Conocido en todo el planeta por sus éxitos deportivos, el Fútbol Club Barcelona representa para muchos catalanes un atributo de su identidad. Pero el “caso Negreira” y las sospechas de corrupción de árbitros sacaron a la luz las derivas de una institución históricamente controlada por la burguesía regional. La transformación de su modelo de negocios también genera polémica.

Les Corts, domingo 19 de marzo. En este barrio del oeste de Barcelona, decenas de miles de aficionados confluyen en el estadio Camp Nou, donde flamean juntas la bandera azulgrana del Fútbol Club Barcelona (FCB) y la senyera –cuatro franjas rojas horizontales sobre un fondo dorado–, estandarte histórico de Cataluña. Todo menos la bandera de España... Emblema del catalanismo desde hace más de 100 años, el “Barça” está a punto de enfrentar a su mayor rival, el Real Madrid, encarnación de la monarquía y del centralismo español despreciados. Este clásico (clàssic, en catalán), que enfrenta a los dos principales clubes, representa mucho más que un partido de fútbol: “Sabemos, evidentemente, que desde los años 1920, el FC Barcelona es el representante simbólico del ejército sin armas de Cataluña, y que el Real Madrid fue una legión conquistadora en manos de la propaganda franquista”, resumía el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán1. Al asumir las funciones de presidente del FCB en 1968, Narcis de Carreras pronunció una frase que se convirtió en el lema del club: “El FC Barcelona es más que un club” (“més que un club”, en catalán).

Pegado al Camp Nou, el museo del FCB expone a quien quiera esta identidad tanto deportiva como regionalista. Inscripta en letras gigantescas en las butacas del estadio, la fórmula se repite en todas partes: bajo la armada de logos de los patrocinadores o sobre un fresco que celebra los triunfos deportivos del Barça. No es seguro que los visitantes, hinchas o turistas le presten mucha atención. Sus flashes crepitan alrededor del espacio dedicado a los siete “Balones de Oro” de Lionel Messi, el mayor jugador de la historia del club, y ante la vitrina que exhibe los cinco prestigiosos trofeos de la Liga de Campeones obtenidos por el FCB. Unas pantallas gigantes exaltan los goles “legendarios”, fotos de jugadores victoriosos celebrando: sinónimo de dominio deportivo y financiero a escala mundial, el período 2008-2015 es evocado con grandilocuencia.

Estadio más grande de Europa, el Camp Nou estuvo repleto para este clásico, con 95.745 espectadores. Unas obras de renovación impidieron alcanzar su capacidad máxima de 100.000 personas. El “ejército” catalán entona el himno del Barça: “Somos la gente azulgrana. No importa si venimos del sur o del norte [...], una bandera nos hermana” (“Som la gent blau-grana. Tant se val d’on venim si del sud o del nord [...], una bandera ens agermana”). Desde el comienzo del partido, los hinchas aplauden con fervor el juego de los locales y silban de manera enérgica las acciones de los visitantes. El resultado termina favoreciendo a los del Barcelona, que ganan 2-1. Eufóricos, algunos hinchas del FCB dirigen cantos irónicos al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, “¿Dónde está Florentino?, ¿dónde está?”. Unos días antes, el club madrileño se había presentado como actor civil en un caso de desembolso de dinero por parte del Barça a un exvicepresidente del comité arbitral español. Se trata del “caso Negreira”, por el nombre del árbitro acusado, José María Enríquez Negreira, del que se sospecha que recibió más de siete millones de euros de parte del club entre 2001 y 2018.

Memorias

Acusado de corrupción, el FCB contraataca por la vía de su presidente, Joan Laporta, durante una conferencia de prensa, el 17 de abril. Al denunciar lo que considera “el ataque más feroz de toda la historia del club, uno de los símbolos de la identidad catalana”, recuerda la connivencia del Real Madrid con el régimen franquista (1939-1975): “Hablamos de una entidad que históricamente ha tenido una estrecha relación con el poder político, económico y deportivo”.

