Protagonistas de la agenda informativa durante el tramo final del siglo pasado, Camboya y Vietnam reiniciaron el debate sobre sus fronteras después de más de 12 años de estancamiento. Son apenas uno de los más de 50 litigios entre vecinos por límites terrestres que existen en la actualidad en el mundo.

En el puesto fronterizo entre Moc Bai y Bavet, el punto de pasaje terrestre más utilizado entre Vietnam y Camboya, reina un ambiente que no deja adivinar nada de la contienda que opuso a ambos países durante largo tiempo. Afables, los policías vietnamitas sellan en cadena los pasaportes de los turistas extranjeros que bajaron de su autobús sólo para cumplir con la formalidad. Si se lo examina más de cerca, sin embargo, los tres carteles que están justo antes de la garita de la policía de frontera recuerdan que la historia de las relaciones entre los dos Estados que se reparten el delta del Mekong no fue un largo río tranquilo: vemos ahí mapas de tiempos del emperador Minh Mang (1820-1841). Si el primer objetivo de estos mapas es afirmar la soberanía vietnamita sobre los archipiélagos de las islas Spratly y Paracel, en el mar de China meridional, reivindicados particularmente por China, no por eso dejan de mostrar un reino vietnamita que incluye la actual capital de Camboya y se prolonga hasta las inmediaciones del lago Tonle Sap.

El delta del Mekong es una larga llanura cultivable que se extiende desde Phnom Penh [capital camboyana], donde se separan los brazos inferior y superior del río, hasta el mar de China meridional, 300 kilómetros más abajo. Su superficie es comparable a la de los Países Bajos; su sistema hidráulico natural, con la crecida anual del lago Tonle Sap, lo transformó en una de las zonas más fértiles del mundo. En el siglo XVIII se convirtió en un espacio de intercambio entre las cuatro poblaciones etnolingüísticas que lo pueblan: los vietnamitas (viets), los khmers, los chams y los chinos. Sin embargo, desde la primera mitad del siglo XIX, los anamitas –nombre que los franceses pusieron, en la época colonial, a los habitantes de lo que hoy es Vietnam– se hicieron cada vez más dominantes avanzando sus tropas, construyendo ciudadelas y desbrozando la tierra. El temor por este expansionismo contribuyó a establecer el protectorado francés sobre Camboya en 1863. El rey khmer Ang Duong, que había buscado protección europea para liberarse de la dominación de sus vecinos siameses (de la futura Tailandia) y anamitas, envió incluso tropas para ayudar a la marina francesa a tomar Saigón en 1859.

Francia saldó su “misión” de protección no sin inspirar algunos reproches de los khmers. En efecto, alentó la migración de los anamitas, juzgados más industriosos, hacia Camboya, donde trabajaron en las plantaciones de caucho o como funcionarios subalternos. De modo tal que, a inicios de los años 1950, representaban cerca de un tercio de la población de Phnom Penh. Después de las independencias de 1953 (Camboya) y 1954 (Vietnam, entonces dividida en dos), la gestión de estas minorías –vietnamitas de Camboya y khmers de Vietnam del sur, llamados khmers krom– fue un desafío de envergadura para estos jóvenes estados postcoloniales que se esforzaban por construir una unidad nacional. Francia les había dejado en herencia una frontera que cortaba en dos el delta del Mekong, pero que no se correspondía con una geografía humana en “piel de leopardo” como la que había. Entonces, los antiguos resentimientos se exacerbaron al punto de convertirse en odios.

Un legado doloroso

Saigón optó por una estrategia de asimilación. En tiempos de Ngo Dinh Diem [autócrata anticomunista], quien presidió la República Vietnamita desde 1955 hasta su asesinato en 1963, los 500.000 khmers krom fueron obligados a “vietnamizar” sus nombres en un contexto de tensiones diplomáticas y militares con Phnom Penh. Por su lado, más de 500.000 vietnamitas continuaron viviendo del lado camboyano hasta fines de los años 1960. Diem intentó hacerlos volver proponiéndoles tierras en las zonas fronterizas –un medio, para él, de limitar la infiltración comunista norvietnamita a través de Camboya– pero siguieron estando aferrados a su modo de vida fluvial, a lo largo del Mekong y del Tonle Sap.

No obstante, la mayor parte de ellos tuvo que huir de los pogromos después del golpe de Estado del general camboyano Lon Nol el 18 de marzo de 1970. Así, en el momento mismo en que era bombardeada de forma masiva por la aviación estadounidense, la frontera entre Vietnam y Camboya se transformó en una línea de demarcación étnica, lo que nunca había sido hasta entonces. El período del poder khmer rojo (1975-1979) y la tercera guerra de Indochina1, como se llama a la ocupación por parte del Vietnam reunificado de su vecino (1978-1989), reforzaron todavía más esta realidad.

