Yen Yat está más tranquila. Su árbol va a sobrevivir. Los obreros de la municipalidad le aseguraron que la ampliación de la ruta, diez metros de cada lado, no arruinará las raíces de su viejo chan de 200 años. Bajo su follaje, sentada sobre un klé de bambú, una plataforma usada en Camboya para descansar o comer, la sexagenaria observa el gentío que se agita frente a su casa. Un patio en el cual viven cuatro familias. Aquí, en Srok Chek, un barrio periférico de la capital Phnom Penh, las casas rodeadas de jardines siguen siendo mayoritarias. Yen Yat señala el cartel “Se vende” clavado en la parcela de enfrente. El terreno se ofrece a 600.000 dólares por 1.328 metros cuadrados (m²), es decir, 450 dólares el m². Nada que ver con los 5.000 dólares por m² del centro. Lo cierto es que “alguien vino a proponerme un millón de dólares por mi casa –sonríe–. ¿Pero adónde me iría?”. Los arrozales de alrededor desaparecieron, el inmenso lago cercano, Choeung Ek, amplio espacio de lagunaje que crece en período de lluvias, hoy está saturado.
Antaño granjeros y pescadores, los habitantes se reciclan profesionalmente. La familia de Yen Yat maneja una tienda que vende bebidas y alimentos. Sus clientes: obreros de la construcción que trabajan en la zona. “La ciudad va avanzando y poco a poco llega hasta nosotros”, constata su sobrina. En efecto, Phnom Penh cambió de escala. De cuatro distritos urbanos que reunían a 1,6 millones de habitantes en 2005, la capital tiene actualmente 14, que se extienden sobre 692 kilómetros cuadrados y cuentan con más de 2,1 millones de personas, según el último censo (2019). Vienen para estudiar o trabajar. Los ingresos por persona representan aquí cerca del doble de los de las zonas rurales: 903.000 riels (aproximadamente 210 dólares) contra 452.000 riels1. Como un pulpo que despliega sus tentáculos en todas las direcciones, la ciudad desborda las rutas-diques construidas a comienzos del siglo XX para protegerla de las inundaciones y de las crecidas del Mekong.
En el centro de la ciudad, entre las márgenes del río Tonlé Sap, el viejo correo, el Wat Phnom, el Palacio Real y el Mercado Central, el patrimonio arquitectónico casi intacto es una excepción. En otras partes, el paisaje cambia, la línea de horizonte se eleva. La sede del Canadia Bank, de 32 pisos, inaugurado en 2008, siguió siendo el punto más alto de la ciudad hasta 2014. Dos años más tarde, los habitantes de Phnom Penh dejaron de contar a sus competidores, demasiado numerosos. Las casas de madera de Boeng Keng Kang y sus jardines desaparecen. Son reemplazadas por hoteles, condominios cada vez más altos, cafés o tiendas de moda de elegante arquitectura.
El Estadio Olímpico, indicador ineludible de la urbanización de la ciudad por parte del rey Norodom Sihanouk (1922-2012) tras la independencia en 1953, quedó oculto. Las dos torres de 35 pisos del Sky Villa, así como el Olympia City, un complejo de oficinas y de residencias de lujo construidas en su perímetro, lo esconden de la vista de todos. Obra del arquitecto Van Molyvann, un discípulo de Le Corbusier y creador de la “Nueva Arquitectura Jemer”, el complejo deportivo se construyó alineado con el monumento a la Independencia. “El estadio está preservado como un sitio del pasado, pero parece encogerse por la altura de los condominios de lujo, imagen de la Camboya del futuro”, constata Stéphanie Benzaquen-Gautier, investigadora asociada en la Universidad de Nottingham. Está eclipsado como gesto de burla al rey Sihanouk, figura tutelar y padre de la independencia.