A modo de respuesta, el “Real” respondió al estigma franquista con un video titulado “¿Cuál fue el equipo del régimen?”, subido a su cuenta de Twitter. El adversario catalán es presentado como un secuaz del caudillo español. Distinguido en tres ocasiones por el Barça, Francisco Franco salvó al club catalán de la quiebra tres veces, afirma una voz en off con imágenes de archivo y recortes de diarios de la época de fondo. La conclusión presenta incluso a los madridistas como víctimas del franquismo. Una aseveración puramente fantasiosa si se considera cómo el Real Madrid se benefició de sus relaciones con los dignatarios del régimen. Como prueba de que los fantasmas de la dictadura siguen atormentando a España, una semana después de este cruce de acusaciones memoriales, se exhumaban los restos de José Antonio Primo de Rivera. Fundador de la Falange Española, un partido de inspiración “fascista” devenido en partido único en 1939, estaba enterrado en la cripta del Valle de los Caídos, la basílica funeraria de la que también se extrajeron los restos de Franco en 2019 para ser llevados a un simple cementerio.

Indignado por el montaje tendencioso del Real Madrid, el gobierno de la Generalitat –que reúne al Parlamento y al Ejecutivo autonómicos, incluyendo al presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña– lo calificó de “ofensa e insulto para todas las personas que sufrieron el franquismo, como el presidente del FC Barcelona, Josep Suñol”2. Este diputado de la Izquierda Republicana de Cataluña (Esquerra republicana de Catalunya –ERC–, que hoy está en el oficialismo de la Generalitat), presidía el Barça desde hacía un año cuando los nacionalistas lo arrestaron y fusilaron al comienzo de la guerra civil española, el 6 de agosto de 1936.

Desde el régimen militar del general Miguel Primo de Rivera –en el poder desde 1923 hasta 1930 y padre de José Antonio–, el Barça se había convertido en un “vector subterráneo, pero explícito de la consciencia catalana”, explica el historiador Benoît Pellistrandi3. Madrid ordenó el cierre del club durante seis meses en 1925, después de que unos hinchas del Barcelona silbaran el himno español durante un partido amistoso contra la tripulación de un navío británico4. El fin de la Segunda República española (1931-1939) estuvo a punto de costarle la vida al FCB. Tras haber considerado su disolución, los franquistas descatalanizaron al club, colocándolo bajo la tutela de la Federación Española de Fútbol hasta 1946. El Barça pagó su militancia a favor del Estatuto de Autonomía de Cataluña, otorgado en 1932. Como Primo de Rivera antes que él, Franco prohibió el estandarte y la lengua catalana en el espacio público. El Camp Nou se convirtió en una suerte de aldea atrincherada. “Durante los partidos contra el Real Madrid, los hinchas del Barça manifestaban su orgullo de representar la catalanidad. Las autoridades lo permitían, aduciendo el carácter supuestamente apolítico del deporte”, recuerda Xavier Antich, presidente de una organización no gubernamental dedicada a la defensa de la cultura y de la lengua catalanas. Omnium Cultural, que debió funcionar en la clandestinidad desde Francia durante la dictadura franquista, se presenta en la actualidad como la entidad catalanista más influyente... junto al Barça. Sin embargo, en términos de celebridad, el FCB aplasta a sus competidores. ¡El 18 de junio de 2021 el club anunció que había superado la barrera de 400 millones de suscriptores en las distintas redes sociales!

Marca de identidad

Las grandes instituciones catalanas se pelean por esta influencia. “Institución privada de prestigio, el Barça transmite una imagen moderna de Cataluña”, afirma Francesc Xavier Vila, secretario de Política Lingüística en la Generalidad. El govern (gobierno) cuenta con el club para promover el catalán, en el marco de su Pacto Nacional por la Lengua. Esta reputación del FCB compensaría parcialmente la ausencia de un aparato de Estado, perjudicial para la valorización turística de Cataluña, según Narcis Ferrer, director de la Agencia Catalana de Turismo. “Si El Prado es el museo más visitado de Madrid, en Cataluña el que va primero es el del FCB. El Barça proyecta mucho más que una simple marca deportiva. ¡Hasta los Juegos Olímpicos de 1992, la notoriedad del club en el mundo era incluso superior a la de la ciudad de Barcelona!”, agrega Pau Solanilla, responsable de la promoción económica de la “Marca Barcelona” en el Ayuntamiento.

