Inmensa isla de hielo infaltable en los planisferios, Groenlandia cautiva los imaginarios. Codiciada por el control estratégico del Ártico, alimenta las fantasías de paraíso minero o de apocalipsis climático. En camino hacia su emancipación política, el pueblo inuit busca los recursos que le permitan preservar un Estado social fuerte para responder a las dificultades de su geografía.

Una multitud compacta canta a coro en el Foyerkoncert de Nuuk. Desde los adolescentes hasta los cincuentones, todos repiten en groenlandés los estribillos de Zikaza. El carismático cantante Siiva Fleischer fundó este grupo de rock en Aarhus, la segunda ciudad de Dinamarca, en los años 1980. Hace una década y media, eligió volver a vivir y presentarse en su tierra natal. A pesar de una modesta población de 19.000 personas, la capital de Groenlandia no ignora la vida cultural moderna: teatro, cine, discoteca, una política de arte urbano (murales, esculturas), museos de historia y de pintura, festivales de cine o de música...

El pueblo inuit fascina por haber atravesado los siglos en condiciones extremas de subsistencia1. Si bien hoy vive en una modernidad plena, uno se olvida con rapidez de que no han desaparecido las excepcionales dificultades naturales. Al proponer la compra de Groenlandia a Dinamarca en agosto de 2019, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ejemplificó uno de los clichés más comunes sobre esta isla: el deshielo liberaría recursos naturales abundantes que no habría más que recoger. Al igual que las anteriores iniciativas estadounidenses de ese tipo en 1867, 1910 o 1946, Dinamarca rechazó esa oferta. ¡La isla no está en venta! Por el contrario, sus habitantes pretenden hacerse cargo a plenitud de su futuro. La última encuesta muestra que más de dos tercios de los groenlandeses desean la independencia, y que es una proporción en aumento.

Los dos partidos vencedores en las elecciones del Parlamento local de abril de 2021 –Inuit Ataqatigiit (socialista y ecologista) y Siumut (socialdemócrata)– apoyan desde hace tiempo esa perspectiva. “Existen opiniones divergentes sobre el tipo de independencia y de unión con la corona de Dinamarca –explica Sara Olsvig, exjefa del partido Inuit Ataqatigiit, en la actualidad investigadora y presidenta del Consejo Circumpolar Inuit2–. Pero veo una presión conjunta y constante para decidir acerca de nuestro futuro. Los pueblos autóctonos desean, en primer lugar, ser reconocidos como iguales respecto de todos los otros pueblos. Si se estudia la historia de Groenlandia, y la de los inuits a través del Ártico, era necesario un gran nivel de autonomía para sobrevivir en ese entorno. Ya era una forma de autodeterminación”.

Desde el fin del estatus colonial, en 1953, los groenlandeses se emanciparon de forma progresiva por vía de referéndums: autonomía interna en 1979, salida de la Comunidad Económica Europea en 1982, autonomía reforzada, control de los recursos naturales y derecho a la autodeterminación en 2009. “El gobierno danés reconoce plenamente la posibilidad de la independencia de Groenlandia”, confirma Julie Praest, alta comisaria de Groenlandia. La representante del reino, no obstante, subraya que no se trata de una cuestión urgente: “El gobierno danés no está tomando ninguna medida activa para prepararse para ello”.

Cuando se le pide una fecha, el secretario del partido Siumut, Ole Aggo Markussen, reformula la pregunta: “Se trata más bien de saber quién es realmente independiente en el mundo. La teoría del Estado-nación tal como aparecía en el momento de la descolonización es hoy una insensatez. Incluso Francia depende de la Unión Europea. Nuestra unión con Dinamarca se asemeja a la de un matrimonio forzado. La esposa quiere su libertad desde hace 45 años. El marido, por su parte, responde que se puede ir, pero se queda con todo el dinero. Una buena parte de la cadena de valor está en otra parte: los peces atrapados acá son procesados en Dinamarca”.