Piloto de supervivencia
El maestro constructor de los tiempos modernos es Hun Sen. Como el antiguo rey, talla su legado en la morfología de la ciudad. Comandante adjunto de un regimiento jemer rojo, huyó hacia Vietnam en 1977, antes de retornar con las tropas de Hanoi que derrocaron a Pol Pot y su régimen. Designado primer ministro en 1985, con 34 años, ocupó ese puesto hasta el pasado mes de julio. “Atravesó todas las épocas con pragmatismo”, explica Ou Virak, analista político y presidente del think tank [usina de pensamiento] camboyano Future Forum. Jefe del gobierno provietnamita durante la Guerra Fría, derrotado en las elecciones organizadas bajo la égida de las Naciones Unidas al comienzo de los años 1990, Hun Sen se impuso con brutalidad, eliminando toda alternativa política y marginando al rey Norodom Sihamoni, sucesor de Sihanouk, quien murió en 20122. Desde el punto de vista del autócrata de 71 años, Phnom Penh debe encarnar su éxito: venció a la dictadura jemer roja, instauró la paz y aseguró el desarrollo nacional. Impulsado por un ingreso nacional bruto anual por habitante de 1.612 dólares en 2021, el país salió de la lista de los países más pobres según la clasificación del Banco Mundial, para entrar en la de los países con un ingreso mediano bajo.
Así, un largo bulevar de 60 metros de ancho, inaugurado en 2017, lleva el nombre de Hun Sen. Al igual que el gigantesco aeropuerto en construcción que abrirá en 2025 y será, a la larga, el más grande de la región, según el gobierno camboyano. Los edificios oficiales, en el corazón de la ciudad, expresan una cierta concepción del poder, tal como el Palacio de la Paz, donde el ex primer ministro recibía a las delegaciones extranjeras sobre un trono bordado en oro. Un nuevo Ministerio del Interior está por ser terminado sobre el bulevar Norodom. El costo del edificio “destinado a durar 100 años”, según el arquitecto Malika Keo: 60 millones de dólares. La imponente sede del Partido del Pueblo Camboyano (PPC) también acaba de ser restaurada por la suma de 30 millones de dólares. Ex Partido Comunista, hoy afiliado a la Internacional Demócrata de Centro, guiado más por los intereses comerciales que por la ideología, el PPC pretende ser ineludible en la escena política y lo demuestra integrándose en el paisaje urbano al mismo nivel que las instituciones del Estado.
El 31 de enero de 2022, Hun Sen citaba en un discurso, con orgullo, los 1.600 edificios construidos: “Recuerden que el 7 de enero de 1979 no teníamos más que edificios de siete pisos; hoy algunos alcanzan los 50”. La fecha mencionada no es azarosa: es el día de la caída del régimen de los jemeres rojos.
Las ambiciones del autócrata se alimentaron, a principios de los años 2000, del interés de los inversores extranjeros. El crecimiento económico (siete por ciento en promedio por año entre 2009 y 2019), el módico costo de las propiedades, el bajo precio de la construcción y las regulaciones urbanas flexibles atrajeron, en un primer momento, los capitales de dos de sus vecinos asiáticos. El grupo indonesio Ciputra invirtió entonces 600 millones de dólares en la primera ciudad satélite, Grand Phnom Penh International City. Luego, el gobierno lanzó, con un consorcio surcoreano financiado por el Busan Savings Bank, Camko City: este proyecto de 119 hectáreas, por un monto de 2.000 millones de dólares en 15 años, se detuvo como consecuencia de la bancarrota del banco, perjudicando a 38.000 ahorristas surcoreanos3. Le siguieron Singapur, Japón y China.
Los allegados al ex primer ministro y a los funcionarios de alto rango del PPC enriquecidos, a menudo de forma ilegal, gracias a la venta de madera, piedras preciosas, o al acaparamiento de los terrenos, se abalanzan sobre el sector inmobiliario para reciclar allí sus fortunas. “Se trata de un capitalismo de amigos. Los circuitos de corrupción se pusieron en marcha en todas las administraciones”, observa Gabriel Fauveaud, investigador de la Universidad de Montreal. Camboya está situada en la 150a posición sobre 180 en la clasificación de Transparencia Internacional.
La especulación inmobiliaria también está alimentada por las clases medias. Les proporciona la única garantía que tienen para sus días de vejez o para sus gastos en salud. Algunos formaron pequeñas fortunas comprando y revendiendo bienes inmuebles. El terreno tiene valor, no lo construido. A partir de los años 1990, al comienzo del proceso de paz, fue frecuente encontrar espacios cercados a lo largo de las principales rutas periféricas de Phnom Penh. Permanecían vacíos, a la espera de que los precios subieran. “Cuando reniego contra mi madre y le reprocho por participar en la espiral especulativa desde hace 30 años, me contesta: ‘¿Cómo hice para pagar tus estudios en el exterior?’. Hay miles de madres como ella en Phnom Penh”, cuenta Sothy, un promotor inmobiliario. “Los precios reales de las tierras y de las residencias en la capital en promedio se triplicaron en 20 años, mientras que las tierras periurbanas pasaron de algunas decenas de dólares por metro cuadrado en los años 1990 a varios cientos y hasta miles de dólares hoy”, escribe Fauveaud4.