A fines de enero, el Barça difundió un corto publicitario realizado con la Agencia Catalana de Turismo. Titulado Feel the colours (sentí los colores) y subtitulado “Love FC Barcelona, discover Catalonia” (ama el FC Barcelona, descubre Cataluña), alterna secuencias filmadas en el Camp Nou e imágenes de paisajes y monumentos emblemáticos. “Aprovechamos la enorme caja de resonancia que ofrecen los canales de difusión del Barça”, sonríe Ferrer. Las oficinas de la agencia están cerca de la muy célebre Casa Batlló, cuya fachada extravagante concebida por el arquitecto Antoni Gaudí atrae a los turistas. Dos meses más tarde, el Barça publica un nuevo video promocional. En él, el orgullo de la región, Aitana Bonmatí, estrella del equipo femenino, formada en el club, declara su amor por Cataluña: “Rodeada de jugadoras originarias de distintos países, les hablo de la Costa Brava, de Girona, de Montserrat”.

La relación privilegiada que mantiene el FCB con las autoridades catalanas no cae bien entre sus competidores regionales. A la sombra del Barça desde hace décadas, el Espanyol de Barcelona (RCDE) sufre este favoritismo interesado. Al punto de replicar con otro video. More than two colours (más que dos colores) subraya la existencia de miles de otros clubes de fútbol en Cataluña, igual de apegados a la cultura y al patrimonio catalanes. “Somos tan catalanes y estamos tan orgullosos de nuestra identidad como el Barça, pero en nuestro estadio sólo queremos hablar de fútbol”, asume David Tolo, historiador del Espanyol de Barcelona. Nacido en 1900, el club se llama así por oposición al FCB, creado un año antes por el suizo Hans Gamper. Contrariamente al Barça, el Espanyol se mantiene siempre al margen de las luchas catalanistas. ¿De allí a ver en este apolitismo manifiesto simpatías españolistas, pro-Real Madrid o incluso criptofascistas? Algunos partidarios del Barça no se preocupan por los matices. “Les resulta tanto más fácil la caricatura, cuanto que los vencedores siempre escriben la Historia”, señala el filósofo Xavier Fina, ferviente simpatizante de los “blanquiazules”.

Cultural, la línea divisoria es en primer lugar sociológica y política. “El Barça pertenece a la burguesía catalanista”, analiza el politólogo Gabriel Colomé. Sean catalanes “puros” o españoles “inmigrados” procedentes de otras comunidades autónomas, los hinchas del RCDE marcan distancia con el catalanismo ostentoso del Barça. “El Espanyol se convirtió en el club de una parte de los barceloneses que no hablan catalán en casa”, nos explica el periodista británico Simon Kuper, autor de un libro sobre el Barça5.

Durante el proceso que llevó a la declaración de la independencia de Cataluña en 2017, la brecha entre los dos clubes se acentuó, haciéndose eco de la fractura de la sociedad catalana. En lo más álgido del movimiento independentista, en el otoño de 2017, los dos bandos estaban empatados según el barómetro anual del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS) de Barcelona6. Los partidarios de la independencia alzaban sus voces en el Camp Nou. En cada partido se repetía el mismo ritual: en el minuto 17 con 14 segundos, miles de hinchas del FCB cantaban “independencia” exhibiendo sus banderas catalanas. Una alusión a la caída de Barcelona el 11 de setiembre de 1714 ante las tropas del rey de España Felipe V. Originario de la dinastía francesa de los Borbones, el nuevo monarca puso fin a la autonomía secular de Cataluña en el seno del reino. Llamada “Diada”, esta derrota militar se conmemora todos los 11 de setiembre como una “fiesta nacional” para los catalanes independentistas.

El 11 de setiembre de 2017, cientos de miles de personas reclamaban la independencia en la Plaza de Cataluña, en Barcelona. Unas semanas después, el 1º de octubre, la Generalitat organizaba sin el acuerdo de Madrid un referéndum de autodeterminación que modificaba el orden del día del Parlamento y su reglamento “para permitir una lectura en urgencia y reducir el derecho de enmienda de la oposición”, explica Pellistrandi. Ganó el “Sí” con amplitud, pero la abstención fue masiva, ya que los partidos antiindependentistas llamaron al boicot. Declarado inconstitucional por el gobierno español, presidido por el conservador Mariano Rajoy, el escrutinio fue invalidado. “En el Camp Nou o en la calle, los independentistas gritan muy fuerte, pero eso no significa que sean mayoría”, subraya Colomé. Según el último barómetro del ICPS, 53 por ciento de las personas consultadas votaría actualmente “No” a un referéndum regional sobre la independencia de Cataluña, mientras que el 39 por ciento se pronunció a favor del “Sí”. En cambio, tres cuartos de los catalanes afirman seguir convencidos del derecho a decidir su futuro por medio de un referéndum7.