Foto del artículo 'Una frontera flotante'

Los khmers rojos consideraban que el delta del Mekong era un territorio a reconquistar. No dejaron de realizar incursiones en las zonas fronterizas, quemando los poblados vietnamitas y dejando cientos de muertos, en particular en el transcurso de los años 1977 y 1978. La toma de Phnom Penh por parte de las tropas vietnamitas en 1979 convirtió a los incidentes fronterizos en más raros, pero sin hacerlos terminar. Según el periodista Michel Blanchard, las últimas masacres datan de 1993, es decir, de cuatro años después de que se retiraran las tropas vietnamitas2. Pasados 30 años, de estos atropellos sólo quedan, en los poblados, placas conmemorativas roídas por la humedad. Sin embargo, tanto de una parte como de la otra, los gobiernos son conscientes de la necesidad de integrar este legado doloroso aunque se extralimiten en su competencia territorial.

Nguyen Thi Thu Hà, una vietnamita nacida en Camboya en 1967, reside en S’ang, en la provincia camboyana de Kandal. En 1970 sus padres huyeron a Vietnam, antes de volver en 1980. Si bien después se quedó en Camboya, no tiene la nacionalidad camboyana. Tiene que pagar 250.000 riels camboyanos anuales (unos 58 euros), un tercio del salario mínimo mensual, a fin de obtener un documento temporario de residencia. Nos da este detalle sorprendente: “la embajada de Vietnam nos ayuda a pagar este gasto”. La información nos fue confirmada en otros pueblos de Camboya donde vive una mayoría de vietnamitas a lo largo del Mekong o del Tonle Sap. Una fuente cercana a la Cancillería vietnamita indica sin embargo que “no se hizo al respecto demasiada publicidad por razones políticas”. No habría que alimentar el sentimiento antivietnamita, cuyas primeras víctimas son estas minorías de condiciones de vida precarias. Pero, de hecho, Hanoi ejerce de manera discreta una forma de influencia y protección sobre poblaciones de estatuto jurídico confuso. En efecto, la ley camboyana sobre la nacionalidad de 1996 excluye con frecuencia a los vietnamitas instalados en el reino, transformándolos en apátridas. Para obtenerla, tienen que probar la presencia de su familia a lo largo de varias generaciones, lo cual se vuelve muy difícil por la ausencia de continuidad administrativa y la desaparición de los archivos en tiempos de los khmers rojos.

La situación de los 1,3 millones de khmers de Vietnam es diferente: disponen de la nacionalidad vietnamita pero, por razones identitarias, culturales y religiosas, su mirada está vuelta hacia Camboya. Si Hanoi les considera de modo oficial como una de las cincuenta y cuatro minorías étnicas del país, las organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales reportan con regularidad vulneraciones a sus derechos, en particular religiosos. Si bien las últimas manifestaciones de gran amplitud datan de 2007, la Federación de los Khmers de Kampuchea Krom (KKF) sigue activa, y la policía vietnamita sigue vigilando de cerca las actividades de sus militantes, cuyo objetivo declarado es la autodeterminación y el respeto de las libertades religiosas. Entre esos militantes se encuentra Duong Khai, quien publicó en redes sociales, en un mensaje para los khmers vietnamitas, la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos de los pueblos indígenas. Fue detenido el 13 y 14 de abril de 2021, según los informantes especiales de la ONU que evocaban su caso en Ginebra el 22 de junio de ese año. Un arresto destinado a intimidarlo. Al liberarlo, los policías vietnamitas no le restituyeron las copias de la traducción en lengua khmer de esa declaración. Señala que está, desde entonces, bajo vigilancia constante.

En julio de 2022, la organización de un concurso de belleza de nombre muy político (“Miss Gran Camboya”) subraya la ambigüedad del estatuto de los khmers krom, incluso en Camboya. Pueden participar en él las camboyanas residentes en el exterior, incluido Vietnam. Hang Soryan, una joven khmer krom, se inscribió. El director de la empresa que organiza dicho concurso, In Sophin, la presenta entonces como una “mestiza vietnamita-khmer”, lo que provoca una polémica en redes sociales en la que ella se ve obligada a justificar su ascendencia e identidad khmer.

En Phnom Penh, varias personas asumen entonces su defensa recuperando los argumentos clásicos del nacionalismo. Consideran, en efecto, que “los franceses ofrecieron el delta del Mekong a los vietnamitas”, y que Hang Soryan es perfectamente legítima para participar en semejante concurso. Si bien es exacto que en la época de los emperadores Minh Mang (1820-1841) y Thieu Tri (1841-1847) los anamitas consolidaron su posición en el delta del Mekong comportándose sin piedad con sus rivales khmers, Raoul-Marc Jennar, consejero del canciller de Camboya recuerda que “el rey Ang Duong había renunciado a reconquistar Kampuchea Krom en 1845, es decir bastante antes de la llegada de los franceses”. Este cientista político de formación, autor de un libro sobre la política exterior de Camboya, La política extranjera de Camboya (1945-2020), a publicarse en setiembre de 2023, agrega: “Con algunos camboyanos, apenas se habla de Vietnam se pierde todo sentido común”.