Urbanismo en las sombras
La caótica urbanización beneficia a los consorcios locales, todos ligados al ex primer ministro. Desde el comienzo de los años 2010, más de 8.000 hectáreas, es decir, el 12 por ciento del territorio urbano de la capital, les fueron concedidas. Queda a su cargo acondicionarlas. Eso “permite ahorrar”, aseguran los servicios de la municipalidad para explicar el principio de esas amplias concesiones. Para Hun Sen, es una manera de garantizar su rol de gran organizador. Es él quien decide atribuir tal o cual sección de la capital a los okhnas, como se llama a los empresarios cercanos al régimen.
Así, a 30 kilómetros al norte del centro histórico, en la península de Chroy Changvar, situada entre los ríos Tonlé Sap al oeste y Mekong al este, 1.300 hectáreas de tierras fueron confiadas al senador Ly Yong Phat, asesor del ex primer ministro y cuestionado empresario5. Un campo de golf, un zoológico, hoteles y departamentos de lujo, así como centros comerciales, van surgiendo poco a poco. Dos monumentos separados por un bulevar estructuran el barrio. De un lado, un nuevo estadio construido y regalado por Pekín en ocasión de los Juegos del Sudeste Asiático (SEA Games, en inglés), que tuvieron lugar allí en mayo. La arena, con capacidad para 60.000 personas, lleva el nombre de Morodok Techo, que significa “legado del poderoso”, forma abreviada del título honorífico por el cual todos tienen la obligación de llamar a Hun Sen. Enfrente, el memorial Win Win. Inaugurado en 2018, este santuario moderno, que mezcla códigos arquitectónicos de la era de Angkor y del brutalismo de la época socialista, celebra la estrategia del poder que se traduce como “ganar-ganar”, que consiste en recibir a exjemeres rojos reintegrándolos en la sociedad, con el fin de garantizar la paz. En los bajorrelieves, Hun Sen aparece como el más grande de todos los personajes. Escribe su propia leyenda a la manera de los reyes constructores de Angkor. Las esculturas sobre piedra glorifican la clarividencia de su política y sus éxitos. “¿Cómo no ver un paralelo entre la lógica de Norodom Sihanouk y la que está hoy en práctica? Como en su época –explica Benzaquen-Gautier–, se construyeron un monumento y un estadio, base de un nuevo relato nacional. La ‘ciudad satélite’ del senador Ly Yong Phat en torno a los dos edificios participa en el intento de crear una nueva visión de Camboya centrada alrededor de la clase media”.
Fue ahí que Phally, treintañera, empleada de una organización no gubernamental (ONG), decidió instalarse con su familia. Su casona está siendo construida algunos kilómetros al norte del estadio. “Nos compramos un poco de felicidad –bromea–. En todo caso, eso es lo que prometen los carteles de publicidad”. La joven subraya que, un año después de firmar, el valor de su propiedad ya se había duplicado. Otra ventaja: vivirá con sus semejantes. Se acabó la convivencia ruidosa con vecinos obreros o choferes de tuk tuk [triciclos motorizados]. Señal del éxito social, se une a la horda de los estratos de la clase media que, desde los años 2000, migran hacia los borey, como se llama aquí a las urbanizaciones cerradas situadas en la periferia.
Cercados, protegidos con videovigilancia y guardias, esos borey tienen nombres pomposos, Win Win, Elite… Al sur de la capital, Peng Huot Star Platinum, una de las urbanizaciones cerradas más selectas –vegetación abundante y servicios de gran lujo–, también imanta por su parque de atracciones: el Euro Park. Allí están reproducidos en miniatura la Torre de Londres, la Tour Eiffel, la Ópera de Sídney e incluso un canal de Venecia con su gondolero. Quienes viven ahí ya no salen, o casi. Encuentran todo en el lugar. Una escuela, comercios, gimnasios, restaurantes. Los habitantes crean ahí nuevas redes de sociabilidad, cerradas sobre sí mismos.