El Barça manifestó su rechazo tras el arresto de varios altos responsables de la Generalitat por orden de Madrid. “El FC Barcelona, fiel a su compromiso histórico en favor de la defensa del país, de la democracia, de la libertad de expresión y del derecho a decidir, condena toda acción susceptible de impedir el pleno ejercicio de estos derechos”, podía leerse en un comunicado del 21 de setiembre de 2017. No obstante, el club no abrazó la causa separatista. El Barça no es independentista ni puede serlo, porque debe mantener su capacidad para recibir a partidarios de sensibilidades opuestas en esta cuestión”, precisa Xavier Roig, director del medio en línea catalán Política i prosa y exdirector de campaña de Laporta, presidente del FCB entre 2003 y 2010, y de nuevo desde 2021.

En nombre de esta equidistancia, la dirección se negó a ceder ante los independentistas, que exigían la anulación del partido programado en el Camp Nou el día del referendo controvertido. El Barça le ganó a Las Palmas, mientras que afuera enfrentamientos violentos entre separatistas y policías nacionales dejaron un centenar de heridos, imputables a las fuerzas del orden. Por lo general, ultralegitimista, el diario catalán Sport criticó en duros términos la actitud del club: “Vergüenza”, tituló en primera plana el 2 de octubre de 2017, estimando que “el encuentro nunca se debería haber llevado a cabo”.

¿Acaso Josep Bartomeu, presidente del Barça entre 2014 y 2020, era demasiado conciliador con los “españolistas”? Es lo que le reprocha por lo bajo Víctor Font, candidato frustrado a sucederle en 2021. “Les socis [los socios] del Barça cultivan un vínculo indisoluble con la nación catalana. Propietarios del club, eligen el presidente y votan sus orientaciones estratégicas. En lugar de ir en el sentido de la mayoría, Josep Bartomeu dio a veces la impresión de ir hacia el costado”, estima este jefe empresario de obediencia nacionalista. ¿Pero están los 143.000 socis mayoritariamente a favor de la separación de Cataluña del resto de España? ¿O, por lo menos, el 92 por ciento de ellos que viven en Cataluña8? El bando independentista está convencido de ello, pero el FCB se cuida de consultarlos, por miedo a sembrar la discordia entre sus partidarios. Se equivoca, según Font: “Sobre un tema tan fundamental, les socis deben pronunciarse”.

Sin embargo, el Barça había aportado una contribución importante al combate por la emancipación de Cataluña en junio de 2013, cuando el Camp Nou acogió un concierto independentista durante el cual una fresca humana representaba el eslogan Freedom for Catalonia (“Libertad por Cataluña”). Unas semanas más tarde, 400.000 personas conmemoraban la “Diada” formando una “vía catalana”: la cadena humana unió Cataluña desde la frontera francesa hasta el sur de la provincia de Tarragona, atravesando el Camp Nou, donde se desplegaron senyeras. Para el economista Roger Vinton, “el FCB del presidente Sandro Rosell [2010-2014] respetaba la mayoría de los socis9.

A condición de tener los medios...

Cada seis años, los socios del FC Barcelona (socis) son convocados a votar un presidente y un Consejo de Administración, compuesto de 18 directius. No remunerados, los administradores deben devolver las eventuales pérdidas del club de su propio patrimonio en caso de quiebra. “Para ser directi, hay que ser rico”, constata el profesor de Economía Francesc Trillas. De medios acomodados por obligación financiera, emprendedores o abogados, son diplomados de las mejores universidades de Barcelona. Todos han nacido en Cataluña, con excepción del vicepresidente. “Provienen de familias vinculadas entre sí y se conocen desde siempre”, afirma el periodista británico Simon Kuper, en su libro sobre el Barça.

