En enero, la publicación de la edición alemana de un cómic francés que tiene por protagonista a la cantante Dominique Grange, Elisa y los nuevos partisanos (Delcourt, París, 2021), fue anulada debido a la expresión “apartheid israelí” usada en el epílogo de la obra. Lejos de ser un hecho aislado, este tipo de censura no es rara cuando se cuestiona la política de Tel Aviv.

El 2 de febrero, el Foro Einstein, ubicado en Potsdam, cerca de Berlín, proponía un encuentro con tres autores: la ensayista alemana Charlotte Wiedemann y dos académicos israelíes, el politólogo Bashir Bashir y el historiador Amos Golberg, sobre el tema “Comprender el sufrimiento de los otros. El Holocausto, la Nakba y la memoria cultural alemana”1. Los tres son autores de obras sobre el asunto.

Prevista en un comienzo para el 9 de noviembre de 2022 en el Instituto Goethe de Tel Aviv y organizada con la Fundación Rosa Luxemburgo, asociada al partido de izquierda Die Linke, esta muestra fue anulada debido a las presiones del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, del embajador de Israel en Alemania, Ron Prosor, del Memorial de Yad Vashem en Jerusalén y de la Asociación germano-israelí. La elección como fecha del 9 de noviembre, día en el que en 1938 se llevó a cabo el pogromo conocido como “La noche de los cristales rotos” en la Alemania nazi, se consideró una provocación. Según el diario Haaretz, el ministro de Relaciones Exteriores israelí dijo estar “conmocionado e indignado por la cínica y manipuladora intención de crear un vínculo [entre el Holocausto y la Nakba] con el único fin de manchar a Israel”2. La postergación del encuentro al 13 de noviembre, de inmediato propuesta por las instituciones organizadoras, no calmó los ánimos. Esta vez fue el gobierno israelí quien pidió que se anule la conferencia. Ante las amenazas de la organización estudiantil de extrema derecha Im Tirtzu, el Instituto Goethe prefirió cancelarla. Desinvitada, Wiedemann se sorprendió de la rapidez con la cual las autoridades alemanas cedieron ante las presiones israelíes. La ensayista vio allí “una prueba sobre la forma en que Alemania reacciona a la derechización del clima político tras las elecciones [en Israel]”. Añadió que “en lo que respecta a la defensa de los valores democráticos, Alemania no pasó la prueba”3.

La indignación suscitada por el tema de la conferencia, que debía llevarse a cabo luego de las elecciones israelíes, podía interpretarse como una distracción en momentos en que el hoy primer ministro Benjamin Netanyahu y su partido de derecha dura, el Likud, vencían gracias a una alianza con la extrema derecha religiosa. En su conjunto, la prensa alemana alimentó el escándalo, dándole finalmente más atención que al resultado del escrutinio israelí. Es lo que subrayó la directora del Foro Einstein, Susan Neiman, en la inauguración del encuentro del 2 de febrero que impulsó desde el anuncio de su anulación en Tel Aviv, tres meses antes. La filósofa afirma seguir al pie de la letra los preceptos de quien da su nombre al instituto en materia de respeto a la libertad de expresión, con el riesgo de exponerse al defender, en Alemania, el derecho a la crítica de la política de Israel. Un derecho cuestionado por nuevas disposiciones, como sugieren varios acontecimientos.

Diáfanos antecedentes

El primero de estos acontecimientos se remonta al 26 de abril de 2018. En el marco de un recrudecimiento del antisemitismo, el Bundestag (Parlamento alemán) adopta ese mismo día una declaración estipulando que “el derecho a la existencia del Estado de Israel forma parte de la razón de Estado alemana”. El legislativo alemán asocia entonces de facto la lucha contra el antisemitismo a la defensa de Israel. Un año después, el 17 de marzo de 2019, una resolución de los diputados alemanes condenaba la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS), entonces en marcha, y la declaraba de naturaleza antisemita. El llamado a boicotear los productos israelíes, así como los intercambios universitarios, culturales o deportivos con el fin de incitar a Israel a respetar el derecho internacional respecto de las colonias judías en los territorios palestinos conducía, según el Bundestag, a la estigmatización generalizada de los ciudadanos israelíes y de las personas de confesión judía. Los parlamentarios decidieron además privar de subvenciones a las instituciones y a los proyectos culturales que apoyaran la campaña.

Pero más aún que la resolución misma, la identidad de las fuerzas políticas que la apoyan da una idea del vuelco ideológico que se está produciendo en el paisaje alemán. En efecto, ese voto del Bundestag se produjo tras una propuesta de la Alianza para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha antiinmigrantes, que se posiciona en la actualidad como el campeón de la lucha por la defensa de Israel, pero que se mantiene bastante discreto cuando se trata de condenar actos antisemitas comprobados. Como recordó Susan Neiman el 2 de febrero, la AfD hizo suya la estrategia de Steve Bannon, el exasesor del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, según el cual, cuanto más uno afirma su apoyo al Estado de Israel, más puede orientarse a la extrema derecha sin exponerse a reproches. La receta, puesta a prueba en particular por el exmandatario Jair Bolsonaro en Brasil y el actual jefe de gobierno Viktor Orbán en Hungría, funciona de maravillas.