Foto del artículo 'Groenlandia: soberanía sin perder derechos'

Un rompecabezas para los transportes y los servicios

Según el contrato renovado en 2009, el gobierno danés se compromete a desembolsar cada año un subsidio global que alcanzó los 3.900 millones de coronas (520 millones de euros) en 2022, es decir, cerca de 19 por ciento del producto interno bruto (PIB) de la isla3. “No se prevé modificar el subsidio global”, precisa Praest. A esos subsidios se suman los apoyos financieros de la Unión Europea en materia de pesca y de educación. “Esas ayudas nos benefician en lo inmediato, pero no sirven para encaminarnos hacia la independencia –considera Jess Berthelsen, presidente del Sindicato de los Trabajadores de Groenlandia, el SIK, principal organización de empleados del país–. Si queremos esta independencia, tenemos que ganar dinero por nuestra cuenta, y aún estamos lejos de eso”.

La primera gran dificultad se debe a la divergencia entre el tamaño de la isla y su demografía. Groenlandia mide 2,1 millones de kilómetros cuadrados, o sea, la mitad de la superficie de la Unión Europea o 50 veces la de Dinamarca. Pero su población se mantiene estable desde hace 30 años en 56.000 habitantes (de los cuales cerca de nueve sobre diez son autóctonos o mestizos), es decir, menos de uno por ciento de la población de Dinamarca... La mayor parte del país (81 por ciento) está cubierta por glaciares y sobre todo por el inlandsis, ese casquete glaciar que tiene hasta más de tres kilómetros de espesor. El poblamiento de las costas se asemeja al de un archipiélago (ver mapa). No es posible ninguna conexión por ruta o ferrocarril entre los escasos asentamientos, a menudo muy alejados unos de otros. Por ejemplo, los 700 miembros de la comunidad humana más septentrional del mundo, alrededor de Qaanaaq, residen a 600 kilómetros de sus vecinos más próximos, y a 1.600 kilómetros de Nuuk, la capital. Los 2.200 habitantes de la región de Tasiilaq también viven a 600 kilómetros de las construcciones más cercanas. Para acceder a los servicios básicos y garantizar su abastecimiento, cada comunidad debe tener su central de producción eléctrica, su abastecimiento de agua, su puerto, su aeropuerto; en el pasado ello condujo a las autoridades danesas a forzar a algunas poblaciones a desplazarse.

Rodeada de agua y de montañas nevadas una buena parte del año, Nuuk no es más que una aldea modesta4. Pero su vitalidad es inversamente proporcional a la de la mayor parte de las otras ciudades o pueblos –que está por el piso–. Aquí y allá se levantan edificios de colores vivos que imitan los de las casas escandinavas y encuentran nuevos ocupantes incluso antes de estar terminados. Desde hace un año, la ciudad vive bajo el ritmo de las obras en el aeropuerto, que la corta en dos. Millones de metros cúbicos de roca son triturados cerca de los telesquíes que dominan la bahía, y luego desplazados para duplicar la pista en largo y a lo ancho con el fin de recibir aviones comerciales a reacción. El aeródromo actual sólo puede recibir aparatos de aterrizaje corto, principalmente los Dash 8-200 a hélice, de 37 pasajeros.

Las dos únicas pistas largas del país fueron construidas por el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial en Kangerlussuaq y Narsarsuaq, lejos de las zonas habitadas. A excepción de los que vienen de Islandia en Dash 8-200, hoy todos los demás pasajeros internacionales deben pasar por Copenhague, y por esos dos aeropuertos situados “en medio de la nada” antes de llegar a destino por medio de un pequeño avión o un helicóptero. No hay ningún vuelo civil directo hacia América del Norte. Así, para venir de Iqaluit, una joven inuk canadiense manifiesta haber tenido que tomar seis aviones, a pesar de que la capital de la provincia de Nunavut no está más que a 800 kilómetros de Nuuk.