Al privilegiar la cohesión comunitaria, este funcionamiento endogámico puede perjudicar los intereses del club. Como lo demuestra la gestión dudosa de las remuneraciones y las transferencias de los jugadores bajo la presidencia de Josep Bartomeu (2014-2020), poco conocedor de este tipo de transacciones. “El presidente Laporta dijo que el Barça era como una empresa familiar. No comparto esta visión, porque si el club quiere volver a ser la referencia que fue, debe ser gestionado de manera profesional, como las mejores instituciones del mundo”, zanja Víctor Font, competidor de Joan Laporta para la presidencia en 2021. En honor a este último, esta solidaridad de clanes es fruto de los estatutos del club. Una vez electo, y aun cuando las reglas sobre el piso de garantía obligatoria para acceder a la presidencia de un club profesional en España fueron relajadas recientemente, debió aportar una garantía financiera por un monto de 121,5 millones de euros, el equivalente al 15 por ciento del presupuesto. Esta suma fue reunida unas horas antes de la fecha límite. El patrón del grupo de energía renovable Audax Renovables, José Elias, aportó 75 millones de euros. Al facilitar la llegada al poder de Laporta, Elias adquiere influencia en la institución catalana más importante junto al gobierno regional.

Presidente del grupo de marketing deportivo Mediapro, Jaume Roures aportó 30 millones de euros. Para sus negocios, a Roures le conviene que el Barça sea un socio en deuda y no tiene nada en contra del carácter oligárquico del Consejo de Administración: “Este sistema de garantía es necesario, responsabiliza a los dirigentes, cualquiera sea la suma que haya que juntar”.

La burguesía de negocios gobierna el FCB con una continuidad asombrosa desde el franquismo hasta la era democrática. “Entre 1946 y 1968, grandes industriales del algodón se sucedieron a la cabeza del club”, observa el economista Roger Vinton. Si bien el actual presidente no proviene de una familia riquísima, este hijo de pediatra pudo contar con el apoyo financiero de su suegro, Juan Echevarría Puig, expresidente del grupo automotor Nissan España. Ejemplo de cómo funcionan los ascensores familiares, Laporta contrató a su cuñado como director de la seguridad del club antes de verse obligado a dejarlo ir cuando se reveló que este pertenecía a la Fundación Nacional Francisco Franco...

DG

Modelo de negocios

Hijo de un exsecretario del Barça y cofundador del partido nacionalista conservador Convergència i Unió –actualmente independentista–, Sandro Rosell tiene el perfil del dirigente “culé”. Esta expresión proviene del primer estadio, inaugurado en 1909, que no permitía recibir a todos los aficionados. Algunos se trepaban sobre un muro periférico, mostrando sus traseros a los pasantes. Por extensión, los “culés” designan a los jugadores, dirigentes y partidarios del FCB. Exdirectivo de la empresa de artículos deportivos Nike en España, y luego en Brasil, Rosell se convirtió en el número dos del FCB en 2003, al lado de Laporta, al que ayudó a conquistar el poder, antes de sucederle. Su ascenso marcó un giro en la historia política del Barça. “Laporta entregó el club a la influencia de los independentistas. Desde entonces, los antiseparatistas nos sentimos marginados”, denuncia Francesc Trillas, profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Barcelona. En el Camp Nou, los hinchas apegados a la unidad de España bajan la cabeza, pero se mantienen fieles a su equipo. Creador de un pequeño partido político independentista, Laporta fue representante en el Parlamento de Cataluña entre 2010 y 2012 como diputado de la coalición Solidaridad Catalana por la Independencia.

Abogado de profesión, Joan Laporta se había hecho conocido por los fanáticos del Barça al lanzar a fines de los años 1990 el movimiento L’Elefant blau (el elefante azul), que buscaba impedir un proyecto de transformación del Camp Nou en galería comercial. Durante su presidencia, los promotores de L’Elefant blau devolvieron sus colores catalanistas al club, al tiempo que iniciaron un proceso de mercantilización del Barça que habían combatido. Se inspiraron en las recetas del Manchester United, modelo del capitalismo futbolero... y del Real Madrid. “Los colaboradores de Joan Laporta estaban fascinados con la expertise del club madrileño”, revela Xavier Roig.

