Desde la década de 1970, como resultado de la emigración política y económica que sufrió el país, existe una literatura uruguaya en el exterior. En Suecia, Francia, España, Venezuela, Cuba o México, varios escritores desarrollaron su obra sin perder del todo el contacto con su lugar de origen. Algunos retornaron, como Carlos Liscano, Sergio Altesor, Ana Luisa Valdés o Fernando Butazzoni. O Ida Vitale, que volvió recién en 2016, antes de recibir el premio Cervantes. Otros siguieron su tarea de escritores en los lugares de exilio, como Roberto Mascaró y Heber Abimorad en Suecia, Cristina Peri Rossi y Teresa Shaw en España, Eduardo Milán en México, Juan Carlos Mondragón en Francia. También en ellos, la huella del origen ha permanecido de una u otra forma, y no cabe duda de que son parte de la literatura uruguaya. Y parte de la historia del país.

Es el caso de Gustavo Lanzaro, nacido en Montevideo en 1949 y radicado en París desde 1975. Hasta ahora había publicado dos novelas: El visitante (Arca, 1994) y El cantor de serenatas sin alma (Sirpus, 2009), que obtuvo el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura en 2007. Ahora Alter Ediciones publica Los dones y otros cuentos, que recibió una Mención Especial en el Concurso Narradores de la Banda Oriental de 2019.

“El exilio es una categoría de ruptura que actúa siempre. Cuando te tenés que reconocer, aparece”, decía Eduardo Milán en una entrevista de la diaria (23-12-2022). Y eso, de una manera heterodoxa, podría aplicarse a este libro, que reúne cinco relatos de viajeros por el mundo, en los que hay varios originarios de estas tierras. Pero no se trata de la emigración con connotaciones políticas, sino de un momento clave de quienes se sienten de una manera u otra diferentes, “raros”, o que tienen una actitud ambivalente sobre su sentido de pertenencia. Rarezas como la mujer de “Los dones”, que es capaz de saber el peso de objetos y personas con sólo verlos y tiene una capacidad especial de observación de su entorno; o el solitario surfista de “La ola”, que mide 2,60 metros y en Tailandia se siente por primera vez conmovido por el sufrimiento ajeno. O se trata de momentos decisivos como el del estudiante de “Cane Hill” que va a Londres y resuelve no regresar al Uruguay de la dictadura después de su experiencia con una enfermera en una suerte de asilo para personas con problemas mentales; o el que vive el personaje principal de “Mundialito”, que se encuentra consigo mismo luego de un violento temporal en un barco. Y a su modo, es también la experiencia del protagonista de “El lugar de los vivos”, el relato donde un emigrante solitario, que cuida un cementerio vacío, lo puebla de forma imaginaria con las personas que ha perdido, y termina, ayudado por una mujer lugareña, por convertirlo en un lugar lleno de vida.

Lanzaro juega con los límites entre lo real y lo fantástico y explora con habilidad la riqueza de sentidos de las situaciones que inventa. Los cuentos resultan convincentes por la precisión de sus descripciones, su ironía y su sentido del humor, y por la manera en que siembra con sutileza detalles que terminan por insinuar otra lectura o enriquecer el significado de la historia; como sucede en “La ola” con la alusión a “El ahogado más hermoso del mundo”, de Gabriel García Márquez, o en “Cane Hill” con el baile de Alan Bates y Anthony Quinn después del derrumbe en la película Zorba el griego (1964).

Los dones y otros cuentos. Gustavo Lanzaro. Alter Ediciones. Montevideo, 2022. 140 páginas, 550 pesos.