un alza por sobre lo esperado por el mercado porque, de acuerdo a la Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central, el alza del costo de la vida en el penúltimo mes del año llegaría al 0,4 por ciento. En paralelo, el organismo emisor dio a conocer su Informe de Política Monetaria (IpoM) de diciembre, donde proyecta que Chile enfrentará en 2023 una recesión de mayor profundidad que la esperada en septiembre pasado. Si hace tres meses el Banco Central estimaba que el PIB caería entre el 1,5 por ciento y 0,5 por ciento, en este informe se indica que podría ubicarse en el rango de 1,75 por ciento a 0,75 por ciento”.

Así son todas las noticias de estos días. Sube la inflación, sube el costo de vida, bajan la actividad productiva y la inversión, se prevé un 2023 en que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), Chile será el país latinoamericano que menos crezca. Lo contrario a lo que pasaba en las dos primeras décadas de la democracia, cuando Chile era ejemplo para los países de la región.

Por primera vez en décadas, el dólar se dispara (desde 660 pesos chilenos hace seis años subió a tocar la barrera de los 1.000, para luego bajar y quedarse a las puertas de las cuatro cifras). Para los que tienen deudas, sobre todo hipotecarias, que están medidas en Unidades de Fomento y no en pesos, los sueldos se estancan y las deudas suben como globos sin cordel.

Es la economía, junto con la percepción de inseguridad y las noticias de la poca pericia del gabinete, lo que ha hecho bajar la popularidad del presidente Boric a menos de 30 por ciento, menos que lo que tenía el expresidente Sebastián Piñera en su primer año. La diferencia es que, para muchos votantes de izquierda o centroizquierda, el descontento no trae aparejada una ilusión de que puede venir un nuevo gobierno, una nueva constitución, una mejora.

Esta era la alternativa.

Las buenas noticias que no se ven

Pero algunas cosas sí están mejor. El espíritu dialogante del presidente ha hecho que bajara la tensión y haya un clima constructivo entre las fuerzas políticas, algo impensado en países de la región como Argentina, Brasil, Perú, Colombia y Venezuela. El presupuesto aprobado, aun con concesiones a la derecha, aumentó los derechos sociales, subió las prestaciones por hijos, por enfermedad y por desempleo, subió el sueldo mínimo, y la buena opinión del gobierno en el exterior (mejor que en el país, si vamos a creer a las encuestas) ha aumentado las inversiones extranjeras.

Hay decepción por la falta de avances rápidos, pero no hay nada parecido al enojo colectivo que se despertó con Piñera. Para mejorar la situación de los que perdieron sus fuentes de ingreso por el estallido o la pandemia, Piñera vació las cajas del Estado y se aprobaron bajo su gobierno tres retiros de 10 por ciento cada uno de los ahorros previsionales de los trabajadores. Este gobierno entró con la caja vacía. La falta de amenazas de huelgas generales y de marchas y destrozos como los de 2019 muestra que, pese a los bajos niveles de popularidad del gobierno, hay una paciencia, yo diría que más una espera que una esperanza.

No se han ido las empresas multinacionales ni los grandes capitales locales, como pronosticaban apocalípticos los seguidores del rival de Boric en las elecciones, el ultraderechista José Antonio Kast.

El gobierno se enfrentó a graves problemas: paros en la industria minera, la principal fuente de divisas del país, y de los camioneros, que paralizaron las rutas. Con negociación y diálogo, ambos paros se bajaron. En los medios y las redes se criticó duramente la “agachada” del gobierno, que no enfrentó a los huelguistas. Pero las negociaciones, que dieron algunas ventajas más a dos gremios, destrabaron las crisis.

La recuperación de la normalidad no es noticia, y eso me parece injusto.

No sé si es porque yo vengo de vivir en países como Argentina y España, donde la crispación es máxima y la falta de diálogo se traspasa de los líderes políticos a la calle, pero percibo en este momento chileno una tranquilidad, un alivio por estar bajo un gobierno que, si bien no tiene respuesta a muchos incendios, no busca apagarlos con gasolina.