Hábil comunicador, el presidente del Barça dio un golpe maestro al firmar un convenio con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en 2006. Por primera vez desde su creación, el club armó una operación de patrocinio de su camiseta, que había quedado virgen de toda marca publicitaria durante 107 años. Pero en lugar de recibir fondos, era el FCB el que ayudaba a Unicef. Sin embargo, se había abierto una brecha, el club ya no resistió mucho tiempo a las sirenas mercantilistas. A partir de 2010, el logo de la Fundación Qatar se sumó al de Unicef en la camiseta blaugrana, promediando 90 millones de euros en tres temporadas. Desde entonces, nuevos patrocinadores pagos se exhiben sobre las prendas de los jugadores en virtud de copiosos contratos. La búsqueda desenfrenada de éxitos deportivos justifica todos los renunciamientos. El Barça comparte la visión del fútbol de su rival madrileño. De hecho, desde 2020, el FCB y el Real Madrid defienden juntos un proyecto de “superliga” europea reservado a los equipos más ricos, con el objetivo de generar mayores beneficios.

El Barça gasta sin miramientos para recuperar su estatus de grande de Europa, devaluado por las consecuencias de la pandemia de covid y la súbita partida de su estrella Lionel Messi hacia el Paris Saint-Germain, en 2021. Pese a un nivel de endeudamiento récord (1.350 millones de euros), el club multiplicó las compras de jugadores en el verano de 2022. A fines de abril, la presidencia anunció la firma de un préstamo bancario de 1.450 millones de euros para financiar el Espai Barça (Espacio Barça), un gigantesco programa de renovación del Camp Nou. En falta de liquidez, el quíntuple campeón de Europa ya había vendido un cuarto de sus derechos televisivos para los 25 próximos años a la empresa de inversiones Sixth Street, a cambio de 500 millones de euros. Otra cesión de patrimonio: el 49 por ciento del capital de la filial encargada de gestionar los contenidos audiovisuales del club. Socios.com y Orpheus Media, empresa dirigida por Jaume Roures, el patrón de Mediapro –especializado en la venta de derechos televisivos–, adquirieron la mitad de esas acciones, cada una por 100 millones de euros por cabeza. Al dilapidar sus activos, ¿acaso el Barça no está hipotecando sus recursos a largo plazo? ¿O incluso su singularidad? “El club pierde un potencial de ingresos para siempre. Ningún jugador vale arriesgar la independencia del FCB”, señala preocupado Marc Cornet, portavoz del grupo de hinchas Seguiment FCB.

El economista Ivan Cabeza se muestra más componedor: “Los activos vendidos implican sólo entre siete y nueve por ciento del total de ingresos del Barça. Nada que ponga en peligro la integridad del FCB. Por otra parte, les socis aprobaron esas decisiones en Asamblea General”. No es tan simple, contesta Cornet: “El modelo de propiedad del FCB está en peligro. El club está a merced de los bancos. Un inversor al acecho podría aprovecharse”. Denuncia las condiciones opacas en las que se votó una resolución emblemática entre todas las medidas de la estandarización a marchas forzadas del Barça. Su mítico estadio pegó la marca de un patrocinador a su nombre. Bajo el pretexto de una cláusula de confidencialidad, el Consejo de Administración se niega a revelar el monto del contrato con la empresa de streaming musical que pagó para aparecer junto al Camp Nou. “En su gran mayoría, a les socis nos les interesan mucho las cuestiones financieras. Lo que quieren sobre todo es que su equipo gane. De las 4.000 personas sorteadas [tres por ciento de los 143.000 socios] para participar en las asambleas generales, apenas un cuarto suele asistir”, modera Roures. En cambio, todos los socios pueden pronunciarse para la elección del presidente.

Volvamos al clásico del 19 de marzo. Antes del comienzo del partido y en el entretiempo, se repite la canción “Despechá” de la artista catalana Rosalía. El sitio del FCB informa que, “en 2022, Rosalía fue la artista más escuchada” en España en el famoso sitio de música en línea. Los días que precedieron al encuentro, los diarios pro-Barça Sport y El Mundo deportivo garantizaron en gran forma el servicio posventa de la plataforma musical. Dedicaron varios artículos a la venta de camisetas con el logo de la cantante, Motomami. Una primera colección de 1.899 ejemplares se vendió a 399,99 euros cada una. Con un total de 22 unidades, la segunda serie se agotó por la módica suma de 1.999,99 euros por camiseta...

Los medios de comunicación acreditados para asistir al clásico en la tribuna de prensa recibieron un mensaje bajo la forma de mandato para recordarles de no olvidar mencionar al patrocinador en “el nombre correcto del estadio”. El académico Francesc Trillas expresa el despecho de muchos enamorados del Barça: “Antes más que un club, el FCB hoy es sólo un club más”.