“Los borey constituyen un crecimiento desconectado del entramado de la ciudad”, considera Virak, un arquitecto que quiere permanecer anónimo. Si, por ejemplo, una urbanización invade un canal de drenaje, los servicios municipales deben desviar el alcantarillado, con el riesgo de disminuir la velocidad del desagote. “¡Se ha llegado a aberraciones que deben ser gestionadas por los equipos técnicos de la municipalidad! Los servicios públicos no están en una posición de fuerza para negociar con los actores privados. En general, el poder público está ahí para no trabar las iniciativas privadas”, completa Fauveaud.
A pesar del esquema rector de 20 años adoptado en 2015, la planificación urbana se realiza al ritmo de la buena voluntad de los consorcios privados seleccionados por el poder –“un urbanismo en las sombras”, según la expresión del investigador–. “Mantener al día un mapa de Phnom Penh es una misión imposible”, afirma Jules, un arquitecto occidental que también quiso permanecer anónimo. Las construcciones avanzan más rápido que los empleados del ayuntamiento. Como bloques de Lego, los barrios surgen de la tierra, al arbitrio de los proyectos privados, dejando grandes vacíos entre unos y otros, comprometiendo cualquier idea de coherencia urbana.
Las torres del centro de la ciudad, por su parte, están en su mayoría vacías. Comprar aquí es una inversión. Para los ricos camboyanos, pero también para la clientela china impulsada por la política de las Nuevas Rutas de la Seda. “Antes de la pandemia, las agencias organizaban viajes destinados a esos compradores”, recuerda Fauveaud.
Sin embargo, en 2019, el gobernador de la capital, Khuong Sreng, escribía: “Para preservar su encanto de ciudad verde y su estatus de perla del Sudeste Asiático, Phnom Penh debe dotarse de planes estratégicos y de herramientas para garantizar un desarrollo urbano sostenible, asegurar la prevención y el control de los riesgos naturales a los cuales estamos expuestos”6. Pero los programas de inversión para una superficie superior a 3.000 m2 escapan a la municipalidad, que no tiene presupuesto propio. Todo se decide a nivel del Ministerio de Planificación Urbana, del Consejo de Ministros e incluso de la Oficina del Primer Ministro.
“El urbanismo en las sombras” no se preocupa por responder a las necesidades de los habitantes o a los riesgos vinculados con el cambio climático. La Oficina de Servicios de Urbanización de Phnom Penh había aconsejado conservar un mínimo de 500 hectáreas del lago Choeung Ek, en el sur, con el fin de evitar las inundaciones y garantizar un poco de frescura para una ciudad transformada en una “batería térmica”. Pero el planificador privado busca la saturación. Un informe realizado por una agrupación de ONG en julio de 2020 no pudo más que alertar sobre las consecuencias7: mayores riesgos de inundación en barrios donde viven más de un millón y medio de habitantes. La capital camboyana se encuentra por debajo del nivel de las crecidas del Mekong y del Tonlé Sap. Y la gestión del desagote de las aguas en período de monzón se basa en una red de canales, de bombas y de válvulas que hay que mantener.
Los habitantes de Phnom Penh producen por día cerca de 3.000 toneladas de desechos, y la recolección es errática. Así, las aguas servidas se mezclan con las de la lluvia, y la proximidad de los desechos a las viviendas conlleva un riesgo sanitario. La municipalidad inició la construcción de un sistema de recolección y de tratamiento de aguas, con el apoyo de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA). Pero la gestión aún es problemática. Asimismo, en los barrios periféricos, el suministro de agua sigue siendo desigual. La capacidad de la red de abastecimiento de agua no siguió el ritmo de la expansión urbana. Los cortes de electricidad también son frecuentes, y en la temporada de calor los departamentos son sofocantes.
Construir para la gente
“Se ganan miles de millones en el sector inmobiliario, ¿pero en beneficio de quién?, se pregunta Ses Aronsakada, investigador asociado de Future Forum. Singapur saturó sus lagos antes de verse obligado a excavar lagos artificiales después. ¿Pero tendremos nosotros los medios para hacerlo? Tal vez podríamos evitarnos ese esfuerzo. Tratemos de no reproducir los errores de nuestros vecinos más desarrollados que nosotros”. ¿Tal vez ya sea demasiado tarde?