Opinión pública vs. opinión publicada

A comienzos de noviembre, en la radio Bío Bío, la más escuchada del país, el dueño, director del programa matutino y principal columnista Tomás Moschiatti, leyó con voz de tragedia la noticia de que, en una reciente encuesta de opinión, la inseguridad era el problema que los chilenos identificaban como el más grave, el que los afectaba más directamente, pero que, según datos oficiales, los crímenes no habían subido. No había habido más robos ni más homicidios. ¿Cómo se explicaba esto?

Al escucharlo en la radio, se me salió un bufido de rabia: por supuesto, la respuesta a la aparente contradicción la tenían el mismo Moschiatti y sus colegas de la televisión y los diarios. Ellos empezaban sus programas con dramáticas historias de robos, de asesinatos, de encerronas y portonazos y de puertas giratorias por las que los criminales estaban rápidamente en la calle por culpa de la Justicia garantista. La percepción de la inseguridad subió sin que haya subido significativamente la inseguridad. ¿De dónde venía esta percepción? ¡De la matraca machacona de puros crímenes y asaltos que llena los minutos de la misma radio donde se preguntaban por qué la gente sentía inseguridad!

Esta disparidad se ve en un informe de noviembre del instituto de investigación Paz Ciudadana. Así lo informó uno de los pocos medios con una agenda distinta a la de la del tremendismo que cada día informa un nuevo crimen, la Radio Universidad de Chile: “Según la última medición de Paz Ciudadana, este año, el miedo de ser víctima de un delito creció 7,6 puntos porcentuales, alcanzando un 28 por ciento a nivel nacional: la cifra más alta en 22 años. Paradójicamente la victimización que mide la fundación (delitos de robo) se mantuvo en el rango más bajo de los últimos 15 años, marcando un 32 por ciento”.

En el mismo informe, sin embargo, se apunta a una posible lógica en el aumento de la percepción de inseguridad: “Si bien desde el organismo destacan como una buena noticia la sostenida disminución de los hechos delictivos, han advertido que un nuevo tipo de criminalidad –que considera la presencia del crimen organizado, la tasa de homicidios y el aumento de la violencia en los delitos– estaría incidiendo en la inseguridad de la población”.

Los medios de los grandes grupos económicos no tienen contrapeso en otros que expliquen y defiendan las ideas de la izquierda, y den voz a los que están tratando de seguir otro camino. Cuando entrevistan a funcionarios del gobierno, suelen tratarlos con agresividad, sobre todo en los programas de debate en la televisión. Hay que tener mucha paciencia, carisma y datos claros, como tiene Camila Vallejo.

Viene un año duro. Será el año entero de la nueva convención constitucional, tutelada por los famosos expertos. Viene una recesión regional, falta de liquidez, una mala situación global, un gobierno atenazado por un parlamento de mayoría opositora, hasta las elecciones intermedias que tampoco pronostican que esto cambie en su beneficio.

Sin embargo, el gobierno se mantiene en pie y si uno deja de escuchar el catastrofismo de la mayoría de los medios y sale a la calle y se mete al metro, se percibe el rumor de un país que trabaja, la labor honesta, tenaz, de los chilenos de a pie. No hay mucha esperanza, pero hay espera, y eso, en este país y este momento, es algo.

El otro día fui al concierto final de Joan Manuel Serrat en Santiago. Entró el presidente Boric y hubo aplausos y vivas en todos los rincones del vasto Movistar Arena.

Sí, ya sé: era el público de Serrat. Pero igual...

Roberto Herrscher, periodista y docente universitario.


  1. Le Monde diplomatique, edición Uruguay, marzo de 2022. 

  2. “El reflejo”, Rafael Trejo. Le Monde diplomatique, edición Uruguay, setiembre de 2022. 

  3. “El Senado chileno rechaza a José Morales como nuevo Fiscal Nacional”, Efe, 30-11-2022.