La guerra de Ucrania presiona a Occidente para encontrar un estatuto menos precario para Kosovo. El acuerdo alcanzado el 18 de marzo entre su primer ministro y el presidente de Serbia debería conducir a una “normalización”. Pero, presentado como un “soberanista de izquierda” cuando fue elegido en 2021, el premier kosovar, Albin Kurti, ha reavivado un conflicto ya muy arraigado.

El 17 de febrero fue un día de fiesta en Pristina-Prishtinë para miles de albaneses de Kosovo que convergieron en el bulevar Madre Teresa, la arteria central peatonal de la capital. Desde abuelos con boina hasta niños pequeños con sus mejores ropas, muchas familias fueron a celebrar los 15 años de la “independencia” de lo que fue una provincia autónoma de Serbia en tiempos de la Yugoslavia titista (1946-1992). En el estrado, el primer ministro Albin Kurti dedicó la mayor parte de su discurso a elogiar a las fuerzas de seguridad, cuyo presupuesto aumentó 52 por ciento el año pasado y 20 por ciento este año. Tras el desfile de soldados y policías, continuó un acto genuinamente popular donde se repartieron dulces, con bailes balcánicos y conciertos improvisados hasta altas horas de la noche. Sin embargo, sólo festejó la comunidad albanesa.

Varias escenas muestran el carácter singular del acontecimiento y de este país de casi 1,7 millones de habitantes. Vehículos, edificios y calles se engalanaron con la bandera oficial, inventada en 2008 en los tonos de la bandera de la Unión Europea, pero en todas partes dominaba el águila bicéfala negra sobre fondo rojo: la insignia de la vecina Albania. El estrado oficial acogió al gobierno y al cuerpo diplomático, pero sólo dos personalidades extranjeras hicieron el viaje: la vicepresidenta de Bulgaria y el presidente albanés. Aunque más de 100 países reconocen a Kosovo, no es el caso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ni de grandes países como China y Rusia, ni cinco miembros de la Unión Europea (España, Eslovaquia, Chipre, Grecia y Rumanía), ni muchos países “no alineados” [ni de América Latina, como Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay].

Encima del estrado oficial, una enorme foto de Ibrahim Rugova (1944-2006), fundador de la Liga Democrática de Kosovo (LDK), recordaba la larga resistencia no violenta y el coraje de este intelectual de la política durante la década de opresión que siguió a la llegada al poder en Belgrado del nacionalista serbio Slobodan Milošević en 1989. Pero en todas partes, el mismo eslogan “Liria ka emër: UÇK” (“La libertad tiene un nombre: UÇK [Ejército de Liberación de Kosovo]”). Sin embargo, los abusos de esta milicia contra las minorías o los albaneses moderados de la LDK durante la guerra de 1999 entre serbios y albaneses1 y los años siguientes están bien documentados. Aún más inquietante: los retratos gigantes de Hashim Thaçi y Kadri Veseli en el bulevar. Estos dos líderes del UÇK ocuparon los más altos cargos del nuevo Estado: primer ministro y luego presidente el primero, jefe de los servicios secretos y luego presidente de la Asamblea el segundo. Tuvieron que dejar sus cargos en abril de 2020 para ser detenidos en La Haya (Países Bajos), donde están siendo procesados por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos entre 1998 y 2000. Las cámaras especializadas para Kosovo –una estructura ad hoc de la justicia penal internacional– deben examinar a partir de este mes de abril las denuncias de 137 familias de víctimas y sopesar las pruebas.

En ocasión de esta celebración y de las negociaciones determinantes en curso con Serbia para la normalización de las relaciones, las autoridades despliegan sin descanso su relato, que recoge la prensa occidental: “Kosovo es la success-story [historia exitosa] de una intervención internacional –afirma la ministra de Relaciones Exteriores, Donika Gërvalla-Schwarz–. Del otro lado está Serbia, que es el ‘apoderado’ de Rusia”. La alianza del partido liberal de Gërvalla-Schwarz, Guxo! (¡Atrevete!), con el movimiento soberanista de izquierda Vetëvendosje! (¡Autodeterminación!, o VV) triunfó en las elecciones legislativas de febrero de 2021. Esto le dio confianza en las negociaciones con Belgrado: “Tenemos el apoyo de la población, con más de 50 por ciento de los votos en las elecciones. Nunca habrá tanta estabilidad política ni un gobierno tan dispuesto no sólo a hablar, sino también a lograr un resultado. Los hechos están ahí: la República de Kosovo es un Estado soberano. No estamos discutiendo nuestro estatus, sino la normalización de nuestras relaciones”.

