El pasado otoño europeo, Londres decidió suprimir el techo a los bonos de los banqueros introducido a raíz de la crisis de 2008. La clase política británica está siempre muy atenta al atractivo de su centro financiero. Sin embargo, su importancia para la economía británica puede convertirse en una maldición, sobre todo en un contexto de gran inestabilidad de los mercados mundiales.
Un haz de rascacielos dibuja la línea del horizonte de la City [como se conoce al distrito financiero de Londres]. Sus singulares formas han inspirado graciosos apodos de parte de los londinenses: el “Bisturí” o el “Rallador de queso”. Con casi 250 bancos, Londres alberga la mayor concentración de bancos extranjeros del mundo. Se calcula que se negocia allí el doble de dólares que en los mercados de divisas de Estados Unidos. Con casi 860.000 personas empleadas en el sector de los servicios financieros –incluidos los servicios asociados de consultores, abogados y contables–, las finanzas representan el 18 por ciento de la población activa de Londres1. Gran parte de estos empleos se concentran en un área de una milla (1,6 km) cuadrada –de allí el sobrenombre de Square Mile–, a la que hay que añadir enclaves recientes como Canary Wharf, que bordea el río Támesis más al este.
La City no es sólo un distrito de negocios ajetreado durante la semana, que vive al ritmo frenético de los mercados financieros mundiales. También es el antiguo corazón histórico del Imperio Británico, donde las finanzas contemporáneas encuentran sus raíces. En el siglo XVII, los banqueros de Square Mile financiaban expediciones coloniales a las Indias Orientales o a las Américas, un negocio tan arriesgado como lucrativo. Tabaco, café, índigo2 o incluso “oro blanco”, es decir, azúcar, alimentaban la maquinaria colonial. En los cafés o en los callejones ya se negociaban las acciones de las primeras sociedades anónimas, como la poderosa Compañía Británica de las Indias Orientales. Había otra actividad financiera que se desarrollaba en ese entonces: la de los seguros. Comerciantes, capitanes y armadores podían suscribir contratos para cubrirse de posibles pérdidas con un club de inversores conocido como Lloyd’s market, derivado del nombre del propietario del establecimiento, Edward Lloyd. En la actualidad, Lloyd’s es una de las mayores compañías de seguros del mundo.
La City fue la gran tesorera del Imperio, pero su estrella empezó a apagarse tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras que sus financistas pudieron operar en todo el mundo hasta 1946, la ejecución de los acuerdos de Bretton Woods3 restringió fuertemente la circulación internacional de dinero. La crisis del canal de Suez en 1956 marcó la pérdida de influencia del Reino Unido en la escena internacional. La retirada de las tropas británicas de Egipto bajo la presión de Estados Unidos y de la Unión Soviética fue de la mano de una especulación y una fuga de capitales que debilitaron la libra esterlina, piedra angular de la influencia y de las finanzas británicas. Presa de un declive que parecía ineluctable y de la competencia de Wall Street [centro financiero neoyorquino], los financistas de la City encontraron una solución. Para que Londres pudiera seguir desempeñando un papel en el nuevo orden financiero internacional, desarrollaron una verdadera industria de ocultación y encubrimiento de capitales.
Esto llevó al desarrollo de las transacciones con los dólares depositados en bancos europeos, o eurodólares, en Londres: un mercado de divisas desregulado que, a partir de los años 1960, atrajo a bancos de todo el mundo, en particular de Estados Unidos; esto con el beneplácito de la autoridad supervisora, el Banco de Inglaterra, que hacía la vista gorda ante las actividades de los bancos por cuenta de clientes no residentes. En la misma época, las instituciones de la City crearon filiales en varias jurisdicciones de ultramar, como las Islas Caimán y las Bermudas, para atraer a esos antiguos márgenes del Imperio a capitales que buscaban discreción: petrodólares de Medio Oriente, fortunas de los carteles narco, evasión fiscal, fortunas de dictadores, etcétera. Los capitales offshore [en ultramar] no sólo quedaban sustraídos al control de los Estados: podían ser reciclados –o blanqueados– sin dificultad por las instituciones de la City a través el mercado de eurodólares.
Explosión y tradición
En los años 1980 se alcanzó una nueva etapa con la desregulación radical del sector financiero bajo la égida de la entonces primera ministra Margaret Thatcher (1979-1990). Fue el “Big Bang” de 1986, que anuló las normas centenarias que regían la Bolsa de Londres, instauró un sistema de cotización electrónica continua y abrió el mercado bursátil a los grandes bancos. Las instituciones financieras estadounidenses, japonesas y europeas invirtieron de forma masiva en el centro financiero inglés para aprovechar este nuevo marco favorable al desarrollo desenfrenado de las finanzas. La City recuperó entonces un papel protagonista. Hoy contribuye a convertir al Reino Unido en el primer exportador mundial de servicios financieros, con un superávit comercial de más de 60.000 millones de libras (69.000 millones de euros) en 20204.