Los desplazamientos por mar y por aire siguen dependiendo de un clima severo. Incluso reducido por el calentamiento global, el hielo marino obstaculiza las comunicaciones marítimas durante una parte del año. Además, toda la costa atlántica está sometida a la temible corriente fría de Groenlandia oriental, que acarrea trozos de hielo marino fragmentado e icebergs a la deriva que pueden bloquear cualquier fiordo en pocas horas. A menudo, repentinas tormentas inmovilizan a los aviones en el suelo, provocando cancelaciones y retrasos en cadena.

En el centro de las “rutas polares de la seda”

En 2015, el Parlamento groenlandés tomó la decisión de construir tres largas pistas de 2.200 metros en Nuuk, la capital, Ilulissat, la principal ciudad turística situada en la orilla de la Bahía de Disko, conocida por sus icebergs (y clasificada como Patrimonio de la Humanidad) y Qaqortoq, para reemplazar a la vieja pista de Narsarsuaq, que cerrará en 2025. Para completar el financiamiento, el gobierno groenlandés se acercó a los intereses chinos, disponibles en el marco de las “rutas polares de la seda”.

“Ya en 2016, los chinos querían comprar la antigua base naval de Grønnedal (o Kangilinnguit), inaugurada durante la [segunda] guerra [mundial] para proteger las minas de criolita, luego gestionada por los daneses desde 1951 hasta su cierre en 2012 –explica Rasmus Leander Nielsen, de la Universidad de Groenlandia–. Washington hizo saber a Dinamarca que no podía autorizar a los chinos a comprar nuevamente esa base. Ocurrió más o menos lo mismo que con el aeropuerto. Washington estableció una suerte de veto, y Copenhague tuvo que encontrar otra solución. La apertura del consulado estadounidense en Nuuk no apunta solamente a ayudar a Groenlandia, sino también a mantener a China afuera de sus asuntos”. El acuerdo firmado en setiembre de 2018 prevé que, sobre un costo total de 630 millones de euros, el Estado danés aporte el tercio en capital, así como un préstamo convertible en capital de 60 millones de euros y garantías de crédito por el mismo monto.

Los groenlandeses supieron jugar con el temor que los chinos inspiran... “Miembro fundador de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] en 1949, Dinamarca es un pequeño país súper atlantista por elección –analiza Sara Olsvig–. Groenlandia lo es por necesidad, porque realmente no podemos cambiar nuestra ubicación y nuestra posición geopolítica. Pero eso nos da cartas para un diálogo con Estados Unidos”. Ni bien los nazis ocuparon Dinamarca en 1940, el gobierno estadounidense negoció con el embajador del reino en Washington la instalación de bases aéreas y radares sobre la isla. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunas bases fueron abandonadas, otras convertidas en aeródromos civiles. La de Thule, situada en el noreste de la isla, fue ensanchada en 1953. Equidistante de Nueva York y Moscú, jugó un rol estratégico durante la Guerra Fría y sigue siendo primordial en materia de vigilancia del espacio o de defensa antimisiles. Por el lado danés, el Arktisk Kommando (Comando del Ártico), instalado en Nuuk, sólo tiene algunas naves y helicópteros y dirige pequeñas unidades como la de la Estación Norte, protegida por cinco hombres. Dinamarca no tiene ningún rompehielos fuerte capaz de asegurar su soberanía marítima5.

