Evitar hablar de temas delicados durante una comida familiar para no causar molestias, una discusión o una batalla campal, es una de las reglas básicas del buen comportamiento en sociedad. Pero en el caso del sabotaje de los gasoductos Nord Stream, el 26 de septiembre de 2022, la cortés moderación de los líderes europeos ha rozado el silencio cobarde. Reflexionemos: un atentado llevado a cabo frente a las costas de Dinamarca, Polonia y Suecia, países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o candidatos a adherir a la alianza, probablemente por parte de una potencia estatal, contra una infraestructura perteneciente, en su mayor parte, al conglomerado ruso Gazprom pero también, en lo que respecta a Nord Stream 1, a un grupo de empresas energéticas alemanas, holandesas y francesas, debería haber sido suficiente para despertar la furia investigadora combinada de medios y autoridades. Sin embargo, un inexplicable malestar ha impedido a unos y otros echar mano a su habitual parrafada antiterrorista.
Tras la publicación por parte del periodista estadounidense Seymour Hersh de una investigación que responsabilizaba del sabotaje a los servicios estadounidenses y noruegos (Substack, 8 de febrero), las investigaciones llevadas a cabo por la fiscalía federal alemana van por otro camino, digno de una película de OSS 1171 que se podría estrenar en cines bajo el título de “Peligro de explosión”2, y que sería protagonizada por un grupo de seis espías vinculados a Ucrania y disfrazados de turistas que habrían alquilado un yate en Rostock antes de ponerse, de manera discreta, un traje de baño para colocar 500 kilos de explosivos a 80 metros de profundidad en el Mar Báltico. Es lo que plantean, básicamente, tanto el New York Times (7 y 16 de marzo) como un consorcio de medios alemanes (8 de marzo). Este guión, que sin duda acabaría convocando a un número de espectadores superior al que ha ido a ver la última película de Bernard-Henri Lévy [polémico y mediático filósofo francés] sobre Ucrania (1.024 en toda Francia), deja sin embargo perplejo al Washington Post: el 4 de abril este diario señaló que la atención de los investigadores teutones fue atraída hacia ese yate, de forma deliberada, por un “servicio de inteligencia occidental” que habría proporcionado a su homólogo alemán “una pista muy concreta”, pero, al parecer, perforada, en un caso en que las perforaciones abundan. De modo sutil, la oficina del fiscal federal se pregunta ahora si el barco no “era en realidad un señuelo, colocado en el mar para desviar la atención de los verdaderos perpetradores”.
En el fondo, esta nebulosa es funcional para todos. “Algunos gobernantes occidentales no tienen demasiada prisa en identificar al autor del ataque”, dice el Washington Post. “En ciertas reuniones de líderes políticos del Viejo Continente y la Alianza Atlántica, una rutina ha predominado, dijo un alto diplomático europeo: ‘No hablemos de Nord Stream’. No ven ningún sentido en explorar demasiado profundamente, porque se correría el riesgo de encontrar alguna respuesta incómoda, continuó el diplomático, haciéndose eco de la impresión de varios de sus homólogos de otros países que preferirían no enfrentar la posibilidad de que Ucrania o sus aliados estén involucrados. [...] ‘Es como un cadáver en medio de una reunión familiar’, dijo esta fuente, usando una analogía siniestra: todo el mundo lo ve, pero hace como si nada. ‘Es mejor no saber’”.
¿Un Estado salpicado por un atentado se escondería en...? ¡Por favor, ni pensarlo! Parafraseando a Hubert Bonisseur de la Bath [OSS 117]: “Un Estado es terrorista cuando su gente es rusa”.
Pierre Rimbert, periodista de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Daniel Gatti.
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NdelT: OSS 117 es el nombre en clave de Hubert Bonnisseur de la Bath, un agente secreto protagonista de una serie de novelas policiales homónimas creadas por el escritor francés Jean Bruce. Muchas de ellas fueron llevadas al cine. ↩
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NdelT: En la versión original de esta nota se sugiere como título de la película “De l’eau dans le gaz”, una expresión utilizada de manera habitual en francés para referirse a una situación tensa potencialmente explosiva. ↩