Con el objetivo de revelar las segundas intenciones de la extrema derecha alemana, las directoras del Foro Einstein y del Centro de Investigación sobre el Antisemitismo en Berlín, la ya citada Susan Neiman y la historiadora Stefanie Schüler-Springorum, así como la periodista Emily Dische-Becker, organizaron en junio de 2022, en Berlín, una conferencia titulada El secuestro de la memoria. El Holocausto y la nueva derecha. El evento partía de la constatación de que los representantes políticos de derecha, tanto a escala internacional como en Alemania, se apropiaban de la memoria del genocidio de los judíos por parte de los nazis para llevar a cabo una política nacionalista y xenófoba, e incluso racista. Una política que de hecho amenaza en la actualidad a los judíos mismos ya que en Estados Unidos, por ejemplo, algunos republicanos se sienten autorizados a propagar en el Congreso teorías conspirativas antisemitas, a la vez que se presentan como partidarios de Israel4.

Arte conceptual

El embajador de Israel en Alemania no comparte esta opinión. Ron Prosor ve el peligro, sobre todo, en la izquierda y señala como prueba de ello el “escándalo” de la Documenta 15 de Kassel, en el verano de 2022. Recordemos los hechos: la dirección artística de esta exposición de arte contemporáneo que se lleva a cabo cada cinco años fue confiada en 2022 al colectivo de artistas indonesios Ruangrupa con el fin de exhibir prácticas artísticas del Sur Global, otrora llamado “Tercer Mundo”, a partir de perspectivas distintas a las de Occidente. La dirección de la Documenta 15 fue acusada de exponer obras antisemitas entre las cuales se contaba, en particular, el estandarte Justicia del pueblo realizado por la agrupación indonesia Taring Padi. Este fresco de 20 metros de largo, que evoca la tiranía del presidente Suharto en Indonesia, responsable de un millón de muertos en 1965-1966, comprendía, entre otras caricaturas de representantes de servicios secretos occidentales que apoyaron la dictadura, la de una cabeza de cerdo adornada con la inscripción “Mossad”, exhibiendo en su pecho una estrella de David. Fue recubierto de un velo negro y desmantelado dos días después de la inauguración5.

Tras el discurso crítico pronunciado en la inauguración de la Documenta 15 por el presidente alemán Frank-Walter Steinmeyer y ante las acusaciones de una falta de control –e incluso de antisemitismo–, la directora de la muestra artística renunció, tal como lo solicitó el Consejo Central de los Judíos en Alemania. Por su parte, la AfD exigió asimismo la renuncia de la ministra de Cultura, Claudia Roth (Los Verdes), que se había negado a votar la condena de BDS en 2019. El canciller Olaf Scholz anuló su visita y un comité de vigilancia debió pronunciarse. En su informe, entregado en el mes de febrero, los expertos recomendaron para el futuro un control del Estado Federal en la preparación de las exposiciones, pero, dada la tormenta de indignación que el acontecimiento produjo, sus conclusiones fueron sorprendentemente moderadas. Según ellos, cuatro composiciones en esta mega exposición rebosante de obras (1.500 expositores) corrían el riesgo de ser percibidas como antisemitas. Cuatro obras de más, que el escritor Max Czollek se divierte comparando con el “bajorrelieve de la cerda judía” (una cerda que amamanta a niños judíos mientras que un rabino le examina el ano) que decora la iglesia de Wittemberg desde hace siete siglos...6

En vez de comprender que no se puede –y con razón– tener la misma percepción de la Shoah en Alemania que en Indonesia y que un intercambio de ideas hubiera sido preferible a la estigmatización, se estimó tanto en la prensa como en las altas esferas que los artistas del Sur Global habían subestimado “la sensibilidad” del público alemán7. El asunto tomó tales proporciones que no quedaba más que preguntarse. ¿La “sensibilidad” a qué? ¿Al antisemitismo o... a Israel? En definitiva, como anunció el director del Museo Judío de Hohenems, en Austria, Hanno Loewy, el debate puso en evidencia la asimilación de toda crítica de la política de Israel al antisemitismo, y ese es efectivamente el problema.

Autonomías en declive

Si bien no hay duda de que existe cierto diletantismo en el seno de la dirección de la Documenta 15, no cabe hacerle el mismo reproche al anterior director del Museo Judío de Berlín quien renunció en junio de 2019. De forma oficial, el especialista en estudios judíos, Peter Schäfer, fue objeto de críticas por haber dejado que su servicio de prensa difundiera un tuit que podía ser interpretado como un apoyo a la campaña BDS –un gesto que no escapó a la vigilancia de la AfD–. Pero fue sobre todo la exposición “Bienvenidos a Jerusalem”, que abarcaba las tres religiones de la “Ciudad Santa”, la que suscitó la reprobación del entorno de Netanyahu. Éste último habría detectado por sí mismo la sobrexposición del “punto de vista musulmán-palestino”8. Estas críticas fueron retomadas por el Consejo Central de los Judíos en Alemania, que celebró la salida de Schäfer y su remplazo por una historiadora “de origen judío”. El 27 de agosto de 2019, el diario Die Welt titulaba: “Israel debería participar en las decisiones que conciernen a los museos judíos”.