Copenhague mantiene las áreas estatales (moneda, policía, defensa y relaciones exteriores). Sin embargo, Nuuk aspira a tener un rol más importante en política exterior. Groenlandia ya ocupa una banca en el Consejo del Ártico, donde preside dos grupos de trabajo en tanto “país constituyente” del reino. Expresidenta del Parlamento por el partido Siumut, la ministra de Relaciones Exteriores Vivian Motzfeldt apoya la política de las sanciones occidentales contra Rusia, pero a la vez expresa un matiz: “Debemos ser capaces de conversar con ellos el día de mañana. Rusia no va a desaparecer. También tenemos muchos amigos en Rusia”. Una encuesta llevada a cabo por la Universidad de Nuuk revela que los groenlandeses son más bien pacifistas: si bien 68 por ciento pretende conservar las alianzas actuales, 81 por ciento rechaza que su país siga la política estadounidense hacia China, cuyo rol internacional es mayoritariamente percibido como positivo y con la cual quieren conservar buenas relaciones económicas6. Además, siguen siendo hostiles a una adhesión a la Unión Europea. “Medimos el efecto de las sanciones contra Rusia, cuyo mercado es importante para nosotros –explica Sara Olsvig–. Si algo parecido se produjera con el mercado asiático, ello tendría consecuencias severas. Mantenernos cerca de nuestros aliados conservando a la vez un acceso a los mercados en el mundo plantea un equilibrio permanente, pero con esta paradoja: nuestros amigos estadounidenses no representan un gran mercado para nuestros productos, que esencialmente provienen del mar”.

La presidenta del Consejo Circumpolar Inuit pone el acento, sobre todo, en el cambio climático, mucho más rápido en el Ártico: “Hay que adaptarse, porque está sucediendo. Pero hay que ser claros: visto desde una perspectiva inuit, no hay nada positivo”. El deshielo en curso suscita cada vez más interés y estudios internacionales, porque el derretimiento del inlandsis representaría a la larga una elevación de los océanos de más de siete metros. Esta amenaza mundial en el horizonte de varios siglos interesa localmente por otros efectos ya perceptibles. El calentamiento altera el acceso a los recursos en el caso de la caza (retroceso del hielo marino) y la pesca (modificación de las corrientes y de la circulación de los bancos de peces). Por supuesto, permite un tímido regreso de la agricultura en el sur, pero con mucha incertidumbre, porque está acompañado por sequías.

“Uno de los países más socialistas del mundo”

Desde la pesca hasta los aeropuertos, la colectividad ya juega un rol central, sea directamente a través de los servicios públicos, sea por intermedio de las compañías privadas controladas por el Estado. “Es probablemente uno de los países más socialistas del mundo”, se mofa Christian Keldsen, presidente de la Asociación Groenlandesa de Negocios. Y no lo dice sólo como queja: “Una economía planificada sobre el modelo que tenemos ofrece una gran estabilidad. La mayor parte de las crisis económicas del mundo, como la de 2008, no nos afectan. En cambio, la competencia no es realmente equitativa frente a compañías con capitales públicos presentes en todas las áreas. Además, como Dinamarca no pide nada a cambio de su ayuda, no estamos acostumbrados al rendimiento de inversión que las compañías extranjeras requieren”.

La tutela danesa aporta no sólo garantías de préstamos para las infraestructuras, sino también la permanencia del modelo nórdico. “Aquí no encontrará a nadie en contra de la independencia, mientras no cambien las estructuras del país –continúa Christian Keldsen–. Queremos conservar nuestra sociedad, el Estado de Bienestar y la apertura al mundo. Apreciamos el sistema de salud, de educación, el acceso libre a muchos servicios. Pero no vemos en la nueva Asamblea ninguna señal que conduzca a una mayor independencia financiera”.

El acuerdo de 2009 prevé que los ingresos del subsuelo sustituirán de manera progresiva los subsidios daneses. Desde la última temporada de la serie Borgen [2010-2022, disponible en Netflix] hasta las estimaciones de los servicios geológicos estadounidenses, muchos fantasean con los recursos de la isla en minerales, hidrocarburos o potencial hidroeléctrico. Subestiman, en general, la inclemencia de las condiciones de explotación y las grandes inversiones que se requieren. Hoy sólo dos minas funcionan (Aappaluttoq y White Mountain) y no son en absoluto rentables. Después de haber estudiado durante 20 años la creación de una planta de aluminio cerca de Maniitsoq, el gigante estadounidense Alcoa prefirió Islandia. El “cinturón de oro” de Nanortalik dio mucho de qué hablar, pero la mina de Nalunag apenas estuvo en servicio de 2004 a 2013. Sólo el alza actual de la cotización del oro podría permitir su reapertura de acá a dos años. La explotación de otra, de titanio, podría ponerse en marcha en el norte.