Los incidentes graves se multiplican

Al salir de la capital, se respiran las finas partículas de las dos centrales eléctricas de carbón de Obilić, que suministran electricidad al país y hacen de Pristina una de las metrópolis más contaminadas de Europa. El paisaje urbano está asolado por anuncios y carteles gigantes hasta la antigua ciudad industrial de Mitrovica. Dos días antes, los habitantes del norte de esta ciudad celebraban una fiesta muy diferente: el Día del Estado, que conmemora el levantamiento de 1804 contra la ocupación otomana. En los cuatro municipios del norte de Kosovo, una población predominantemente serbia vive en estrecho contacto con la Serbia fronteriza, a la que considera su país. Aquí, el serbio se habla en la administración y en las calles; las escuelas y los servicios de salud dependen de Belgrado, y la gente sigue pagando en dinares –los albaneses de Kosovo utilizan el euro–. En esta antigua ciudad obrera, cerca del moribundo complejo minero de Trepča, las calles están cubiertas de colores serbios hasta el río Ibar, que divide la ciudad en dos. Para llegar a la orilla sur, poblada en su mayoría por albaneses y llamada Mitrovicë, el puente principal permanece cerrado al tráfico de automóviles. Está custodiado por carabinieri italianos de la Fuerza de Mantenimiento de la Paz en Kosovo (KFOR), que cuenta en la actualidad con 3.700 soldados de 27 países.

Estas tropas se desplegaron tras la adopción de la resolución 1.244 del Consejo de Seguridad de la ONU, el 10 de junio de 1999, después de dos meses de bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) destinados –sin mandato internacional alguno– a conseguir que el presidente Milošević abandonara la lucha armada contra la insurgencia independentista de los albaneses. Una vez retiradas las fuerzas yugoslavas, la ONU autorizó el despliegue de “presencias internacionales civiles y de seguridad con equipos y personal adecuados”, que incluían principalmente soldados occidentales bajo el mando de la OTAN, pero también ucranianos y rusos, hasta 2003. Al tiempo que pedía una “autonomía sustancial y una auténtica autoadministración en Kosovo”, el Consejo de Seguridad reafirmaba “el compromiso de todos los Estados miembros con la soberanía y la integridad territorial de la República Federal de Yugoslavia”. Lejos de ser desarmado como preveía esta resolución, el UÇK tomó el control del país con la ayuda de fuerzas especiales británicas y estadounidenses, y luego tomó las riendas de un Estado en construcción que declaró su independencia en 2008.

“La diferencia entre 1999 y la actualidad es que no hay un conflicto abierto entre los pueblos serbio y albanés. Pero el pueblo serbio sufre violencia institucional, la desconfianza alcanza nuevas dimensiones”, afirma Igor Simić, vicepresidente de Srpska Lista (La Lista Serbia), que ocupa los diez escaños reservados a los serbios en la Asamblea de Kosovo y bloquea cualquier disidencia o posición crítica frente a Belgrado. Cuando fue elegido, Kurti dijo que el diálogo con Belgrado no era una prioridad y que quería escuchar a los serbios de Kosovo. Pero en el último año han aumentado los incidentes graves. “Esto es consecuencia de la retórica antiserbia de Kurti y sus ministros –continúa Simić–. Quiere provocar una reacción del Estado serbio para presentarse como un pequeño [Volodymyr] Zelensky”.