Este auge, o más bien, esta renovación, no habría sido posible sin fuertes vínculos con la elite política y administrativa del Reino Unido. Una proximidad de larga data, inscrita en el mármol de instituciones como la City of London Corporation, la autoridad municipal multisecular de Square Mile. Su sede, el Guildhall, se encuentra a pocas cuadras de la del Banco de Inglaterra. “Somos responsables del gobierno de Square Mile, pero también de defender los intereses de la City ante los gobiernos y de representar y promover el sector financiero británico en su conjunto”, explica Chris Hayward, director ejecutivo de la Corporación.
Los anfitriones del Guildhall se apresuran a ensalzar las virtudes democráticas del funcionamiento de la Corporación, heredado del Medioevo. A la vista de los visitantes se expone un ejemplar original de la Magna Carta de 1297, que reafirma las libertades concedidas por la realeza a los comerciantes y artesanos londinenses. “La Corporación es la democracia más antigua del mundo”, dice Hayward con entusiasmo. Aunque, en efecto, las elecciones municipales se celebran cada cuatro años, entre los votantes hay representantes de las empresas que operan en la City en proporción a su personal. En otras palabras, son los mayores grupos financieros de la City los que dominan las elecciones del consejo.
Como verdadero órgano representativo de las finanzas londinenses, la Corporación ha acumulado una influencia única en la historia británica. Y recursos para nada despreciables. Los activos del City’s Cash, el fondo municipal destinado a gestionar su patrimonio, se estimaban en 3.400 millones de libras (3.900 millones de euros) en 20215. La Corporación también tiene su propio representante en la Cámara de los Comunes. Este lobista en jefe, el Remembrancer, tiene derecho a sentarse como observador desde 1685. Dirige un equipo de abogados que examina los proyectos de ley que podrían afectar el sector financiero británico.
Para llevar a cabo su misión de promoción de la City, los dirigentes de la Corporación tienen a disposición un presupuesto anual que en 2021 era de 13,7 millones de libras (15,7 millones de euros). Un monto superior al del mayor lobby financiero de la Unión Europea (UE), la poderosa Asociación de Mercados Financieros de Europa (AFME). Esta dotación anual cubre los gastos del Remembrancer; los gastos de representación del Lord Mayor, que es el alcalde de la City y embajador del sector financiero londinense a nivel nacional e internacional; y los gastos del Policy Chair, que dirige el ejecutivo municipal.
Tras la crisis financiera mundial, la venerable Corporación también contribuyó a dotar al sector financiero de una vitrina más “moderna” en 2010. TheCityUK es un grupo de lobby creado ese año con el beneplácito del laborista Alistair Darling y del conservador Boris Johnson, entonces ministro de Finanzas y alcalde de Londres, respectivamente.
Desacoplados y en riesgo
La influencia del lobby financiero londinense se extiende mucho más allá de las fronteras del Reino Unido. “Durante décadas, la City y sus batallones de lobistas han contribuido a labrar el debate regulatorio en Bruselas”, explica Kenneth Haar, investigador del Observatorio de la Europa Industrial. Es una de las razones por las cuales la gran mayoría de las instituciones financieras londinenses, a excepción de algunos ricos propietarios de fondos especulativos, se oponían al Brexit6. “De hecho, el último comisario de la UE del Reino Unido antes del Brexit, Jonathan Hill, fue él mismo exlobista de TheCityUK”. Con una cartera muy oportuna, ya que estaba a cargo de la estabilidad financiera, los servicios financieros y el proyecto de Unión del Mercado de Capitales.
¿El Brexit? “Ya es historia –afirma el portavoz de TheCityUK, Jack Neill-Hall–. El panorama ha evolucionado, el sector se ha adaptado.” Según la consultora EY [Ernst & Young], representaría una pérdida de apenas 7.000 empleos, deslocalizados a París, Fráncfort y Dublín. Sin dudas, estas cifras están subestimadas, pero el Brexit no ha provocado, hasta la fecha, el desastre anunciado. Para Londres, agrega Neill-Hall, constituiría incluso una oportunidad para seguir siendo “competitivo” adoptando una normativa “flexible” y ajustada “a medida” de la industria británica. El objetivo es competir con Nueva York, “el único competidor de Londres a escala mundial”.
El llamado de la City parece haber sido escuchado por el gobierno conservador. El 20 de julio de 2022 presentó una nueva ley con el objetivo de provocar un “Big Bang 2.0” en las finanzas londinenses. Uno de sus impulsores, el actual primer ministro Rishi Sunak, entonces secretario de Hacienda, afirmaba en mayo de 2022 la necesidad de “reducir la carga regulatoria”7. Esto incluía la introducción de un nuevo requisito para que los reguladores promovieran la “competitividad internacional” de los servicios financieros. En diciembre de 2022, el nuevo secretario de Hacienda, Jeremy Hunt, reafirmó esta dirección al anunciar una serie de reformas destinadas a deshacer la normativa prudencial adoptada tras la crisis de 2008. Esto ha suscitado la preocupación del columnista estrella del Financial Times, Martin Wolf, que advierte el riesgo de una “desregulación insensata” en el contexto actual8.