“Al término de una década de urbanización frenética, hay que bajar la velocidad”, admite Thierry Tea, vicepresidente de Overseas Cambodian Investment Corporation (OCIC), importante actor privado del sector inmobiliario y de la planificación urbana. “La generación que reconstruyó el país vivió la guerra. Había que ir rápido. Alcanzar a nuestros vecinos. Una nueva generación llega al mando. Eso va a cambiar las reglas de juego”, asegura (ver recuadro).
¿Pero qué visión de la capital tendrán los nuevos dirigentes? La pandemia, la guerra en Ucrania y el aumento de las tasas de interés enfriaron el entusiasmo. Los clientes chinos desaparecieron. Los condominios del centro de la ciudad no encuentran más compradores. Los especuladores temen perder su apuesta. Las obras se detienen. El gobierno anunció el pasado abril una ayuda excepcional para el sector inmobiliario y para la construcción, que emplea a más de 200.000 personas y representa el diez por ciento del crecimiento.
Este baldazo de agua fría sobre un motor recalentado satisface al promotor inmobiliario Sothy: “Va a haber que construir, no para ganar mucho dinero, sino para la gente”. Ses Aronsakada también cree en un cambio: “Hace cinco años, no se hablaba más que del tamaño y del precio del terreno. Hoy, tengo la sensación de que desde la clase media surge una nueva exigencia sobre la calidad de vida”.
Sueña con un urbanismo más humanista y propone, por ejemplo, reservar para los peatones y las bicicletas los muelles que bordean al Tonlé Sap. Los habitantes van allí al final del día, antes de cruzar a la otra orilla y admirar de lejos su ciudad, que se está transformando. ¿Pero por cuánto tiempo será vivible su megalópolis en ciernes?
Christine Chaumeau*, enviada especial, periodista. Traducción: Micaela Houston.
Una transición dinástica
En 1996, el primer ministro camboyano Hun Sen le dijo a su hijo mayor Hun Manet: “Tú continuarás cuando yo me haya ido” (1). El joven, entonces de 19 años, acababa de entrar en la academia militar de West Point en Estados Unidos. Transcurridos 27 años, el padre cumplió su promesa. Hun Manet le sucedió como primer ministro el 22 de agosto. Esta entrada en funciones confirma el dominio absoluto del Partido del Pueblo Camboyano (PPC) en el poder político y el control del clan familiar sobre los aparatos políticos y económicos.
En las elecciones del 23 de julio, esta formación ganó 120 de los 125 escaños. Fue una victoria sin sorpresas, ya que desde 2017 los opositores políticos fueron eliminados o perseguidos. Por ejemplo, el único partido de la oposición creíble, el Partido de la Luz de las Velas, no estaba autorizado a participar en las elecciones. Por su parte, Kem Sokha, el expresidente del Partido de Rescate Nacional de Camboya (CNRP, en inglés), rival de peso del PPC pero proscripto desde 2017, cumple desde marzo una condena de 27 años de reclusión. Cerca de otros 30 miembros de esa fuerza política también están encarcelados, mientras que el cofundador del CNRP, Sam Rainsy, vive exiliado en Francia (2).
Si bien las elecciones de julio fueron calificadas como “muy desequilibradas” por los relatores especiales de Naciones Unidas, la ausencia de representantes de la oposición legítima en las elecciones casi no provocó reacciones en Camboya. Los medios de expresión están controlados y la prensa amordazada. En febrero, Hun Sen ordenó el cierre de la agencia de prensa independiente Voice of Democracy (VOD), uno de los últimos espacios que echaban luz sobre las violaciones de los derechos humanos. “En el seno de la población se percibe una suerte de resignación –constata el analista político y presidente del think tank camboyano Future Forum, Virak Ou–. A falta de ofertas políticas de recambio, la gente sigue el flujo. Se apoya en lo que es posible hacer. Ni hablar de sacudir demasiado las cosas. Es una ventaja para el PPC”.