“Está encaminada, pero todo el mundo debe comprender que toma tiempo –estima Jørgen Hammeken-Holm, director de los servicios en el Ministerio de Materias Primas–. En todo el mundo, de cada 100 o 200 proyectos mineros, uno solo tendrá éxito. En Groenlandia no tenemos un centenar de proyectos... a pesar de que es importante encontrar ingresos complementarios a los de la pesca, que son muy vulnerables. El gobierno no tiene los medios para invertir en ese ámbito muy riesgoso. Es por ello que hacemos esfuerzos para alentar a las compañías extranjeras a que vengan”.

La explotación del subsuelo tropieza también con las reticencias de una población particularmente marcada por la expulsión de los 1.200 habitantes de Qullissat tras el cierre de una mina de carbón en 1972. El accidente de un bombardero estratégico estadounidense que llevaba cuatro bombas nucleares en 1968 y la contaminación de quienes participaron en las operaciones de limpieza también dejaron sus huellas. El partido Inuit Ataqatigiit se opuso a la explotación de todo mineral que contenga más de 0,1 por ciento de uranio. El acuerdo de coalición de 2021 con Siumut prevé que sólo un referéndum podría cambiar esta disposición. Esto puso fin a los proyectos australiano-chinos de explotación de tierras raras de Kuannersuit, cerca de Narsaq, considerado como uno de los mayores yacimientos del mundo. El nuevo gobierno también suspendió toda nueva exploración de hidrocarburos para preservar la naturaleza, la pesca y el turismo.

Esas decisiones dejan perplejo al sindicalista Jess Berthelsen: “La gente quiere ser independiente, pero no quiere otros ingresos más que los de la pesca. Piensa que el dinero va a caer del cielo. Quiere usar autos, teléfonos, computadoras, pero no quiere que se exploten los minerales que permiten fabricarlos...”. Así y todo, una compañía canadiense anunció que pronto explotaría una mina de tierras raras en Sarfartoq sin riesgo de dejar el uranio al descubierto. “Las riquezas de Groenlandia son un hecho, y su explotación permitiría considerar una independencia económica completa”, asegura el geólogo Laurent Geoffroy7, al tiempo que advierte: “La mayor parte de los groenlandeses no están formados para el tipo de empleos que se crearían por la explotación de los recursos mineros o petrolíferos, y la llegada de cientos o miles de mineros extranjeros, si se la contempla, debe ser preparada”.

En suma, Groenlandia sólo podría convertirse en soberana desde el punto vista político, dejando que su economía dependa de inversores extranjeros y aceptando un intercambio ecológico desigual... Como defensores de la causa autóctona, sus dirigentes obtuvieron un apoyo electoral para buscar otra vía más respetuosa de una tradición de cercanía con la naturaleza, con el riesgo de quedar un tiempo más bajo el seno danés.

Philippe Descamps, enviado especial, de la redacción de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Micaela Houston.

Cicatrices coloniales: anticoncepción y aislamiento

Dinamarca renunció al estatus de colonia de Groenlandia en 1953, pero su dominación se perpetuó bajo formas brutales, cuya evocación sigue siendo dolorosa.

En mayo de 2022, un podcast de la radio pública reveló que entre 1966 y mediados de los años 1970, a cerca de la mitad de las groenlandesas en edad de procrear les colocaron un DIU [dispositivo intrauterino], a menudo sin su consentimiento y sin que sus padres se enteraran (1). Entre las 4.500 jóvenes en cuestión, a veces de tan sólo 13 o 14 años, muchas ignoraban el objetivo anticonceptivo de esos dispositivos.