Obstáculos para participar en las elecciones de Serbia, no reconocimiento de las matrículas vehiculares de los serbios de Kosovo, incordios administrativos para obtener los documentos de identidad, expropiaciones precipitadas, despliegue de una unidad especial de policía que compite con las unidades locales... A cada medida adoptada por Pristina percibida o presentada como hostil a su comunidad, los serbios reaccionaban levantando barricadas en torno a los municipios serbios. El repentino aumento de la tensión tomó desprevenidos a los diplomáticos europeos, que han redoblado sus esfuerzos para resolver cada una de las crisis, al tiempo que intentan relanzar el diálogo al más alto nivel entre Belgrado y Pristina. El acuerdo marco alcanzado el 18 de marzo en Ohrid (Macedonia del Norte) debería permitir la aplicación concreta de los compromisos recíprocos contraídos en Bruselas en 2013, que nunca han tenido un seguimiento real (ver recuadro “Una normalización a la fuerza”). Si bien los europeos llevan las riendas, el primer ministro kosovar sólo se doblega realmente ante la presión de Washington, como hizo el 31 de julio de 2022 tras una reunión con el embajador estadounidense que lo convenció de aplazar de inmediato un ultimátum sobre el cambio de matrículas.

A principios de noviembre, cientos de jueces, policías y agentes de cuatro municipios del norte dimitieron para denunciar la estigmatización de esta región. Tras haber jugado a la integración en las instituciones de Kosovo, el juez Nikola Kabašić, presidente del tribunal en el norte de Mitrovica, ya no cree en ella: “La presidenta Vjosa Osmani y el primer ministro tratan a los serbios de criminales o terroristas todos los días –afirma–. La lucha de Kurti y sus amigos por la soberanía de Kosovo es contraria al principio de un Estado multiétnico, que sólo apoya para complacer a Occidente. En la práctica, nos están privando de nuestros derechos políticos y jurídicos”. “Durante los últimos 24 años, los serbios sólo han sido reconocidos como un pueblo igual sobre el papel”, agrega el abogado Nebojša Vlajić. El exabogado de la familia de Oliver Ivanović, un político serbio de Mitrovica asesinado en 2018, describe un ambiente de miedo y confusión. “Es incluso peor que antes. Quien crea en la justicia en Kosovo está mal informado o desesperado”, dice con mirada desencantada.

A la petición de Pristina de levantar los bloqueos y de Belgrado de autorizar el despliegue de 1.000 soldados serbios, la KFOR no respondió, explica su comandante, el mayor-general italiano Angelo Michele Ristuccia: “Es una cuestión de criterio evitar la escalada. El uso de la fuerza debe ser acorde con las condiciones sobre el terreno. La mejor manera –como de costumbre y como siempre en esta región– es crear las condiciones para el diálogo. La forma más eficaz es mantener un estrecho contacto con todas las partes involucradas y escuchar las señales débiles. Mi primera preocupación es el riesgo de error de cálculo. Por eso pedimos a todas las partes que no utilizaran discursos y retóricas inútiles, para no entrar en un ciclo de acción-reacción”.

Buenos resultados económicos

Aunque ha perdido crédito en el exterior, el primer ministro Kurti está satisfecho de sus buenos resultados económicos, tras haber hecho campaña “por el empleo y la justicia”. Así lo subraya cuando le preguntamos por sus logros en términos de progreso social: “Hemos tenido un impresionante crecimiento económico de 10,7 por ciento en 2021 y de cuatro por ciento en 2022. Las exportaciones aumentaron 23 por ciento y los ingresos del impuesto a las ganancias 22 por ciento”. Hay que señalar que el producto interior bruto (PIB) había bajado 5,3 por ciento en 2020 y el déficit comercial sigue siendo abismal. En parte se compensa con los ingresos de las transferencias enviadas por la diáspora, que representan más de 20 por ciento del PIB2, y las ayudas occidentales. Si bien está disminuyendo con claridad, la tasa de desempleo, que seguía siendo superior a 20 por ciento a fines de 2021, se mantiene como la más alta de Europa. En un contexto de emigración masiva, la tasa de empleo es por lejos la más baja del continente: menos de uno de cada tres habitantes de entre 15 y 64 años trabaja de forma oficial.

