La aparición de este título de Elder Silva (1955-2019), que reúne libros que habían permanecido inéditos después de su muerte, es un acontecimiento. Permite el reencuentro con uno de los poetas más genuinos que ha dado este país en las últimas décadas, y completa una obra de especial coherencia, fiel a sí misma desde el primer día. Reconocido a partir de su libro inaugural, Línea de fuego (1982) ganador del premio Club Banco de Seguros con un jurado integrado por Nancy Bacelo, Washington Benavides y Walter Ortiz y Ayala, obtuvo también el de la Feria del Libro con el segundo, Cuadernos agrarios (1985), premiado por Circe Maia, Enrique Fierro y Víctor Cunha. Ya había allí una voz personalísima, segura de sí, que inauguraba lo que ha sido la marca de fábrica Elder Silva: una fidelidad a sus orígenes, que convive con una atención constante al mundo del presente, a lo culto y a lo popular. Y una peculiar destreza para comunicar imágenes, sensaciones y sentimientos, un delicado equilibrio entre la ironía y la emoción, entre la seriedad y el desparpajo.
“Conheço meu lugar”, decía en portugués en La frontera será como un tenue campo de manzanillas, su libro premiado en Tenerife (España) en 2003. Quien conozca la obra de Elder Silva sabe de la verdad de esta afirmación. Elder supo ser leal a unas raíces que explican la índole inconfundible de su poesía: su nacimiento en Pueblo Lavalleja, un caserío en el límite de Salto con Artigas, tan cerca de la frontera brasileña; y su interés por las cosas aparentemente insignificantes que tejen otra historia frente a la Historia con mayúsculas.
En muchos sentidos Elder Silva es un poeta que salta las fronteras. En varios textos que integran este Pájaro que tiembla hay poemas relacionados con el portugués: alguno por su título, otros escritos en los dos idiomas. Y están, como siempre, las alusiones a poetas, a modo de homenaje o de explícita creación intertextual, otra forma de superar límites fronterizos: Nicanor Parra, Juan Cunha, Antonio Cisneros, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Circe Maia, Ferreira Gullar, Drummond de Andrade, Marosa Di Giorgio, Luis Pereira, Juan Carlos Macedo, entre varios otros poetas comunicantes. Y músicos como Leonard Cohen, Mikel Laboa, Lluis Llach, The Beatles, Manu Chao, João do Vale, Eduardo Darnauchans. Tal vez de la pasión por la música viene el peculiar sentido musical de su poesía. Pero como no podía ser en él de otra manera, poetas y músicos conviven aquí con el fútbol, con el boxeo, con las marcas de ropa y de cosméticos, con el ambiente de la calle y los cafés.
Y como siempre, está la experiencia del amor en el centro de estos últimos libros. El amor mezclado con la vida doméstica y cotidiana, con la ropa secándose al sol, pero también, como en “Canción 2 de perdedores” –uno de los puntos altos de este libro–, el amor como pérdida, encarado con una mezcla de furia, despecho y pasión.
Y no falta un tono melancólico en Lo que demora en secarse un par de medias, que tal vez fue lo último que escribió: “A esta altura / sé que no escribiré ningún poema memorable / ni lo sueño siquiera / sino acaso, alguna nota más sobre este camino empinado de los días”. No cabe duda de que en eso se equivocaba: este libro, como los once anteriores, prueba que escribió varios poemas memorables, una hazaña infrecuente para cualquier poeta.
Pájaro que tiembla, de Elder Silva. Prólogo de Helena Corbellini y epílogo de Luis Pereira Severo. Civiles Iletrados, Montevideo, 2022. 233 páginas. 700 pesos.