Unos días después, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, y el jefe de Gobierno de Groenlandia, Múte B. Egede, decidieron estudiar en conjunto las relaciones entre las dos entidades desde la Segunda Guerra Mundial. “Aún existen capítulos de nuestra historia en común por descubrir”, explicaba Frederiksen.

Desde hace varios años, en varios países nórdicos –Suecia, Noruega y Finlandia–, comisiones de “verdad y de reconciliación” trabajan sobre las políticas de asimilación y sobre las injusticias perpetradas sobre el pueblo autóctono sami u otras minorías nacionales. En 2014, Groenlandia lanzó una comisión de este tipo, pero tuvo que conformarse con recomendaciones imprecisas, a falta de participación del gobierno danés. Las políticas de anticoncepción son hoy por hoy objeto de una investigación específica incluida en el trabajo histórico global, que debe ser entregada antes del 1º de octubre de 2024.

Según los documentos de los archivos, ese uso abusivo de medidas de planificación familiar se fundaba en el temor de una explosión demográfica. La tasa de fecundidad pasó de 7,2 hijos por mujer en 1964 a 2,3 en 1974. De un tiempo a esta parte, la cuestión se plantea de manera inversa, con una población estancada alrededor de 56.000 habitantes desde hace 30 años. El leve excedente de los nacimientos sobre los decesos está compensado por una emigración estructuralmente superior a la inmigración; en 2022, 16.000 personas nacidas en Groenlandia vivían en Dinamarca.

Ya el 8 de diciembre de 2020 la primera ministra danesa tuvo que presentar disculpas escritas de Dinamarca a seis groenlandeses separados de su familia en 1951 para estudiar en Copenhague cuando tenían apenas entre seis y siete años. Estos inuit son los sobrevivientes de un grupo de 22 niños elegidos para un experimento de aislamiento social con el fin de formar una élite para la provincia (2). Separados por mucho tiempo de sus prójimos y de su lengua materna, muchos lo sufrieron y posteriormente no pudieron llevar una vida normal. Una ceremonia oficial de disculpas se llevó a cabo en marzo de 2022 en el Museo Nacional.

“La sensación de ser dominado se transmite de generación en generación –explica Vivian Motzfeldt, ministra de Relaciones Exteriores–. Incluso si nací después del período colonial, aprendí de mis padres. Por supuesto, hay que saber cerrar las heridas y mirar hacia adelante. Pero antes de dar vuelta la página, tenemos que haberla escrito”.

Philippe Descamps. Traducción: Micaela Houston.

(1): “Spiralkampagnen” [La campaña de los DIU], DR (www.dr.dk), 6-5-2022.

(2): Tine Bryld, I den bedste mening, Gyldendal, Copenhague, 2010.


  1. El etnólogo Jean Malaurie dejó una obra inmensa sobre ese destino, en particular Les derniers rois de Thulé, Plon Terre humaine, París, 1955, y Ultima Thulé, Éditions du Chêne, París, 2000. 

  2. Comunidad autóctona que reúne a los inuit de Groenlandia y de Canadá, así como a los Yupiks de Alaska y de Siberia. 

  3. Salvo indicación específica, todas las cifras provienen de “Greenland in figures, 2022”, Instituto Estadístico de Groenlandia (www.stat.gl). 

  4. Sobre Nuuk, Arctique, collections Odyssée, villes-portraits, ENS éditions, Lyon, 2023. 

  5. Véase Philippe Descamps, “Géopolitique du brise-glace”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2020. 

  6. “The first foreign and security policy opinion poll”, Ilisimatusarfik (Universidad de Groenlandia), febrero de 2021. 

  7. En una obra colectiva muy completa, Le Groenland, Climat, écologie, société, CNRS éditions, París, 2016.