El primer ministro reconoce que aún no ha podido cumplir sus promesas de introducir un salario mínimo garantizado o un impuesto progresivo. En cambio, celebra la ley que limita la brecha salarial en la función pública de uno a 4,74: “Esta brecha era de uno a 20 antes de nuestra llegada al poder. El salario de la presidenta es sólo 3,2 veces el de un soldado, mi salario es 2,9 veces. Sólo tenemos excepciones para tres profesiones: médicos, magistrados y profesores universitarios”. Otras medidas sociales son la gratuidad de la enseñanza pública hasta el nivel de maestría, el desarrollo del aprendizaje, la revalorización de las jubilaciones y de las pensiones por discapacidad, así como la creación de un subsidio de maternidad y de ayudas familiares.

¿Qué queda de la cultura revolucionaria que presidió la creación de Vetëvendosje! y que metió al actual primer ministro en problemas con la Policía en el pasado? Los antiguos compañeros de ruta de Kurti dicen que se alejaron cuando vieron que el partido se inclinaba hacia el nacionalismo, el culto al individuo y una dosis de populismo. Después de que el primer gobierno de Kurti fuera derrocado tras sólo cuatro meses, en junio de 2020, se dice que el partido se convirtió en un “cajón de sastre”. Para las elecciones de febrero de 2021, el grupo parlamentario se ha ampliado tanto a figuras islamistas como de derecha, con la ministra de Economía, Artane Rizvanolli, abiertamente neoliberal.

Monasterios protegidos por la KFOR

Exministro del Interior, alcalde de Peć-Pejë y vicepresidente de la LDK (en la oposición), Muhaxheri Gazmend no se guarda nada contra Kurti: “Cuando estábamos en coalición con él, nos dimos cuenta de que no había un programa a excepción de dos o tres puntos sobre la soberanía. Gastó mucho dinero, pero el resultado es nulo”. Como alcalde, Gazmend fue reelegido con luz en 2021 (61 por ciento de los votos), a pesar de las críticas a su política de moderación y cooperación con el municipio serbio de Šabac para desarrollar el cultivo de frutas (frutillas, frambuesas): “La gente no quiere seguir así. Quiere una vida mejor, una economía mejor y salir de la posguerra. Por ejemplo, queríamos construir una estación de esquí sobre la ciudad con el italiano Leitner como socio. Tras el asesinato del político Oliver Ivanović en Mitrovica, los inversores se retiraron”.

En las afueras de la ciudad, en la ruta que lleva a las Gargantas de Rugovska, el patriarcado de Peć ha sido la sede de la Iglesia Ortodoxa serbia desde el siglo XIII, donde el patriarca Porfirio fue entronizado en febrero de 2021, aun cuando reside con su administración en Belgrado. Cerca del monasterio, la mayoría de las modestas casas de ladrillo del pueblo de Ljevoša están destruidas o vacías. De las casi 200.000 personas que huyeron de Kosovo tras la guerra, en su mayoría serbios o romaníes, pocos han regresado. Borislav Krstić vive aquí con su mujer, que viene de Albania, su suegra y sus tres hijos. Los matrimonios mixtos son muy raros en Kosovo. “Las chicas de nuestros pueblos se han ido a Serbia”, relata el agricultor. Su mujer, Edmonda, dice con una sonrisa que se siente bien aquí, pero lamenta el éxodo que vacía el campo. La escuela está a diez kilómetros y los niños no tienen amigos cerca. “No creo que se queden a vivir aquí. No hay proyección”, se lamenta su marido.

Situado al pie del Parque Nacional de los Montes Malditos (Prokletije-Bjeshkët e Nemuna), el monasterio de Visoki Dečani podría contar por sí solo la tempestuosa historia de la región, la “Vieja Serbia” para muchos serbios. Inscripto en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro entre los Monumentos Medievales de Kosovo, es uno de los 24 monasterios todavía activos. Su iglesia fue construida en el siglo XIV y fue el edificio religioso más grande de Serbia. Como nos cuenta uno de los 20 monjes que viven allí, irónicamente, el complejo fue protegido del saqueo en diversas épocas por los ejércitos que habían derrotado a los serbios. Soldados otomanos estuvieron estacionados allí mucho tiempo durante el yugo turco; milicias albanesas fueron reclutadas para protegerlo a fines del siglo XIX; los carabinieri de la Italia fascista impidieron que los albaneses lo destruyeran entre 1941 y 1944. Tras albergar a refugiados durante la guerra, se encuentra protegido por las tropas de la KFOR desde 1999, que lo preservaron de los pogromos de 2004, en los que los albaneses destruyeron unos 30 sitios ortodoxos.