David García, enviado especial, periodista, autor, entre otros, de Histoire secrète de l’OM (Flammarion, París, 2013) y coautor de JO 2024, miracle ou mirage, Libre & Solidaire, París, 2018. Traducción: Micaela Houston.

Punto uy

“El club representa quiénes somos, cuáles son nuestras esperanzas, nuestros sueños, y permite que la mayoría de nosotros pase el fin de semana, se olvide de la desocupación, de la fábrica, de la mierda cotidiana. Nosotros existimos para él y él existe para nosotros” (1). No se refiere al Barcelona, sino al Liverpool FC. Dos cuadros con nombres de ciudades, dos equipos en los que jugó Luis Suárez, el máximo anotador histórico de la selección uruguaya de fútbol. Quizá, entre los deportistas de este país que militaron en el Barça, el nombre más asociado al club catalán, donde durante la mayor parte de su contrato (2014-2020) formó el tridente MSN (con el argentino Lionel Messi y el brasileño Neymar) en la década dominante del azulgrana. Aunque se suele olvidar que otro crack celeste, el tres veces campeón mundial Héctor Scarone, también fue culé, en total hubo 17 uruguayos que recalaron en el equipo emblema de la ciudad condal (2).

El Liverpool también es político, aunque en un sentido diferente al de la catalanidad de su primo “del continente”. A veces por acciones individuales. En 1997, cuando los portuarios estaban en huelga y luchaban para sobrevivir, otro artillero, en este caso autóctono, Robbie Fowler, “celebraba su gol número 113, a los 21 años, mostrando bajo su camiseta una remera con esta inscripción: ‘Apoyen a los 500 estibadores de Liverpool despedidos en setiembre de 1995’” (3). En cierta forma es difícil imaginar a Luis Suárez tomando una postura pública de ese tipo. Los posicionamientos políticos de futbolistas uruguayos parecen haber quedado en el pasado. Por ejemplo, cuando el Defensor de Pedro Graffigna y Luis Cubilla (que también jugó en el Barcelona) salió campeón de la liga máxima del país, en julio de 1976, y el club montevideano decidió dar la vuelta olímpica en sentido contrario a las agujas del reloj, para demostrar que había terminado con la hegemonía de los dos “grandes”, Nacional y Peñarol, que hasta ese momento habían ganado siempre (en la era profesional), pero también en un gesto que fue leído como de oposición a la dictadura militar que se había instalado tres años antes (4). O no tan en el pasado, si se piensa en el posicionamiento a favor de los derechos humanos de la flamante estrella uruguaya del París Saint-Germain, Manuel Ugarte, quien el 20 de mayo colocó en su cuenta de Twitter (@manuugarte8) una foto de una marcha de familiares de detenidos desaparecidos.

(1): Quentin Guillon, “El fútbol como crisol de la identidad”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre 2020.

(2): Pablo Cupese, “Los 17 uruguayos que han pasado por Barcelona”, El País, Montevideo, 13-2-2018.

(3): Guillon, art. cit.

(4): “Lo tildan de chic pero Defensor supo ser comunista”, El Observador, 30-4-2014. El artículo se refiere a Pedro Graffigna, no así a Luis Cubilla.


  1. Véase Manuel Vázquez Montalbán, “Qui a peur des Catalans ?”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 1996. 

  2. “El Govern de la Generalitat pide al Madrid ‘que retire su video manipulador’”, El Mundo deportivo, 18-4-2023. 

  3. Benoît Pellistrandi, Le Labyrinthe catalan, Desclée de Brouwer, París, 2019. 

  4. Véase Gabriel Colomé, “Conflits et identités en Catalogne”, dans Manière de voir, N° 38, “Football et passions politiques”, mayo-junio de 1998. 

  5. Simon Kuper, La complejidad del Barça. El ascenso y la caída del club que construyó el fútbol moderno, Córner, Barcelona, 2022. 

  6. Encuesta citada por José Rico, “El apoyo a la independencia de Catalunya baja del 40 por ciento, según una encuesta del ICPS”, El Periódico, Barcelona, 13-1-2023. 

  7. Op. cit. 

  8. “Informe anual del FC Barcelona 2021-2022”, www.fcbarcelona.com

  9. Autor de El Barça davant la crisi del segle, Destino, 2021.