De más está decir que las exposiciones de los memoriales se desarrollan bajo una alta vigilancia. La última, presentada en la Casa de la Conferencia de Wannsee, en donde se decidió en enero de 1942 la “solución final”, no escapó a las críticas. El jurista Hans Christian Jasch, quien dirigió la entidad hasta finalizar su contrato no renovado en 2020, dispuso con un fin pedagógico dos fotografías al final del recorrido: la primera, tomada en los años 1930, representaba el cartel colocado frente al Lago de Wannsee que llevaba la inscripción “Prohibido a los judíos”; en la segunda, tomada en 2016 en una piscina pública cerca de Fráncfort, se leía: “Prohibido a los refugiados masculinos”. La yuxtaposición fue denunciada de inmediato por el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung (19 de enero de 2020). El paralelismo, según el periódico, habría servido para relativizar la política antisemita del Estado nazi.

Los remplazos que se dieron en la dirección de esas instituciones marcan un cambio de rumbo. Jasch fue remplazado por la historiadora Deborah Hartmann que abandonó la dirección de la Escuela Internacional para Estudios sobre el Holocausto de Yad Vashem. Otra joven historiadora, Anja Siegemund, exdirectora del Instituto Leo Baeck de Jerusalén, tomó las riendas del Centrum Judaicum de Berlín, una institución dedicada a la vida de los judíos en la capital alemana, cuyo director se jubilaba. ¿Hay que temer, como preveía el periodista israelí radicado en Berlín, Yossi Bartal, una pérdida de autonomía de estos sitios ante el control que ejercería el actual gobierno de Israel?9

La acusación de antisemitismo planea como una espada de Damocles, incluso sobre participantes de origen judío. Se trate de reproches dirigidos a la conferencia El secuestro de la memoria, hospedada por la Casa de las Culturas del Mundo en Berlín, que fue calificada de “usina de pensamiento del antisemitismo”10; de las declaraciones realizadas en el seno de la Comisión de la Cultura y Medios de Comunicación del Bundestag por el director del Consejo Central de los Judíos en Alemania en contra del Foro Einstein y del Centro de Investigación sobre el Antisemitismo, a los que citaba como lugares en los cuales se proferían declaraciones antisemitas; de la Documenta 15 de la que se hizo por metonimia un evento antisemita; o aun de la anulación del encuentro en el Instituto Goethe de Tel Aviv y de su ulterior realización en Postdam. A falta de haber podido prohibir el encuentro del Foro Einstein en Potsdam, como sí se había logrado en el Instituto Goethe de Tel Aviv, el embajador de Israel en Alemania declaró al respecto que no hacía falta “ser Einstein para comprender que tenía como objetivo la relativización de la memoria del Holocausto de la manera más irrespetuosa”11.

Sin embargo, se llevan a cabo de manera regular debates sobre la Shoah y la Nakba en las universidades israelíes, como lo confirma el politólogo Denis Charbit, cuya oficina linda con la de Bashir Bashir en la Universidad Abierta de Israel. En ese país es más difícil recurrir a la acusación de antisemitismo que en Alemania, en donde esta imputación permite encorsetar la crítica al Estado de Israel, que forma parte de “la razón de Estado”.

Mientras que en Alemania asistimos a un resurgimiento real del racismo y del antisemitismo cuya voz fue liberada a partir de 2017 con la presencia de los diputados AfD en el Bundestag, el país brinda un terreno privilegiado para la instrumentalización del genocidio. La crítica de la política de un Estado que no es “(todavía) democrático más que para una parte de su población”, así como lo expresa Charbit, es por ello impedida, al igual de hecho que la comprensión del sufrimiento de los demás.

Sonia Combe, historiadora, Centro Marc Bloch, Berlín. Traducción: Micaela Houston.


  1. El Holocausto o Shoah (término hebreo para “catástrofe”) es el genocidio cometido por los nazis contra la población judía en el marco de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La Nakba, “catástrofe” o “desastre” en árabe, designa la expulsión de los palestinos de sus tierras y de sus pueblos tras la creación del Estado de Israel en 1948. 

  2. Haaretz, Tel Aviv, 8-11-2022. 

  3. Die Tageszeitung, Berlín, 11-11-2022. 

  4. Moustafa Bayoumi, “Republicans have a serious antisemitism problem. It isn’t Ilhan Omar”, The Guardian, Londres, 3-2-2023. 

  5. Marine Vazzoler, “Jugée antisémite, une œuvre de Taring Padi retirée de Documenta”, Le Quotidien de l'art, París, 23-6-2022. 

  6. Der Freitag, Berlín, 26-1-2023. 

  7. Die Zeit Online, Hamburgo, 25-6-2022. 

  8. Der Tagesspiegel, Berlín, 15-6-2019. 

  9. Frankfurter Rundschau, Fráncfort, 24-6-2019. 

  10. Die Welt, Berlín, 26-6-2022. 

  11. Tuit del 6-2-2023.