Sólo se puede entrar tras obtener una autorización especial y atravesar varios obstáculos: “Esta presencia es siempre necesaria –afirma el monje Petar–. Hubo varios intentos de atentado, entre otros con lanzagranadas. Se han pintado grafitis con lemas de la organización del Estado Islámico en la muralla. Se ha detenido a yihadistas con armas delante de la puerta”. La amenaza más concreta procede del municipio de Dečani-Deçan y sus reivindicaciones sobre 24 hectáreas a su alrededor. Estos terrenos, nacionalizados tras la Segunda Guerra Mundial, pertenecen al monasterio, según dictaminó la Corte Constitucional de Kosovo en 2016. Pero el ayuntamiento y el gobierno se niegan a ejecutar esta decisión. En respuesta a nuestras preguntas, y mientras venía de alegrarse de los progresos de su país en las clasificaciones internacionales en materia de Estado de derecho (56º en el índice del World Justice Project), Kurti no tuvo reparos en criticar de forma abierta la decisión de la más alta instancia judicial de su país.

En el centro de Prizren, la segunda ciudad más grande del país, coexisten tres edificios notables: una catedral católica del siglo XIX, la mezquita otomana de Sinan Pacha (siglo XVII) y la iglesia de la Virgen de Ljeviška, fundada en 1306. Reconstruida tras ser saqueada e incendiada en 2004, de esta última iglesia apenas quedan fieles: de los casi 10.000 serbios que vivían en la ciudad, sólo quedan unos diez. A escala de Kosovo, los serbios representaban un tercio de la población en el censo de 1939, 14,9 por ciento en 1981, y probablemente menos de cinco por ciento en la actualidad (el censo de 2011 fue boicoteado por los serbios y el que estaba previsto para 2021 fue aplazado). Rompiendo con la diversidad histórica, el predominio albanés se produce a expensas de otras comunidades. “Todo el mundo habla de inclusión, pero cuando queremos ejercer nuestros derechos, no funciona, no podemos utilizar nuestra lengua en los tribunales, en el Ayuntamiento o en la Policía”, explica Fatir Berzati, periodista de origen gorani, un pueblo eslavo de religión musulmana que vive en las montañas de Šar, muy boscosas. “Las pequeñas comunidades están desapareciendo o están siendo asimiladas”, confirma Raif Ademi, bosnio y presentador de Radio Astra en el pueblo de Gornje Ljubinje.

Una “normalización” a la fuerza

Festejos por el 15º aniversario de la declaración de independencia de Kosovo, Pristina, 17 de febrero. Foto: Armend Nimani / AFP.

El plan “franco-alemán” está servido. A mediados de abril debe crearse un comité de seguimiento, mientras que “Kosovo y Serbia acuerdan no bloquear la aplicación de ninguno de los artículos”.

El 27 de febrero, el presidente serbio, Aleksandar Vučić, y el primer ministro kosovar, Albin Kurti, aprobaron la propuesta europea de un acuerdo marco para la “normalización” de las relaciones entre sus dos países. El 18 de marzo, aceptaron los anexos de este documento, que planifican la aplicación de los compromisos mutuos incumplidos. Las partes no firmaron los documentos, pero el alto representante europeo para Relaciones Exteriores, Josep Borrell, los expidió, indicando que el paquete se consideraba adoptado y de aplicación inmediata.

En las cancillerías occidentales, la guerra de Ucrania funciona como un acelerador de la construcción europea y una oportunidad para vincular los Balcanes al resto del continente reduciendo la influencia de Rusia en la zona. Belgrado ya apenas puede contar con el apoyo de Moscú. Aunque neutral y negándose hasta ahora a aceptar sanciones (después de haber estado sometida a ellas durante una década), Serbia votó a favor de las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenan la “agresión” de Rusia y le piden que dé marcha atrás en su “intento de anexión ilegal” de cuatro regiones ucranianas.