“Los dirigentes políticos ven a la City como la gallina de los huevos de oro –explica John Christensen, experto en finanzas británicas– pero ya es hora de acabar con este discurso.” Porque el centro financiero es ante todo una forma de parasitismo: “Se dice que la City permite atraer capitales de China, Estados Unidos, Europa e invertirlos en el Reino Unido, pero ¿de qué tipo de inversión se trata? Inmobiliaria, bursátil o incluso fusiones y adquisiciones. Es decir, nada que beneficie la economía productiva”.
Para Marieke Beck, especialista de la City en el King’s College de Londres, el problema yace en el arraigo de los intereses de las finanzas en la sociedad, que alimenta su “poder estructural”. Desde el declive de la aristocracia terrateniente del siglo XIX, las finanzas dominan las demás fracciones de la clase dominante, en particular a los partidarios del capitalismo industrial, sobre todo gracias a sus relevos institucionales en el Banco de Inglaterra y el Ministerio de Finanzas9. Con el retroceso del Estado de Bienestar y de las prestaciones sociales, por añadidura, los británicos tienen que recurrir a los fondos de pensiones para preparar su jubilación, o incluso a préstamos al consumo para asegurar su subsistencia en tiempos difíciles, aunque ello implique endeudarse mucho y muy temprano. Una gran parte de la población se encuentra, así, vinculada al sector financiero, por la fuerza o por elección.
Hoy, la City parece más capaz que nunca de imponer sus puntos de vista a las fuerzas políticas, incluso al Partido Laborista liderado por Keir Starmer. “Con Jeremy Corbyn [líder laborista de 2015 a 2020] demostramos que era posible y popular desafiar el poder de las finanzas –afirma James Schneider, miembro del ala izquierda laborista–, pero la actual dirección le ha dado la espalda a cualquier crítica a la City.” Invitada a la conferencia anual de TheCityUK de 2022, la diputada laborista y economista Rachel Reeves murmuró un discurso apaciguador de lobista: “El Reino Unido debería estar increíblemente orgulloso del éxito internacional de su industria de servicios financieros, de los que es el mayor exportador del mundo”.
Sin embargo, el modelo de crecimiento financiarizado promovido por la City podría tambalearse pronto hasta sus cimientos. Depende del flujo de capitales de todo el mundo para alimentar la inversión en actividades no productivas (sector inmobiliario, mercados financieros) y fomentar el consumo suntuario o a crédito. Sin embargo, las crisis recientes podrían contribuir al derrumbe de este castillo de naipes. El encarecimiento de la energía, la inflación en general y la suba de los tipos de interés iniciada por los bancos centrales han provocado una fuga de capitales “hacia la seguridad”, es decir, hacia las acciones estadounidenses. Este nuevo escenario podría agotar la fuente de liquidez a bajo costo de la que se han alimentado las finanzas mundiales desde hace tiempo. Las repentinas caídas del Silicon Valley Bank y del Crédit Suisse10 son prueba de lo extremadamente febril que es el sector, pero también de las consecuencias explosivas del desmantelamiento de las normas prudenciales en nombre de la competitividad. En este contexto, programar una nueva ola de desregulación financiera –como está haciendo el gobierno de Sunak a través de su proyecto de “Big Bang 2.0”– equivale a jugar con fuego sentado sobre un barril de pólvora.
Frédéric Lemaire, economista. Traducción: Emilia Fernández Tasende.
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“Key facts about the UK as an international financial centre 2022” y “Key facts about UK-based financial and related professional services 2023”, TheCityUk, enero y marzo de 2023 respectivamente. ↩
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NdR: En los años 1700 el comercio de esta divisa superaba al del azúcar y el algodón. ↩
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NdR: Pacto librecambista que buscó ser antiproteccionista. Decidió la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, con el dólar estadounidense como divisa de referencia internacional. impulsado por Estados Unidos en 1944, no fue ratificado por el bloque socialista y estuvo vigente hasta inicios de los años 1970. ↩
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“State of the sector: annual review of UK financial services 2022”, informe conjunto del Tesoro Británico y de la Corporación de la City de Londres, www.gov.uk, julio de 2022. ↩
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City’s Cash annual report and financial statements”, Corporación de la City, 2021, www.cityoflondon.gov.uk. ↩
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NdR: Proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea que concluyó una hora antes de la medianoche del 31 de enero de 2020. ↩
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Rowena Mason y Heather Stewart, “Rishi Sunak to weaken City regulation in post-Brexit nod to Tory donors”, The Guardian, Londres, 10-5-2022. ↩
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Martin Wolf, “The UK needs to learn its own lessons from the banking crisis”, Financial Times, Londres, 2-4-2023. ↩
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Franck Longstreth, “The City, Industry and the State”, en State and Economy in Contemporary Capitalism, Colin Crouch (dir.), Croom Helm, Londres, 1979. ↩
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Ver Renaud Lambert, Frédéric Lemaire y Dominique Plihon, “Finanzas, la rueda cuadrada”, en Le Monde diplomatique, edición Uruguay, abril de 2023. ↩