La cuestión relativa al delta del Mekong y la relación con este vecino constituyen un punto de clivaje mayor de la política camboyana, mientras que no son sino un tema de importancia relativa para la opinión vietnamita. El actual primer ministro Hun Sen, que había desertado de los khmers rojos para unirse a Vietnam en 19773, es percibido como favorable a los intereses de Hanoi. Sus opositores, en primer lugar el fundador del Partido de Rescate Nacional de Camboya (CNRP), hoy exiliado en Francia, Sam Rainsy, se muestran entonces vindicativos, tanto por nacionalismo como por táctica electoral, e incluso a costa de instrumentalizar el sentimiento antivietnamita. Así, Rainsy organizó, en varias oportunidades, operaciones que apuntaban a desplazar los límites fronterizos, del mismo modo en que jugó un rol activo en la última serie de microincidentes limítrofes entre campesinos khmers y vietnamitas, en mayo y junio de 2015.

Los límites que faltan

La delimitación oficial de la frontera, de más de 1200 kilómetros de extensión, es objeto de un litigio desde las independencias, pero las negociaciones diplomáticas iniciadas en 2006 permiten entrever la posibilidad de una resolución. Del lado vietnamita son llevadas adelante en el nivel del vicecanciller, puesto que hoy detenta Nguyen Minh Vu. Del lado de Camboya, quien se ocupa es el ministro de Estado responsable de las fronteras, Var Kim Hong. En su oficina del Palacio del Consejo de Ministros en Phnom Penh, este último nos cuenta la gestión: “Desde la década de 1990 nos preguntábamos si el tratado cerrado con Vietnam en 1985, y que reafirmaba la voluntad de ambas partes de conservar la frontera trazada por los franceses en 1954, tenía valor. Concluimos que era el caso”. Pero las respectivas oposiciones cuestionan estas conclusiones, y afirman que Hun Sen propuso negociaciones por razones de política interior.

Aunque esto le valió algunas críticas. En 2005, el antiguo rey Norodom Sihanouk dio a conocer una carta abierta en la cual juzgaba que “renegociar las fronteras era un suicidio”. Sin embargo, el ministro sigue de forma obstinada la línea de su jefe de gobierno, definida en ocasión de un discurso río de cinco horas ante la Asamblea Nacional Camboyana en 2012. “Lo que queremos –declara ante nosotros– es una frontera estable y reconocida, que permita la cooperación y la paz entre ambos países. No hay discusión sobre otros puntos”. Se refiere, en particular, al consenso sobre la baja de los derechos aduaneros en el marco del acuerdo de libre intercambio entre los miembros de la Asociación de las Naciones de Asia del Sudeste (Anase), al que Hanoi se unió en 1995 y Phnom Penh cuatro años después.

Camboyanos y vietnamitas acordaron que se trazara el 84 por ciento de la frontera en 2019 cuyos mapas fueron depositados en la ONU. Desde entonces, las negociaciones siguen. En mayo de 2022, ambas partes anunciaron haber llegado a otro acuerdo para un seis por ciento suplementario. Y para el resto, se enfrentan con las zonas grises de los mapas franceses de 1954. Explica el ministro Hong: “Los documentos franceses son una referencia muy útil, pero los puntos en litigio proceden precisamente de sus lagunas. Es más, los franceses zanjaron la cuestión en general en favor de la Cochinchina (vietnamita), que era una colonia cuando Camboya no era sino un protectorado. Por ejemplo, cuando hay un curso de agua, en lugar de cortarlo al medio, lo que sería conforme al derecho internacional, los franceses dan la orilla derecha y el río a Vietnam, dejando solamente la orilla izquierda a Camboya. Los vietnamitas muestran sin embargo buena fe y las negociaciones avanzan.” Las negociaciones sobre el 10 por ciento restantes se anuncian de todos modos arduas, porque las zonas en cuestión son las más retiradas y las peor cartografiadas.

Además de las negociaciones en curso, la otra tarea para Var Kim Hong es “educar a las poblaciones locales a fin de que reconozcan dicha frontera”. La tarea no es simple y requerirá al menos tanto tiempo como precisarán los voceros diplomáticos. Pese a la buena voluntad pregonada, la delimitación política a la cual aspiran los Estados nación no podrá corresponderse nunca de forma perfecta con la geografía humana de ese delta del Mekong tan complejo y plural.

Louis Raymond, periodista (enviado especial). Traducción: Merlina Massip.


  1. Ver Patrice De Beer, “Cambodge: de l’intervention au desastre”, Le Monde diplomatique, diciembre de 1979. 

  2. Michel Blanchard, Vietnam-Cambodge: Une frontière contestée, L’Harmattan, París, 1999. 

  3. Ver Raoul-Marc Jennar, “Des Khmers rouges encombrants et convoités”, Le Monde diplomatique, marzo de 1999.