El acuerdo marco (1) ha sido elaborado por el consejero diplomático del presidente francés Emmanuel Macron, Emmanuel Bonne, el consejero del canciller alemán Olaf Scholz, Jens Plötner, y el representante especial de la Unión Europea para el diálogo entre Belgrado y Pristina, Miroslav Lajčák. Este plan, denominado “franco-alemán”, que se ha convertido en la “propuesta europea” apoyada por Estados Unidos, retoma muchos de los puntos que se debaten desde hace más de 20 años, incluidos los llamados “Acuerdos de Bruselas”, firmados en 2013 y 2015. La principal novedad radica en la vinculación directa y prioritaria de dos elementos clave, que se basan esencialmente en dos hechos consumados desde la guerra: se construye un Estado kosovar, pero las comunidades serbias conservan su propio destino y estrechas relaciones con Belgrado. Por un lado, Serbia debe aceptar “relaciones normales y de una buena vecindad sobre la base de la igualdad de derechos” y no “se opondrá a la adhesión de Kosovo a ninguna organización internacional”. Por otro lado, Kosovo debe aceptar “un nivel apropiado de autogobierno para la comunidad serbia de Kosovo y la capacidad de prestar servicios en áreas específicas, incluida la posibilidad de apoyo financiero por parte de Serbia”.

Un acuerdo vinculante

La clave operativa propuesta por Francia reside en la aplicación de este acuerdo político según un calendario preciso definido por los anexos “técnicos”. Kosovo debe iniciar inmediatamente las negociaciones para garantizar un estatuto a las comunidades y municipios serbios. “La Unión Europea lo considera un acuerdo vinculante –afirma Lajčák, cuando se le pregunta si los dos parlamentos deben ratificarlo o no–. Corresponde a las partes garantizar su cumplimiento con sus propios sistemas jurídicos. Para nosotros es importante que cumplan con las obligaciones aceptadas el 27 de febrero y el 18 de marzo. Esto significa que las partes también tendrán que respetar y aplicar todos los acuerdos anteriores. Si se niegan a hacerlo, habrá consecuencias para su adhesión a la Unión Europea”. Tras una reunión a fines de enero con representantes de la Comisión Europea, Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos, el presidente serbio declaró a la prensa lo que le habrían dicho sus interlocutores: “Deben aceptar este plan, de lo contrario se enfrentarán a la interrupción del proceso de integración europea, la retirada de inversiones, medidas globales en el sentido político y económico que causarán grandes daños a Serbia”. En el Parlamento, a principios de febrero, repitió que no aceptaría la declaración unilateral de independencia de Pristina, porque va en contra de la Constitución serbia, que menciona a Kosovo como “parte integrante del territorio de Serbia”, y de la Resolución 1.244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre integridad territorial. Esto no impide que avance hacia un reconocimiento de facto.

Percibido como más rígido por los negociadores, Kurti reconoció en el Parlamento de Pristina el 13 de febrero la presión de los emisarios occidentales, con estadounidenses y europeos en la misma longitud de onda: “Me dejaron claro que la propuesta principal era ‘lo tomas o lo dejas’. Prácticamente no habrá margen de negociación. También me dejaron claro que cualquier rechazo iría acompañado de medidas diplomáticas punitivas contra Kosovo y provocaría un grave déficit de confianza entre sus países y nosotros”. Tras haber hecho campaña contra la creación de una asociación de municipios serbios, a la que su partido se opuso violentamente en el pasado, el primer ministro también debe decidirse a aceptar la “zanahoria” de una perspectiva de ingreso en la Unión Europea, para evitar el “palo” de un cese de subvenciones e inversiones.

Un aforismo del joven escritor kosovar Jovan Zafirović resume con humor la amargura de la población: “Esperamos el diálogo entre Belgrado y Pristina: los alemanes, los británicos y los estadounidenses van a hablar”. Un acuerdo impuesto de esta manera, ¿creará confianza y acercamiento, cuando no una reconciliación entre albaneses y serbios?