Además, el PPC logró ganar popularidad, considera Astrid Norén-Nilsson, investigadora asociada en la Universidad de Lund. “La victoria contra la covid fue atribuida a Hun Manet, a la cabeza de la Asociación de Jóvenes Doctores Voluntarios, y a su mujer médica Pich Chanmony. La presidencia de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, en inglés), en 2022, fue un éxito –escribe–. Así, los dirigentes del PPC salieron de un año de juicios masivos y de condenas a opositores políticos con una legitimidad considerablemente fortalecida”. Dos organizaciones dirigidas por Hun Manet y su joven hermano Hun Many también reclutaron a la juventud, con el fin de seducir a esa franja crucial del electorado, dado que el 75 por ciento de la población tiene menos de 25 años.
Esta imagen rejuvenecida sirve de respaldo durante la transición dinástica. El nuevo gobierno está compuesto por varios hijos de los principales dirigentes del PPC: de sus 28 miembros, ocho tienen vínculos familiares con un ministro saliente (3). Los hijos de los ministros del Interior y del Ejército retomaron las carteras de sus padres, mientras que Hun Many ocupa el puesto de ministro de la Función Pública. Son, en gran parte, tecnócratas formados en universidades occidentales. Hun Manet estudió en Reino Unido y en Estados Unidos. También realizó una pasantía en la sede del Banco Mundial en Washington.
“No nos hagamos ilusiones. Recordemos al presidente sirio, Bashar Al-Assad, con un título de Oftalmología en Londres –alerta Sophal Ear, profesor de la Escuela de Management Thunderbird en Estados Unidos–. El margen de maniobra del nuevo primer ministro es muy chico, porque tendrá que funcionar en el marco de la cultura política que hereda. Es decir, servir a los intereses del clan”. Este sistema de clanes se constituyó en los años 1990: los diferentes combatientes de la guerra civil formaron una casta donde predominan el clientelismo y las prebendas. Los matrimonios entre los miembros del clan aseguran lealtad y fidelidad al conjunto de la estructura. “Pero –subraya Virak Ou– la generación que llega al poder no tiene vínculos históricos de camaradería y debe establecer de manera diferente su modo de funcionamiento.” En tales condiciones, no es sorprendente que se hayan creado en el nuevo gobierno 1.422 puestos de secretarios y subsecretarios de Estado, cuya plantilla aumentó más del 121 por ciento respecto de la precedente (4). “Con ello se garantiza una parte de la torta para todo el mundo y la lealtad de cada uno”, destaca un observador político que pide mantener el anonimato.
¿Acaso el edificio se mantendrá en pie sin su piedra angular: Hun Sen? Por el momento, en enero de 2024, debería asumir el puesto honorífico de presidente del Senado y, por lo tanto, de jefe de Estado interino cuando el rey esté ausente o enfermo. Como para completar su ambición monárquica.
C.C.
(1): Ker Munthit, “Like father, like son: Hun Sen’s boy a budding politician”, The Phnom Penh Post, 12-1-1996.
(2): “À son procès en France, Sam Rainsy fustige une ‘culture de violence et d’impunité’ au Cambodge”, AFP, 1-9-2022.
(3): Colectivo, “An overview of new ministry leaders and their family and business ties”, CamboJAnews, Phnom Penh, 22-8-2023.
(4): Khuon Narim, “New gov’t more than doubles secretary and undersecretary of State positions in ministries”, CamboJAnews, 23-8-2023.
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“Final report of Cambodia socio economic survey 2021”, Oficina de Estadísticas, Phnom Penh. ↩
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Christine Chaumeau, “Phnom Penh, entre el miedo y el cambio”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2018. ↩
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Yoon Youn-sil, “S. Korea Seeking to Retrieve 650 Bil. Won Loans Locked in Camko City Project”, Business Korea, Seúl, 27-9-2019. ↩
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Gabriel Fauveaud, “Géographies de la spéculation et urbanisation du capital dans le sud global: une perspective à partir de Phnom Penh au Cambodge”, Annales de Géographie, 746, París, julio-agosto de 2022. ↩
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Clothilde Le Coz, “The canes of wrath”, South East Asia Globe, Phnom Penh, 10-5-2013. ↩
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Phnom Penh, extensions et mutations, coeditado por la Municipalidad de Phnom Penh, la Ciudad de París y el Atelier Parisien d’Urbanisme (APUR), www.apur.org, mayo de 2019. ↩
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“Smoke on the water: A social and human rights impact assessment of the destruction of the Tompoun/Cheung Ek wetlands”, Cambodian League for the Promotion and Defense of Human Rights, Phnom Penh, www.licadho-cambodia.org, julio de 2020. ↩