P. D. y A. O.

(1): El texto que se debate desde el pasado verano boreal se basa en el “Tratado Básico” firmado entre las dos Alemanias en diciembre de 1972. Desde su elección en 1969, el canciller Willy Brandt había definido su política hacia el Este (Ostpolitik) como la aceptación de una “coexistencia concertada” para normalizar y humanizar las relaciones entre vecinos. Al negarse a considerar el reconocimiento de la República Democrática Alemana (RDA) como Estado extranjero según el derecho internacional –para preservar la posibilidad de una futura reunificación–, aceptó el reconocimiento de facto de un segundo Estado alemán. Ambas repúblicas ingresaron en las Naciones Unidas unos meses después.

Kurti y la Gran Albania

Frente al pequeño edificio donde se fundó la Liga de Prizren en 1878, unos 15 jóvenes se toman una foto delante de una bandera con la inscripción Shqipëri etnike (“Albaneses étnicos”). En el interior del museo, un mapa evoca la “Gran Albania” soñada por los militantes de la liga a fines del siglo XIX. El primer ministro de Kosovo no ha renunciado a este proyecto. Cuando se le recuerda: “Usted dijo que votaría a favor de la unificación con Albania”, responde sin vacilar: “Sí, lo dije, si hubiera un referéndum. Tenemos dos Estados separados, pero no somos dos naciones separadas. La frontera entre Kosovo y Albania es la frontera de Yugoslavia y Serbia, así que no es algo a lo que estemos muy apegados”. Por otra parte, Kurti votó en las últimas elecciones en el país vecino, donde su partido lidera la oposición al primer ministro socialista Edi Rama. “Los albaneses tienen que unirse. Albin [Kurti] quiere lo mismo, pero nosotros tenemos otro enfoque para lograrlo”3, señaló el jefe de gobierno albanés, que está poniendo en marcha una libre circulación de bienes y servicios con Serbia y Macedonia del Norte.

Foto del artículo 'En Kosovo, dos naciones espalda contra espalda'

Las tensiones de los últimos meses se han extendido a los pueblos de montaña, como en el enclave de Štrpce. El 6 de enero, día de la Navidad ortodoxa, un grupo de jóvenes que llevaban ramitas secas de roble llamadas badnjak para Nochebuena y una bandera serbia recibieron dos disparos desde un auto. “Me disparó en la mano y se fugó. Todo el mundo estaba en shock –cuenta Miloš Stojanović, uno de los dos heridos, de 21 años–. Es duro, pero luchamos por quedarnos a vivir aquí”. El autor del atentado es miembro de las Fuerzas de Seguridad de Kosovo y está bajo arresto domiciliario.

“El tiroteo me trajo de inmediato pesadillas del pasado”, relata Jasmina Živković, cuyo padre desapareció en setiembre de 1999. Forma parte de una asociación de familias que siguen buscando noticias de sus parientes, 23 años después del fin de la guerra. Todavía están desaparecidas 1.614 personas. Un raro ejemplo de cooperación, las asociaciones albanesa y serbia llevan seis años trabajando juntas para presionar a los dos gobiernos. “Entendimos que juntos somos más fuertes”, explica Bajram Çerkinaj, director de la Asociación Voz de los Padres, en su pequeña oficina de Mitrovicë. “Al principio fue muy difícil. Me decían: ‘¿Cómo podés trabajar con los serbios, después de lo que nos hicieron?’. Yo dije que trabajaba con todos los que tienen el mismo dolor. La guerra no le hace bien a nadie”, insiste Çerkinaj, de 80 años, que vio a su hijo por última vez en agosto de 1998, antes de que se uniera al UÇK. Su abuelo ya había desaparecido en los combates de la Segunda Guerra Mundial y su bisabuelo en 1912, en las guerras balcánicas. “El miedo persiste, porque los gobiernos no han buscado lo que une a la gente –concluye–. Si nosotros podemos hablar, los gobiernos deberían poder hacerlo”.

Philippe Descamps y Ana Otašević (periodista y realizadora), enviados especiales. Traducción: Emilia Fernández Tasende.


  1. Véase el dossier en línea (en francés), “Vingt ans après, les plaies ouvertes du Kosovo”, www.monde-diplomatique.fr, marzo de 2019. 

  2. Salvo mención en contrario, todas las cifras provienen de la Agencia de Estadísticas de Kosovo (ASK), ask.rks-gov.net, Eurostat para las comparaciones. 

  3. TV Klan, Tirana, 17-2-2023.